Es siempre la misma canción con los mismos intérpretes. El contexto puede variar, las formas pueden cambiar, pero es sonar la música de la Liga de Campeones y nadie baila al ritmo que lo hacen los Toni Kroos, Luka Modric, Karim Benzema, Sergio Ramos (hoy ausente) y compañía.
En una defensa ferviente del empirismo, los jugadores del Real Madrid llevan años diciéndole a Europa que, cuando el reloj marca la hora y el balón de las estrellas echa a correr, ellos son los mejores. Y lo son simplemente porque se han visto en situaciones así con mucha más asiduidad que sus rivales. Zinedine Zidane ha hecho de su Real Madrid un equipo que no solo sobrevive al abismo, sino que es, justo ahí, donde alcanza su punto álgido.
No hay competición que agarrote más que la Champions League. Perder lo que tienes ganado genera un miedo atroz en la mayoría de los participantes, pero los jugadores del Real Madrid se han apropiado de ese miedo para tiranizar las noches europeas en los últimos años. En la noche de ayer, pese que el escenario era un Alfredo Di Stefano vacío y no un Santiago Bernabéu abarrotado, el Real Madrid dio un golpe sobre la mesa mostrándose muy superior al Liverpool de Jürgen Klopp.
Sorprendió el entrenador alemán saliendo de inicio con Naby Keïta en el lugar de Thiago Alcántara en el mediocampo, además de mantener a Fabinho como mediocentro, pagando el peaje de alinear al inexperto Nathaniel Phillips en la defensa. Fue ahí, en esos nombres, donde se explica gran parte de la inferioridad red en la noche madrileña. El centrocampista brasileño no hizo, para nada, un mal partido, pero tampoco logró dominar todas las segundas jugadas y los balones divididos como venía haciendo, siendo esa una de las claves que explica la superioridad blanca.
Por otra parte, la espalda de Nathaniel Phillips a campo abierto fue el lugar que encontró Vinícius Junior para completar su mejor día como futbolista. Con sus rupturas de fuera hacia dentro, presentando una gran capacidad de control orientado y velocidad sostenida en carrera, el joven brasileño hasta demostró instinto asesino en los últimos metros, finalizando con dos goles y quitándose su gran espina a la hora de materializar todo lo que produce.
Esos problemas de Phillips defendiendo su espalda y no apareciendo en las coberturas a Alexander-Arnold fueron claves para explicar el resultado. Por el otro lado, fue el turco Ozan Kabak el encargado de apagar muchos fuegos apareciendo en coberturas y siendo sólido en duelos a campo abierto.
El Liverpool apenas logró tener secuencias de pases en el primer tiempo y asentarse en campo rival. Sus presiones eran fácilmente giradas por unos Toni Kroos y Luka Modric excelsos en el apartado asociativo. El Real Madrid viajaba junto con balón, hundía a los ingleses en su campo, y tenía una buena contrapresión fruto de lo comentado, limitando las salidas en transición de Salah, Mané y Jota. Nacho Fernández y Éder Militao estuvieron contundentes saliendo de zona y anticipando, especialmente el español. Además, Ferland Mendy sumó acciones defensivas claves, tanto en transición como en posicional, donde se impuso en más de una ocasión a Mohamed Salah, y Casemiro cortó varias contras del rival apareciendo en coberturas.
Fruto de la inferioridad, Klopp incluso realizó un cambio en el primer tiempo, asumiendo su error y dando entrada a Thiago Alcántara, el teórico habitual, fichaje estrella del último verano y que venía de una grandísima actuación contra el Arsenal. Con el hispano-brasileño sobre el campo, el Liverpool sumó tramos más largos de posesión e incluso logró buenas progresiones desde atrás girando al rival, como en la acción del 2-1, donde Wijnaldum sale bien en conducción desde atrás. Con ese gol, los de Klopp cortaban el moméntum a los de Zidane que veían como, tras minutos de clara superioridad, la eliminatoria se encontraba abierta.
Sin embargo, la experiencia les hizo inmunes a la presumible caída de ánimo y, a partir de Kroos dirigiendo (asustadiza su precisión en pases largos y cambios de orientación) y los descensos de Karim Benzema en apoyo, sacando a su par de zona, volvieron a ganar metros sobre el campo hasta finalmente encontrar el 3-1, en una acción de saque de banda muy mal defendida por el conjunto red.
Se fue a la ofensiva Klopp retrasando a Fabinho al centro de la defensa y juntando a 4 atacantes (Shaqiri, Mané, Firmino y Salah), y a Zidane no le acabaron de salir bien los cambios, pues Fede Valverde y Rodrygo apenas lograron replicar el impacto de Vinícius a campo abierto, pero aún así apenas sufrieron. El Liverpool incluso logró instalarse en campo rival, pero le faltó velocidad en la circulación y contundencia en los duelos para girar al rival y hacerle sentir miedo. Tan solo algún envío súper preciso de Alexander-Arnold por fuera o de Thiago conectando por dentro, inquietaron el edificio construido por Zinedine Zidane.
Tras dos años decepcionantes cayendo en octavos (y con contundencia), con la herida de la marcha de Cristiano Ronaldo todavía abierta, el Real Madrid tiró de grandeza para reencontrarse con su esencia más pura. Cuando suena el himno de la Champions en los meses de abril y mayo, el dominio que tienen los jugadores del Madrid en cada acción, reviviendo sus glorias pasadas, es inalcanzable para el resto de contendientes. El bucle infinito es el Real Madrid tiranizando la Champions League.