También en tiempos de “La Tota” ¡no era penal!

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La Selección Mexicana cruzó en avión el Océano Atlántico, aterrizó en Suiza y de inmediato sucumbió ante los encantos de ese país. Nyon, sede de concentración del equipo, los capturó con el paisaje de verano y sus delicias, naturales, frescas, con fragancias de cerezo y castaño desprendidas por los Alpes. En ese escenario de colinas tapizadas de verde, casas de tejas a dos aguas y un castillo blanco de ocho siglos, las preocupaciones futbolísticas por la Copa del Mundo 1954 se distraían. Lo mexicanos estaban deleitados con la que sería su casa.

Era razonable, casi toda la plantilla dirigida por el español Antonio López Herranz se había criado en entornos aciagos, barrios populares del DF, Guadalajara y León donde en los años 50 el parque vehicular, las inversiones inmobiliarias y la industria crecían monstruosamente e iban engullendo al campo mexicano.

Hace 68 años, los futbolistas -ya a 9 mil 500 kilómetros de un México miserable gobernado por Adolfo Ruiz Cortines- se preparaban en el idílico campo suizo para jugar los dos duelos de primera ronda. Los guindas querían ganar al menos uno, algo nunca logrado en las dos Copas del Mundo previas en que participó.

Y entonces, además de entrenar en la paz de esos bosques que compartían Francia y Suiza, los mexicanos navegaban: sí, en sus tiempos libres iban hasta el borde del Lago Leman, abordaban barcazas y, deslizándose en ese espejo acuático del centro de Europa, los jugadores atraían la paz remando en calma.

Días atrás habían aterrizado en Ginebra con el porte del mexicano for export, muy a lo Arturo de Córdova, Jorge Armendáriz, Luis Aguilar. Todos con buen mostacho. Pero a su llegada a Nyon hubo una reinvención, los hombres nuevos afeitaron hasta su identidad: “La mayoría de los jugadores mexicanos se ha quitado el bigote en Suiza. Todos muy rasurados”, se sorprendió el periódico Esto, que recogió con su corresponsal las impresiones que del Viejo Continente tenían los seleccionados. «Suiza es de maravilla», declaró el arquero del León Antonio “La Tota” Carbajal. El ariete del Toluca Carlos Carus mostró su pasmo: «Estoy asombrado, ¡cómo viven los europeos!». Y Jorge Romo, defensa del Marte, soltó: «Nunca había visto cosas tan bellas».

Pero, integrados al entorno, estaban desintegrados en el juego. La selección había sido dirigida a inicios de 1954 por el futbolista-técnico Horacio Casarín, destituido porque su escuadra jugaba muy mal. Lo sustituyó el entrenador del León, López Herranz, que en apenas 90 días armó un cuadro con el que disputó un par de amistosos intrascendentes. ¿Y ahora cuál era el reto inmediato? Enfrentar nada menos que a Brasil, aún herido y furioso por haber perdido en casa, cuatro años antes, la final contra Uruguay en el Maracanazo. Es decir, después de esa tragedia México era el primer sinodal mundialista de un sabueso rabioso. Pero el técnico mexicano quería propagar calma: «Conocemos las flaquezas de Brasil», declaró seguro a los medios.

«La Tota» era menos optimista: «Que estos cariocas infernales no me metan muchos goles porque tengo un dolor en la espalda y no puedo agacharme a recoger la pelota», bromeó. ¿México tenía esperanza? Poca o nada. «No hay más remedio que enfrentarlos», dijo el creativo Romo con un fatalismo contagioso al que se sumó la peor noticia: Carbajal, gran portero nacional, máxima esperanza de contener los ataques temibles de la verdeamarelha, minutos antes del partido estaba herido: por una tenosinovitis le dolía la mano al girar la muñeca, cerrar el puño, agarrar algo. «Tiene miedo al dolor que le produce incluso cuando le dan la mano», explicó el doctor del equipo Ángel Matute.

La expectativa nacional, sin embargo, era colosal. En los diarios y revistas, las radiodifusoras XEB y la XEBT anunciaban con desplegados a plana completa: «México VS. Brasil, sensacional exclusiva. Hoy, a partir de las 10:30 am, transmisión directa desde Suiza del primer partido de futbol por la Copa del Mundo. Escuche los detalles de este encuentro en la voz de Agustín González ‘Escopeta’».

