A esta Italia de Roberto Mancini le puede alejar de ganar la Eurocopa el no tener un súpercrack diferencial en ataque (por más que Lorenzo Insigne sea muy bueno y esté en gran momento de forma). Cuando no tengan el día colectivamente, les puede faltar ese talento que te gana el partido por sí solo. Sin embargo, si consiguen adelantarse en el marcador, si es suyo el primer gol, ya puedes ir dando el partido por perdido. Y no tiene nada que ver con que posean un sistema defensivo súper sólido al que no se le pueda meter mano, sino que su valor radica en que te van a hacer correr tras el balón hasta dejarte agonizando. Si les vas a buscar arriba, van a girar la presión siempre. Tienen los jugadores, como Bonucci, Jorginho o Locatelli (¡incluso falta Verratti!) y el sistema. La mueven con paciencia, encuentran al hombre libre y ahí ya estás muerto.
De inicio, enfrentando un escenario de ataque posicional ante una Suiza que les esperó, Italia volvió a demostrar un buen sistema que favorece a sus futbolistas. Por la izquierda, Manuel Locatelli como interior de base, lateralizando en ocasiones, Lorenzo Insigne en zonas intermedias y todo el carril liberado para las subidas de un Spinazzola que está completando un torneo fantástico. En la derecha, Di Lorenzo bajo aunque no exactamente como un tercer central, que es la función que Mancini daba a su lateral en las clasificatorias, Berardi generalmente fijando abierto y Barella por dentro completando la tercera altura del mediocampo.
Aunque Italia estaba generando ocasiones de sobra para abrir el marcador, el tiempo pasaba y podía influir en la confianza de los transalpinos, hasta que Manuel Locatelli se inventó una jugada de auténtico genio. Primero, un cambio de orientación super preciso para encontrar a a Berardi abierto, y posteriormente acompañando la jugada para culminarla llegando desde atrás y marcando el gol. Por si fuera poco, también marcó el segundo en un disparo lejano, seco e imparable para Yann Sommer. Italia ya había abierto el marcador, y tras eso solo les quedaba disfrutar el contexto del partido.
Suiza quiso proponer a partir de la posición de Xherdan Shaqiri, dejando giros en espacios reducidos y dando altura a los suyos, pero les faltó mucha resolución en el tercio final para generar situaciones de remate. De todas maneras, lo que les agotó psicológicamente fue ver como todos sus intentos de presión alta eran girados con facilidad. Buscando emparejar a Seferovic con Di Lorenzo, Shaqiri y Embolo sobre centrales, el doble pivote saltaba sobre Jorginho y Locatelli. Italia juntaba pases, atraía, y esperaba hasta encontrar al hombre libre, generalmente Barella pues Akanji saltaba sobre él pero la trayectoria de acoso era muy grande y acostumbraba a llegar tarde. Una vez girada la presión, Italia transitaba y producía.
Fue la exhibición colectiva de lo que llevamos de Eurocopa. En Roma, se gustaron ante su gente y dejaron secuencias de muchísimo valor, cansando emocionalmente a un rival que se vio muy superado. Y todo esto sin Marco Verratti, su estrella. Tras el varapalo de quedarse fuera de Rusia 2018, se puede decir que el fútbol italiano está más vivo que nunca.