Solskjaer o la memoria, la identidad y el futuro

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«Tengo que hacerlo a mi manera. No puedo comprometerme y ser otra persona».

Ole Gunnar Solskjaer

Ole Gunnar Solskjaer no perdió la típica sonrisa amable que le caracterizó hasta en los peores días de su época en Mánchester hasta este sábado, cuando el Watford le puso fin a su etapa en Old Trafford. «Los clubes no cambian de entrenador a menos que haya algún problema», dijo en algún momento el noruego. Ese gesto, aunque amigable, pasó de ser la muestra de felicidad de un hombre de la casa, de un hijo pródigo que tenía la oportunidad dirigir al equipo de su vida, a su forma de avisar total confusión y absoluta inoperancia ante el curso de las cosas y las dificultades de su misión.

Primer gran problema: ser incapaz en muchas maneras de conducir su propio sueño. Rayó en lo blando al decidir y controlar cuestiones fundamentales de un equipo urgido por volver a la cima y destinado a aglutinar mucho talento individual. Le dieron las llaves de un deportivo lujoso, pero terminó pilotándolo como un Gremlin.

Si algo tuvo siempre el noruego, fue su capacidad de confortar a todos a su alrededor. Lo que han dicho múltiples ex figuras del Manchester United en las horas posteriores a su despido sobre sus valores y gentileza fueron determinantes para salvar de un bache mental y anímico absurdamente grande a un plantel que acabó hundido tras el cese de José Mourinho en diciembre de 2018. Construyó lo que pudo con los restos de un grupo mucho más limitado y con mucho peores nombres que los actuales, quienes debían afrontar media temporada sin saber si él se quedaría. Aquello redituó, por supuesto. El asunto es que ser una grandísima persona no es suficiente.

El nórdico obtuvo entonces un contrato largo y definitivo en marzo del 2019. Su estancia se fundó en devolver al fanático construcciones como el Fergie Time o evocar, a su manera, los viejos días de Sir Alex Ferguson, con un Teatro de los Sueños rugiendo al máximo mientras el United cocía a su rival a centros laterales dentro de su área. El asunto es que aquello fue una ilusión, un espejismo basado en el ayer, como cuando se vuelve a una vieja canción y se escucha diferente tras tantos años de no ponerla.

Eso valió para quitarle la etiqueta de interino. Segundo gran problema: se le fichó por lo que se pensó que daba y daría, no por lo que siempre ha sido realmente. En otras palabras, se fichó al ex jugador que llegaba con carácter de salvador sin pensar si sería o no entrenador de largo plazo. Se compró el pasaje como la historia completa.

«Cuantos más errores cometas, más aprendes».

Ole Gunnar Solskjaer

Como en la vida, en el fútbol pueden existir milagros inexplicables. Sin embargo, la alta competencia no puede basarse ampliamente en ellos, pues deben ser tesoros del camino, un triunfo en la adversidad, pero bajo mucha y buena preparación, principios bien establecidos, ideas claras y enorme valentía para tomar decisiones. Aquella noche de octavos de final de Champions League en París, en una remontada con toda la épica y nada de fútbol, cuando Solskjaer se debatía entre ganarse el favor definitivo, debió ser el primer aviso de todo.

Tercer gran problema: se apeló a la épica como hacía tiempo que no se veía, pero el fútbol se dejó de lado. Se pensó como un buen negocio, aunque no como un buen proyecto. Y eso, a la larga, ha conducido hasta las debacles de Old Trafford y el amargo final de Vicarage Road en semanas casi consecutivas. Se romantizó el pasado para justificar el presente, se mezcló al ex jugador con el entrenador y se nubló el juicio sobre muchas decisiones de todas las índoles y de cualquier nivel, así como de sus implicaciones.

«Se trata de hacer que cada jugador sea lo mejor posible. Se trata de transmitir tu filosofía y los principios de cómo queremos jugar».

