El Paris Saint-Germain, desde que Nasser Al-Khelaïfi compró el club en 2011, siempre se ha caracterizado por su agresiva postura en el mercado de fichajes, no dudando a la hora de desembolsar grandes cantidades de dinero por los mejores jugadores del mundo, logrando reunir en la capital de Francia a varias de las estrellas más prestigiosas del panorama mundial. Sin embargo, la maldición del club francés en la Champions League sigue vigente y es que, cada año, cuando les toca la hora de caer en la máxima competición de clubes, se ha echado en falta la figura de un mediocentro que traiga equilibrio al equipo. La presencia de un jugador que haga sostenible la infinita cantidad de talento que tienen arriba y que les permita ser un equipo más junto, sin partirse en cada pérdida y desangrarse cuando les toca correr hacia atrás. Desde que Thiago Motta dejó el club en junio de 2018, tras coincidir tan solo una temporada con el proyecto de Neymar y Mbappé, la posición de mediocentro ha estado huérfana. Thomas Tuchel probó a Marquinhos ahí, llegó Leandro Paredes, se intentó colocar a Verratti en esa posición….pero nada funcionó tan bien como el equipo lo necesitaba. El Paris Saint-Germain seguía necesitando a un mediocentro que le diera sentido a todo.
Y así nos situamos en este verano de 2023, uno en el que, de nuevo, la junta directiva del campeón de Francia no ha dudado invertir cantidades astronómicas de dinero para reforzar sus puestos de ataque, llegando jugadores como Ousmane Dembélé, Randal Kolo Muani o Gonçalo Ramos. Y, sin embargo, parece que la llegada más importante para el club parisino en el mercado estival ha sido la de un uruguayo procedente de Lisboa. Aun es pronto para sacar conclusiones, y sobre todo, el proyecto del PSG necesita evaluarse en primavera, cuando la llegada de la noche coincida con el arranque de los partidos más determinantes de la Liga de Campeones, pero podemos estar ante la llegada del jugador que llevaban un lustro buscando. Manuel Ugarte, el mediocentro prometido.
Luis Enrique, como siempre ha hecho con todos los equipos a los que ha entrenado, está constuyendo su proyecto en París desde la tenencia de la posesión, pasando mucho tiempo con el balón en campo rival y atacando la mayor parte del tiempo. Sin ir más lejos, en el último partido liguero de los parisinos, ante uno de sus rivales más directos como es el Olympique Marseille, se fueron hasta el 77% de la posesión en la totalidad del encuentro. Aprovechando estos escenarios, el PSG ha ido probando diferentes sistemas en este inicio de campaña, desde un 4-3-3 más clásico con Mbappé cayendo a banda izquierda, un 4-2-2-2- con Vitinha haciendo de falso extremo izquierdo y una doble punta súper móvil, o un 3-4-3 con Lucas Hernández cerrando como tercer central y dos carrileros dinámicos (uno largo que da la amplitud por fuera y otro -Hakimi- buscando atacar por dentro como interior). Sean cuales sean las formas, el fondo es el mismo, y es que el equipo pasa mucho tiempo atacando y buscando diferentes maneras de abrir los cerrojos que proponen los rivales.
¿Pero qué pasa cuando se pierde el balón? Esta cuestión ha sido el gran quebradero de cabeza de todos los técnicos que han pasado por la entidad en los últimos años, desde Unai Emery hasta Christophe Galtier pasando por Thomas Tuchel y Mauricio Pochettino. Siendo un equipo que amasa tanto balón dándole muchas libertades posicionales a sus grandes estrellas, en el momento de la pérdida podía haber un desorden que ofreciera al rival la opción de salir en transición. El gran problema para el PSG aquí es que, entiéndase bien, parecía que «no les importaba» que el rival les superara en la presión tras pérdida y montara el contraataque pues, a nivel doméstico, se sentían tan superiores al resto de plantillas que sabían que en un intercambio de golpes tenían todas las de ganar. El problema llegaba cuando les tocaba jugar contra equipos de igual calidad en la Champions League y esos déficits estructurales se convertían en ventajas competitivas para el oponente.
