Emile Smith Rowe: culto a las medias bajas

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Hay un no se qué en el futbolista que sale a la cancha con las medias bajas que, inevitablemente, atrae la mirada interesada del espectador. Es una advertencia de lo que pueda llegar después, cuando entre en contacto con el cuero: esa forma de salirse de lo habitual únicamente la puede aplicar un tipo que sabe cómo manejar la pelotita. Imponen una suerte de fútbol callejero, de eliminar las tediosas leyes tácticas del fútbol moderno e imponer las suyas, generalmente aprendidas en el barrio. Es una forma de tentar a la suerte, no por el riesgo de eliminar las espinilleras, sino porque el foco mediático siempre estará sobre el tipo con las piernas al descubierto. Es la forma más simple de detectar el talento: bajarte las medias implica que más tarde harás algo diferente.

Emile Smith Rowe (2000 | Inglaterra) es uno de tantos atrevidos que saltan a bailar sin espinilleras. Y desde el primer día lo hace con convicción; justo la que necesitaba un Arsenal en plena deriva, con una marcada falta de desparpajo colectivo y problemas para mantener unas buenas sensaciones de forma regular. Causalmente, la sangre joven está permitiendo que el Arsenal fluya más y mejor con balón, sobre todo por lo que puedan aportar el inglés (y alguno más) en campo rival. Su capacidad para asociarse, su interpretación sin balón para dar un sentido diferente a las posesiones y la movilidad constante que ofrece únicamente se pueden entender a partir del grado de lectura que esconde y las ganas de jugar al fútbol que atesora. Esto último es lo más importante de todo; siempre lo es.

‘’Cada vez que está cerca de la pelota sabes que va a pasar algo. Tiene mucha creatividad. Es un jugador con calidad para recibir y hacer daño en espacios de gran valor” – Mikel Arteta

A pesar de ser un jugador con cierta ansiedad por ofrecerse y relacionarse (se acerca constantemente al compañero con balón como hombre liberado), Smith-Rowe entiende muy bien su función cuando cumple como mediapunta. Sabe dónde puede hacer más daño. No únicamente tiene capacidad para identificar y atacar las espaldas de los medios rivales, además, recibiendo entre líneas, sabe cómo girar y qué hacer una vez se encuentra de cara. Muestra capacidad para asociarse de primeras, velozmente, con el apoyo más cercano, y da un giro de 180 grados al ritmo que pudiera estar manteniendo su equipo, revolucionándolo y permitiendo relaciones socio-afectivas que antes no emergían.

Y no se queda ahí. Puede recibir y hacer daño entre líneas, pero esto solo constituye la primera piedra de su juego. Lo verdaderamente interesante llega después, una vez girado. Por una parte, mantiene ese gen propio del extremo que le permite conducir con soltura, entendiendo las limitaciones que pueda encontrarse por dentro. Por eso, Smith-Rowe es un jugador generoso por necesidad. Comete pocos errores en la toma de decisiones y entiende cuándo ganar metros en conducción, pero lo que más disfruta es el poder relacionarse una y otra vez en rondos constantes que él mismo se empeña en construir cuando un compañero le facilita apoyos y desmarques. Es el único idioma que entiende, o al menos en el que mejor se desenvuelve.

Gráfica que ejemplifica la evolución del Arsenal desde la irrupción de Smith-Rowe

Por eso, desde un plano asociativo, Smith-Rowe es un jugador cada vez más diferencial: tiende a iniciar en la tercera altura del centro del campo, llegando a alternar esporádicamente su posición con los hombres de banda o incluso pudiendo situarse en ella de forma sostenida (mucho más cómodo en izquierda, a pierna cambiada). De igual modo, siempre busca alternar movimientos en función de lo que ocurra a su alrededor. Es inteligente, sabe dónde situarse o adónde acudir, tanto para relacionarse él mismo como para dar salida a un compañero. Ofrece líneas de pase continuas, buscando asociarse sobre todo con los apoyos cercanos, participando hasta en varias ocasiones dentro de una misma jugada. Y esto último, que parece cualquier cosa, no deja de ser lo que más extrañaba el Arsenal en ataque.

Sin ir más lejos: su relación con el joven Bukayo Saka, ahora redescubierto como un extremo derecho garante de ventajas, empezó dándole algo de sentido colectivo al Arsenal. Desde la mediapunta, cayendo bastante sobre la banda derecha, Smith-Rowe consiguió elevar el nivel asociativo del equipo, imprimiéndole una velocidad más al juego. Ellos dos eran, junto a Lacazette, los únicos que lograban relacionarse y entenderse a uno o dos toques. El segundo gol del Arsenal en su visita a The Hawthorns explica esto mucho mejor de lo que se pudiera tratar de reproducir con palabras. Desde entonces, eliminar del XI inicial a cualquiera de los dos ha sido tarea imposible para Mikel Arteta, incluso con la llegada del noruego Martin Ødegaard. No hay argumento que valga contra la evidencia de que, con los dos en el campo, el Arsenal eleva exponencialmente su nivel de juego, y siempre se encuentra un pasito más cerca de la portería rival (y otros tantos más lejos de la propia, su gran mal endémico).

Manu Escuder
Manu Escuder
Periodista, analista y scout. Formando y formándome. También escribo en Revista Panenka.

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