Inequívocamente, en Merseyside reside una de las plantillas más cualificadas a nivel técnico-táctico de toda Europa. El equipo que arrasó pre-confinamiento, como ya viene siendo costumbre a lo largo de las últimas temporadas, supo encontrar las demarcaciones en las que necesitaba dar un salto cualitativo. Todas, excepto una; el centro de la zaga. Para ello, el club incorporó tan solo a tres futbolistas siguiendo el lema de “más vale calidad, que cantidad”: Konstantinos Tsimikas (13M | Olimpiacos), Thiago Alcántara (22M | Bayern München) y Diogo Jota (55| Wolverhampton). La plantilla parecía ser superior a las del resto del viejo continente; o, como mínimo, a la altura de las mejores. Pero, entonces, la plaga de lesiones hizo que la estructura se tambalease. Y sucedió, principalmente, porque la más grave coincidió con la que para Klopp era, es y será irremplazable; la de Virgil van Dijk.
Dadas las circunstancias y con el precedente de su sobresaliente encuentro en Stamford Bridge, maniatando a Timo Werner en la jornada 2, la solución tras la lesión del central neerlandés fue darle a Fabinho las llaves como defensa central, demarcación donde está superando con creces las expectativas. Pero lo cierto es que eso sucedió en la jornada 5, en Goodison Park, coincidiendo con la primera titularidad de Thiago. Y, aunque ya nunca sabremos cuáles eran las verdaderas intenciones de Jürgen con el hispano-brasileño, los primeros diez minutos de aquel fatídico encuentro, los únicos en los que coincidieron van Dijk, Fabinho y Thiago de inicio, el ex del Bayern comenzó como interior izquierdo del 4-3-3 y no como mediocentro.
Similitudes y diferencias entre el Bayern de Flick y el Liverpool de Klopp
Desde entonces, entre lesión y lesión, el mayor de los Alcántara ha actuado como `5´. En teoría, posición a la que, por características, por el momento en el que se encontraba su carrera y por venir de ser la pieza más cerebral –que no posicional– en el tramo final de temporada para Flick, parecía encajar como anillo al dedo en los planes de Klopp. De hecho, el equipo bávaro de la 19/20 y los reds tienen muchos aspectos del juego en común: necesidad de llevar la iniciativa ante rivales replegados, capacidad para contragolpear amenazando desde los tres carriles, salida de balón elaborada, dominancia física para ejercer una presión alta eficaz, profundidad por los contados, línea de cuatro adelantada e inamovible, `9´ inteligente en sus apoyos, extremos encaradores con tendencia a activar la diagonal fuera-dentro, o asimetría en sus laterales, con más explosividad por izquierda y mayor creatividad en derecha. Muchas cosas en común.
Se podría decir que Liverpool y Bayern no eran almas gemelas, pero sí los contextos más similares entre sí a nivel élite. Sin embargo, la principal diferencia entre ellos era el comportamiento de su mediocampo. Una demarcación en la que, por cierto, Thiago no se hizo con la titularidad hasta la lesión de Pavard y el sucesivo retorno de Kimmich hacia la demarcación de lateral derecho que venía abandonando para ser el acompañante de Goretzka en el doble pivote. Y aquí está el matiz importante, no solo por la diferencia entre el 4-2-3-1 característico de Flick (dos mediocentros más un atacante como Müller) y el 4-3-3 preponderante para Klopp (un mediocentro más dos interiores de largo recorrido), sino por los comportamientos de los mencionados tres centrocampistas. Es una certeza que Thiago Alcántara desembarcó en Liverpool en el momento de mayor reconocimiento individual de su carrera; pero, ¿por qué un matiz dentro de muchas similitudes puede afectar tanto al rendimiento del `6´?
Diferencias (19/20 ~ 20/21) con balón
Obviamente, la identidad de un equipo de este calibre, que venía de dinamitar innumerables récords colectivos a lo largo de la campaña pasada, se sustentaba a través de muchos mecanismos ya automatizados. La presencia de Thiago es un elemento que esclarece ataques y ha mejorado individualmente la capacidad del Liverpool para sortear presiones mediante su control orientado y/o giro, así como la atracción de miradas rivales para liberar a sus compañeros. Pero, también está asumiendo una cuota de balón mucho mayor. Y, lo más importante, lo está asumiendo en zonas diferentes.
A grandes rasgos, Thiago está pisando zonas más próximas a la portería rival, con un porcentaje de precisión mayor en el pase y promediando el doble de «key passes» (aquellos que acaban en disparo de un compañero). Cifras que reflejan, sin duda, mayor creatividad y mayor capacidad para dominar ataques posicionales. Sin embargo, el Liverpool no está funcionando mejor, por ahora, con un mediocentro cerebral como Thiago, en lugar de con un organizador como Fabinho.
Por norma general, los interiores/laterales están perdiendo protagonismo, el balón tarda más en llegar a los delanteros y estos disponen de menos espacio y tiempo para finalizar jugadas ya que la altura del mediocampo –especialmente de Thiago– suele ser superior a la que desempeñaba Fabinho el curso pasado. El equipo ya no transita tanto, vive asentado en campo rival con mayor frecuencia. Y, sobre todo, la distancia entre el mediocentro y Firmino cada vez es menor, con el hándicap de que el brasileño es un futbolista que necesita movilidad –y sus compañeros la agradecen–, además de una idiosincrasia que le lleva a «mediapuntear», a realizar más desmarques de apoyo (descensos), que movimientos en profundidad. Más allá de la notoria diferencia de dinámica y pegada red –antagónica a la de hace un año–, los datos del gráfico reflejan algunas novedades a la hora de atacar.
