Manchester City 2-0 PSG: Trust the process

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El Manchester City ha alcanzado por fin el objetivo que tanto ansiaba, la cima que llevaba una década intentando coronar y que tantos disgustos le había causado en sus intentos. La Champions League le ha exigido como a pocos, obligándole a no tener más remedio que aprender de las derrotas, por duras que fueran, para estar mejor preparado año tras año. Y teniendo que lidiar con esa exigencia mental, que en esta competición lo es todo, esta temporada ha demostrado el poso competitivo que ha ido forjando todos estos años. De la mano de un técnico y un grupo de jugadores que han madurado con base en creer en el proceso, el Manchester City jugará por primera vez en su historia una final de la Copa de Europa.

Resulta paradigmático que ese camino hacia la cumbre, a partir del tramo que tanto se le había atragantado en pasadas ediciones (los cuartos de final), lo haya realizado de la manera menos brillante y más eficaz de todas. Casi sin importar que, a lo largo de la temporada, ha sido por consenso general el mejor equipo de Europa. De los cuatro últimos partidos, los dos contra el Borussia Dortmund y los dos contra el Paris Saint Geramain, no se puede decir que haya dominado rotundamente en ninguno. Sin embargo, a diferencia de otras temporadas, los ha ganado todos. 

La vuelta de semifinales contra el PSG tuvo un guion similar al de la ida, pero antes de entrar en el análisis, hay que destacar dos novedades, una por equipo, que para lo malo y para lo bueno fueron importantes en el desarrollo del encuentro. Por un lado, Mauro Icardi fue el encargado de sustituir al lesionado Mbappé, pero el argentino no compareció. Su inmovilidad y nula participación fuera del área fue uno de los motivos por los que el PSG, a pesar de que jugó un gran partido hasta el 2-0, se marchara de Mánchester sin dispararle al arco a Ederson. Por el otro, todo lo contrario. El experimentado Fernandinho sustituyó a un Rodri que se vio superado en la ida y, más allá del valor que tuvo en lo anímico, el brasileño completó una actuación defensiva de las que se tarda en olvidar, sobre todo en la segunda parte. 

Como en la ida, el París fue claro dominador de la primera parte. A pesar del mal estado del césped del Etihad, barnizado del granizo que había caído en las horas previas al partido, los parisinos hicieron correr al City hacia su portería en innumerables ocasiones. Enmendando los problemas para salir de su campo que tuvo en la ida, Mauricio Pochettino situó a Ander Herrera y a Marco Verratti escalonados una altura por encima de Leandro Paredes. A partir de ellos, el PSG pudo jugar con los acosos del City y encontrar libre a la doble mediapunta que formaron Neymar y Di María. El 4-4-2 con el que volvieron a presionar los citizens se desajustó muchísimo, con Fernandinho y Gündogan quedando atraídos constantemente por alguno de los centrocampistas del PSG y desprotegiendo su espalda demasiadas ocasiones.

Pero a pesar de no entrar bien en el partido, los primeros en golpear fueron los ingleses. A través de las ventajas que generó Ederson en salida de balón con sus envíos largos, el Manchester City pudo superar la presión del París de forma directa, encontrando a Zinchenko y Walker, los laterales del 4-2-4 con el que salió Guardiola, en zonas altas y con metros para progresar. El 1-0 de Mahrez, que nació de un pase escandaloso del portero brasileño que superó a todo el bloque rival, fue el mejor ejemplo de lo explicado. 

El gol cambió el guion del partido, ya que, con la ventaja en el marcador, el Manchester City dejó de presionar alto y esperó al París a media altura. Pero el conjunto de Pep Guardiola siguió teniendo los mismos problemas que antes del 1-0. Marco Verratti, quien fue el mejor del PSG, absorbió cada presión que lanzaba Fernandinho y siempre encontraba a un jugador libre entre líneas, fuese Neymar o Di María. No obstante, el París no generó ocasiones de gol claras por distintos motivos. Si el ya mencionado caso de Icardi tuvo su responsabilidad, y tanto Diallo como Florenzi se quedaron cortos en ataque, el resto de culpa la tuvieron John Stones y Rúben Días. Sobre todo el portugués, que dejó una actuación memorable saliendo al corte en la frontal y protegiendo el área de centros laterales.

El verse lejos de la final pese al buen juego fue frustrando al París y le dio un ligero respiro al City al final de la primera parte, pudiendo descansar con balón y bajar las pulsaciones del choque con secuencias de pase más largas, sin demasiada profundidad, lideradas por Gündogan, Bernardo Silva y Kevin de Bruyne. Pasado el descanso, Guardiola no realizó ajustes en particular, pero sí hubo una intención de defender más arriba de lo que lo estaba haciendo tras el 1-0. Ahí, Fernandinho emergió como una barrera en el centro del campo bajo la que el PSG acabó sucumbiendo. El brasileño ganó duelos y sumó recuperaciones en la zona por la que más estaba progresando el París (izquierda), y fue apagando poco a poco la llama que Verratti, que seguía exhibiéndose, trataba de encender junto a Neymar. 

Justo un minuto después de que Pochettino moviera ficha, dando entrada a Moise Kean por Icardi y a Julian Draxler por Ander Herrera, en uno de los muchos contragolpes que generó Ilkay Gündogan saltando la presión del PSG y conectando con Kevin de Bruyne y Phil Foden, llegó el definitivo 2-0 de Ryad Mahrez, el hombre más determinante de cara a puerta en el total de la eliminatoria (tres goles). Y si ya lo tenía complicadísimo el PSG, Ángel Di María firmó la sentencia con su expulsión. Ya con superioridad numérica, el Manchester City usó la posesión para defenderse, como mejor sabe hacer y como tantas otras veces ha hecho a lo largo de la eliminatoria. Una de las pistas que dejan entrever su madurez en la gestión de las emociones. 

Para poner el broche de oro a la noche, Guardiola realizó un cambio que sintetiza la última década del Manchester City. Phil Foden, que volvió a jugar una semifinal impropia de alguien de su juventud, fue sustituido por Sergio Agüero. El argentino, sonriente, entró sabiendo que tendrá la posibilidad de cerrar su legado en Mánchester en lo más alto. Futuro y pasado unidos para cerrar un círculo perfecto.

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