«No puedo decirte dónde está su límite. No quiero poner un límite a su desarrollo».
Thomas Tuchel, sobre Mason Mount, en febrero de 2021.
Reunir todas las características necesarias para triunfar en la máxima élite del fútbol teniendo veintidós años es cosa de muy pocos. Es atributo, en realidad, de quienes están hechos para marcar una época. A día de hoy, no existe apasionado al fútbol inglés cuyos ojos no brillen al ver jugar a Mason Mount. Un jugador que está enamorando Europa, pero que cuya evolución venía siendo notoria para quienes siguen el proyecto que desde hace unos años se está gestando en Stamford Bridge.
2005 fue el año en el que su camino comenzó a cruzarse con el del Chelsea, y no se separó hasta los doce siguientes. Entre medio, participaciones destacadas en la categoría sub-18 del club londinense y una explosión de encanto —consiguió coronarse a nivel colectivo con su selección y fue nombrado el mejor futbolista del torneo— en el Campeonato Europeo sub-19 desarrollado en 2017, mismo año en el que el fútbol de los Países Bajos, precisamente el Vitesse Arnhem, le permitió tener su primer contacto con la primera división. Esa temporada, por más que colectivamente haya sido poco provechosa, contó con esa vibra única del debutante, y su figura acabó siendo tan vital para su equipo que al final de la misma contabilizó trece goles y diez asistencias. En cuanto al juego, gozó de libertad en tres cuartos de cancha y demostró unos primeros destellos de su calidad (golpeo, último pase, visión, capacidad asociativa y conducción en velocidad) que le valieron para retornar al fútbol de Inglaterra en verano de 2018… pero a la segunda división. Un «pero» que terminaría siendo un paso enorme en su desarrollo como jugador de fútbol.
En Pride Park Stadium conoció a su padre futbolístico: Frank Lampard. Actuó principalmente como interior bajo las órdenes del legendario ex futbolista y entrenador Blue, y fue allí cuando dio inicio un desarrollo abismal de su calidad asociativa en complemento con una llegada avasallante al área. Se convirtió en la perla de Frank Lampard, en el pilar de su fútbol vertical, en el diamante de cuyo estilo de juego y presencia se enamoró de tal manera que, luego de casi alcanzar el objetivo del ascenso a la máxima categoría, no dudó en hacerle un llamado de bienvenida informándole que sería tenido en cuenta en el retorno a su hogar. Stamford Bridge estaba cerca.
«Puede llegar a ser realmente bueno, puede llegar arriba, al más alto nivel porque tiene 19 años y juega con habilidad y calidad; técnicamente es brillante, pero también su ritmo de trabajo no debe pasar desapercibido. Es tan rápido como para dejar el centro del campo e ir y presionar al rival, ya sean defensores o mediocampistas, lo que lo convierte en el centrocampista total. Nunca debería considerársele un número 10 porque hay mucho más en su juego, pero marcará tantos goles como un 10. En algún momento regresará al Chelsea. No quiero pensar en eso ahora pero, cuando lo haga, creo que va a dar guerra».
Frank Lampard, en declaraciones para Sky Sports, en el año 2018.
Tanto Frank Lampard como el compilado londinense, al estar privados por la FIFA en una dura sanción que representaba la imposibilidad de realizar fichajes por un lapso de dos años, se vieron en la obligación de dar paso a los jóvenes de la Academia. Y entre varios que destacaron, como Tammy Abraham o Callum Hudson-Odoi, la figura de Mason Mount despuntó a nivel de convertirse en el fenómeno de rejuvenecimiento capaz de aportar la energía que encarar un nuevo proyecto demanda. Desde aquel debut ante el Manchester United en la campaña 2018/19, ha sido el futbolista cuya imagen es la primera en ser proyectada por todo aficionado al deporte rey que piensa en el Chelsea. Por lo demostrado dentro de la cancha, los roles que le fueron asignados y la facilidad con la que cumplió cada uno de ellos, pero también por temperamento, ambición, contagio y firmeza. En total disputó cincuenta y tres partidos, anotando ocho goles y brindando seis asistencias, y demostrando un nivel de juego propio de uno de los mejores futbolistas de la Premier League. Es necesario recalcar que estuvo acompañado por la confianza de un entrenador cuyo estilo vertiginoso se impuso con facilidad, pero que sufría ciertos descontentos de prensa e hinchada a causa de la fragilidad y los desaciertos en defensa.
