Muammar Gaddafi: desprecio, negocios y bonanza del futbol de Libia

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مرحبتين! شن الجو؟ (Marhabtayn! Shn ajjaw?) Esta es la versión del árabe hablado en Libia. En realidad, está el dialecto del este, característico de ciudades como Bengasi y Bayda, mientras que el oeste es hablado en Misrata y en la capital, Trípoli. Espero que estés muy bien. La vez pasada nos adentramos en el islam para hablar de su relación con el futbol. Ahora reanudamos nuestro recorrido por la Liga Árabe y nos metemos a Libia, en específico el episodio de un líder que arrastró multitudes y mantuvo la independencia de su país, Muammar Gaddafi.

Recomendación musical

Como todo líder amado por su país, las muestras de cariño del pueblo no faltaron. Y cuando Muammar Gaddafi se plantaba con vehemencia contra todas las fuerzas externas, venían las palmas. Esta es una canción que sonaba para apoyarlo: أمرك (Amirak | Estamos bajo tu comando).

Vamos al tema de hoy

¿Es posible fortalecer al futbol odiándolo?

Al ser el futbol el deporte más popular en el globo terráqueo, es imposible para un mandatario escapar a su influencia. Ya sea participando o siendo testigo de competencias internacionales, o bien escuchando las noticias de los partidos de mayor rivalidad en la liga local, el pueblo termina enganchado y los líderes pueden hacer caso de los cánones de Nicolás Maquiavelo para reforzar su poder.

A lo largo del recorrido de Geobalón/Zemljopis NK hemos visto de qué manera el futbol ha sido usado en dictaduras que conocías o no. Hemos recorrido todo el espectro de izquierda a derecha, hemos visitado el siglo pasado y el actual. Nos tocó tocar el comunismo de la Rumania de Ceaușescu, estuvimos en el aislacionismo de la Albania de Hoxha, estuvimos también en dictaduras fuertemente anticomunistas como la portuguesa de Salazar y también en las que añoraban un pedazo de tierra que veían como suya, como la Grecia de Papadopoulos (Παπαδόπουλος).

Antônio Salazar con el Sporting de Lisboa

Hace más de un año también vimos el futbol durante la Francia del régimen de Vichy. Aquí, no podían vivir con el futbol, pero podían vivir sin él. Y sí, prácticamente todas las dictaduras que hemos visto aquí han estado localizadas en el Viejo Continente (con excepción de la Venezuela de Hugo Chávez). Hay una en particular que necesita ser contada y efectivamente está en la misma longitud que Europa, pero está al sur del Mar Mediterráneo. Nos vamos a Libia, con Muammar Gaddafi.

Vida breve de Muammar Gaddafi

Muammar Muhamad Abu-minyar el-Gaddafi (معمر محمد أبو منيار القذافي) nació en 1942 a las afueras de Sirte (سرت), un pueblo lleno de beduinos y que vivía al día bajo los avances del ejército italiano. Su infancia fue más bien deprimente, sufriendo el acoso y el ostracismo de sus compañeros. Sin embargo, en el vecino Egipto se cocinaba una revolución que pretendía alzar la dignidad del pueblo árabe subyugado por las potencias continentales. El líder, el coronel Gamal Abdel Nasser (جمال عبد الناصر), se convirtió prácticamente en su modelo a seguir. No era un gusto espontáneo; él venía de una familia llena de personas que peleaban a favor del nacionalismo libio, como su abuelo, muerto en batallas contra los invasores italianos.

Quitando un traspié en escolaridad secundaria por sus ideas antimonárquicas, logró ingresar a la Universidad de Libia (الجامعة الليبية) en Bengasi para estudiar historia. Sorprendentemente, cambió la academia por el ejército, entrando ahora a la Real Academia Militar de la misma ciudad. Su carrera prosiguió con grandes honores, con lo que fue premiado con cursos en el Reino Unido. Mientras tanto, en gran discreción, en un terreno baldío y con algunos compañeros fundó el Movimiento de Oficiales Libres (حركة الضباط الأحرار). Ellos no estaban de acuerdo con la manera en que gobernaba el monarca Idris I, a quien tildaban como pelele de Europa y Estados Unidos, más cuando 10 años antes se había descubierto una producción copiosa de petróleo.