Ole Gunnar Solskjaer

Aquí viene uno de los temas centrales de estas líneas, el de tener memoria cuando se analizan y se juzgan entrenadores que pasaron por todo el proceso. Con Ole, venía siendo necesario desde hace año y medio para salvar los ánimos y la pizarra. Por esa razón, no encuentro consistente ese argumento de que hay que tener memoria. Lo que son como entrenadores puede ser completamente opuesto de lo que fueron como jugadores en muchas cosas. Idealizarlos siempre sale caro para todos, y los primeros en pagarlo son los clubes. Fichan algo que quizá no son, y ese fue uno de los grandes problemas con Solskjaer.

Tener memoria mezclando las figuras del ex jugador y el entrenador puede ser un intento por justificar lo que son o no son, lo que aprendieron o no, cómo se formaron, lo que consiguieron o no. Eso, además de ser condescendencia, es querer esconder la realidad o retardar lo inevitable. Es truculento intentar encontrarle cosas de un DT legendario a un ex jugador que también se hizo entrenador. Que el Solskjaer súper sustituto fuese brutal no le dio la personalidad, la presencia o el liderazgo de Ferguson, como tampoco le otorgó la capacidad táctica, de innovación y ejecución, así el propio Sir Alex se quedase corto en varias ocasiones. No fue siempre dominante desde la pizarra, pero también contó con gente de élite en su determinado tiempo (Knox, McClaren, Queiroz o Meulensteen), y el ahora ex entrenador del Manchester United no ha logrado tal cosa quedándose con Michael Carrick, Kieran McKenna, Darren Fletcher y Eric Ramsay.

Inevitablemente, esto conduce a la preparación y la identidad, donde separar siempre a la figura en dos es un buen ejercicio. Tener memoria del jugador como lo que fue y con lo que sumó es un acto de justicia, pero el jugador que decide ser DT y vuelve después puede ser muy diferente en muchas cosas y no ser lo que se esperó. La lente para mirarle debe ser otra, aquella con que se escruta al entrenador. Tener memoria implica criticar la figura del presente sin los criterios y las emociones del pasado.

Las influencias son fundamentales, pero no lo son todo. El sello propio se encuentra en el desarrollo del propio estilo, así la filosofía y el método se comparta (ver a Guardiola como un ejemplo paradigmático). Ahí, donde la preparación lleva a la identidad, donde estar listo y ser capaz acompañan el qué y el cómo, Ole Gunnar Solskjaer fue incapaz de dar el paso que se le exigía, haciendo involucionar a un plantel que nuevamente juntó grandes nombres, dejándoles a la deriva cuando más necesitaban el impulso de una pizarra que, aunque no fuese dominante, lograse ser competitiva. Los mejores por sí mismos dieron pasos hacia atrás, pero los más limitados han llegado al fondo de sus carencias y han quedado exhibidos día sí y día también a lo largo de los últimos dos meses. Pero esto sólo son apenas problemas identitarios del entrenador y su cuerpo técnico.

Que un club como el Manchester United, conociendo cómo son sus dueños y los intereses que los impulsan realmente, quisiera mantenerle después de las dos peores exhibiciones en derbis dentro de los tiempos recientes porque no tenía un plan si le despedía, quiso y pudo controlarle según su agenda -aunque los 400 millones de euros de presupuesto total insinúen lo contrario-, y no por ser el mejor para el cargo y supiera que merecía más tiempo y paciencia, lo dice todo. Pocos mensajes más duros en ese sentido. El hecho de haber tenido un parón de selecciones de dos semanas para decidirlo y dejar que las cosas siguieran su curso también fue una decisión que expuso a Solskjaer todavía más, como si su propio trabajo durante el último año y medio no fuese suficiente.

«El Manchester United siempre ha vuelto a ponerse de pie y se ha recuperado; está solo en el ADN».

