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El Catenaccio, una de las tácticas más exitosas de la historia del fútbol, tuvo su origen con el austriaco Karl Rappan, inventor del Verrou, cerrojo en francés. Con ese sistema, ganó siete ligas en Suiza durante los años treinta, dos con el Servette y cinco con el Grasshopper. Una de las claves era que, de los cuatro defensas, tres marcaban y el cuarto era el verrouilleur, quien podía moverse libremente al no tener asignada una marca, tanto para crear superioridad numérica al momento de defender, como para darle salida al equipo.

Con el tiempo, el Verrou de Rappan influenció a muchos entrenadores entre las décadas de los cuarenta y cincuenta, apareciendo en Italia en 1947, en el Triestina, el equipo de la capital de la región de Friul-Venecia Julia, que colinda con Austria, Eslovenia y el Mar Adriático en el norte de Italia. En un año, ese Triestina pasó de ser el peor equipo del país a terminar empatado con el Milan y la Juventus en el segundo lugar, detrás del Grande Torino.

Aquel fue el mejor resultado en su historia. Lo lograron gracias a un sólido sistema defensivo que solo permitió 42 goles en 40 partidos, convirtiéndolo la cuarta mejor defensa. El número suena normal, pero venían de recibir 79 la temporada anterior, lo que le da mucho valor a lo hecho por un hombre justamente nacido en Trieste 36 años antes. Su nombre era Nereo Rocco.

De familia austriaca, tuvo una infancia tranquila como nieto de un burgués de Viena e hijo de un exitoso carnicero. Desde pequeño, se apasionó por el fútbol, siguiendo al Triestina, ingresando a los 15 años a las categorías inferiores y debutando con apenas 17. No era un jugador brillante, pero pudo hacer una buena carrera. Después pasó por el Napoli, Padova y, terminando la Segunda Guerra Mundial, jugó en el Libertas de la Serie C. Ahí cerró su etapa como futbolista e inició la de entrenador, ya que llegó a desempeñar ambas funciones al mismo tiempo. Cuentan que sus primeros ensayos del Catenaccio se dieron en ese año en el Libertas, dentro de un sistema donde él jugaba de libero, el equivalente al verrouilleur al momento de italianizar el sistema de Rappan.

Después del Triestina, Il Paron, como lo apodaban, pasó al Treviso y pronto regresó a Trieste, pero esta vez no duró ni un año, ya que fue despedido tras un 0-6 contra el Milan GreNoLi, pero rápido le llegó una oferta del Padova en la Serie B. La tomó, y cambió su vida. Siendo candidatos para descender a la Serie C, los salvó de manera milagrosa y una temporada más tarde logró el ascenso, finalizando segundo de la Serie B. En Serie A, nunca tuvo problemas para mantener al Padova alejado del descenso, siempre en la zona media-alta. Incluso, en una temporada alcanzó el tercer lugar, algo que llamó la atención de Andrea Rizzoli, quien se lo llevó a su Milan en 1961.

Con el Padova, fue reconocido por sus planteamientos defensivos y rechazar una idea de fútbol vistoso. Solían bromear con que compraba a sus jugadores por kilo y a su equipo lo llamaban El Panzer Football Club. Antes de iniciar los partidos, los entrenadores por cortesía le decían al rival “que gane el mejor”. Rocco siempre contestaba con un “espero que no.”

En Milán, se rencontró con Gianni Rivera, a quien dirigió en los Juegos Olímpicos de Roma un año atrás, donde Italia finalizó en la cuarta posición. Gianni, el Bambino de Oro, se convirtió en el referente ofensivo del Catenaccio de Rocco, junto al brasileño José Altafini, los únicos que no se involucraban en tareas defensivas. Giovanni Trapattoni era su escudo en el medio campo y Cesare Maldini, padre de Paolo, su libero.

En su primera temporada, el Milan ganó la Serie A de manera cómoda, lo que les dio el pase para disputar la Copa de Europa. Ahí, con un Catenaccio perfecto, anularon en la final al Benfica de Eusebio y se llevaron el trofeo, siendo el primer equipo italiano en ganarlo. Sin embargo, el proyecto no continuó, ya que salió al Torino.

En Turín, le encargaron regresar al equipo a lo más alto, donde habían estado antes del accidente de Superga, con Gigi Meroni como estandarte. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados, ya que, fuera de un tercer lugar y un subcampeonato en Coppa Italia, no lograron más. Por eso en 1967, regresó al Milan.

Como en 1961, ganó tranquilamente la Serie A en su primera temporada y también se llevaron la Recopa de Europa, venciendo al Hamburgo en la final. Esos fueron los trofeos levantados por Gianni Rivera con 24 años, quien heredó la cinta de capitán de Cesare Maldini. En la segunda temporada, todo fue como antes, ya que se volvieron a coronar en la Copa de Europa y otra vez contra un equipo mítico, el Ajax de Johan Cruyff, al cual golearon 4-1 con tres goles de Pierino Prati. Ese 1969 terminó para el Milan de Rocco ganando la Copa Intercontinental contra Estudiantes de La Plata y celebrando el Balón de Oro de Gianni Rivera, el primero en la historia para un jugador rossonero.

Tres años más tarde, ganaron la Coppa Italia venciendo al Napoli en la final, aún con Nereo Rocco en el banquillo y Cesare Maldini como auxiliar. La siguiente temporada se convirtió en el director deportivo, pero con Maldini como entrenador. Con esa fórmula, el Milan le ganó una Coppa Italia a la Juventus y una Recopa de Europa al Leeds United.

Luego, por diferencias con Albino Buticchi, el presidente, dejó al equipo y fue a dirigir a la Fiorentina, donde no tuvo mucho éxito. Finalmente, en 1976, regresó como entrenador al Milan con el cambio en la presidencia, tomándolo en un mal momento. Rocco logró meterlos a la final de la Coppa Italia, contra el Inter, coronándose contra el máximo rival, en su último partido sentado en un banquillo. En 1979, casi dos años después de esa Coppa Italia, falleció en un hospital de Trieste, la ciudad que lo vio nacer, delirando en sus últimos días y repitiéndole a las enfermeras: “¿Cuánto falta para que finalice el partido?”

Siempre orgulloso de su sistema, “sólo nosotros con el Padova y luego con el Milan practicamos el verdadero Canetaccio. Los otros sólo hacen un fútbol prudente” le repetía a los que hablaban de otros equipos que jugaban con el sistema. Este martes, en San Siro, el Milan de Stefano Pioli recibe al Torino de Iván Juric, el equipo con el que Nereo Rocco tocó la gloria, y el equipo que en su día pensó en él para regresar a lo más alto.

Texto escrito por @Gutila5ta.

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Editorial Puskas
Proyecto periodístico dedicado al fútbol. Análisis, historias y entrevistas.

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