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El fútbol es un juego cambiante, depende de tantísimas variables que prácticamente no hay ningún momento idéntico al anterior. Ahora bien, dentro de ese azar, la reacción a las situaciones adversas es una de las pocas situaciones que podrían tomarse como definitorias. Cómo responde un equipo a un gol en contra ofrece muchas pistas sobre el momento, futbolístico y emocional, en el que se encuentra dicho colectivo. Ayer el Inter de Milán fue un gran ejemplo de ello. Recibiendo en casa al colíder invicto de la Serie A, el Napoli de Luciano Spalleti, los ‘neroazzuri’ encajaron el primer golpe, pero fueron capaces de levantarse y darle la vuelta al choque. Una reacción a la altura del vigente campeón de Italia. 

En este inicio de temporada, una de las principales consignas de los grandes que se enfrentan al Inter está siendo tapar a Marcelo Brozovic, sin duda uno de los mejores mediocentros del fútbol europeo en la actualidad. Por ello, prefieren conceder más tiempo para pensar a los hombres de primera línea a costa de quitárselo al croata. En ese sentido, el plan de Luciano Spalleti tampoco fue una excepción. El Napoli salió con la intención de presionar la salida del Inter desde el inicio, ajustando sobre todo las marcas sobre el propio Brozovic, Barella y Çalhanoglu, con Zielinski, Fabián y Anguissa, respectivamente, muy cerca del trío de mediocentros interistas. A partir de ahí, Oshimen se encargaba de orientar la presión hacia un lado y ahí se producían encajes individuales, con los extremos saltando a los centrales externos y los laterales haciendo lo propio con los carrileros. No obstante, la presión napolitana solo incomodó durante los primeros minutos, y el Inter, pese a encontrarse pronto con el gol de Zielinski (15’), pudo saltarla y revertir la dinámica al momento.

Con Fabián y Anguissa siguiendo a a Barella y Çalanoglhu allá donde fuesen, el Inter de Milán supo aprovechar el espacio que se generaba a su espalda para, a partir de atraer abajo el bloque del Napoli y jugar en largo sobre Lautaro y Correa, girar al rival con frecuencia. En esas, además de destacar lo bien que los centrales estuvieron filtrando (Ranocchia) y dividiendo en conducción (Bastoni), hay que subrayar todo lo que ofreció el tándem argentino con el que salió Inzaghi en punta. Correa y Lautaro fueron la principal solución para saltar la presión del Napoli, y estuvieron excepcionales ya no sólo individualmente sino como pareja. Con Lautaro asumiendo un rol más fijador, sujetando a centrales (especialmente a Rrahmani) y oxigenando salidas desde su capacidad para bajar juego directo, Joaquín Correa pudo descender y ser el hombre libre a la espalda del centro del campo napolitano. En esa situación, el ‘Tucu’ estuvo espectacular girándose y dando continuidad a las progresiones del Inter. Lo suyo fue una exhibición. 

Correa y Lautaro no pararon de ofrecerle al Inter soluciones para superar la presión del Napoli.

De esta manera, el Inter llegó más al área rival, pudo presionar los saques de puerta y reinicios del Napoli y recuperó en campo contrario, esto último gracias a una gran versión defensiva de Brozovic sosteniendo la altura del bloque. De hecho, el Napoli generó más peligro cuando pudo correr que en fases de ataque posicional. A partir del 1-1, obra de Çalhanoglu de penalti (24’), el Inter decidió no exponerse tanto y esperar con su característico bloque (5-3-2) situado a media altura, y ahí defendió muy cómodo. Los napolitanos intentaron construir con Di Lorenzo y Mario Rui muy bajos y cerrados, Anguissa y Fabián alternándose en la base de la jugada y Zielinski buscando ser el libre entre líneas, pero el colíder no encontró la manera de girar a la segunda línea del Inter, que tenía muy claro que comportamiento tomar (Barella y Çalhanoglu saltaban al lateral poseedor y cerraban línea de pase interior) cuando la circulación iba de lado a lado. Al borde del descanso, el gol de Perisic fue un jarro de agua fría para el Napoli, ya no solo por el ‘timming’ sino porque materializaba la superioridad mostrada por el Inter de Milán en el primer tiempo. 

Tras el descanso, la lesión de Victor Oshimen trastocó los planes napolitanos. Petagna lo sustituyó, y no estuvo mal en lo suyo, pero sin el delantero nigeriano el Napoli perdió esa capacidad para estirarse e intimidar a campo abierto. Todo lo contrario que el Inter, que defendió más abajo, como es habitual cuando tiene que gestionar ventajas en segundos tiempos, y sí pudo aprovechar los espacios que dejó el Napoli atrás. Y si en el primer tiempo el mejor interista fue Correa, en el segundo probablemente fue Brozovic. Aprovechando la fatiga, física y mental, del Napoli, el croata se erigió como la figura que mantuvo al Inter dentro del partido. Ofreciéndose a la espalda de presión para recibir libre y rajando el bloque napolitano con sus envíos, Brozovic justificó la importancia que le había dado el técnico rival en su plan de partido. 

Marcelo Brozovic volvió a dejar un partido a la altura del mediocentro que es actualmente.

Quizás la dirección de campo de Spalleti llegó demasiado tarde, pero no por ello fue ineficaz. Elmas y Mertens entraron por Lozano e Insigne, que precisamente no habían tenido su noche, y el ingreso de ambos -sobre todo de Mertens, que estuvo genial dinamizando los ataques por dentro- le cambió la cara al equipo. Por contra, la entrada de la segunda unidad del Inter no tuvo el mismo efecto, ya que no solo no ofrecieron cosas distintas, sino que le restaron capacidad para estirarse o poder descansar con balón. La pérdida de Lautaro y Correa le restó posibilidades, y el Napoli aprovechó su momento para asediar la portería de Handanovic en los coletazos del partido, poniendo al Inter contra las cuerdas a partir del gol de Mertens (78’). En ese tramo, no fue especialmente buena la defensa del área del Inter, que permitió muchos centros laterales y desprotegió demasiado el segundo palo (el Napoli tuvo dos clarísimas para empatar así). El pitido final fue una liberación.

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