Sirva de ejemplo una situación escolar, que todos han vivido o han sido testigos. Un niño, a corta edad, llega a la escuela y, ya sea por mal comportamiento, adaptación o falta de estudio, sus resultados académicos distan de ser buenos. Los profesores le encasillan. La definición ya está hecha: tal niño o niña es mal estudiante. No importará lo que se esfuerce en años venideros, su mejora en los estudios, que esa categorización le acompañará de por vida. Hasta el punto de que, haciendo exámenes mejores que otros compañeros, su calificación será menor. Porque nada importa más en este mundo que las etiquetas, y las buenas se pueden perder en un corto tiempo, pero las malas son para siempre.
Sirva esta metáfora para ilustrar la carrera de Massimiliano Allegri, un entrenador que no se cansa de construir equipos competitivos, por encima de sus posibilidades reales, y que no recibe el mérito correspondiente. Tachado de defensivo, aburrido, inofensivo y rácano, él deja que sus resultados y sus equipos hablen por él. Y es que, aquí viene lo importante con el entrenador de la Juventus, Allegri no es un entrenador metodista, es decir, que crea que un método es el adecuado para la victoria y construya todos sus equipos sobre ese mismo patrón. Allegri es muchos entrenadores en uno, porque es siempre el entrenador que sus jugadores necesitan en ese momento. Camaleónico, capaz siempre de potenciar las cualidades presentes de sus futbolistas.
Pongamos un poco en contexto la etapa de Massimiliano en la Juventus, a donde llegó tras dirigir los resquicios del proyecto del gran Milan de la primera década del siglo, ganando la Serie A en 2011. A Turín llegó en julio de 2014, y se encontró tres jugadores sobre los que construir su proyecto: un Andrea Pirlo ya veterano pero que conservaba golpeo y sentido de juego, un Paul Pogba imparable como llegador y jugador de recorrido, y un Carlos Tevez omnipresente en campo rival. A partir de un 4-3-1-2, con Pirlo de mediocentro acompañado de jugadores muy físicos y dominantes (Marchisio, Vidal, Pogba) y Tevez con libertad arriba, ese equipo tan solo claudicó ante el Barça de la MSN en la final de Berlín.
Posteriormente entregó el equipo a Paulo Dybala, permitiéndole aclarados en carril central, teniendo de socio a Gonzalo Higuain y siempre con el arma de Mario Mandzukic cargando el segundo palo en el área. Ahí se volvió a quedar a las puertas de la gloria europea. Una vez perdió calidad asociativa para proponer, con la marcha de Bonucci, el bajón de Pjanic y las lesiones de Dybala, construyó un nuevo equipo a partir de dos interiores de muchísimo recorrido, Sami Khedira y Blaise Matuidi, que le permitían tramos de presión alta incansable que ahogaba al rival. Y cuando le llegó Cristiano Ronaldo como arma definitiva, armó el equipo para él, poniendo desborde y amplitud por fuera (Joao Cancelo y Douglas Costa) en un equipo que centraba muchísimos balones por partido.
Sirva este brevísimo repaso a casi una década de fútbol para ilustrar como Allegri se fue adaptando en todo momento a lo que tenía en plantilla, sabiendo aprovechar recursos y posibilidades. Sin embargo, tras su vuelta a la Juventus, el pasado mes de mayo de 2021, sí que se le vio más perdido y frustrado. Cabe reconocer que nunca había dirigido a una plantilla tan corta en calidad, que la Juventus va muy limitada en estos últimos años, pero ahora, tras dos años, parece que ha vuelto a dar con la tecla. La Juventus vuelve a ser un equipo reconocible sobre el césped, durísimo para el rival y muy bien organizado y potenciado. Una Juventus diferente a todas las anteriores. Una Juventus de Allegri.
Como se decía antes, esta Juventus está muy lejos de tener la calidad y las individualidades de antaño, en ambas partes del campo, además de los escándalos que les han hecho perder por larga duración a Pogba y Fagioli, pero están aprovechando la ausencia de competición europea para engancharse a la pelea por una liga en la que, en principio, no contaban.
Construidos desde la solidez defensiva (han encajado apenas 10 goles en 16 partidos), con un 5-3-2 como sistema base, esta Juventus sí es la menos propositiva y divertida de la era Allegri, pero quizás la que está sacando más rendimiento con menos. Les gusta más correr que llevar la iniciativa, y es que están volviendo a contar con una versión de Federico Chiesa, suelto para actuar por los tres carriles desde su posición de segundo punta, que recuerda al Chiesa que conocimos antes de romperse el cruzado. Le acompaña arriba Dusan Vlahovic, que siempre suma descargando balones largos, aguantando de espaldas y dejando apoyos para poner de cara a compañeros. Sí es verdad con el serbio que, en esta Juventus que ataca desde tan lejos, le está faltando velocidad para acompañar las jugadas hasta arriba y está echando en falta vivir más cerca del área contraria, con compañeros que le buscan constantemente, como ocurría en la Fiorentina de Vincenzo Italiano.