Ole Gunnar Solskjaer

Esa forma de operar terminó por dinamitar la confianza del plantel, del staff, endurecer el ambiente y dejarle al entrenador una bomba de negatividad y deslegitimación mientras su mismo estilo y su pizarra seguían en descomposición, dejando todos a su propia suerte en los escenarios de partido más críticos, justo donde más le necesitaban. Muchos de ellos los resolvieron ellos mismos, sin más. La lista es muy larga, pero las exhibiciones ante el Watford, Manchester City, Liverpool, Atalanta y varias otras que sí terminaron con victoria condensan todo a la perfección. Los estándares del club, aquello que tanto los identificó, cayeron por los suelos.

En su tiempo en Old Trafford, Ole Gunnar Solskjaer trajo a colación nuevamente el tema del ADN del club, la cultura y la vuelta a las bases. La estabilidad emocional y medianamente competitiva que logró instaurar entre diciembre del 2018 y marzo del 2019 se vendió como una regeneración de la identidad del club y la recuperación de filosofía, método y estilo de Sir Alex Ferguson, del famoso ADN del Manchester United. De nuevo, aquello fue una idealización fundada en ese debate mencionado sobre la figura del ex jugador leyenda que vuelve para ser entrenador. Otra vez, la palabra clave es la identidad, que no se resume a adoptar unas formas y otras, sino que se manifiesta sabiendo explicar por qué se toman como propias.

«Se trata de hacer que cada jugador sea lo mejor posible. Se trata de transmitir tu filosofía y los principios de cómo queremos jugar. En el Man United jugamos sin miedo, jugamos con valentía. Sal y expresa tus habilidades. Sean los niños a los que les encanta jugar al fútbol y salgan y jueguen frente a los mejores fanáticos del mundo».

Ole Gunnar Solskjaer.

Ahí viene el cuarto gran problema, que ya no sólo es discursivo, como se lee al noruego en la última cita, sino práctico. El United logró desarrollar un mensaje de club con Sir Alex Ferguson para decir que su forma de jugar era la remasterización del United Way que inició Sir Matt Busby. Pero muchos, sino es que la gran mayoría de los aficionados, terminamos comprando el Fergie Way como si fuera lo primero. Y ese constructo, como lo señaló Jonathan Wilson hace varios años en The Guardian, estaba basado en una tremenda capacidad de adaptación y evolución táctica que tuvieron todos los sucesores del escocés salvo David Moyes y el propio Solskjaer.

Si bien las décadas de Ferguson al frente del club consiguieron implantar filosofía, método y estilo del propio Sir Alex, unos estándares y unas formas que convencieron y enamoraron a millones de personas, y se fundieron en un solo cuerpo con el club, no solucionaron el asunto de fondo: el United Way es una de las cosas más ambiguas que existen, e implica que el Manchester United no es capaz de decir a qué quiere apostar, cómo quiere jugar y qué tiene que hacer para conseguirlo. Si quiere más o menos balón, si quiere dominar corriendo o encerrando al rival en su campo, si defiende más o menos alto, entre otras cosas.

«Se trata del estilo de juego y de cómo queremos lucir en uno o dos años. Se trata de encontrar jugadores con la identidad y el ADN de Man United».

Ole Gunnar Solskjaer

De entre todos los lugares comunes que existen en el fútbol, donde también figuran la «mística de Champions» del Real Madrid o las etiquetas de los «ismos» en clubes como el Fútbol Club Barcelona, quizá uno de los más grandes esté en Mánchester. Ese ADN y esa llamada filosofía de ataque, siguen siendo cosas extremadamente abstractas. No se parecen, por ejemplo, a directrices claras de una escuela que fue capaz de avanzar por el tiempo y encontró una línea de conservación, adaptación e innovación como la neerlandesa, que llegó a Cataluña con Michels, siguió con Cruyff, encontró a van Gaal, volvió con Pep y ahora, a priori, tiene otro eslabón en Xavi.

