La subcampeona del mundo en Rusia no pudo encontrar las grietas del bloque defensivo marroquí en su estreno en este Mundial. La cautela por parte de ambos lógica en el primer partido, igual no es tan aconsejable cuando enfrenten a Bélgica y Canadá. Pero empezar puntuando, tampoco puede ser negativo. Los protagonistas en ambas selecciones estuvieron más en la retaguardia (Gvardiol, Sosa, Aguerd, Saïss, Juranović, Hakimi…) que en las líneas ofensivas. El empate supo mejor a Marruecos, pero la espesura croata y la falta de excelencia en los atacantes marroquíes deberían preocupar a ambos conjuntos.
Siendo el balón croata, ambas selecciones formaron con un 1-4-3-3, aunque con más matices en el lado ajedrezado. Zlatko Dalić apostó por Kramarić como punta, teniendo a Vlašić como extremo derecho. Sobre el papel. Porque, en realidad, Vlašić ejercía de segundo punta o como único punta cuando Kramarić se filtraba como cuarto centrocampista o cuando este compensaba los movimientos de los medios, que tendían a acumularse a la altura de los centrales. Croacia tuvo mucho más balón (59% en la primera parte, 71% en la segunda), pero no supo cómo cambiarle el ritmo a su circulaci´ón de pases (pocas acciones a primer toque -varias de más de 3- y casi siempre al pie), ni cómo penetrar por dentro sin que un marroquí estuviese cerca de receptor.
Esa circulación lenta pero segura se fundamentaba en la recepción abajo de Brozovic más uno de los interiores (a menudo Modrić), con una segunda o tercera altura formada -normalmente- por Kramarić y Kovačić. Tampoco pudieron aprovechar esa creación de espacios que generaba el extremo derecho metiéndose para dentro para que apareciese Juranović, porque ni en el juego directo ni en las basculaciones de lado a lado la velocidad aumentaba. En la segunda parte, el mecanismo siguió en un principio de esta forma, a pesar de que el «extremo derecho» era un medio de origen como Pašalić. Sin embargo, con la entrada de Livaja por Kramarić, esto quedó reconfigurado, quedándose Pašalić más entre líneas, al menos hasta que apareció Majer y devolvió al medio de la Atalanta a la línea de delanteros, a veces por la izquierda y a veces por la derecha (con Oršić en el campo).
Sin embargo, el intercambio posicional en ese tramo de partido por parte de los croatas era continuo, aunque de poco importó. El bando marroquí, muy solidario en todas sus filas, se colocaba en un 1-4-1-4-1 en los momentos sin balón, con los interiores saltando al central en los momentos de basculación para impedir que Gvardiol y Lovren pudieran conducir. Las pocas veces que apretaron las salidas rivales, era Ounahi quien se quedaba con el mediocentro croata, cerrando a Ziyech sobre el central izquierdo y lanzando a Hakimi sobre Sosa. Si bien mantuvo el bloque medio durante la primera parte y tuvo un arreón de presionar más alto en los primeros compases del segundo, los de Walid Regragui acabaron muy cerca su propia área. Bajando la altura defensiva a partir del 70′, viendo que igual con los cambios, se podía hacer daño a la contra.
Por parte de Marruecos, su plan consistía en esperar organizado e intentar sorprender ya fuese con alguna acción técncia de Boufal por la izquierda (poco acertado, pero al menos más que su sustituto Abde Ezzalzouli), o lo que pudiese crear el triángulo lateral-interior-extremo de la banda derecha con Hakimi, Ounahi y Ziyech (que también buscó recibir muy abajo). Lo malo para Marruecos es que por ese costado estuvieron imperiales Sosa y Gvardiol. A ambas selecciones les quedó muy lejos el gol. Las ocasiones croatas vinieron a través del balón parado (centros de Modrić, incluyendo el saque de banda con el que se acaba la primera parte en el que Modrić casi aprovecha en la frontal un despeje heroico de Aguerd) o, y esto vale para ambas selecciones, aprovechando recuperaciones en campo rival. Un remate de Vlasić en el primer palo (por la izquierda), a centro de Sosa, que despejó Bounou y otro de Mazraoui justo antes de lesionarse, fueron las mejores de cada bando.