«Empezarás a palpar el cielo […] en el momento en que palpes la perfecta velocidad. Y esto no es volar a mil kilómetros por hora, ni a un millón, ni a la velocidad de la luz. Porque cualquier número ya es un límite, y la perfección no tiene límites. La perfecta velocidad, hijo mío, es estar allí».
Chiang a Juan Salvador Gaviota en «Juan Salvador Gaviota», de Richard Bach.
La velocidad parece haber cobrado un nuevo sentido en una era en que el fútbol se ha volcado sobre las presiones. Pero, a veces, sucede que el concepto se confunde con potencia. Se juega con las palabras como si fuesen equivalentes, como si el sinónimo sirviera también para medir con la misma vara a ciertos tipos de jugadores. «Potente» no equivale a «veloz». Tampoco funciona al revés. Lo que no deja de ser cierto es que el cambio de ritmo, la sensibilidad para pausar o acelerar y, ante todo, el alma del futbolista —su identidad, lo que lo distingue del resto— en un contexto que le permita destacar es el máximo ideal posible que un aspirante a élite pura puede encontrar. Ese es el camino que quiere labrarse Scott McTominay en el Manchester United. Hasta ahora, camino al Boxing Day, va quedando claro que tiene lo necesario para dominar la Premier League. Pero debe ser comprendido con base en eso. Necesita volar para brillar.
Por ser un graduado de la academia de los Red Devils, existe un halo de romanticismo y cariño que llega a quitarle el foco a lo que sí es y lo que aún no ha llegado a ser. Eso es justo lo primero que debe definirse. El escocés llegó ya a los 24 años y, hasta ahora, la sensación es que realmente no se ha terminado de entenderlo. Luego, visto dentro del caótico sistema de mando de los mancunianos, es que tampoco se ha construido una plantilla que acerque al DT a esto. En medio de estos factores, emerge un mediocampista que, fiel a su estirpe británica y con un pasado como punta en las inferiores, ha tenido que hacer muchas cosas que su biotipo y las exigencias del pasado no le han demandado. Y allí se llega a Ole Gunnar Solskjaer, lo que hoy tiene por sistema, sus recursos y todas las limitantes que rodean un plantel descompensado que echa en falta calidad en zonas cruciales.
Cuando el contexto y las ventajas no existen o juegan en contra, entonces toca comenzar una reescritura que cortocircuita cosas y trastoca identidades. Entonces, siendo un equipo carente de un doble pivote capaz de organizar posesiones, girar bajo presión del rival y ofrecer soluciones asociativas constantes, la situación obliga a reinventarse. Se rediseña el DT, se cambia al jugador, y el resultado no siempre es positivo. Con Scott McTominay forzado a tener que ser este tipo de perfil, el Manchester United ha encontrado dificultades y ataduras que terminan en peligros difíciles de manejar.
McSauce no es ese tipo de jugador. Nunca lo ha sido. Quizá no llegue a serlo. El modelo del entrenador, la necesidad del colectivo en muchos momentos debido a esto y su propia esencia encasillada en el entorno no lo dejan volar, ser libre con el juego como él siempre ha necesitado: de cara al arco rival. Por esa razón, además de una serie de déficits en el rondo corto que vienen paliándose con tiempo y trabajo, se encuentran cifras que permiten saber dónde sí está el verdadero Scott.
Por partido, el escocés interviene 54.9 veces, da 41.55 pases y acierta, en promedio, un 88%. Son números cercanos a buenos pasadores. Pero esto se matiza si se miran las zonas en las que se asocia: acierta más en campo propio (19.1 de 20.53, 93%) —más horizontales o diagonales, no siempre progresivos— que en el ajeno (17.4 de 21.48, 81%). Intenta, es seguro de sí mismo, aunque no sea su especialidad. En buena medida, por ciertas lagunas de interpretación y técnica para sortear presiones en contextos como el de las siguientes imágenes, que fueron muy recurrentes cuando el United se paraba en 4-2-3-1 durante los primeros meses de competencia.
