En medio del eterno debate sobre cuáles son las competiciones punteras en Europa, la Ligue 1 francesa es una de las que más dudas genera. El nivel medio probablemente se corresponda con el segundo peldaño continental, pero, por otra parte, esta liga se caracteriza por ser una de las mejores, si no la mejor, a la hora de forjar la materia prima joven. Más allá de su catalogación, lo que está claro es que atrae muchas miradas por parte de ojeadores pertenecientes a clubes hegemónicos y de simples espectadores neutrales que acuden a ella buscando –y encontrando– mero entretenimiento.
En este inicio de la 20/21, el OGC Nice, respaldado por una importante financiación de Ineos y con una plantilla cuya media de edad es de 23´5 años, está siendo uno de los grandes protagonistas por su buen desempeño en las primeras jornadas. Un gran ejemplo de que trabajo táctico y juego vistoso pueden ir de la mano. Y, en esta ocasión, con un ilustre como Patrick Vieira a los mandos. A pesar de recibir un contundente 6-1 enfrentándose al Bayer Leverkusen en un estreno de Europa League que acredita el crecimiento del proyecto, su balance en Francia es alentador: tras ocho jornadas donde ya se ha visto las caras con Lille y PSG –líderes de la competición–, se encuentra como quinto clasificado habiendo sumado 14/24 puntos.
Precisamente viene de recibir al equipo de Christophe Galtier en la última fecha, la cual acabó en tablas y rompió un hito. En los siete partidos anteriores nadie había conseguido ponerse por delante del Lille, equipo menos goleado de la Ligue 1 al que solo Stade Rennais y Olympique Marseille le habían hecho un gol cada uno hasta este fin de semana. El Nice no solo fue capaz de dominar el duelo desde la tenencia de la posesión, sino que, además, rompió esa estadística abriendo la lata con un tanto de Kasper Dolberg tras el descanso. A primera vista puede parecer un dato insignificante, pero lo cierto es que el equipo dirigido por el ex del Arsenal, Juventus, Inter o Manchester City, parte de una premisa clara: dominar.
Es el quinto equipo de la Ligue 1 que promedia un mayor porcentaje (57´5%) de posesión por encuentro y el segundo –tras el PSG– que más pases completa (492 de media). Una puesta en escena atrevida para un equipo propositivo, que atrae al rival en sus primeros pases para acelerar la jugada con envíos rasos verticales capaces de superar más de una línea de presión cuando su adversario se estira. De esta forma vienen haciendo daño al oponente, a través de sus recepciones entre líneas, posibilitadas por un escalonamiento automatizado y la buena ocupación de espacios que les define. Su asignatura pendiente es la frecuencia de disparo, siendo el cuarto equipo que menos chuta por partido (7´6), aunque por ahora no necesitan llegar tanto, porque cuando lo hacen es con claridad.
Su sistema varía en función de las fases del juego y para completar los triángulos en los que se sustenta su fluidez asociativa, aunque el patrón habitual es un 5-3-2 en fase defensiva, con alternativa 5-2-3 y distintos matices cuando aprieta arriba la salida de balón rival. En cualquier caso, la presión no es su gran carta de presentación. Cuentan con centrales exteriores rápidos para salir al corte y corregir después a campo abierto como son Nsoki (21) o Robson Bambú (22); pero, además de que no sacan demasiado provecho de ella, conceden espacio entre líneas. Una de sus debilidades que, sin embargo, Vieira trata de esconder sin que el equipo sea excesivamente agresivo sin balón.
Realmente es en la otra cara de la moneda donde este plantel resulta más atractivo. El contragolpe es una de sus grandes armas y la formación táctica empleada para atacar en posicional es flexible, gracias a que los jugadores interpretan bien el cómo y el cuándo intercambiar alturas. Pero su paradigma suele ser bastante concreto tanto por fuera, donde Nsoki es central exterior izquierdo en salida de balón y lateral que ayuda a Hassane Kamara a ser más profundo en fase de maduración de la jugada; como por dentro, cuya máxima es encontrar entre líneas al vértice superior del rombo (Rony Lópes / Gouiri) o generar un dos contra uno al mediocentro rival con un interior –normalmente el izquierdo– ganando altura.
El resto de actores son quienes resultan más autosuficientes, aunque también se retroalimentan. Lotomba o Atal desde el carril diestro tienen una mayor potencia y conducción respectivamente para proyectarse como únicos jugadores que aportan amplitud por ese sector, Lees-Melou es el interior más híbrido que se acerca para ofrecer soluciones a Schneiderlin o se suma al ataque cuando la ventaja ya se ha generado por dentro, y Dolberg –delantero centro donde también puede jugar Gouiri– habilita de cara a la mediapunta. Un plan ingenioso que los jugadores tienen bastante mecanizado y la sucesiva calidad para desarrollarlo a pocos toques, distribuyéndose recíprocamente las tareas de fijación y ruptura.