La oportunidad llegó cuando Idris I (إدريس) fue a Turquía y a Grecia de vacaciones. Su hijo, as-Sanussi, estaba destinado a ser el heredero y de facto ya realizaba las gestiones. No hubo oportunidad para demostrar sus dotes de estadista. En la llamada Operación Jerusalén, todos esos Oficiales Disidentes ocuparon los aeropuertos, depósitos de policía, estaciones de radio y demás posiciones estratégicas. Tras arrestar al heredero, nacía así la República Árabe.

República sui generis

Muammar Gaddafi podría definirse como oportunista, impredecible y radical. Comenzó expulsando a los “invasores”, una colonia de 12.000 italianos que vivía en Libia. Después de eso, intentó crear una República Árabe Unida con Egipto y Sudán, solamente que su ídolo Nasser murió al poco tiempo y su sucesor Anwar Sadat (أنور السادات) comenzó a ver con preocupación hacia dónde estaba yendo su orientación, causando una especie de guerra fría entre vecinos.

Cuando ya estaba consolidado el régimen, Gaddafi comenzó a distanciarse no solamente de Estados Unidos, sino de la Unión Soviética. Calcó lo que estaba haciendo Mao Zedong (毛泽东) en China, solamente cambiándole el color. Fue así que surgió El Libro Verde (الكتاب الأخضر) que ilustraba la ideología orientada hacia el tercer mundo. También abogó por instaurar el Corán como la base para la legislación cotidiana. Asimismo, acuñó un gobierno propio. Pasó de la democracia a la jamahiriya (الجماهيرية), un nuevo régimen que se podría traducir como “república de las masas”.

El Libro Verde en árabe

Gracias a esto, la sociedad libia pasó a un estado equitativo, con estándares de vida envidiables no solamente en el continente, sino en el mismo Medio Oriente. Cuestiones como la electricidad, el agua, la vivienda y la educación estaban salvaguardadas por la constitución. La mujer sorprendentemente podía ocupar un lugar en la administración si ella así lo decidía. El precio a pagar fue la supresión de garantías individuales, un régimen de partido único, represión a opositores y servicio militar obligatorio.

Bandera de Libia durante Gaddafi

En cuanto a cuestiones geopolíticas, Libia se fue adaptando conforme los tiempos lo demandaban. Adoptó toda ideología que oponía resistencia frente a occidente: panarabismo, socialismo, panafricanismo, antiimperialismo… Se peleó prácticamente con todos sus pares árabes. Colaboró con la URSS. Intervino militarmente en Uganda, Burkina Faso y Chad, hasta que ésta última le puso un alto. Financió cada movimiento terrorista que se propusiera darle un dolor de cabeza a Estados Unidos y al Reino Unido, a veces echándose la culpa de atentados como el de Lockerbie, Escocia (1988). Libia se sabía diabólica, paria, oveja descarriada… y se sacaba partido. Al mismo tiempo, en los años 80 la economía se estancó y los opositores y disidentes aumentaron a raudales.

Gaddafi con el líder de la URSS, Leonid Brezhnev

Todo cambió cuando la URSS cayó. Al no tener un fuerte soporte, tuvo que acercarse tibiamente y a regañadientes al Orden Tradicional. Comenzó a unirse más hacia la ONU, eventualmente se reconcilió con Estados Unidos, también le dio su lugar a Italia, Francia, Alemania y Reino Unido, para convertirse en un miembro pleno de la comunidad internacional. Después de todo lo que había pasado, era desconcertante su actitud. 

Hablar del legado y pormenores de una dictadura de más de 40 años es bastante ambicioso para un texto corto y por eso ofrezco una disculpa si faltaron más datos, pero tengo que centrarme en todo lo que era Gaddafi para con el futbol.

Saadi, nepotismo descarado

En el Medio Oriente es común que todo el organigrama deportivo sea un tema familiar, literal y gráficamente hablando. En total, Muammar Gaddafi tuvo seis hijos naturales más cuatro adoptados. Mientras el primogénito era el destinado para encabezar el Comité Olímpico Local, el más apasionado con respecto al futbol fue el tercero, al-Saadi (الساعدي). Por lo intrincado que es este tema, tuve una seria duda sobre cuál era el lugar correcto para darle fluidez al texto, y después de pensarlo mucho decidí colocarlo aquí.

al-Saadi al-Gaddafi

al-Saadi amaba el futbol, se podría decir que lo amaba más que su propia vida. En la liga mas débil del norte de África, hay un binomio que ha acaparado más de la mitad de los títulos totales: al-Ahly (الأهلي) y al-Ittihad (الاتحاد), ambos en Trípoli. Él quería cumplir su sueño de ser futbolista, aún si eso significaba debutar a los 27 años, y lo haría en el primero. Para que nadie le hiciera sombra y comprometiera el culto a su imagen, era el único que tenía su nombre en el dorso, y los narradores solamente se referían a sus compañeros por su número. Por cierto, él mismo era el Presidente de la Federación de Futbol de Libia.

