El Liverpool se pudo aislar de todo el ruido generado en territorio nacional y completó su mejor actuación de los últimos tres meses. Jugando en Budapest ante un equipo alemán, los dirigidos por Jürgen Klopp se liberaron de la presión y la angustia que les está generando cada minuto de Premier esta temporada. En la Champions League, el Liverpool se reencontró consigo mismo y avanzó de manera incontestable hasta los cuartos de final.
A pesar de la buena ventaja cosechada en el partido de ida, el conjunto inglés sabía que el escenario era difícil de plantear. Con la inestabilidad mental que está caracterizando sus últimos meses de competición, eran conscientes que un temprano gol rival podía jugar muy en su contra y acercarles al abismo.
Es por esto que Klopp buscó reducir riesgos. Muchos minutos de bloque medio, cerrando carril central e incitando a los rivales del RB Leipzig a ser creativos con balón, escenario en el que los de Nagelsmann echaron en falta una versión un pelín más atrevida de Dayot Upamecano. Los alemanes buscaban progresar a partir de las recepciones abiertas de Christopher Nkunku, los descensos en apoyo de Yussuf Poulsen y, por encima de todo, las apariciones de Dani Olmo.
El jugador español, al igual que en el partido de ida, fue la principal carta que permitió a su equipo avanzar metros. A partir de su lectura para detectar zonas vacías y atacar espaldas de acoso, su sensibilidad para girar o su buena toma de decisiones en los últimos metros, el Leipzig generó alguna ocasión. Alisson Becker salvó al Liverpool, evitando que la primera del rival acabara dentro como le está pasando siempre al equipo en la Premier League.
Una de las decisiones más arriesgadas por Jürgen Klopp, y la gran novedad en la alineación, fue la presencia de Fabinho en el mediocampo. Pese a la brutal plaga de lesiones de centrales que está sufriendo el equipo, el entrenador alemán apostó por mantener al brasileño en su posición original, y el resultado no pudo salirle mejor. A partir de ganar todas las segundas jugadas y garantizar el dominio territorial, los reds evitaban salidas en transición del rival e iban cortando ritmo al partido.
La parte negativa de esta apuesta podía recaer en que el rendimiento de la pareja Nathaniel Phillips y Ozan Kabak no fuera el mínimo exigible, pero pese a algunos errores del inglés durante la primera parte del partido, su resistencia fue más que notable. Aguantando en el área sumando despejes y saliendo de zona en coberturas, sumaron acciones defensivas importantes y limitaron la producción rival.
El otro gran beneficiado por esa presencia de Fabinho como mediocentro fue Thiago Alcántara, que presentó una de sus mejores actuaciones, sino la mejor, con su nuevo equipo. Con el brasileño guardándole la posición por detrás, el ex del Bayern sumó asociativamente girando al rival y lanzando salidas en transición hacia Salah, Mané y Jota. La presencia del portugués como 9 aportó mucha frescura gracias a sus conducciones, y aunque se mostrara errático de cara a puerta, completó una gran actuación en términos generales, subiendo la marcha de la circulación siempre que recibía.
Ante las dificultades para generar situaciones de remate, Julian Nagelsmann reaccionó en el descanso. Le dio toda la base a Marcel Sabitzer, multiplicó opciones de pase por delante de balón, e ingresó a Alexander Sorloth para sumar amenaza en centros laterales. Posteriormente, la entrada de Justin Kluivert como carrilero izquierdo aportó frescura y amenaza en centros laterales, con el equipo buscando atacar la espalda de Alexander-Arnold y crear ventajas previas al centro lateral.
El Liverpool aguantó la tormenta y, finalmente, se impuso en transición, con Salah y Mané acertando por fin de cara a puerta y sentenciando una eliminatoria en la que, en general, el conjunto inglés se mostró muy por encima de su contrincante durante la totalidad de la misma. El seis veces campeón de Europa está usando la Champions League como una zona de confort donde escapar del agobio que está dando el transcurso de la temporada y sentirse felices. En medio de una temporada tan convulsa y extraña, los de Klopp se plantan a cuatro partidos de una final de Champions League. Y encima, a diferencia de otros que juegan con miedo a lo que depare la competición, lo que desprende el Liverpool es la alegría del que está visitando un sitio donde fue terriblemente feliz. Volver a esa felicidad es el gran objetivo que les queda.