La etapa de Frank de Boer al mando de la selección neerlandesa siempre se ha caracterizado por una constante lucha contra los fantasmas del pasado. De muchos pasados cruzados más bien. Los del propio Frank, prisionero de experiencias de terrible recuerdo como sus etapas a cargo del Inter de Milán o el Crystal Palace, de la selección neerlandesa que venía de años de infausto recuerdo no logrando la clasificación ni para la Eurocopa de 2016 ni para el Mundial de 2018, y del propio país en sí, melancólico de una forma de jugar y de entender el fútbol propia de su pasado. Notorios fueron los hechos de los aficionados pidiendo a De Boer que no usase el esquema de tres centrales sino el 4-3-3 característico del país. Países Bajos llegaba a la Eurocopa en un mar de dudas, y en los partidos de la fase de grupos las resolvieron todas. Jugaban bien, la afición se reconcilió con el estilo, e incluso el entrenador se dio el lujo de darles lo que querían jugando en 4-3-3 en la segunda parte del último partido. Pero llegó el Día D, aquel que una derrota te echa a casa, y todo lo construido se derrumbó. De Boer no había vencido a su pasado, tan solo lo había apartado temporalmente, y en el peor momento posible regresó para hacer añicos el sueño de un país.
La República Checa de Jaroslav Silhavy salió a hacer lo que está caracterizando su paso por el torneo: presiones altas con marcas al hombre, juego exterior y directo en campo rival. Es por eso que, pese a la gran actuación de Donyell Malen en el último partido ante Macedonia del Norte, sorprendió por parte de De Boer prescindir de la figura de Wout Weghorst como referencia en juego directo, de cara a saltar la presión. Además porque este es un recurso que Países Bajos ya usó en el choque ante Austria en la fase de grupos, con óptimos resultados.
«Países Bajos nunca progresó de manera cómoda ante las persecuciones rivales. De Jong completó su peor actuación del torneo»
República Checa fue creyendo más y más en su propuesta conforme pasaban los minutos porque el resultado era favorable para ellos. Emparejaban a Patrik Schick y los extremos frente a los centrales rivales, Barak vigilaba a De Roon y Soucek saltaba con De Jong, quedando Holes pendiente de Wijnaldum. Si el rival llevaba el balón hacia fuera, lateral saltaba sobre carrilero de zona activa y los centrales tampoco tenían miedo a perseguir los descensos en apoyo de Depay o Malen.
Sin Weghorst, Países Bajos se agarró a Dumfries como referencia para salir en largo, siendo el jugador del PSV el arma más potente de los suyos para desequilibrar gracias a su incansable capacidad para llegar en profundidad al área. De todas maneras, la actuación de Pavel Kaderabek defendiéndole, en sus primeros minutos de la Euro (Boril se perdió el partido por sanción) fue más que buena. Depay también ofreció alguna salida descendiendo en apoyo, pero en general La Oranje no se instalaba en campo rival ni se encontraba cómoda en el partido.
«La expulsión de De Ligt aniquiló a Países Bajos. Nunca supieron recuperarse de ello»
Matthijs de Ligt, uno de los mejores centrales del mundo y que estaba siendo quizás el gran central del torneo, cometió un error infantil y muy grave y vio la roja directa. A partir de ahí, Países Bajos colapsó y De Boer fue incapaz de dar soluciones desde la pizarra. Dio entrada a Quincy Promes y el equipo se instaló en 4-4-1, ofreciendo la iniciativa a una República Checa que creyó más que nunca. Sin hacer nada inesperado, atacando por fuera con la profundidad de los laterales, cabe destacar las actuaciones de Tomas Holes demostrando capacidad de desplazamiento largo, Lukas Masopust con toques por dentro que permitían a Coufal llegar con ventaja, y Soucek amenazando llegando desde segunda línea.
Con De Vrij y Blind como centrales, más Dumfries y Van Aanholt en los laterales y Stekelenburg en la portería, Países Bajos transmitió muchísima inseguridad defensiva protegiendo el área. El gol parecía cuestión de tiempo y finalmente llegó en una acción a balón parado. Quedaban más de veinte minutos por delante, pero los neerlandeses nunca se repusieron del golpe.
Los fantasmas de las derrotas pasadas acudieron al Puskas Arena de Budapest, y Países Bajos parece seguir prisionera de un pasado que no le suelta nunca. Ahora la duda recaerá en saber si el hombre encargado de liberarles de esa negatividad es aquel que acumula tantos hechos derrotistas en su carrera.