Por fuera, dos carrileros muy largos, que estiran y ponen buenos centros al área, poniendo especial énfasis en el curso del ambidiestro Andrea Cambiasso por derecha. En reinicios, cuando la Juventus sale con el balón jugado, es el central derecho, Gatti, quien se abre, dejando a Danilo y Bremer gestionar los primeros pases y permitiendo a Cambiasso ganar altura en el campo y estirar a la defensa rival. Es buena la compenetración que aporta también Weston McKennie en ese sector, un interior que es capaz de abrirse, que estira, se lleva a la defensa y permite situaciones de balón descubierto a sus compañeros para meter el centro al área. Con Locatelli como mediocentro, el jugador de más calidad y sentido asociativo del equipo, tienen un comodín para descansar con balón en tramos de agobio rival y para buscar soluciones en contextos donde necesitan generar, donde el cambio de ritmo de Chiesa y el empuje a base de centros por fuera son las grandes armas de un equipo cuyo principal debe es precisamente ese, generar juego en parado.
Salir en transición, castigar las pérdidas rivales y entradas muy fuertes a los partidos, llegando en tromba y con continuidad, son las señas ofensivas de un equipo que, sin embargo, es en el balón parado donde tiene su principal arma ofensiva y que le está funcionando para desatascar partidos. Con grandes centradores, como Filip Kostic, más la poderosa amenaza aérea de perfiles como Vlahovic, Bremer o Gatti, la Juventus es experta generando situaciones a balón parado, a través de su juego exterior, y luego materializándolas en el marcador. No se les caen los goles, con 24 marcados en 16 partidos, pero saben rentabilizarlos muy bien.
Y es que aquí viene la gran paradoja de este año de Allegri, a quien se le está criticando mucho que echa al equipo atrás en cuanto se ven por delante en el marcador. Y si bien es cierto, lo que en ocasiones provoca largos tramos de la Juventus defendiendo en su campo e inesperados goles en contra ante los que hay poca reacción, es precisamente gracias a echarse atrás por lo que están sacando resultados tan positivos. La Juventus está siendo élite europea en lo que a defensa de área y capacidad de vivir en campo propio se refiere, mostrando un grado de convicción de todos los implicados que es lo verdaderamente reseñable para ver confianza en el proyecto y sus formas.
A partir de su 5-3-2 en bloque bajo, la Juventus colapsa carril central taponando líneas de pase, con interiores metidos dentro y orientando al rival a jugar fuera, donde saltan carrileros. Allí, al rival, más allá del 1×1 solo le queda la opción de buscar centros al área, donde la Juventus tiene dos murallas montadas. La primera, formada por los centrales, que suman despejes en punto de penalti, ganan duelos aéreos y se sienten cómodos en estos contextos de resistencia; la segunda es la formada por el mediocampo en las segundas jugadas tras despeje, donde se comprimen mucho para ganar la caída y son un equipo muy corto en la frontal, evitando esas segundas jugadas tan peligrosas con el equipo descolocado. Además, sus rutinas tras robo les permiten salir a la contra, con Chiesa conduciendo o desmarcándose, Vlahovic arrastrando centrales y Locatelli reteniendo y encontrando a un compañero.
De Pirlo y Tevez, Pjanic y Dybala, Khedira y Matuidi o Cancelo y Cristiano, la Juventus ha vuelto a construir un gran equipo, que personalmente definiría como el de Gatti y Chiesa. Federico no es, seguramente, el mejor central de la plantilla -Bremer-, pero representa como ningún otro el rumbo y las elecciones de Allegri. Llegado del Frosinone el año pasado, conocido como el ‘sucesor de Chiellini’, es un central poco ortodoxo con balón y que sufre por falta de cintura a campo abierto. Las decisiones de su técnico, abriéndole en salida para limitarle volumen asociativo y apartándolo de carril central, más la altura desde la que defiende el bloque, estando únicamente enfocado a defender el área, le permiten brillar, resaltar virtudes y esconder defectos.
Allegri es un entrenador que puede no gustar en sus formas, con su aparente sempiterno mal humor y su manera de llevar el vestuario, con un régimen casi militar con sus jugadores, pero es un fantástico entrenador. Ha sabido construir en cada momento exactamente lo que necesitaba el club. Alguien tenía que hacerlo, y Massimiliano no rehúye un combate.
«Si lo construyes, ellos vendrán» es la frase que escucha el personaje de Kevin Costner en la maravillosa película Field of Dreams (1989), invitando al protagonista a construir un campo de béisbol. Es como si a Allegri le hubiese pasado lo mismo y estuviese empeñado en construir grandes equipos, dando igual las formas, sabiendo que ellos, los resultados, vendrán.