El curso 2020/21 está terminando por situar a Mason Mount en un lugar en el que él mismo, cuando vestía por primera vez la camiseta de las categorías juveniles del Chelsea hace más de quince años, jamás imaginó. El despido de Frank Lampard y la posterior contratación de Thomas Tuchel dio un giro inesperado en la entidad londinense, tanto en términos de estilo de juego como de objetivos a cumplir. El equipo se mantiene firme en la disputa por los primeros puestos del campeonato inglés a fin de conseguir la clasificación a la próxima edición de la UEFA Champions League, aspiración presente desde las épocas de Frankie, y además ha alcanzado las semifinales del corriente torneo. Los propósitos, claramente, son este año más exigentes para el cuerpo técnico y los futbolistas, pero lo cierto es que —a pesar de que una de las incógnitas en el arribo del entrenador alemán era el papel, comportamiento y adaptación que tendría Mount a las nuevas ideas y método de Tuchel— un tan joven como maduro Mason ha vuelto a demostrar que sus condiciones no entienden de cambios de ciclos, llegadas de nuevos compañeros o propuestas diferentes en cuanto a lo táctico. Esta temporada, el joven inglés está normalizando la magnificencia.
Su presencia (siempre adecuada) entre líneas, su capacidad para identificar, ocupar y aprovechar espacios, la manera en la que exprime la libertad que el sistema de Thomas Tuchel le brinda, el vasto repertorio de gestos técnicos que atesora y cómo se vale de él para emplearlo como herramienta o recurso en los instantes necesarios, su grandiosa habilidad para asociarse con sus compañeros y situarlos asiduamente en situaciones de ventajas espaciotemporales, cómo se asegura esas superioridades para él mismo, una toma de decisiones cada vez más pulida y una lectura, interpretación de juego y madurez táctica que gran mayoría de los futbolistas de su estirpe desarrolla teniendo, al menos, cinco o seis años más de carrera. Justamente, esa naturalidad con la que elude lo establecido es la que le convierte en tan especial. Y lo que mayor esperanza da a los espectadores es que el mundo del fútbol está ante un futbolista cuyo techo, aun habiendo alcanzado esta temporada la cúspide de lo que logramos observar, sigue siendo todavía muy elevado.
Pero para ser importante en tal nivel de competencia, además de la calidad y el talento, es necesaria una personalidad y un carácter idóneos. Al final, el fútbol y su entorno son tan impredecibles que pueden tornarse crueles para quienes lo practican en la máxima élite. Un día, tu reputación vuela por los aires y, al siguiente, puede estrellarse en el infierno. No solo por cuestiones dentro de la cancha; el comportamiento fuera de ella es tan relevante como el que puede conseguirse dentro. Por eso se requiere una fortaleza mental especial y un contexto en el cual ser capaz de desarrollar el talento. Pero Mount ya demostró estar dotado de un liderazgo excepcional: en momentos tambaleantes de la temporada, sobre todo cuando Frank Lampard y su puesto corrían peligro, no titubeó en tomar las riendas del equipo y demostrar en el terreno de juego su valía. Fue el punto más alto del Chelsea a pesar del desembarco de grandes futbolistas como Timo Werner, Hakim Ziyech y Kai Havertz, cuyas adaptaciones fueron más extensas y hasta el día de hoy siguen gestándose. Fue capaz de levantar al equipo en instantes de zozobra, cuando la coyuntura y el clima en Stamford Bridge no eran precisamente congruentes para que un jugador joven y de casa estimule su talento. Pero Mason lo hizo. Y ahí, saltándose el libreto, radica su capacidad de liderazgo. Probablemente la necesite a lo largo de su trayectoria.
El propio Mount será responsable del camino que tome su futuro. De hecho, lo difícil a estas alturas es explicar por qué su carrera no tomaría el rumbo de estrella integral, al que parece estar destinado desde aquellas tardes en las que salía de casa en Portsmouth y viajaba ocho kilómetros para acudir a los entrenamientos de la academia del Chelsea, trayecto que aprovechaba para realizar los deberes del colegio, al que nunca renunció. Pero si de algo hay certezas en la actualidad, es de que todo lo que le resta por vivir serán retos, ya sea a corto, mediano o largo plazo. Pensando en el futuro más lejano, el completo desarrollo de su carrera. Y yendo a lo inmediato, las semifinales de la UEFA Champions League, su próxima cita con la pelota, este veintisiete de abril en Madrid… otro desafío para conquistar nuevos corazones y continuar provocando brillo en ojos ajenos.