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No hay mejor forma de empezar el año que con un partido como el que nos regalaron Chelsea y Liverpool. Dos equipos plagados de bajas que se miren a la cara y compitan de tú a tú como dos púgiles en un cuadrilátero, sabiendo que el margen de error es mínimo si quieren seguir la senda del Manchester City. Un encuentro de ritmo altísimo salpicado por bastantes errores individuales, pero también repleto de aciertos y actuaciones para el recuerdo. Una oda a lo que es la Premier League a día de hoy.  

Pese a que en el minuto 25 el Liverpool ya ganaba por 0 a 2, los primeros compases del partido fueron del conjunto londinense. El Chelsea basó su dominio a través de su presión en campo rival, a través de la cual provocó pérdidas (muchas no forzadas) de un Liverpool que empezó el partido muy nervioso. Los positivos en COVID-19 de última hora de Alisson y Matip -también de Roberto Firmino- obligaron a que Kelleher y Konaté fuesen titulares, y la salida de balón del Liverpool, que sin Thiago Alcántara ni Naby Keita tampoco tenía mediocentros capaces de escapar de la presión, lo notó bastante. Solamente les salvó las dudas que sembró un superadísimo Trevoh Chalobah, que fue el talón de Aquiles del Chelsea en el inicio del partido. El estelar momento de forma de Édouard Mendy no pudo impedir que el Liverpool golpeara primero con los goles de Sadio Mané y Mohamed Salah.

En esos primeros minutos, los ‘blues’ mostraron buenas intenciones al atacar. Los de Tuchel aprovecharon la falta de presión del Liverpool en su primera línea (que no podía instalar la presión en campo contrario) para jugar mucho en largo sobre César Azpilicueta, con Mount atrayendo la atención de Tsimikas para liberar el carril y explotar la superioridad que tenía por fuera. No obstante, quitando eso el Chelsea se quedó muy corto en términos de profundidad, y la única ocasión clara llegó fruto de un error en el despeje de Trent Alexander-Arnold. Otra cosa fue cuando el Liverpool, sustentado anímicamente por los dos goles, pudo adelantar su bloque y presionar la salida del Chelsea desde el inicio. Ahí, con los tres puntas saltando sobre los tres centrales del Chelsea y la segunda línea compensando las espaldas de estos, los de Klopp vivieron mucho más cómodos, en parte también por lo seguros que estuvieron Konaté y Van Dijk defendiendo lejos del área. En ese impasse, el Liverpool también creció con balón, sumando buenas salidas por el costado derecho a través un Trent Alexander-Arnold que volvió a ser clave para que el Liverpool creciera en campo contrario. Pero cuando parecía que el Liverpool por fin gozaba de cierto control, el Chelsea se repuso con un golpe de carácter iniciado por una genialidad de Kovacic. El croata, que firmó una actuación que lo pone como uno de los jugadores más en forma del conjunto ‘blue’, se inventó uno de los goles de la temporada, y Pulisic puso el empate al borde del descanso. 

El guion del partido no cambió en el inicio del segundo tiempo: el partido seguía yendo de un área a otra y los porteros acaparaban todo el protagonismo. Fue entonces cuando emergieron dos figuras trascendentales en el devenir del choque: Édouard Mendy y N’Golo Kanté. Sin el primero, simple y llanamente no se explica que el Chelsea pudiera mantenerse con vida hasta el final. El portero senegalés realizó su último gran servicio antes de marcharse a la Copa África, confirmándose como uno de esos porteros que hace ganar puntos a su equipo mediante sus paradas, y estando espectacular cubriendo la espalda de su línea defensiva. Y el segundo, fue el único hombre capaz de poner cierto criterio en el caos. A través de Kanté, el Chelsea pudo desplegarse en ataque teniendo ese extra de pausa tan necesario en un contexto de ida y vuelta, y poco a poco sacudirse el dominio del Liverpool para empezar a inclinar la balanza.

En el desarrollo final del partido tuvo mucho que ver la dirección de campo de ambos entrenadores, y ahí Thomas Tuchel fue ganador. El técnico alemán sustituyó a Chalobah por Jorginho -colocando a Azpilicueta de central y a Pulisic de carrilero derecho- para cortar la sangría y blindar el centro del campo con el italiano escoltado por Kanté y Kovacic. Por el contrario, los cambios de Pepijn Lijnders, el segundo de Jürgen Klopp, no tuvieron el impacto deseado. Lo de Oxlade Chamberlain en el rol de Diogo Jota no resultó eficaz y Naby Keïta, que entró por Milner, apenas dejó huella en el partido. Con Jorginho limpiando la salida, Kanté y Kovacic más liberados para pisar frontal, Mount cayendo mucho al costado derecho y Pulisic aportando profundidad por fuera, el Chelsea acabó el partido mucho más entero y embotelló al Liverpool en su área. Paradójicamente, solo echó en falta la amenaza en el área (Lukaku), que Tuchel había decidido dejar fuera de la convocatoria por temas extradeportivos.

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