Un tópico, por el hecho de serlo, no debería perder credibilidad. “El fútbol es un estado de ánimo”, dijo Jorge Valdano en lo que, más tarde, se ha convertido en una de las frases célebres de algo que para muchos es más que un deporte. No habrá muchos que conozcan los entresijos del fútbol argentino mejor que el ex delantero de Newell’s o de la albiceleste; y, en el caso del equipo de Marcelo Gallardo, es astrofísicamente inviable diseñar una imagen mental adecuada sin apelar a lo intangible. Un plantel cuyo principal encanto reside en su espíritu de superación. En tocar la lona y levantarse con la ayuda de un camarada que, en las malas, prefirió tenderle la mano al compañero, cuando perfectamente pudo haber emigrado a Europa. En desafiar a la previsibilidad, como dice Axel Torres, para demostrar que no hay realidad virtual donde la rutina supere a lo fortuito. Y debemos estarle siempre agradecidos al balón, por el simple hecho de posibilitarnos vivir un viaje hacia lo desconocido.
A diferencia de UEFA, en la historia de la CONMEBOL jamás se habían remontado tres goles de desventaja jugando el partido de vuelta fuera de casa. Una hazaña que, cambiando el escenario y el orden de disputa de los duelos en casa, recordaba a aquel FC Barcelona – Liverpool de 2019 o al Real Madrid – Anderlecht de 1984. MisterChip tampoco faltó a una cita histórica como la que se vivió este martes 12 de enero de 2021, día en el que ‘Nacho’ Fernández, una de las actuaciones individuales más destacadas del encuentro ante Palmeiras, cumplió 31 años.
River Plate llegaba con más sed de venganza que nunca a esta semifinal. En primera instancia, porque venía de caer derrotado en la anterior edición de la Copa Libertadores, nada más y nada menos, que en una final que le arrebató el Flamengo de Jorge Jesus (2-1) cuando en el minuto 89´ el Millonario estaba por delante en el marcador. Pero, en el momento en el que se encontraba a punto de revalidar su corona conquistada un año antes en la final más larga de la historia de la competición –aquella que se terminó saldando con su cuarto y último título hasta la fecha en el Santiago Bernabéu con Boca Juniors como adversario–, sufrió en sus carnes una remontada épica. Un partido en el que cayó derrotado en su tercera final de la máxima competición continental, y que pasó a los anales del fútbol porque recordó a la del Manchester United frente al Bayern en 1999, aunque esta vez el héroe no fue Solskjær, sino Gabigol.
En segunda instancia, porque precisamente fue Palmeiras quien le arrebató la gloria ese mismo año (99´). En el único precedente entre ambos conjuntos y con Marcelo Gallardo aún como futbolista de River, El Verdão remontó un 1-0 adverso en semifinales para, a la postre, terminar alzando su único título continental hasta la fecha. Y, en tercer lugar, porque la última Superliga argentina se le escapó también de una forma cuanto menos cruel. Tres meses y medio después de caer ante Flamengo, y justo unos días antes de que se decretase la pandemia a nivel mundial, River llegaba a la última jornada dependiendo de sí mismo. Pero esta vez quien se cobró su pequeña venganza del Superclásico disputado en Madrid fue Boca Juniors. El Xeneize no falló en la fecha cumbre y un gol del Apache Tévez ante Gimnasia y Esgrima La Plata, coincidiendo con un inesperado pinchazo de los de Gallardo frente a Atlético Tucumán, le dio la liga a los Azul y Oro.
Muchas veces el fútbol son momentos. Y a River, a pesar de que le sonrió el más importante del último lustro, el resto le han dado la espalda de la manera más traumática posible. El último varapalo tampoco ha sido caer de nuevo ante Palmeiras en una semifinal de Copa Libertadores, sino hacerlo viendo cómo la COVID obligó a posponer la disputa del torneo mientras el equipo perdía a su líder defensivo Lucas Martínez Quarta –rumbo a la Fiorentina–, teniendo que remontar un 0-3 en contra sin el hijo pródigo Jorge Carrascal, quedándose en el partido de vuelta con diez a falta de 20 minutos, y comprobando cómo el VAR le anuló el 0-3 a Montiel que hubiera supuesto el empate en una jugada limítrofe en la que el VAR tampoco se compadeció de River. Incluso esta herramienta pudo haber cambiado una de las eliminatorias más épicas de la historia si hubiese terminado decretando un penalti que fue revisado en el minuto 100 del tiempo reglamentario.
🇧🇷👀🇦🇷 ¡Para volver a ver! Lo mejor del triunfo de @RiverPlate en Brasil y la clasificación de @Palmeiras a la Final de la #Libertadores.@FutbolSantander pic.twitter.com/kDpWahTG9k
— CONMEBOL Libertadores (@Libertadores) January 13, 2021
El equipo de El Muñeco Gallardo se ahogó después de recorrer medio océano a nado, pero no murió en la orilla porque su legado ya es imborrable. Historia del fútbol sudamericano. Otro tópico dice que “lo bonito no es el destino, sino la trayectoria”; y lo cierto es que el técnico nacido en Merlo no ha escrito las páginas más exitosas en los anales de River Plate, pero sí las más emocionantes. Él parecía tener una bola de cristal, siempre un paso por delante de sus homónimos, contando con un inesperado as bajo la manga para cada cita importante, camaleónico como pocos, con una respuesta acertada para cada pregunta a la que se tuvo que enfrentar.
Sorprendió con tres centrales en la vuelta de octavos de final ante Athletico Paranaense o en la propia vuelta de semifinales ante Palmeiras, de la misma forma que lo hizo en 2018 contra Boca en La Bombonera. Sorprendió con Carrascal –sin Exequiel Palacios ni De la Cruz– en la vuelta de los octavos de final en 2019 ante Cruzeiro, cuando la joven promesa del fútbol cafetero no era ni la sombra de lo que es hoy día. Sin poder contar con `Nacho´ Fernández o Enzo Pérez, sorprendió sentando a Milton Casco y Pinola frente a Club Nacional en cuartos. Y sorprendió en su día relegando al banquillo a Lucas Pratto, mientras para sorpresa de muchos confiaba en Borré –máximo goleador en la era Gallardo– cuando las cifras no le acompañaban. Marcelo siempre fue un adelantado a su tiempo y, prueba de ello, las palabras de Abel Ferreira (técnico de Palmeiras) en la cara de una victoria que probablemente le supo a derrota: “Gallardo es mejor entrenador que yo”. Poco más que añadir.