Comparte esta historia:

Facebook
LinkedIn
Twitter
Pinterest
Email
WhatsApp

En el capítulo “El taoisme” de la segunda temporada de Merlí, la serie televisiva catalana más exitosa de todos los tiempos, el docente de los peripatéticos cuenta una historia de origen chino de la tradición filosófica que fundó Lao Tse hace unos 1,500 años atrás. Un día un maestro y su alumno paseaban por un bosque cuando vieron una casa de madera en malas condiciones, en decadencia; ahí vivía una familia cuyo único modo de supervivencia era el poco dinero que la leche de una vaquita producía. El maestro, después de hablar con la familia y entender su situación, le dio una instrucción un tanto perturbadora a su discípulo: mata a la vaca. Sin certeza de que estaba haciendo lo correcto, el alumno le hizo caso a su maestro, robó la vaquita y la tiró a un precipicio.

Años después, convencido de su error, al alumno fue a visitar a la familia para pedirles disculpas por lo que había hecho. Al llegar, se percató que en donde había una cabaña cutre ahora se encontraba una casa de ladrillos, que la familia ahora vestía con ropa de buena calidad y tenía un jardín bien puesto. En suma, la familia se había enriquecido. Al preguntar qué era lo que había pasado, el jefe de la familia le dijo al alumno que un día su vaca se había escapado y que había dado a un precipicio, lo que provocó que la familia se viera en la necesidad de ponerse creativa y encontrara la manera de ganarse el pan de otra forma. Los miembros de la familia habían descubierto habilidades que no sabían que tenían; lo que, a la larga, significó que vivieran de manera mucho más cómoda que antes de la muerte de la pobre vaquita.

El cuento de la vaca, trasladado a lo que nos atañe, el futbol, podría aplicarse al caso de uno de los más grandes clubes del siglo XXI: el Barcelona. Y, en esta historia, no hay duda de quién es la vaquita. Lionel Messi, quizás el mejor jugador que haya pisado los campos de la liga española en su historia, es la vaca sagrada de donde el Barcelona ha logrado construir un reinado deportivo imponente y una marca global. Sin duda alguna, la llegada del astro argentino al primer equipo de los Culés en 2003 marca un antes y un después en la historia del club catalán. Los números y los títulos que Messi ha alcanzado vestido de blaugrana sobra decirlos, se reproducen como un mantra cada temporada y cada que alguien, en una plática de bar, saca el debate de quién es el mejor jugador de la historia del futbol. La calidad del rosarino nadie la pone en tela de juicio. Pero como todo ser mortal, el tiempo le ha pasado factura. Y, como bien dice la frase cliché, nada es para siempre.

El que está en el papel del maestro/alumno resulta ser otra leyenda mítica del barcelonismo: Ronald Koeman. La figura del holandés, que para muchos aficionados jóvenes del Barcelona quizás no les diga nada, es en la Ciudad Condal de suma importancia. Su nombre pronunciado por las calles de Barcelona remite, de manera inmediata, al momento cumbre de su carrera y que le dio al Barca su primer cetro europeo: el zapatazo de tiro libre al minuto 112, que terminó por vencer al legendario portero italiano Gianluca Pagliuca, en la final de la Copa de Europa de 1992. Es prácticamente una tragedia griega que una leyenda del club tenga que prescindir de otra para que la institución siga su camino hacia el futuro.

Koeman sabe que tiene que matar a la vaquita (todo de manera simbólica, ¡claro!), por eso ha comenzado a hacerlo desde donde más importa: dentro del terreno de juego. Para nadie es un secreto que los diversos sistemas tácticos del Barcelona en los últimos años, hasta el fatídico 8-2 de agosto, giraban en torno a la figura de Messi. Muchos analistas del juego, incluida la entrenadora de la Real Sociedad femenil, Natalia Arroyo, quien hasta hace poco analizaba cada partido del conjunto blaugrana para el diario catalán Ara, señalaban las dos caras que le daba a los Culés la dependencia táctica del astro argentino. Un fenómeno que se ha llegado a conocer como la “Messidependencia”.

Ronald Koeman, fiel al 4-2-3-1 que ha utilizado en la mayor parte de su carrera, ha priorizado el uso del famoso doble pivote en el Barcelona. Su modelo táctico, fiel a una idea de futbol que es afín al juego de posición, pero que no escatima en buscar alternativas con tal de amarrar el resultado, es quizás lo que necesita un Barcelona que empieza a avizorar el horizonte del futuro sin Messi. En el doble pivote conviven uno de los mejores mediocampistas europeos de todos los tiempos y el que apunta a ser el más destacado de su generación. La experiencia de Busquets y el buen criterio de De Jong han potenciado un mediocampo que parecía tener un aciago destino tras el mediocre funcionamiento que tuvo el Barcelona en ese campo tras el parón que la pandemia trajo consigo.

La forma de encarar los partidos de Koeman ha propiciado que, además de De jong, futbolistas como Coutinho y Ansu Fati apuntalaran su rendimiento. Incluso Antoine Griezmann ha dado señales de vida. Lo del holandés, después del intento fallido de irse al Manchester City por parte de Messi, parece que viene con el propósito de ir preparando a los blaugranas para que puedan desprenderse de su ya máxima leyenda futbolística, la que los llevó a ser, quizás, el mejor club de lo que va de este siglo. Obviamente Messi no ha dejado de tener un lugar especial en el sistema de Koeman, la posición donde lo ha puesto el neerlandés en la línea ofensiva ha definido mucho de cómo ataca el Barcelona. Pero el nuevo entrenador de los Culés entiende que ya no puede dejar la carga principal del equipo en un jugador que en el próximo verano cumplirá 34 años de edad. Da la sensación de que Koeman, de manera sutil, va encaminando a la vaquita hacia el precipicio. Un proceso difícil no solo para el Barca y sus aficionados, sino también para los que tuvimos la suerte de ver jugar a Lionel Andrés Messi Cuccittini.

Picture of Ricardo Mercado
Ricardo Mercado
Historiador y periodista deportivo. La memoria nos construye. También al futbol.

También lee: