Las expectativas son una cosa terriblemente engañosa, capaces de impulsar o de ser una losa para un determinado grupo, e Inglaterra es seguramente el país que más las ha sufrido. Culpa de ser los inventores, supongo. Pero la realidad es que Inglaterra no ha ganado nunca una Eurocopa, ni siquiera se había clasificado antes a una final, y sin embargo el lema de su campaña es «It´s coming home». Como si alguna vez hubiera estado allí. El peso de la historia les afecta como a nadie, y cuando Damsgaard logró batir a Pickford durante el primer tiempo, lo más normal habría sido que todo el delicado equilibrio construido por Gareth Southgate se derrumbara, presa del pánico de volver a quedarse a las puertas, de volver a fallar, de no cumplir las expectativas. Pero esta generación, pensarán los ingleses, es la diferente. Llevados en volandas por actuaciones sublimes de Harry Kane o Raheem Sterling, finalmente remontaron y compraron el billete para la final del domingo. Allí, en su casa, los creadores tendrán los noventa minutos de fútbol más importantes que han disputado en más de cincuenta años.
Dinamarca, que ha sido sin lugar a dudas una de las mejores selecciones del torneo, empezó un poco más agarrotada de lo normal, quizás por el rival y el escenario. Los locales construían con Kyle Walker bajo, casi como tercer central, mientras Saka fijaba abierto, mientras que en izquierda Shaw ganaba altura por fuera y Sterling aparecía por dentro. A los daneses les costaba salir, estrellándose a campo abierto contra las anticipaciones de Maguire o contra la capacidad de corrección de Walker, pero con el paso de los minutos iban a dar con la tecla.
Inglaterra buscaba presionar emparejando a Kane, Sterling y Saka frente a los centrales rivales, mientras Mount y Phillips saltaban sobre Hojbjerg y Delaney. Si Dinamarca llevaba el balón fuera, con Stryger Larsen y Maehle quedando bajos, los laterales ingleses no saltaban y ellos tenían tiempo para pensar, filtrando balones (especialmente Maehle) en los costados de Declan Rice, que quedaba en inferioridad ante Dolberg y los descensos de Damsgaard. De esta manera, el partido se igualó y el control estaba repartido, hasta que el propio Damsgaard aprovechó un lanzamiento de falta directa para escribir su nombre en la historia. La suya es una historia de esas que no se podían adivinar, pues está siendo precisamente en esta Eurocopa donde está derribando la puerta. Obviamente ya había demostrado grandes cosas en el Nordsjaelland, que le valieron para dar el salto a la Sampdoria donde ha realizado una buena primera temporada, pero no se podía esperar este nivel en los partidos más importantes de su carrera. Un torneo de los que cambian vidas, el suyo.
«Clave la reacción inglesa al gol danés, liderada por un Kane en estado de gracia»
Tal como hemos comentado antes, el gol danés podía desatar el pánico en una selección inglesa que, para colmo, no se había visto por debajo en todo el torneo. Pero su estrella apareció. Harry Kane empezó a descender en apoyo y a liderar todas las jugadas de ataque, filtrando y conectando con sus compañeros, especialmente con un Sterling que le seguía el juego desbordando. Finalmente, en una ruptura de Saka que fue la única jugada del partido donde Vestergaard quedó superado, llegaría el empate.
La segunda mitad iba a pertenecer a Inglaterra claramente, que a lo anteriormente comentado añadió a Mason Mount para la causa. El campeón de Europa con el Chelsea empezó a dejar jugadas propias de su enorme talento, sumando en espacios reducidos y siendo el socio que Kane necesitaba. Con Phillips y Rice imponiéndose en las segundas jugadas y cortando las salidas danesas, tan solo la brutal resistencia liderada por Kasper Schmeichel y Jannik Vestergaard aguantaba el empate.
«Kasper Hjulmand volvió a incidir con su dirección de campo. 5-3-2 y Poulsen para salir»
Viendo que su selección estaba siendo superada sobre el césped, el técnico Hjulmand decidió intervenir. Dio entrada a Christian Norgaard para que se colocara de mediocentro, pasando el equipo a colocarse en 5-3-2 y cerrando mejor el carril central, y Yussuf Poulsen junto a Braithwaite arriba para sumar salidas. Sobre esto último, la verdad es que salvo alguna jugada muy puntual donde buscaron atacar a Stones y Walker, Dinamarca no lograba salir. Inglaterra tenía continuidad ofensiva, y mediante Kane, Mount y Sterling empujaba poco a poco pero sin descanso. Sobre Raheem, hizo un poco el partido que explica porque no acaba de ser una súper estrella diferencial: Desbordó a todo el que se le puso por delante, pero no concretaba en la decisión final. Dinamarca resistió como pudo el brutal asedio rival, sacando balones del área como si les fuera la vida en ello, y forzó la prórroga.
Dinamarca apostó todas sus cartas a resistir hasta los penaltis. No les quedaba gasolina en el depósito para sumar salidas y confiaban en que su brutal sistema defensivo, liderado por actuaciones individuales para el recuerdo, les aguantara el empate. El problema es que, en contextos así, de pura resistencia, un solo detalle te puede estropear el plan. En una de las enésimas conducciones de Sterling, fue derribado en el área y el árbitro señaló penalti. Schmeichel se lo paró a Kane, pero no pudo hacer nada en el rechace. Con apenas quince minutos por delante, Hjulmand tenía que rehacer todo su plan en busca de un gol milagroso. Quitó a uno de los centrales para meter a un nueve, a lo que Southgate respondió plantando el esquema de tres centrales.
Lo intentaron los daneses en el empujón final, buscando ser directos y exteriores aprovechando que tenían a Wind, Poulsen y Braithwaite cargando el área, pero Inglaterra no iba a dejar que se les escapara tan fácil lo que les ha costado más de medio siglo lograr. Finalmente, el país inventor del fútbol estará en la final de la Eurocopa, donde le esperan dos enemigos: Italia y las expectativas.