Se tiende a olvidar, con relativa facilidad, que el fútbol es un juego, y como tal tiene un componente importante de azar en él. Tanto jugadores como entrenadores hacen todo lo posible para que la moneda salga cara en el momento indicado, pero solo los traviesos caminos del destino saben que deparará cada jugada. Cuando el contexto es uno de remontada, como el que hoy enfrentaba el Liverpool de Jürgen Klopp, se necesita que absolutamente todas las monedas te salgan favorables, algo que les ocurrió en el famoso 4-0 al Barcelona hace un par de años. Un gol temprano es vital para encender el ritmo y asustar a un rival que se sienta con cosas que perder. Sin embargo, en esta ocasión, una ocasión clarísima de Mohamed Salah al segundo minuto de partido fue detenida por Thibaut Courtois, un acto que definiría el resto de la noche. De frustración para unos y de alegría para otros.
Tampoco cabe empezar este análisis sin hacer referencia al factor ambiental, tan denostado en el fútbol moderno pero con obvios y amplios márgenes para influir en los jugadores. El Liverpool buscando una remontada europea en un Anfield vacío se sintió tremendamente antinatural, restándole toda la épica que necesitaba el momento.
Y es que solo cabe imaginar un estadio empujando con el alma después del inicio de partido que tuvieron los locales. Con Sadio Mané y Salah rompiendo como posesos al espacio, Trent Alexander-Arnold y Roberto Firmino gestionando posesiones, y un brutal James Milner barriendo todas las segundas jugadas, el contexto estaba hecho para ese 1-0 que abriera por completo la eliminatoria. Courtois lo evitó y, a partir de ahí, el Real Madrid cortó el moméntum de su rival buscando posesiones largas, bajando a Toni Kroos entre centrales, y juntando pases. No especialmente con el objetivo de avanzar y dañar, pero sí para bajarle las revoluciones a un encuentro que había comenzado muy encendido.
El gran nombre en clave blanca en esto que buscaron los de Zinedine Zidane fue, sin lugar a dudas, Karim Benzema. El ariete galo, descendiendo su posición para participar en apoyo, desahogando posesiones y poniendo a correr a los suyos, dejó una brutal muestra de superioridad. Durante minutos fue un adulto jugando contra niños.
Como decía antes, estas posesiones del Real Madrid tampoco tenían como motivo principal dañar a su rival, por lo que el marcador seguía reflejando un 0-0 cuando el Liverpool logró sacudirse el dominio de su contrincante y volvió a empujar. Fue clave en esto la actuación de un Trent Alexander-Arnold que se sigue mostrando como un jugador totalmente único en el mundo en lo que a dibujar e imaginar trayectorias de pase se refiere. Lo suyo, recibiendo bajo para participar en la base en construcción, y escalando la banda conforme el equipo se va instalando en campo rival, sirvió para dejar una paleta de pases inagotable; con ambas piernas, desde diferentes zonas, con el cuerpo tensionado o destensionado, buscando compañeros que ataquen primer o segundo palo… Una bestialidad de actuación la suya.
Y sin embargo, los de Zidane se mantenían relativamente cómodos. A la ya comentada actuación de Courtois bajo palos, cabe añadir las de Éder Militao y Nacho Fernández, tanto saliendo de zona como apareciendo en coberturas o siendo muy contundentes en la defensa de área. Ferland Mendy siguió dando muestras de su estratosférico nivel defensivo negándole en varias ocasiones el duelo individual a Salah, mientras Fede Valverde cumplió con nota en su nueva posición como lateral derecho. Midiéndose al escurridizo Mané, el uruguayo empezó sufriendo y perdiendo a su marca, pero construyó sobre esto hasta acabar teniendo una actuación más que correcta en lo que a términos defensivos se refiere, además de ofrecer alguna salida arrancando en conducción o con desplazamientos largos en diagonal. Por último, muy comprometido Marco Asensio siguiendo hasta línea de fondo a Andy Robertson, formando en ocasiones una línea de 5 debido a su posicionamiento.
El tiempo pasaba y el marcador seguía igual, por lo que Klopp quemó las naves. Entró Thiago y pasó a 4-2-3-1 con Fabinho como central, Mané y Jota de extremos y Firmino detrás de Salah. En un escenario constante de ataque posicional, con el Madrid ya replegado en campo propio y prácticamente renunciando a salir, a los locales les faltó algo de ritmo, fluidez y continuidad en sus posesiones, con Trent demasiado solo a la hora de ofrecer soluciones, por más que Alcántara entrara bien buscando pases a espaldas de los centrales.
El Madrid aguantó en el área el chaparrón final, y vuelve a unas semifinales de la Copa de Europa tres años después. Si algo quedó claro en su eliminatoria ante el campeón inglés, es que el equipo que les quiera eliminar tendrá que rozar la perfección durante la totalidad de la eliminatoria, pues no hay club que aguante y se recomponga mentalmente de los golpes que da la competición, como aquel que es el rey de la misma.