En salida de balón, Thiago puede aportar indistintamente salidas “lavolpianas” (mediocentro se incrusta entre centrales para que los laterales ganen altura), “lateralizaciones” (situándose en uno de los costados de los centrales) o recepciones a la espalda de la primera línea de presión rival. Es un perfil completísimo. Pero, aunque su ADN implique un aumento de la imprevisibilidad; los interiores como Wijnaldum, Milner o Henderson, al igual que Trent Alexander-Arnold, vienen perdiendo protagonismo con balón. Algo perfectamente corregible porque Thiago, en el Bayern, también tenía tendencia a acercarse al balón y no por ello reducía el impacto de Kimmich (como mediocentro o como lateral derecho), sino que lo potenciaba. El Bayern tenía –y tiene– un `XI´ muy definido, pero sus patrones de juego en mediocampo cambiaban bastante. Tanto a la hora de escalonarse como de distribuirse la zona ancha, Flick es más permisivo que Klopp a nivel posicional, otorga una mayor libertad en lo que a permutar carriles y alturas entre diferentes piezas se refiere.
Diferencias (19/20 ~ 20/21) sin balón
De la misma forma, sin balón, equipo y jugador también están acusando la diferencia respecto a sus contextos de la temporada pasada. El famoso «Gegenpressing», una obsesión para Klopp que explica gran parte de su éxito, se ha visto modificado por la presencia de un mediocentro como Thiago, mucho más impetuoso –tratando de anticipar más que de contemporizar– que Fabinho. Un arma de doble filo, que por un lado contribuye a intensificar la presión tras pérdida –con el beneficio que eso supone no solo por recuperar rápido el cuero, sino por hacerlo con el rival desordenado–, pero que por la otra puede partir al equipo aumentando el espacio entre líneas. Y eso sucede con otro hándicap adicional; los centrales de la 20/21 no tienen, ni las mismas condiciones, ni la lectura táctica para achicar esa zona cuando Thiago agrande el intervalo entre mediocampo y los zagueros.
En la otra dirección, el futbolista está echando en falta la presencia de un acompañante que le complemente, un socio con el que “jugar al balancín”, alguien que permanezca como guardaespaldas cuando él salga de posición, y viceversa. Porque, aunque este Liverpool tiene a Wijnaldum como perfil similar a Goretzka –jugadores que en ataque abarcan más metros a lo largo del campo que Thiago–, lo cierto es que, sin balón, el Goretzka mediocentro (4-2-3-1) y el Wijnaldum interior izquierdo (4-3-3) no tienen nada que ver. El alemán evolucionó mucho la pasada campaña en términos posicionales y, por mucho que sus highlights no estén en esa faceta, era un arma vital para liberar a Thiago en cada fase del juego. Más allá de las diferencias creativas entre Henderson/Milner –o incluso Oxlade/Shaqiri cuando parten desde la posición de interior–, todos ellos parten bajo la consigna de defender hacia delante en lugar de retroceder, su percepción del espacio poco tiene que ver tampoco con la del Joshua Kimmich mediocentro.
Segundo gran obstáculo en la era Klopp
Desde la llegada del técnico alemán en octubre de 2015, podemos diferenciar cuatro grandes etapas: la primera, correspondiente al asentamiento de unas bases sobre las que edificar; la segunda, el puro vértigo que convirtió al Liverpool en el equipo más fulgurante de Europa jugando a ritmos elevados; la tercera, la implantación de un estilo más paciente dado que ya era uno de los rivales a batir, al que muchos adversarios esperaban agazapados en su propio área; y una cuarta que parece estar comenzando en este momento. En ello, rodeado por otros factores, tiene mucho que ver la figura de un centrocampista sobresaliente en lo técnico, una figura que Klopp no ha tenido en la base de la jugada desde su aterrizaje en Anfield. Pero también tiene un alto protagonismo el “factor ansiedad”.
Este Liverpool se acostumbró a que ganar, e incluso arrasar, era lo habitual. Entonces llegó diciembre, el mes donde las sensaciones pesan más que nunca en la Premier League por la alta carga de calendario. Y, aún más si cabe, en esta atípica 20/21. En el cuarto encuentro consecutivo del Liverpool sin marcar, el Burney rompió una racha de 68 encuentros (1.369 días después) sin perder en casa para el equipo red, el segundo mejor registro en toda la historia de la primera categoría del fútbol inglés, desde los 86 (entre 2004 y 2008) del Chelsea de Ranieri, Mourinho, Avram Grant o Scolari.
Casualidad, o quizá no porque sucedió exactamente en las mismas fechas, esta es la segunda peor racha de resultados para el Liverpool en la era Klopp. El equipo suma ya cinco encuentros consecutivos sin ganar en Premier League, los mismos que vivió el Liverpool en enero de 2017. Y, por muy de moda que esté este otro dato, lo cierto es que resulta escalofriante: de los ocho partidos en los que Thiago ha sido titular, el Liverpool no ha ganado ninguno. Lejos de buscar maldiciones «Ramseyanas», llama la atención que uno de los fichajes estivales que mayores expectativas generaron, esté abriendo un debate tan amplio acerca de si su presencia en el césped mejora al Liverpool o si, incluso, lo empeora. Un tema que no debería incitar a juicios categóricos. Porque este Liverpool no es ni superior ni inferior con Thiago, es simplemente diferente.