Jules Koundé: Eclosión de una anomalía

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Hay futbolistas que juegan muy bien al fútbol, que son virtuosos, realmente buenos y son capaces de crear situaciones que, para la mayoría de los futbolistas, serían casi imposibles. Es un grupo selecto. Pero luego, dentro de esta estirpe de los “muy buenos” hay otro grupo que hace gala de otro verbo: dominar. Jugadores que imprimen tal confianza y poderío en sus acciones que son capaces de contagiar al resto, como cuando lanzas una piedra en un estanque y la onda expansiva genera un efecto rebote. La fuerzan en sus acciones contiene un valor bruto inimaginable, pues son “futbolistas-estructura”, capaces de dotar de un esqueleto competitivo a páginas en blanco. En este selecto grupo hay un jugador que apenas ha salido de su cáscara pero que ya, a los 21 años, ha demostrado tener un poder en ciernes hipnótico. Jules Koundé verbaliza sus acciones en base a una confianza abrumadora que sostiene un juego que deja al espectador tiritando y al contrincante sin respuestas, sorprendido.

El Sevilla de Julen Lopetegui es un equipo mayúsculo construido sobre unos puentes que cruzan el verde en su totalidad. Centrales y extremos mantienen una relación directa, así como laterales y extremos de banda opuesta. Los hilos que estiran para alargar el campo como un chicle son de acero, sosteniendo de forma rígida las esquinas como si se tratase de un cuadrilátero. Los centrales, pues, juegan un papel importantísimo. La efervescencia de Diego Carlos, central de porte titánico, de una musculatura de deidad griega, dejó en un segundo plano al bisoño Koundé. Pero el Sevilla, si es el equipazo que es hoy, es en gran medida al papel de sus centrales a la hora de dominar absolutamente todas las facetas del juego. Gigantescos por arriba, rápidos si toca corregir, fuertes en el cuerpo a cuerpo. Lopetegui encontró los pilares sobre los que levantar unos puentes que, a lo largo de la temporada, irían creciendo en extensión y grosor.

Podemos decir sin temor a equivocarnos que Koundé no se cayó cuando Diego Carlos dudó primero. La duda no le envenenó su fútbol vigoroso, sino que lo potenció. La Europa League planteó escenarios complejos y puso en el camino a un delantero que es un camión, un Romelu Lukaku que aceptó el reto del brasileño y le reventó en el cuerpo a cuerpo. Diego Carlos, por primera vez, no tuvo como hacer valer su físico. Pero Koundé esconde, bajo un físico portentoso, un repertorio defensivo dominante capaz de atar en corto a todo tipo de atacantes. Es el defensa camaleón. Podemos decir que su físico es lo llamativo a simple vista, lo apetecible en una figura de mil capas. Debajo, hay muchísimo más. Su método es sencillo: mira al atacante a los ojos y le nota el punto débil, el miedo. Jules ataca defendiendo, una forma salvaje de extorsionar al rival sin tener que recurrir a artimañas pseudfutbolísticas, el suyo es un estilo agresivo y pulcro a la vez. Cuando Diego Carlos demostró no llegar, Koundé no solo llegó, sino que creció, inflándose más y más. No hay techo que le podamos intuir.

Probablemente, las dos grandes exhibiciones de Jules Koundé en La Liga hayan sido contra el FC Barcelona. En el Pizjuán la pasada temporada y en el Camp Nou en esta. Y no hay nada que defina mejor al francés que estos partidos ante dos FC Barcelona tan opuestos. El primero lo hizo ante un equipo que tenía en Suárez una referencia fija y en el segundo ante un Barça con hasta cuatro futbolistas que atacaban a los centrales de cara. Hizo que Messi no se quedara ni un minuto en la posición de 9 y ató en corto a un Ansu Fati que venía flotando. Koundé, como dijo Alejandro Arroyo en su texto sobre Hans – Dieter Flick, es un jugador hecho de bambú, elástico y flexible en sus posibilidades, capaz de dominar desde distintos registros. Sería imposible analizarlos todos, así que lo haré con los que creo que el central es más dominante y saca mejor partido de ello.

Pocos defensores hacen un uso del cuerpo mejor que Jules Koundé. Ir al suelo suele ser algo que la grada agradece porque se asocia de forma directa con “coraje” y “pundonor”. Pero la realidad es que muchas veces es una acción que es más un último recurso, fruto de la imposibilidad de cualquier otra que un signo de superioridad. Koundé promedió 0.8 “tackles” por partido en Europa y La Liga la pasada temporada, unas cifras muy bajas pero que, si se miran bien, son un halago para el joven central. Koundé domina el espacio como pocos y es capaz de medir la velocidad del rival y meter el cuerpo cuando es necesario. No es un futbolista impulsivo, algo que en los centrales jóvenes suele ser prácticamente intrínseco, sino que es paciente y sabe detectar el recurso que debe usar en cada situación. Además, posee un poderío en el juego aéreo que lo lleva a ganar el 78% de los duelos individuales por aire, una salvajada. Normalmente no necesita acudir a la entrada porque es dominante tanto en los espacios cortos como en los largos, y eso hace que el atacante entre en un estadio de angustia cuando debe enfrentarse a Koundé. Su ascendencia en el juego está al alcance de pocos centrales.

La aparición de Van Dijk en 2018 hizo que nuestras percepciones cambiaran, y lo que en aquella temporada nos pareció algo surrealista y casi divino, una aparición como epifánica, es hoy algo que tenemos normalizado. Hemos aceptado la dominancia de Van Dijk. Koundé tiene mucho que ver con aquello. El jovencísimo central francés es el mejor defensor de uno de los mejores equipos de Europa, uno que permite a Lopetegui jugar con distintos planes de partidos, ser flexible. Jules es un central capacitado para defender sin ataduras ni cuerdas que le aten; él es el equilibrio.

Koundé es, además, una primera ventaja con balón. De hecho, es mucho más que un defensor con buen pie. No es raro ver a Jules percutir con el cuero, superar líneas de presión y, tras dar un pase, tirar un desmarque. Koundé siente el fútbol como un oleaje de energía, de aquí su tendencia a ir siempre arriba. Tiene técnica para pasar el cuero, no es Hummels, pero sí que es un futbolista con criterio para jugar el primer pase. La estructura del Sevilla invita mucho a los centrales a ser creativos y a tomar la iniciativa con balón, pues Fernando no es ese primer gestor, y sin Banega se acentúa todavía más. Con más de un 90% de acierto en el pase, Koundé ha ido creciendo paulatinamente en este apartado. Primero era Diego Carlos quien se lucía con sus cambios de orientación, pero poco a poco Jules se sumó, asumiendo el reto de Lopetegui con muchísima confianza. El fútbol de Koundé se extiende aún sin techo en una amalgama de virtudes que son como puñetazos en la cara de los agnósticos. A estas alturas ya no hay nadie que no crea en él. El francés es un jugador forjado en una confianza impresionante y estremece recordar que acaba de nacer. El fútbol, a veces, nos regala talentos precoces sin pedir nada a cambio.

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Albert Blaya
Periodista. Escribo sobre fútbol y leo mucho.

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