Relaciones, el sistema más antiguo de todos

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Si nos paramos a pensar, el fútbol está lleno de salas a las que el aficionado acude para elegir una y quedarse en ella durante un rato largo, como cuando has visitado tantas veces un lugar que al volver acudes directamente a los sitios donde te sientes en casa. Hay quienes buscan la individualidad -el talento de un futbolista, sus controles, sus jugadas-, otros indagan en lo colectivo -la expresividad de once jugadores a través de la solidaridad y la inteligencia para conjurarse en busca de la victoria-; otros eligen analizar lo que propone un entrenador, jueguen los jugadores que jueguen. Y luego están los que, entre todas estas opciones, descubren lo que brota de la relación entre dos futbolistas sobre el campo, quizás el primer movimiento revolucionario del fútbol como juego interactivo. 

Ésta es una cuestión apasionante, principalmente si para hablar de esta forma de expresión se matiza que no nos referimos a una dupla o una pareja que se asiste, marca y ganan muchos partidos juntos, sino que su convivencia e interacción produce algo más grande que la suma de ellos y que los posiciona en un nivel superior a lo que serían con otro jugador, uno que podría reproducir el mismo truco pero que no tiene  la mirada ni el nivel de detalle que hace tan sutil y grande la original. Esto sí puede llamarse un sexto sentido y ojalá también lo rodara Shyamalan.

Hace unos días, Sergio F. Torres, entrenador nacional de fútbol, y tipo al que me gusta leer cada vez que reflexiona, publicó en su cuenta de Twitter un fragmento de un libro de Kevin Vidaña, también entrenador, que inmediatamente me hizo conectar con estos casos tan concretos: las parejas de futbolistas que, por el significado que adquieren al relacionarse, crean algo superior, una verdadera sociedad convertida en sistema permanente. Decía y compartía, por tanto, una idea muy interesante que, en un grado o en otro, termina siendo cierto como pilar del fútbol: “Cada jugador está compuesto de todos los demás jugadores y las características no son de los jugadores, sino que van siendo de ellos según con quiénes se relacionen en cada momento.”

Cuando Leo Messi, durante toda su etapa como jugador del Fútbol Club Barcelona, no podía regatear en un momento preciso, o creía que la mejor solución no era una propiamente individual, se apoyaba en sus compañeros. Así, comenzó a generar dos relaciones de un impacto indiscutible. La primera, con Dani Alves, tenía ese alumbramiento de los genios que se encuentran, con aquel discurso empático y primigenio de Dani al saltarse lo que Guardiola quería elaborar, siendo de los dos el más preocupado por alimentarla. Fue el summum de la idea, que después tuvo una segunda parte, menos artística pero igual de indefendible, cuando apareció Jordi Alba mientras Messi fue perdiendo a Alves, Xavi o Iniesta. Aquella, por otro lado, reflejaba mejor el sentido apuntado: que el jugador pasa a ser algo nuevo y mejor cuando otro lo hace posible. El alley-oop y posterior pase atrás con disparo ajustado al poste es una clara referencia al potencial de las relaciones cuando más que parejas, son fusiones sobre el campo.

“Entiendo que lo más importante en esto son los futbolistas y nosotros vamos detrás de los futbolistas; ellos te van marcando lo que quieren con su juego, con sus sociedades. Nosotros tenemos que ir buscando eso.” (Diego Simeone).

Cuando la relación entre dos se convierte en conexión, es donde el jugador también pasa a un estatus diferente. No es compartir una zona del campo, entender ese momento del juego y relacionarse bien; se trata de crear un registro de juego nuevo, mucho más elevado, cuando esos dos jugadores se encuentran. Trippier y Llorente, Gerrard y Torres, Benzema y Cristiano, Cech y Drogba, De la Peña y Ronaldo. Todos ellos han formado imparables paradojas relacionándose junto al balón: estar al servicio del otro no sólo no te convierte en subordinado, sino que te sitúa por encima de la versión tuya que se da sin él. Si eso no es algo extraordinario, cerramos aquí. 

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Alejandro Arroyo
Analista táctico, scout profesional y periodista. Mano que escribe en Revista Panenka

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