Podrían ser palabras de una conferencia de prensa de Javier Aguirre. También la plegaria a la noche de un recién divorciado a punto de salir de casa, pero son en realidad los dos conceptos -que parecen no tener correlación- con los que William Munny, un Clint Eastwood avejentado y, en la película, incluso ridiculizado, explica su capacidad para matar y salir avante aun en las condiciones mas adversas en la inolvidable “Los imperdonables” de 1992. Y son palabras que también podrían usar Carlo Ancelotti y Pep Guardiola para describir lo que pasó en uno de los partidos de la década en la Copa de Europa.
En su boca y en el mundo real, claro que no sonarían tan bien ni parecerían tan apropiadas para explicar el tramite del encuentro. En primera porque dada la aversión del deporte profesional al consumo del alcohol tendremos que cambiar a la bebida preferida del “Vasco” por lo que yo diría que fue “calidad de los jugadores” y en segunda porque nadie quiere atribuirle a la suerte una parte grande su éxito, no vaya a ser que la prensa y aficionados piensen que no se trabajo para ello. Pero sí, ayer el partido se va a un abultado 3-3 porque la calidad de los jugadores es muy alta y por suerte. Para muestra, el disparo imposible de Fede Valverde o el desvío maldito de Ruben Días a un tiro totalmente intrascendente de Eduardo Camavinga.
No estoy demeritando los contextos que los cuerpos técnicos de ambos equipos crearon para que los dos factores pudieran florecer. El planteamiento inicial de Ancelotti, entregándole por fin la banda izquierda, en teoría, a Rodrigo mientras Vinicius Júnior actuaba como una especie de “9” noventero, siendo lados de un triangulo móvil que se completaba con Jude Bellingham y administraba todo el frente del ataque a su antojo, me parece de lo mejor que ha visto en esta Champions, al igual que el ajuste apenas perceptible en el 2T de Pep, dandole mucho mas peso con balón a Bernardo y descansando todavía mas con Grealish para después buscar con ahínco ese balcón del área. Sin embargo, los mismos “goles esperados” (xG) -la probabilidad de que esos disparos, o el de Valverde, terminaran en gol fue bajísima- demuestran que el resultado más posible con todo lo que ocurrió ayer era apenas de 1-1.
Pep salió a decir después del partido que “en la primera, segunda o tercera temporada en el club hubiéramos perdido 5-1. No hubiéramos sido emocionalmente estables”. Estoy totalmente de acuerdo en la segunda afirmación, se nota en el campo. Sin embargo, yo, entusiasta del futbol practicado por Guardiola y los suyos, y aun mas, defensor del papel táctico dentro de este deporte, no estoy tan seguro de que hayan estado muy lejos de ese 5-1, al menos no del 3-1 que parecía más probable en cualquier escapada a la espalda de la defensa cityzen justo cuando cayó el golazo de Phil Foden. Suerte y whisky.
No hubo tanta suerte para matar para ninguno de los dos buques de ayer, tampoco la tuvo el velero del Mallorca subcampeón en el fin de semana pasado, pero la próxima semana es el fin del camino para Manchester City y Real Madrid, el tiroteo final. No pueden quedar ambos vivos. Instantes después de matar a todos en la escena climax, William Munny deja caer que “la muerte no tiene nada que ver con el mérito”, y creo que el fútbol sufre de las mismas reglas, de la misma aleatoriedad.
Carlo y Pep crearán escenarios pero van a necesitar de ese don que tenía William Munny y del whiskyto que siempre recomienda Javier Aguirre para poder irse a dormir tranquilos y en semifinales de la Copa de Europa.