Por primera vez en la historia, un partido mundialista de la selección llegaría en vivo a los oídos de 33 millones de mexicanos a través de ambas emisoras y 15 repetidoras en todo el territorio. La mañana del miércoles 16 de junio el país estaba con los oídos pegados a sus aparatos de transistores, algunos del tamaño de un refrigerador instalados en las salas de las familias mexicanas. Pobres familias que después de escuchar los himnos tuvieron que oír un bombardeo deportivo. En el Stade des Charmilles, el portero suplente Salvador Mota recibió el primer gol al minuto 23: en el borde del área, Baltazar soltó un misil raso que se metió junto al palo. Seis minutos después, una ridícula barrera de tres hombres vio pasar por arriba un tiro libre que Didí puso en el ángulo. Tres minutos más tarde, Pinga la cruzó dentro del área para el 3-0. Y en seguida, otra vez Pinga recuperó un horrible despeje para convertir con un zapatazo brutal. Cuando el monumental reloj Zenith del estadio señalaba 42 minutos, el marcador mecánico mostraba el número 4. Al primer tiempo, 4-0. Desastre.

Desmotivado por la debilidad azteca, Brasil salió al segundo tiempo a administrar los 45 minutos restantes. Más le valía: el siguiente partido era tres días después contra Yugoslavia, claramente un reto mayor.

El baile del 5-0 cerró con un disparo cruzado de Julinho. Antes, el brasileño dribló a una muchedumbre: si México hubiera jugado con 23 jugadores, a los 23 los habría dejado atrás. «Solamente le faltó driblar al que vendía los refrescos afuera del estadio», apuntó el semanario El Fígaro. Cuando el partido concluyó, el reportero de France Press, Francisco Díaz Roncero, se coló a los vestidores y divulgó al mundo esta imagen: «los jugadores mexicanos hablaban de los brasileños como una verdadera pesadilla».  ¿Y qué pensaban los brasileños de nosotros? El jefe de la delegación brasileña, João Lira Filho, declaró: «Brasil tuvo un magnífico match de entrenamiento». Sin piedad.

Un periodista del Esto que firmaba con el pseudónimo de “Facha”, escribió iracundo: «López Herranz declaró antes del partido: ‘conocemos las flaquezas del Brasil’. A estas contiendas se va con la idea de ganar con frasecitas. ‘México jugará hasta morir’, ‘Sabemos cómo jugarle a Brasil’, ‘Jugaremos con el corazón’. ¿Y la técnica? ¿Y la táctica? ¿Y la condición física? Palabras».

Pues no cesaron. México volvió a concentrarse en el paradisiaco Nyon, donde las declaraciones prosiguieron alegres. «Ganaremos a Francia», declaró el ofensivo Raúl “La Pina” Arellano. «Todo el mundo dice que le ganaremos a Francia», lo secundó el delantero del Tampico Carlos Septién. Y el goleador de Chivas Tomás Balcázar juró un desempeño distinto: «Más fácil será con Francia», prometió.

Con esa confianza ciega, llegó el 19 de junio en el que México saltó al césped para buscar un lugar en Cuartos de Final. «La Tota», con todo y lesión, defendió los colores nacionales, lastimados desde el minuto 19. Jean Vincent desbordó por izquierda, entró al área y con un punterazo venció al guardameta. Para el segundo tiempo no hubo respiro. Raúl Cárdenas quiso despejar un remate, y barriéndose dio un puntapié contra su propia meta. Carbajal se lanzó inútilmente. Autogol y 2 a 0. Cárdenas, recostado en el césped, abrió los brazos, y mortificado se tomó la cabeza hasta que “La Tota” fue a levantarlo.

Aunque todo se perfilaba para otra humillación, México sacó fuerzas. José Luis Lamadrid descontó a los cinco minutos, y desde ahí el equipo se fue al frente como una marabunta. A cinco del final, Balcázar batió con un derechazo a Françoise Remetter. Aunque procedentes del cercano Lyon miles de franceses atestaban las gradas repletas con 30 mil asistentes, el público helvético se entregó a los mexicanos al grito de «Bravo, Mexique!» El empate conseguido por el abuelo de Javier “Chicharito” Hernández hizo que en una coreografía eufórica los brazos suizos se agitaran.