En el 2000 hubo un partido entre al-Ahly de Bengasi (الأهلي بنغازي) y al-Akhdar al-Bayda (الأخضر البيضاء), la labor del árbitro estaba favoreciendo flagrantemente a este último. La situación escaló tanto que los aficionados invadieron el campo y le prendieron fuego a las oficinas de la federación. En represalia, disolvió al club bengasiano y también incendió sus instalaciones. Su padre lo premió refrendándolo como presidente de la federación. al-Ahly de Bengasi regresó a la siguiente temporada, pero la venganza todavía no terminaba y volvieron a perjudicarlo con decisiones altamente sesgadas, pero esta vez en un partido ante al-Ahly de Trípoli. Los jugadores estaban tan molestos que osaron retirarse del campo; en esta ocasión los guardias armados de al-Saadi lo impidieron y terminaron perdiendo el partido.

Tras un año en al-Ahly, se movió a al-Ittihad, donde también era presidente. Él era quien partía el queso: jugaba siempre de titular, salía de cambio cuando él se cansaba. ¿Había algún DT extranjero incauto que se atrevía a trabajar y a no incluirlo? No había problema, lo despedía. En esos dos grandes, al-Saadi jugó la friolera de 150 partidos en total. Ya ni se diga la selección libia, donde él mismo era el capitán también.

Con tan buenos números en liga y como seleccionado libio, al-Saadi quería dar el salto y disputar una liga europea y Champions League. En este caso, el orden de los factores no altera el producto. En 2000 había intentado enrolarse con el Birkirkara, equipo más ganador de la modesta liga maltesa. Para Gaddafi, Malta era un aliado estratégico indiscutible, con lo que no solamente podía interferir con las decisiones de Italia a una distancia muy cercana, sino que también anulaba el riesgo de las bases militares de origen británico no fueran un riesgo desde la OTAN. Inexplicablemente, el traspaso se cayó a días de ser presentado. 

Por ello, probó suerte a través de Italia. A través de la empresa Libyan Forest Investment Company (LAFICO) compró el 7,5% de las acciones de la Juventus, siendo así el segundo mayor accionista en el equipo. Precisamente la familia Agnelli, dueña de la Fiat y la Juve, había sido de las grandes perdedoras derivadas de la ola de expropiaciones e italofobia. En sus palabras, buscaban aumentar al 20%, sin éxito. El entrenador en ese entonces era Marcello Lippi, y esos millones de euros no lo conmovieron ni para incluirlo en la nómina de la Serie A. Por lo menos le permitió entrenarse con esa vieja pléyade y pudo festejar un título con ellos. Lo que sí pudo hacer fue pagar 300.000 euros para jugar un amistoso contra el Barcelona en el Camp Nou.

Acto seguido quería debutar de una vez por todas y el Perugia le abrió las puertas. El contexto es que su dueño Luciano Gaucci meses antes amenazó con correr al surcoreano Ahn Jung-hwan (안정환), el mismo que eliminó a Italia del mundial del 2002. Si bien no se discutía su disposición para aprender, el nivel que tenía no era digno ni de militar en un equipo de serie C. Las asesorías de Maradona y del velocista canadiense Ben Jonson habían sido en vano. Esta vez no estaba en su país para echar mano de sus influencias, y él mismo lo sabía. No había debutado y en un partido de liga fue seleccionado para una prueba antidopaje. Lo sorprendieron con nandrolona y de castigo se pasó tres meses en la congeladora. 

Al menos fuera del campo, podía hacer gala de una vida ostentosa y frecuentaba el Brufani Palace, el mejor hotel de la ciudad, a veces al punto de alquilar todo un piso para él, sus guardaespaldas, su esposa y su perrita Dina. No dejaba de ser indignante, más cuando sus compatriotas refugiados en Italia vivían por debajo de la línea de pobreza. Cada entrenamiento era como un reality show; su bandada de guardaespaldas lo acompañaba. No eran raras las ocasiones donde tomaba un jet privado para ir a Milán… y aún así sus compañeros lo recordaban como alguien sencillo.

