Se preguntaba en su día Albert Einstein si la Luna realmente existía cuando nadie la miraba. Cuestión similar a la de Berkeley: “Si un árbol cae en un bosque y nadie está cerca para oírlo, ¿emite algún sonido?”. Se reflexiona, a través de estas interesantes cuestiones, sobre los límites de la realidad, la observación y el conocimiento. Extrapolado al fútbol, en el mundo “híper-interconectado” en que vivimos, la Copa del Mundo sería un bosque con cámaras y la Luna tendría una emisión en directo 24 horas al día a través de YouTube. Nadie desconoce al jugador que participa en una Copa del Mundo. Ahora bien, ¿se conoce lo que era la Luna antes de ser mirada por el primer ser humano? ¿Alguien buscó entender, en algún momento, por qué cayó ese árbol o cómo se erigió hasta lo más alto del frondoso bosque?
Para entender quién es Joško Gvardiol (2002), tal y como ocurre siempre, primero hay que pegar un vistazo a su pasado. Nacido en Zagreb, a día de hoy es uno de los centrales más cotizados del mercado. Joven, con presencia, buen trato de balón e imponente a campo abierto. Uno de esos jugadores que cuestan mucho, mucho dinero, y que el Mundial ha revalorizado por encima de un precio asequible. Gvardiol dio sus primeros coletazos en la academia Trešnjevka, recalando pronto en la del Dinamo Zagreb, el más grande de los cubes de su país. Su ascenso, desde entonces, fue imparable, hasta debutar el 18 de octubre de 2019 (a sus 17 años) con el primer equipo. ¿Qué hubiera sido de la Luna si nadie nunca hubiera levantado la cabeza para observarla?
La cuestión es que Joško Gvardiol, ese elemento de 1.85 metros que ahora ha asombrado al mundo desde la posición de central, no siempre se desarrolló en esta posición. En el lateral izquierdo, el lugar desde el que realmente se consagró en la élite, el croata empezó a mostrarse como un futbolista excelente en términos defensivos, tanto protegiendo su espalda como en el 1v1 con el extremo rival, siendo además contundente en duelos y un jugador excelso a la hora de acudir al tackle. Con balón, por si fuera poco, confirmó las buenas sensaciones: una gran relación con cercanos, capacidad para salir de presión, buen pie para avanzar en conducción, potencia, zancada, técnica y habilidades para sumar en el tercio final. Tantas buenas sensaciones dejaba en su día como lateral como ahora desde el eje de la zaga.
Ahora, como central no parece tener ningún techo. Si desde el lateral era resolutivo incorporándose al ataque o encontrando soluciones partiendo desde una altura baja, ahora incorporado a la primera línea es dominante en su toma de decisiones con balón y conserva la estabilidad defensiva. Es un futbolista imponente en área rival o campo propio a través de su juego aéreo, con detalles técnicos sin balón muy diferenciales, y que además goza de calma para organizar al equipo y un cambio de juego en largo tan eficiente en el timing como preciso en la forma. Como lateral o como central, Joško Gvardiol es un futbolista de muchísimo valor, algo que está pronto de confirmarse por el propio mercado.
En la Copa del Mundo, ese bosque con cámaras, Joško Gvardiol confirmó las sensaciones de los últimos meses (y años): es un futbolista, que no lateral o central, preparado para dar el salto a la máxima élite. Porque ya no es lo que aporta el Gvardiol central o el Gvardiol lateral; es, en general, lo que puede llegar a aportar el Gvardiol jugador de fútbol a diversos contextos, en distintas ligas, bajo propuestas muy variadas. En bloque bajo, en bloque medio, en bloque alto, yendo al hombre o quedando como líbero, sacando el balón u ofreciendo soluciones desde su posición, como central o como lateral: en la academia Trešnjevka primero, después en la del Dinamo Zagreb (pasando por su primer equipo) y finalmente en el Leipzig, Gvardiol aprendió a jugar al fútbol antes que a jugar partidos. Y esto, en el proceso de un profesional, es lo más importante.