Era pronto para festejar. A tres minutos del final, cuando todo indicaba que habría prórroga, la suerte de México. Vincent paró la bola a la altura del manchón penal y remató al arco. El defensa Narciso “Chicho” López, dos metros delante del arco custodiado por Carbajal, hizo lo inconcebible: más como Blue Demon que como un futbolista, lanzó todo su cuerpo sobre el balón. Por lo que se alcanza a percibir en la vieja filmación, sí fue detenida por su brazo. El árbitro español Manuel Asensi no lo dudó: penal. Kopa disparó al ángulo. Gol. Carbajal, colérico, con los pelos revueltos como un loco, pateó la pelota hacia el fondo.

Silbatazo final, México fuera de la Copa del Mundo… y hecatombe. Los mexicanos rodearon al árbitro Asensi para acribillarlo a reclamos. Romo, excitado, se precipitó sobre el español; parecía que iba a ahorcarlo. La policía observó al delantero e ingresó a la cancha para contenerlo. El traslado de los uniformados provocó un descuido del límite de las gradas, desde donde decenas de helvéticos saltaron a la grama para defender a sus nuevos hermanos mexicanos. «Querían golpear al árbitro», precisó el Esto. La policía ginebrina, en alerta máxima, creó una valla en círculos concéntricos para salvar al colegiado Asensi que seguía en riesgo 10 minutos después de acabar el partido.

A la zona de vestidores la invadió un enjambre de medios que buscaban testimonios. «No es justo, no tocó la pelota intencionalmente», declaró el técnico mexicano. El general José Manuel Núñez, jefe de la delegación mexicana, fue más allá: «el penalti fue un regalo del árbitro para los franceses». Y Emilio Echeverria, representante nacional ante la FIFA, anunció que protestaría oficialmente ante el organismo.

Indignada porque México quedaba en lugar 13 de 16 en la competencia -ganada finalmente por Alemania Occidental-, la prensa exigió justicia: «Los franceses fueron incapaces de vencernos; nos derrotó Asensi». «El villano fue Asensi». «Contra Asensi debe caer una tempestad como la del Sinaí».

Sediento de sangre, el clamor mexicano no se ponía límites. Hasta que llegó Pío Quinto, sabia pluma de El Fígaro: «Si pudiéramos sentar al señor Asensi en la silla eléctrica, su tomento no mejoraría un ápice nuestra capacidad futbolística. Lo juicioso es resolver el dilema que plantean las próximas contiendas internacionales. Si aceptamos participar en ellas ha de ser para tomarlas en serio, como algo más que una agradable aventura turística. Inventamos una selección a la hora de hacer las maletas y despedirnos de los amigos. La derrota internacional sigue siendo nuestro horizonte de perros».

Pero México no lo escuchó. Por siempre maldijo a Asensi y siguió reclamando por años, años y años: «¡No era penal!».

NúmeroJugadorPosiciónEdadEquipo
1Antonio CarbajalPortero25León
2Narciso LópezDefensa37Oro
3Jorge RomoDefensa26Marte
4Saturnino MartínezDefensa27Necaxa
5Raúl CárdenasMediocampista26Puebla
6Rafael ÁvalosMediocampista32Atlante
7Alfredo TorresDelantero30Atlas
8José NaranjoDelantero29Oro
9José LamadridMediocampista32Necaxa
10Tomás BalcázarDelantero29Guadalajara
11Raúl ArellanoDelantero30Guadalajara
12Salvador MotaPortero25Atlante
13Sergio BravoDefensa20León
14Juan GómezDefensa23Atlas
15Carlos BlancoMediocampista25Marte
16Pedro NájeraMediocampista27América
17Carlos SeptiénDelantero26Tampico
18Carlos CarúsDelantero19Toluca
19Moisés JinichDelantero26Atlante
DTAntonio López Herranz
Equipo de México

Texto escrito por Aníbal Santiago

Si quieres conocer otras historias del mundial Suiza 1954, te tenemos la versión turca de la eliminación de España por un volado. Fue escrita por Sebastián Alarcón y la puedes leer aquí. También del mismo autor tenemos la historia de Hungría y su fin a manos de los soviéticos en 1956. Haz clic aquí para conocer más.

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Aníbal Santiago
Escritor y periodista. Autor: México, Tierra Inaudita

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