Al menos tuvo paciencia para saber esperar el momento adecuado. Llegó la última fecha y Perugia necesitaba ganar ante la Juve para retener su estatus de Serie A. El DT Serse Cosmi por fin lo mandó llamar de la banca. Ciro Ferrara había dejado a la Vecchia Signora con uno menos e I Grifoni ganaban 1-0. Así las cosas, logró su sueño de disputar, aun cuando fueran 15 minutos. Es verdad, así equilibró las aguas, pero el marcador se mantuvo. Y pudo jugar ante la Juve de sus amores.

Su siguiente parada fue el Udinese, que había sido la revelación la temporada pasada y se había ganado el derecho de disputar la Champions League. Él podría compartir vestidores con jugadores como Iaquinta, di Natale, Sulley Muntary y Cristian Zapata; llegaba porque también estaba Cosmi dirigiéndolos. A diferencia de la aventura en Perugia, se negó a incluirlo en el equipo que competiría contra el Panathinaikos, el Barcelona y el Werder Bremen. Al menos pudo lograr jugar 10 minutos, y de nuevo en el último partido de la temporada, ante el Cagliari.

Su siguiente temporada en la Sampdoria fue infructífera; ni siquiera fue requerido en las 34 jornadas. Llegó ahí porque su dueño, Riccardo Garrone, es dueño de la petrolífera ERG, con licitaciones para extraer el crudo libio.

Así pues, decidió retirarse del futbol, pero con la satisfacción de haber cumplido un sueño. De ahí se dedicó a vivir la vida loca: playboy, de farra con 50 Cent y Anna Kournikova, en un yate con una chica en bikini, con el thawb para ir a la mezquita, con moda estrafalaria y como militar. Su padre en realidad lo quería para otras labores, lejos del futbol.

al-Saadi al-Gaddafi con Anna Kournikova

Actitud de Gaddafi para con el futbol: del desprecio a la bonanza

De dientes para afuera, Gaddafi odiaba todo lo que tuviera que ver con el deporte. Para entender su actitud, basta citar un pasaje de su opera prima, El libro verde:

إن الآلاف التي تملأ مدرجات الملاعب لتتفرج وتصفق وتضحك هي الآلاف المغفلة التي عجزت عن ممارسة الرياضة بنفسها حتى صارت مصطفة على رفوف الملعب تمارس الخمول والتصفيق لأولئك الأبطال الذين انتزعوا منها المبادأة. وسيطروا على الميدان ، واستحوذوا على الرياضة ، وسخروا كل الإمكانات التي تحملتها الجماهير نفسها لصالحهم

Los miles que llenan los estadios para ver, aplaudir y reír son personas tontas que no han podido llevar a cabo la actividad por sí mismos. Se alinean letárgicamente en las gradas de los campos deportivos, y aplauden a aquellos héroes que les arrebatan la iniciativa, dominan el campo y controlan el deporte y, al hacerlo, explotan las facilidades que les brindan las masas.

Eso no quiere decir que siempre le haya dado la espalda al futbol. Él conocía el potencial que escondía el deporte para mantener contenta a la población. Cuando peor reputación tenía en el exterior, Libia fue elegida como sede de la Copa Africana de Naciones en 1982. Gaddafi mismo giró una orden para construir un estadio para 60.000 personas. Su sueño era trasladar esa Revolución Verde al rectángulo del mismo color y apuntalar a Libia como superpotencia africana. Casi lo consigue. Derrotó a Túnez y a Zambia antes de meterse a la final contra Ghana, en la cual cayó en penales. De carácter iracundo, Gaddafi quedó tan consternado de esa derrota que se dice que dijo: “Todos ustedes, estúpidos espectadores, quédense con su estúpido juego”. Esa fue la excusa; lo cierto es que los estadios eran de los pocos lugares donde la gente tenía la libertad para expresar su descontento.

Le dio la espalda durante mucho tiempo al futbol, sin importar que Libia consiguiera su mejor posición en esa competencia. Así pues, no quiso ver cómo años después se quedó a las puertas de clasificar a su mundial, precisamente para México 1986. Tras pasar por encima de Níger por retiro, despachó sin problemas a Sudán, y luego dio la campanada al cobrarse la venganza con Ghana. En esas finales norafricanas, solamente una serie con Marruecos separaba esa participación novel. Desgraciadamente hasta ahí llegó; una derrota 3-0 en Casablanca fue una loza muy pesada, y un 1-0 en Bengasi fue insuficiente para lograr ese sueño.

