La delgada línea entre aplastar uvas y hacer vino

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A menudo, cuando los cielos se han tornado grises, como dice la canción que le dedica Old Trafford, el Manchester United ha recurrido a Ole Gunnar Solskjær. Para llegar a la tierra prometida en 1999 y para arreglar un club inmerso en el caos 20 años después. En ambas misiones, el noruego ha hecho su aparición usando una capa de superhéroe, muy distinta a la que portaría un rey. Pero el desenlace de este último capítulo confirma, sin restar ningún tipo de mérito a cada rol —porque estas líneas pretenden todo lo contrario—, que nunca será lo mismo ser el revulsivo, o el gran Super-sub, que ser el ‘9’ de jerarquía. Tampoco hay color entre reestructurar y consolidar. Salvar y conquistar. Aplastar uvas y hacer vino. Las responsabilidades son unas al principio y otras al final.

«Las montañas están ahí para escalarse», fueron las palabras de Ole tras vencer al Paris Saint-Germain en el Parque de los Príncipes y sellar una de las más grandes hazañas del Manchester United en la Copa de Europa. Diez bajas, dos debuts y gol de un canterano en el tiempo añadido. The United Way, decían algunos. La ilusión estaba de regreso. Una ilusión que, por una u otra razón, el club había perdido. Una ilusión que, además, se justificaba con un rombo, una línea de 5 en el fondo o un 4-2-3-1 de ráfagas.

Ole celebrando frente a su afición la victoria 1-3 sobre el PSG.
Marzo 6, 2019.

Esa misma temporada llegaría la primera gran caída. Derrota 4-0 ante el Everton que daba pie a otra frase que parecía estar destinada para la posteridad: «Voy a tener éxito aquí y hay algunos jugadores que no serán parte de ello». Le mostró la puerta de salida a Matteo Darmian, Marcos Rojo, Chris Smalling, Antonio Valencia, Ashley Young, Alexis Sánchez, Ander Herrera y Romelu Lukaku. Estaba convencido. Lo tenía más claro que nadie. Proyecto a largo plazo entre una ceja y la otra. Devolver a una institución a lo más alto nunca será cosa de un año, tampoco dos.

Mucha gente menosprecia el valor de la identidad y la cultura en una organización, pero este club realmente necesitaba de un personaje que levantara los escombros y edificara conociendo las entrañas. Damos fin a la cadena de citas textuales con esta reflexión de un exitoso entrenador de la NFL:

“La cultura mueve las expectativas y las creencias; las expectativas y creencias mueven el comportamiento; el comportamiento mueve los hábitos, y los hábitos construyen el futuro. Todo comienza con la cultura”.

Mike Smith

Formó un grupo sólido con una de las plantillas con promedio de edad más bajo de la liga, fichó jugadores afines a su idea, reinstauró el departamento de análisis que Mourinho había pedido cerrar, puso énfasis en la preparación física y rediseñó el sistema de reclutamiento de la academia, que había dejado de ser de clase mundial. El club por encima de todo.

Con una plantilla todavía corta, volvió al top 4 de la Premier League y alcanzó semifinales en tres competiciones. Luego, sin pretemporada, con un mercado de fichajes lejano al ideal, menos flexibilidad y poca rotación de sus piezas, se las arregló para mejorar su marca en liga y establecer un récord de visitante, tan inverosímil como intrascendente, en medio de una pandemia que forzó a los Red Devils a disputar más de 60 partidos en ocho meses (el segundo con mayor número en las cinco principales ligas). Caminó cómodo hasta Gdansk en una Europa League brava. Se dice fácil. Regresó la estabilidad. Las señales de progreso, aún con ciertas dudas, seguían ahí.

Llegó el tercer año, el último que marcaba su contrato original. El punto ideal. La hora de la verdad. El salto de calidad. La titularidad. Ahora o nunca. Momento de jugar mejor. Momento de ganar. ¿Querías vivir el sueño, no es así? Pues toma, Ole: Varane, Sancho y Ronaldo. Anda, quítate el overol, ponte el esmoquin y sírvete una copa. Recoge la cosecha y embriágate. Vamos, demuestra que eres capaz.

En ese instante, Solskjær se quedó frío y sin respuestas. Como cuando vas a un examen y te preguntan cosas que no estudiaste. Como en la semifinal ante el Sevilla o la final contra Villarreal. Como en Leipzig, como en Estambul. La presión se lo acabó. La exigencia. El precio de dirigir a un equipo enorme.

Apostaba a crearle escenarios con ventaja a sus estrellas; aunque el problema no era ese, la cuestión es que necesitaba variantes. Había encontrado en McTominay y Fred un buen recurso para protegerse, pero necesitaba algo mejor. Es indiscutible que se trata de una plantilla descompensada en la cual tocar una cosa significa perder armonía en otra; pero su trabajo era ese: aportar soluciones. No lo logró. Se llenó de malas decisiones. Incluso, terminó traicionando sus propios principios.

No es que no estuviera a la altura. Es que fue incapaz. Esa es la palabra. Por algo aquellos que logran construir, consolidar y ganar se sientan en una mesa aparte a disfrutar de un buen Cabernet Sauvignon. Guardiola, Klopp, Tuchel y pocos más. Pese a ello, sería un error no darle el justo valor a su papel. Sentó bases. Ya hubiera querido el AC Milan —club que todos toman de referencia en estos casos sin importar que nada tenga que ver— o el propio Manchester United, tener a alguien que hiciera ese trabajo a tiempo. Fumigar, regar el cultivo e ir pensando en la botella. Pasar de Phil Jones a Raphaël Varane. Del sexto o séptimo puesto a Top Four’s consecutivos. Se marcha, y lo hace dejando a la institución en mejor estado que el que tenía cuando la tomó a finales de 2018.

El noruego ha sido, ante todo, un caballero. Pero eso no basta en el banquillo del más ganador de Inglaterra. Este club está sediento, solo que ya no de una bebida rehidratante sino de una para brindar. En la viña del Casillero del Diablo, donde no abundan las buenas decisiones, se encontraron con que existe una delgada línea entre aplastar uvas y hacer vino. De beberlo mejor ni hablamos.

Twitter: @MemoNavarro_

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Memo Navarro
Periodista, 24 años. Amante del fútbol formativo y la Premier League. Analizo para encontrar los detalles que marcan diferencia en el juego.

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