Las condiciones “camélicas” de Alexander Isak

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El fútbol, como casi todo en la vida, carece de buena memoria. Y el gol dentro de esta disciplina, es capaz de sacar lo peor del ser humano. Cuantas veces habrá escuchado Benzema en el Bernabéu aquello de “Karim, eres un paquete, no metes un gol ni a la luna…” Hace apenas un año, pocos confiaban en Thomas Müller. Hace seis meses, muchos daban por muerto a Luis Suárez. Hace tres, el Manchester City era un equipo sin una gran capacidad goleadora para la gran mayoría del planeta fútbol. Y hace tan solo uno, bastantes dudaban sobre el futuro que atesoran las longitudinales piernas de Alexander Isak. El fútbol da muchas vueltas. Y, concretamente, las del delantero sueco de la Real Sociedad, son las segundas.

Parece una obviedad que los delanteros viven de rachas, pero en el caso del ex del AIK Fotboll, éstas, lejos de ser irregulares, resultan tan periódicas que parecen diseñadas por un psicópata. Desde que el ya internacional por la absoluta que dirige Janne Andersson abandonase sorprendentemente el Borussia Dortmund, para recalar en las filas del Willem II neerlandés, sus cifras de cara a puerta presentan incongruencias difíciles de defender para un fiscal. En la Eredivisie cuajó una segunda vuelta de ensueño con el equipo de Tilburg –llegó cedido en enero–, marcando 14 dianas en 18 encuentros, y contando con la presión de tener que sustituir a mitad de la 18/19 a un Fran Sol al que se le caían los goles antes de marcharse al Dynamo Kyiv.

Isak, lejos de esconderse, aprovechó su primera gran oportunidad cuando tuvo continuidad en un club que contaba con muchos reflectores.

Y, si en España hay un equipo que a día de hoy se caracterice por ojear y apostar por este tipo de talentos que irrumpen fuera de la península, ese es la Real Sociedad. En Anoeta, lidiando con la competencia de Willian José, sus primeros meses fueron altamente complicados. En los 16 primeros partidos con la elástica txuriurdin, apenas vio puerta en dos ocasiones. Pero, una vez que entró el tercero, frente al FC Barcelona de Ernesto Valverde, aquello fue coser y cantar.  En sus doce sucesivos encuentros, Isak marcó en nueve; incluido un doblete en la exhibición que dejó el atacante de origen eritreo en el Bernabéu, cuando La Real apeó al Real Madrid en cuartos de final de la pasada Copa del Rey. Pero, cuando parecía que ya había tirado la puerta abajo, se acabó su idilio con la red y, entre las jornadas 23 y 33, volvió la sequía.

Su último tanto en la atípica 19/20 llegó en la 34 y, desde entonces, no volvió a festejar otro hasta la séptima fecha del presente curso. Esta temporada, como si fuese un calco de su primera campaña en La Liga, a mediados de diciembre solo había marcado dos tantos. Pero, no contento con eso, ha vuelto a encadenar una racha de siete goles en los últimos diez encuentros y cinco jornadas ligueras consecutivas sin marcharse de vacío. Como ya ocurriese con la sombra de Fran Sol en los Países Bajos, Isak ha dado el paso adelante que se esperaba una vez que el club apostó firmemente por él, con la salida de Willian José rumbo al Wolverhampton.

Más allá de la confianza que retroalimenta a las cifras, y que en el caso de Isak parece ser un factor más relevante de lo habitual, sus condiciones físico-técnicas siempre han estado presentes. El sueco es un jugador inconfundible, de esos que uno observa por primera vez y parpadea un par de ocasiones mientras comprueba que la vista no le ha jugado una mala pasada. Sus 190 centímetros de estatura (77 kg), lo convierten en un canguro ágil y rápido desde sus primeros pasos. Por establecer un símil, su fútbol tiene cosas de Håland o Ibrahimović, salvando las distancias.

Explosividad a raudales, combinada con una delicadeza técnica bastante llamativa también, una gestión de los espacios que cada vez va interpretando mejor, y una orientación corporal donde reside gran parte de su potencial. Nadie quiere a Alexander Isak más que él mismo. O, dicho de otra manera, nadie es capaz de potenciarlo tanto como él a sí mismo. Con una autosuficiencia diferencial, es capaz de sacar partido a su estatura con una habilidad insultante a la hora de perfilarse y girarse mientras protege el esférico con el tronco flexible y sus piernas largas, aunado a una arrancada inimaginable hasta verlo en acción. Un “9” que llama más la atención por lo que hace fuera del área que dentro de ella, al que le gusta moverse mucho para distraer a los centrales y después atacar su espalda.

Su manejo de la “pierna mala” es un tanto peculiar, porque sí la domina para las descargas o para cambiarse el balón de pie, pero de cara a portería muestra una debilidad respecto a su diestra.

El fútbol que corre por sus venas es de lo más completo dada su complexión física. Muy elástico, un híbrido entre frialdad y agresividad cuando entra en contacto con el balón. Aunque no sea su mayor virtud, resulta resolutivo a la hora de cargar el área –influye mucho su estado anímico–, pero cuyo control y conducción de balón en espacios abiertos o, incluso, reducidos, no se queda atrás. Todo ello, consecuencia en gran parte de su astucia detectando intervalos libres que atacar y dibujando movimientos circulares que le ayudan a impulsar su desmarque de ruptura y cambio de ritmo o dirección. Un futbolista que «juega» con los defensas, que sabe esperar su momento, que le muestra el anzuelo a sus adversarios para poder dejarlos más fácilmente en la estacada. En definitiva, un atacante imprevisible y venenoso, de los que actúan con “dolo”.

Como las camelias, Alexander Isak se ha erigido desde su mayoría de edad como una especie poco común, que florece en invierno. Un talentoso jugador nacido en 1999 que, año tras año, deleita a los aficionados una vez que llega diciembre, pero cuyo rendimiento no resulta perenne y disminuye en otras épocas del año. A medida que van subiendo las temperaturas, a él se le va bajando la persiana de casa al gol. Mantenerla abierta de par en par es ahora el gran reto de un prototipo de jugador peculiar, que en su plenitud asusta como pocos delanteros centros, y que demanda una Real Sociedad más ambiciosa que nunca a lo largo del último lustro.

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Iñaki María Avial
Periodista · 1997 · España | Kaká me enseñó desde San Siro que en el fútbol la magia importa, Gerrard se fue a Estambul a confirmarme que la mentalidad prevalece. También soy `Chiellinista´. Delante de un micrófono, como dijo Michael Robinson, "estoy muy ocupado, pero no siento que esté trabajando".

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