La vuelta de Gaddafi al futbol coincidió con la aproximación de Libia hacia la comunidad occidental. De manera irónica, tuvo que recurrir a su viejo enemigo, Italia. Así es, Gaddafi siempre tuvo una buena relación con el jeque del futbol italiano, Silvio Berlusconi. Su paraestatal petrolera Tamoil apareció durante un tiempo como patrocinador del Mónaco en la Ligue 1. Sin lugar a dudas, el mayor golpe en la mesa fue traer la final de la Supercopa 2002 a Trípoli, en la cual precisamente la Vecchia Signora venció al Parma 2-1. Y gracias a la intervención de Berlusconi, al-Saadi logró recalar en el Perugia. Años después, UniCredit, banco italiano con participación libia, compró acciones de la Roma.

Para el futbol libio comenzaba un segundo aire. Es verdad que la selección solamente pudo estar a las puertas de un mundial en una ocasión, limitándose en el resto de eliminatorias a ser mera comparsa o a retirarse en el peor de los casos. Cuando fue la década de 2000 Libia era una selección que fungía como sparring para selecciones de mayor renombre, lo mismo en Trípoli ante Canadá, Argentina o Ucrania, o algo tan impensable como en Roma, donde batió a Qatar y cayó de nuevo ante los ucranianos en las vísperas del mundial de Alemania. Nota cómo la sede fue de nuevo la pérfida Italia. En 2007 se apuntaron un triunfo al ganar la medalla de oro en los Juegos Panárabes, la versión árabe de los Juegos Olímpicos.

De todos modos, ese acercamiento de Gaddafi al futbol continuó con una interés bastante notorio. Cuando se decretó que el mundial del 2010 ocurriría en el continente africano, Libia se unió a Túnez para presentar una candidatura conjunta. Competiría contra Nigeria, Egipto, Sudáfrica y la eterna candidata Marruecos. Gaddafi mismo estaría dispuesto a desembolsar millones de euros para dotar de la infraestructura adecuada y cumplir con los estadios. El sueño duró apenas un año y esta candidatura tuvo que recular. De nuevo Gaddafi se lanzó a la yugular de la FIFA: “es una mafia que hace miles de millones con el tráfico humano que podrían destinarse para ayudar a los países pobres que desean albergar un mundial”. Para que no se fuera con las manos vacías, la CAF le dio la sede de la Copa Africana de 2013.

Para seguir reclamando reflectores como líder panafricanista y panárabe, él mismo se ofreció como mediador de la crisis política-futbolística que fue originada por la pelea del boleto entre Argelia y Egipto precisamente para el mundial de Sudáfrica 2010. Veremos después esa historia.

Aproximación a Latinoamérica

En pleno apogeo del socialismo latinoamericano, Gaddafi encontró admiradores y socios al otro lado del Océano Atlántico y países que buscaban sacudirse de los intereses de Estados Unidos lo veían como un hombre valiente que tenía a Libia en desarrollo contra todos los pronósticos. Esto también coincidía con una apertura sin precedentes ante el mundo 

Cuando el futbol libio comenzó a abrirse hacia el extranjero, quiso atraer a nombres de peso para convencer al mundo que las cosas iban en serio y que ellos tenían algo que decir en una región dominada por las ligas de Argelia, Egipto, Túnez y Marruecos. Con la influencia de al-Saadi, en 1999 llegó todo un ex campeón del mundo, Carlos Bilardo. Su estancia apenas duró seis meses, en los cuales cumplió el objetivo de eliminar a Malí, selección bastante respetada en la CAF. No fue a forrarse de billetes; cumplió su trabajo de la manera más profesional, incluso tomando como anécdota que se llevó un cuchillazo en el brazo derecho al intentar parar una pelea entre dos jugadores. Y Bilardo no sucumbió a la presión de incluir a al-Saadi en la alineación.