«Scott solía ser un delantero cuando era niño. Es un monstruo físico, puede ganar en el aire, gana en tacleadas, pero es muy fuerte y rápido también».
Ole Gunnar Solskjaer sobre Scott McTominay en entrevista con Sky Sports tras el 6-2 al Leeds United. 20 de diciembre de 2020.
Pero los deseos —y grandes fortalezas— del escocés están en zonas y tareas que, en su contexto, no aparecían tanto como ahora, cerca del Boxing Day. Y allí, Si en algo ha insistido Ole Gunnar Solskjaer con el paso del tiempo es en que pase más tiempo de frente que de espalda, con el campo por delante. Lateraliza con más frecuencia en la salida y los reinicios de juego, permitiendo que haya arrastres sobre el rival, se abran más espacios y, por ende, el equipo pueda defenderse mejor si pierde la bola. Así se expone menos a que lo acosen de espaldas, donde no tiene respuesta desde el giro cuando es marcado desde muy cerca.
Además, esto tiene que ver con una tendencia a querer lanzar, aunque, por ahora, quede trecho por mejorar en la precisión; acierta 1.6 de 3.2 pases largos por partido (49%; confianza le sobra). Luego, el movimiento se da por una suma al ejercicio defensivo posterior, como también ha hecho Steve Clarke con él en selección. Por juego de EPL, intercepta 1.4 veces, hace 1.5 entradas, 1.4 despejes y gana 5.3 duelos (63%), de los que 4.1 (64%) son por bajo y 1.2 (59%) se dan por aire. Se siente más cómodo, se libera, y entonces se acerca de a poco tener un mejor panorama para explotar.
«Tengo que evitar que Scott haga eso a veces, es un mediocampista ofensivo por naturaleza. Pero cuando ve un espacio frente a él, ¿por qué detenerlo? Pero es genial protegiendo sus cuatro espaldas».
Ole Gunnar Solskjaer sobre Scott McTominay en entrevista con Sky Sports tras el 6-2 al Leeds United. 20 de diciembre de 2020.
La última frase de Ole Gunnar Solskjaer nos deja ver a dónde va la reflexión, remarca las carencias y necesidades del equipo y, sobre todo, confirma la esencia del escocés. Un contexto desfavorable desde el diseño del plantel obliga al entrenador a reprimir su natura, a ponerle límites que necesita romper. El espigado y «potente», que no «veloz» mediocampista de 1.93 vive para correr hacia adelante, patrullar el verde en vertical y cubrir a los suyos cuanto sea necesario. Y ahí, cuando puede verlo todo, tiene una lectura excepcional para moverse y colocarse donde más daño puede hacer a lo largo. Lanza presiones si tiene que hacerlo o resiste la posición si es lo mejor. Pero, antes que otra cosa, siente el deseo de atacar un espacio cuando lo detecta. Esa es su verdadera área de expertise. Así lo probó una y otra vez en el 6-2 al Leeds, arrastrando pares, conduciendo imponente y cargando el área con jerarquía.
En todo caso, Scott McTominay sigue dejando la sensación que el verdadero génesis de su potencial está ahí, pidiendo a gritos que sea tomado y puesto en el lugar que tanto le hace falta. Al Manchester United puede faltarle un sistema consistente, ventajas para que las piezas del rompecabezas rindan más cerca de su máximo. Lo que no está en duda es que sí es el tipo de futbolista que puede romper al rival por dentro desde su potencia, su cambio de marcha y la capacidad de martillar cada intervalo que encuentre en el centro del campo. Su evolución Pero llegar a que esta sea la insignia de su juego requerirá que el equipo tenga más coherencia en los perfiles y que, de forma más constante, el cuerpo técnico pueda darle estas libertades. Sólo así se verá al verdadero McSauce. Sólo así se sabrá si el deseo y las armas para volar puede volverlo un centrocampista de época.