Sin embargo, esta temporada la historia está siendo diferente. No es que podamos hablar del Paris Saint-Germain como un equipo redondo en lo táctico y que aplasta a sus rivales, pues sus primeros dos meses de temporada no han sido espectaculares ni a nivel de juego ni a nivel de resultados (suman 11/18 puntos en Ligue 1, con 6 goles encajados en 6 partidos). Cabe decir, que la mitad de los goles encajados llegaron el único día que Ugarte no fue titular, al acabar de regresar del pasado parón de selecciones (un 2-3 ante el Nice, también la única derrota de los parisinos esta temporada).
A nivel juego, Ugarte está destacando mucho en los planes de Luis Enrique, jugando tanto de pivote único como acompañado en doble pivote por otro jugador que se suelta más, quedándose el uruguayo más atrás para vigilar las salidas rivales. En liga doméstica, está promediando 9´2 balones recuperados por partido, una auténtica burrada, siendo el ancla que llega a donde no lo hace nadie más. Su sentido de la colocación le permite estar exactamente donde se le necesita, paliando su falta de velocidad punta por pura lectura táctica. Ya sea cerrando situaciones de contrapresión tras pérdida, posicionándose exactamente donde ocurre la misma, como ganando caídas e imponiéndose en segundas jugadas. Tener un duelo contra él es garantía de salir perdedor pues su técnica de robo, fuerza corporal y lectura le permite salir ganador de esas acciones. Ugarte, antes de aterrizar en París, jugaba en el Sporting CP entrenado por Rubén Amorim, un equipo con infinitos detalles a nivel táctico a la hora de jugar sin balón, cerrar líneas de pase, controlar el espacio a la espalda de la defensa y orientar las posesiones del rival hacia donde más les interesa. Manuel se sacó un doctorado en nociones defensivas en la capital portuguesa, y ahora está trasladando todos esos conceptos a su nuevo club.
Tener a Ugarte cerrando la pérdida le está permitiendo al PSG soltarse en sus posesiones, acumular jugadores por delante de balón y arriesgar en sus intenciones, contando con ese seguro de vida que es su nuevo mediocentro por detrás. Ugarte está dejando auténticas exhibiciones sumando robos en campo rival, impidiendo al rival sumar salidas y ganando segundas jugadas para dar continuidad ofensiva a su equipo.
Con balón, el uruguayo no es ningún especialista, pero también está lejos de ser un problema o una debilidad que se deba paliar. Recibiendo de espaldas, le falta agilidad corporal para girarse, aunque tiene una buena retención y mucha fuerza física para evitar la pérdida en esas situaciones comprometidas. Le falta creatividad a la hora de filtrar pases entre líneas y desordenar sistemas rivales pero, si recibe de cara, tiene un pase de primeras muy destacable cambiando la orientación del juego y descongestionando hacia lado débil. Le da fluidez a las posesiones y juega rápido, no entreteniéndose con el balón en su poder.
Es una lástima que la llegada de Ugarte a París haya coincidido con la salida de Marco Verratti de la capital francesa. El italiano ha sido, por qué no decirlo, probablemente el centrocampista más importante de la historia del club, parte esencial de esta última década gloriosa para la institución. Más allá de eso, era el único interior que tenían en plantilla capaz de ordenar desde el pase, marcar los tempos de los partidos y hacer los encuentros suyos a partir de asumir mucho peso de dirección desde la base de la jugada. Sin él, y también sin Neymar que era lo mismo pero a una altura superior en el campo, a Luis Enrique le puede faltar esa pieza de orden y dirección, de aportar creatividad cuando las soluciones no llegan y hacerse con el mando de los partidos. El jovencísimo Warren Zaïre-Emery se ha hecho con la titularidad, y a pesar de que es un jugador con una pinta tremenda no ya para el futuro sino para el presente inmediato, parece que le falta un punto de asunción de riesgos a la hora de filtrar pases y buscar girar los sistemas rivales. Por ahora, el PSG tiene alternativas para superar los bloques rivales, desde el desborde de Dembélé por fuera, los cambios de ritmo de Mbappé o la movilidad de Kolo Muani, pero no sería de extrañar que, llegado el momento, en los partidos decisivos, echen en falta esa figura de un centrocampista organizador.
Por ahora, lo que sí han encontrado es el mediocentro que llevaban un lustro buscando. Ugarte es la respuesta a muchas de las preguntas que el club llevaba tiempo haciéndose, y su juego está hablando por sí solo. Ha sido un verano realmente movido en el club francés, pero puede que el movimiento más importante de todos haya sido la llegada de este jugador.