¿Quién más tuvo otro acercamiento a Libia que Maradona? Este crack argentino nunca ocultó su simpatía por personas como Fidel Castro, Lula y Hugo Chávez. Por esas fechas, al-Saadi se casaba por todo lo alto y Diego tuvo a bien expresar su deseo de conocer al hombre que había puesto a sufrir a todo Occidente. Aceptó subirse a un avión al norte de África para una cena, previo pago de 750.000 dólares claro está. Y ahí estuvo Maradona con Gaddafi. El astro argentino tuvo incluso la desfachatez de pedirle su thawb como recuerdo, a lo que el líder libio aceptó de buena gana. No cualquiera desviste a un dictador.

Hablando precisamente del presidente venezolano, la amistad que los unía fue tal que en 2009 se levantó un nuevo estadio en la pequeña ciudad de Benina. Ese recinto llevaría el nombre precisamente de Hugo Chávez y fue inaugurado con un partido entre las selecciones sub-23 de Libia y Siria. Por cierto, ya hablé del futbol venezolano y su crecimiento bajo el régimen chavista (puedes leerlo aquí).

Fin de Gaddafi

La Primavera Árabe también cundió por Libia. La razón no era un movimiento islamista, sino que los libios ya se habían hartado de la corrupción. Gaddafi respondió reprimiendo violentamente a los que protestaban. En esta ocasión, funcionarios, delegados y ministros no se unieron, sino que se unieron a los rebeldes para formar el Consejo Nacional de Transición. Así comenzó la guerra civil en febrero de 2011.

Al principio no se veía un claro ganador. Todos peleaban ferozmente y ninguno estuvo exento de cometer crímenes de guerra. El apoyo de la OTAN, Emiratos Árabes Unidos, Francia y en especial Qatar finalmente inclinaron la balanza en favor de los rebeldes, que dominaron el este. Poco a poco se expandieron hacia el oeste. Los pueblos beréberes, continuamente perseguidos por Gaddafi, vieron esto como una oportunidad histórica para cobrarse todas y cada una de las violaciones. Así, empezaron a ganar terreno, hasta que finalmente conquistaron Zilten y Trípoli.

Créditos: REUTERS/Esam Al-Fetori

Gaddafi no quedó ahí. Se refugió en su natal Sirte, cambiando continuamente de residencia ante los bombardeos constantes. Se dedicaba a meditar y a leer el Corán. En una de esas escapadas, finalmente su convoy fue alcanzado por las fuerzas rebeldes y la OTAN. La milicia de Misrata lo capturó finalmente y lo hirieron gravemente. Para cuando llegó a Misrata, fue declarado muerto. Se rumora que fue herido en el ano con una bayoneta. Para que quedara claro el fin de la era Gaddafi, su cuerpo fue expuesto en un refrigerador por cuatro días. Está enterrado en un lugar desconocido del desierto de Libia. En cuanto a su hijo, intentó escapar a México, pero no lo logró. Fue apresado en Níger y encarcelado en Libia.

El futuro en Libia parece descorazonador: el conflicto armado provocó 5.000 muertes, un millón de desplazados, exportaciones de hidrocarburos en picada, un PIB desangrado año por año, entre otras consecuencias funestas. Libia es ahora un estado fallido que sirve como punto álgido del tráfico de refugiados. No son raras las tragedias de libios ahogados en el Mar Mediterráneo en busca de mejores condiciones de vida, ya sea en Malta o en Italia.

El futbol también resultó afectado. Libia es la única liga del Norte de África que no ha logrado apuntar cuando menos a un equipo en la final de la Champions League o de la Copa Confederación. La inestabilidad política le quitó a Libia la sede de la Copa Africana de Naciones 2013 y se la dio a Sudáfrica. La victoria en el Campeonato Africano de Naciones también en Sudáfrica 2014 parece más bien una excepción que confirma la regla: de seis partidos solamente ganó uno y el resto fueron empates. Así es, todos sus partidos a eliminación directa se decidieron por penales. Es que en la Copa Árabe pasada, fue el único equipo sembrado de las eliminatorias en caer, en este caso ante Sudán.

Gaddafi fue genio y figura hasta su sepultura. Líderes de la OTAN respiraron tranquilos con su muerte en octubre de 2011. Líderes de países no alineados lamentaron su muerte. En África fue llorado, porque fue el único valiente que tomó la estafeta panafricanista que tenía el prócer Nasser de Egipto. Polémico, inestable, temperamental, frugal… no importa el epíteto, no se puede entender las historias árabe y africana modernas sin su aporte. Que sus palabras cierren este texto:

نا محارب بدوي جلب المجد لليبيا وسأموت شهيداً.

