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El Inter de Antonio Conte, el resurgir del AC Milan y las dudas que planean sobre el proyecto de Pirlo en Turín están acaparando la atención en Italia y, por ende, quizá se está dejando de lado el buen momento que atraviesa la Roma de Paulo Fonseca. De hecho, es probable que esta falta de atención les esté dejando trabajar sin tanta presión y, seguramente, sea una de las claves para que se encuentren, después de mucho tiempo, con la posibilidad de ser una alternativa a, al menos, incordiar en la lucha por el Scudetto.

La dinámica positiva adquirida por los Giallorossi tiene mucho que ver con el cambio de rumbo tomado por el entrenador luso. Durante toda su carrera, Fonseca ha ido implantando su modelo por encima de la plantilla que tuviera disponible. Para él la idea estaba por delante del jugador. Sus hombres tenían que adaptarse a los métodos y no que éstos fueran los que cambiaran en función del perfil de piezas que se encontraba en cada club al que llegaba.

En su primer año en la capital italiana cumplió con este patrón. El equipo proponía un juego al cual le faltaban ciertos mecanismos para ser efectivo con y sin balón. Era un equipo incompleto. El grueso del grupo no se encontraba cómodo y la Roma daba síntomas de debilidad. Hasta que el portugués ajustó cambiando el dibujo a un 3-4-2-1 y le dio oportunidades a algunos elementos que no venían contando tanto. El último tercio de la temporada pasada fue un punto de inflexión para coger vuelo (sumaron 22 de los últimos 24 puntos posibles).

La importancia de los carrileros

Fonseca eliminó de su plan a los extremos. De hecho, aprobó las salidas de Cengiz Ünder y Justin Kluivert, de ahí que se debía potenciar al máximo la figura de los carrileros. Por esto, el cambio de sistema no ha sido como en otros modelos para conseguir una superioridad numérica en la primera zona, sino para que Karsdorp y Spinazzola sean lo más influyentes posibles en campo rival. Todo lo que los carrileros consiguen generar por fuera es en beneficio de que ocurran cosas por dentro. Amplitud permanente provocando que haya espacios en los pasillos interiores, llegada a la línea de fondo y lectura para que, cuando la jugada se desarrolla en el sector opuesto, se ataque el segundo palo para que el punta (Edin Dzeko) tenga compañía en el área.

Una medular nueva

La inclusión y asentamiento de Gonzalo Villar en la zona ancha le ha dado un soplo de aire fresco a la forma que tiene de gestionar la pelota la Roma. De todos los centrocampistas con los que cuenta la plantilla, el español es el único verdaderamente capaz de organizar con criterio las posesiones. Para esta función se probó durante la temporada pasada a Diawara, Veretout, Cristante, Pellegrini o incluso se adelantó a Mancini. Ninguno de ellos cuenta con aptitudes para ordenar con pelota y mover el bloque. Quizá el guineano, pero no ha tenido el impacto esperado.

De esta forma, el que acababa siendo el constructor era Kolarov, prescindiendo en muchas ocasiones que el balón pasara por el centro del campo. Ahora todo esto ha cambiado gracias al talento de Villar. El doble pivote adquiere coherencia porque Gonzalo tiene peso en la base de la jugada, toca y se mueve, permite que el modelo sea vertical sin perder ápice de orden porque sabe hacia donde dirigir sus pases. Arriesga cuando debe hacerlo y tiene la suficiente calidad para filtrar buscando al compañero libre sin que el rival llegue a interceptar. Su timing para elegir si dirigir desde el pase o por el contrario conducir para dividir marcas y mover al contrario es otra de sus grandes virtudes. A lo que viene ofreciendo individualmente, se suma la mejora de Veretout con él como compañero en la sala de máquinas. El francés, ahora si, no tiene que estar anclado y puede hacer lo que mejor sabe: desplegarse y ser agresivo hacia delante.

Mhikitaryan, el faro ofensivo

El escenario táctico que le han brindado a Mhikitaryan es el principal fundamento para entender el porqué del nivel tan alto que está teniendo el ex del Arsenal. Nos está recordando a aquel atacante del Shaktark o BVB que desarbolaba cualquier estructura defensiva. La libertad posicional que Fonseca le ha dado ha provocado que el armenio brille porque siempre aparece en la zona donde más daño puede hacer al sistema defensivo adversario. Partiendo de la doble mediapunta, domina el carril central con sus arrancadas eliminando marcas o sus toques rápidos activando en profundidad a los hombres de fuera. Si la zona central se encuentra muy transitada, cae a ambos costados buscando el 2 vs 1 con su carrilero y desde ahí encontrar situaciones de ventaja para que la Roma progrese verticalmente. Está especialmente fino en el último pase. A pesar de que sus acciones son a alta velocidad, está teniendo ese momento de pausa en el último gesto para decidir correctamente hacía donde mandar la pelota y de que forma. Que Edin Dzeko muestre esa alta sensibilidad en los apoyos y descarga de espaldas, es otra de las cuestiones por las que Mhikitaryan luce en este equipo. El punta bosnio lo pone de cara y así puede intervenir en los lugares donde es necesario para los intereses de Fonseca sin tener que descender a buscar la pelota.

Si por algo se está caracterizando esta A S Roma es por rendir muy por encima de lo esperado. La mano quirúrgica de Fonseca le está dando una serie de soluciones tácticas que están consiguiendo exprimir al máximo las virtudes individuales de todos y cada uno de los integrantes del equipo en beneficio del colectivo. Veremos hasta donde les llega, pero por el momento, están consiguiendo navegar por la vía correcta para cumplir los objetivos.

Francisco Mariscal
Francisco Mariscal
Periodista deportivo y Analista táctico. Entusiasta de encontrar los porqués del juego. Cualquier estilo es válido e igual de interesante, pero dame siempre a un enganche y dos extremos.

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