El United Way , que no es el Fergie Way, que responde más al corazón del aficionado que hacía rugir Old Trafford mientras el equipo jugaba a meter balones al área rival y, en tiempos de Solskjaer, a correr y jugar desde la auto organización más básica y la supervivencia a partir del talento, hoy se traduce en un severo problema de indefinición. El United, inoperancia, incapacidad e indiferencia de sus dueños y directivos -del mismo grupo que los Glazer- aparte, sabe cuáles son sus necesidades históricamente, mas no tiene idea de por dónde empezar a atacarlas.

«La filosofía de ataque está en las paredes del Man United. Eso es tradición; eso es historia. Así es como jugamos y queremos jugar».

Ole Gunnar Solskjaer

¿Qué tiene que ver Ole Gunnar Solskjaer aquí? Todo. Si bien él representó apenas la punta de las broncas del club, ha propiciado, directa e indirectamente, un quinto gran problema que el United tiene que resolver con la elección de su próximo entrenador. Con el noruego al mando, por su leyenda y esa aura salvadora con que llegó hace casi tres años, se romantizó el peso de las figuras históricas y sus decisiones sin importar su impacto, el competir dese la más pura supervivencia y los milagros, la neutralidad más inútil de cara construir un proyecto que supiese responder a su entorno, al qué, cómo y por qué, y las fallas y las decepciones con un ánimo de fe ciega a partir del pasado y de un estatus diferente. Pero, sobre todas las cosas, se formó la sensación positiva sobre traer ex figuras que, por más amor que puedan sentir por el club, no están capacitadas para manejar semejante trabajo.

No es que Solskjaer fuese un error, que no lo fue, pero la decisión de darle tanto tiempo resultó ser una pérdida y un retroceso más allá de haber podido juntar de nuevo a tanto talento y traer de vuelta a casa a Cristiano Ronaldo, además de sacar versiones más cercanas a la élite de otros nombres de la academia y brindarle su sitio a Mason Greenwood. El tema central es que el club no se puede permitir vivir otro periodo como este por consentir que las leyendas, por más historia que posean y gran servicio que hayan dado en sus años como jugadores, no tienen el nivel. Es algo que no se puede repetir.

En este problema de identidad, además de las condiciones que han creado las cabezas del club, se fincan la imagen y las aspiraciones del Manchester United en la próxima década. La solución está en mirar fuera para construir dentro. La clave será someterse a una mirada ajena que permita tocar todas las situaciones internas que le impiden al club encontrar una manera tangible de hacer las cosas.

La respuesta no está en otro Ole Gunnar Solskjaer, un gestor emocional con grandes intenciones y un amor incondicional, sino en un constructor que reenfoque y permita diseñar el futuro a partir de apretar piezas y e imaginar nuevos caminos. No se busca un revolucionario que tumbe el estatus quo impuesto por los Glazer y recrudecido tras el adiós de Ferguson, cuando ya pudieron mostrar su verdadera cara y podían faltarleel respeto al club, a los entrenadores y a los aficionados, sino a un entrenador con alma creativa para solventar las necesidades del día a día.

Empero, el Manchester United habrá de buscar a un competidor con claridad sobre su forma de sentir el fútbol, crearlo, jugarlo y credenciales para ensamblarlo, así como para rodearse de los mejores disponibles y seleccionar los perfiles adecuados para su idea. El banquillo de Old Trafford está ya disponible para que, por fin, se aproveche la oportunidad de dar un salto a la élite y encuentre al perfil correcto. Sólo restará esperar que, por primera vez en casi cinco años, tomen una decisión coherente para devolver al club a los planos que siempre le pertenecieron. No hay buenos antecedentes, así que la carrera contra sí mismos y los nervios en la atmósfera roja está en curso y debe cerrarse pronto.

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Roberto González
Periodista y analista. Amo el fútbol desde que tengo memoria. Disfruto encontrar y explicar el porqué de las cosas.

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