Soy un guerrero beduino que llevó gloria a Libia y morirá siendo mártir

Fuentes

Gómez, Enric. Gadafi, el tirano más cínico. El País. 22 de febrero de 2011
TeleSUR. ¿Qué hizo Muamar el Gadafi por Libia?. 7 de junio de 2021
Estepa, Javier. Cuando el hijo de Gadafi quiso ser futbolista. Marca. 3 de marzo de 2011
Bandini, Paolo. The Dictator’s Son and Serie A. Bleach Report. 10 de mayo de 2016
Ayari, Rami. Calcio-African Comment: The Libyan Revolution & How It Is Affecting Italian Football & Juventus. Goal.com. 23 de febrero de 2011
Lea, Greg. Football and the Gaddafi Family. The Set Pieces. Fecha desconocida
Lati, Alberto. Gadafi y su hijo futbolista. Letras Libres. 8 de marzo de 2011
Guillermo Coppola. Coppola, Maradona y la millonaria cifra que pagó Gadafi por una cena con él. 6 de julio de 2020
Martín Yamus, Diego. 2000: Los días de Bilardo en Libia. Tribunero.com. Fecha desconocida
EFE. Estadio de Libia llevará el nombre de Hugo Chávez. La Vanguardia. 3 de marzo de 2016
Billebault, Alexis. Libya: When Muammar Gaddafi played political football. The Africa Report. 25 de septiembre de 2020

Como buen país del Norte de África, la frontera de Libia es bastante engañosa. El Sahara lo separa de Chad. Este país con nombre de meme estadounidense tiene refugiados al este. Desde la vecina Sudán han huido despavoridamente personas de una región con genocidio. Como pueden han hecho su vida. El futbol también se desarrolla a cuentagotas. Esta región se llama Darfur, y es lo que veremos en nuestra siguiente parada.

Recapitulemos

Muammar Gaddafi gobernó Libia de 1969 a 2011. Entró al poder al derrocar al rey Idris I. Su sistema de gobierno fue la Jamahiriya y su ideología se recopiló en El Libro Verde. Abogaba por las ideologías que representaran oposición en Occidente, como el panarabismo, el panafricanismo, el socialismo, el islamismo. A la par de su intervención en conflictos africanos (Chad, Tanzania, Sierra Leona, Burkina Faso), su alineación geopolítica mutó con el tiempo, aliándose con la URSS y luego con Estados Unidos. No se niega su aporte a la vida cotidiana. En su momento el PIB per cápita era el mejor de África y el Mundo Árabe y todo mundo tenía derecho al agua, electricidad, vivienda y educación, pero a cambio si eras disidente eras castigado severamente. En 2011 cayó en el marco de la Primavera Árabe.

En el futbol su influencia se dio a través de su hijo al-Saadi, también presidente de la Federación de Futbol de su país. Entre al-Ahly y al-Ittihad jugó 150 partidos en total. Fue capitán de ambos equipos. Logró comprar el 7,5% de las acciones de la Juventus, pagó por jugar en el Nou Camp. Pasó por el Perugia, el Udinese y la Sampdoria en la Serie A. Él trabó amistad con Maradona y movió sus influencias para contratar a Bilardo para la selección libia. Paradójicamente su padre Muammar odiaba el futbol, pero no desaprovechaba su influencia en la población. Bajo su mandato la selección fue subcampeona de la Copa Africana de Naciones 1982 y casi clasifica al mundial de México 1986. En el 2000 Gaddafi tuvo relación comercial y de amistad con Silvio Berlusconi, consiguiendo que la Supercopa italiana del 2002 se disputara en Tripoli. En vano intentó ser sede del mundial de 2010, pero levantó la mano para ser mediador entre Argelia y Egipto. Un estadio en Libia tiene el nombre de Hugo Chávez por el respeto hacia el líder venezolano. Tras la caída de Gaddafi, el futbol libio no ha levantado cabeza.

Nos vemos la siguiente. خلاص نشوفك! (Khlas nshuwfak!)

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Sebastián Alarcón
Soy Sebastián Alarcón, tengo 31 años. Aspiro a ser polímata. Junto futbol con geopolítica, sociedad, cultura, idiomas e historia y le agrego música para explicar el mundo. Escribo de futbol de la FIFA y fuera de ella. Si sientes la décima parte de lo que siento al escribir, mi misión está completa.

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