La tragedia de Port Said y la crisis política en Egipto

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مرحبا! عمل ايه؟ (Merhaba! 3aamel eyh?) No importa donde vayas en Egipto, estas palabras te acompañarán siempre, aún si te toca un acento usado con frecuencia para cuestiones cómicas. Espero que estés bien. La vez pasada estuvimos hablando sobre el derbi más importante de Egipto, África y Medio Oriente. Ha llegado ahora el momento de terminar nuestra estancia en este país y lo haremos con un evento que cambió al futbol egipcio tal y como lo conocemos. Y de nuevo, la política y el dolor fueron los protagonistas.

Recomendación musical 1

La década pasada fue convulsa para todo el Medio Oriente. Desde Túnez empezaba la primavera árabe. Por supuesto esos vientos demandantes de cambio llegaron a Egipto, causando la Revolución Blanca. La música que se componía en esas fechas era apenas un reflejo del descontento. Por ejemplo, te traigo a Youssra El Hawary (يسرا الهواري). Con su acordeón sacude el mundo de la música independiente y da un mensaje de protesta. Aquí está El Soor (السور, El muro), una crítica hacia el poder militar en 2012.

Vamos al tema de hoy.

Querétaro vs. Atlas, la pelota se manchó

El futbol mexicano de pronto se vio inmiscuido en la violencia que aqueja los estadios en Sudamérica o en Europa del Este. El estadio Corregidora en Querétaro de pronto se veía invadido por aficionados enfundados en una casaca rojinegra en la tarde del 6 de marzo de 2022. Era una persecución sin cuartel para que aficionados a los Gallos Blancos pudieran infringir el mayor daño posible a simpatizantes fieles del Atlas. Fuentes extraoficiales hablaban incluso de 17 muertos, aunque al poco tiempo se desmintió dicha cifra.

Las razones detrás de esta rivalidad Querétaro vs. Atlas yacen desde mediados de la década de 2000 cuando ambos equipos libraban auténticas batallas para no descender a Primera División “A”, el segundo nivel del balompié mexicano. Luego, la afición atlista compensaba los malos ratos de su escuadra con pasión intimidante en las gradas, principalmente la Barra 51. Y los Gallos Blancos, a través de la Resistencia Albiazul, también eran conocidos por su fiereza, en especial en los duelos en el Bajío y contra su otro rival, el San Luis. Si bien el Atlas vs. Querétaro estaba lejos mediáticamente de los clásicos más violentos del futbol mexicano (el capitalino, el de Monterrey, el del Bajío, el tamaulipeco o el tapatío), también atraía dispositivos policiacos nada despreciables.

Lo que cambió en esta ocasión fue el modus operandi de la afición queretana. No fueron escaramuzas en una grada específica, sino una persecución verdadera, una trampa que pudo haber sido mortal. Y aún más: videos que mostraban a miembros de la Barra 51 desnudados, exhibidos como trofeos por la Resistencia Albiazul. Ya no era solamente contra los de la barra enemiga; era contra todo aquel que portara la camiseta rojinegra. La hecatombe se desató desde el minuto ‘60, cuando Atlas ganaba 1-0.

Las especulaciones sobre las razones verdaderas por las cuales ocurrió este desaguisado son muchas. Quiero mencionar tres de ellas: la primera razón habla de una lucha entre cárteles, más en específico el Huachicoleo (ligado a Querétaro e Hidalgo) y el Cártel Jalisco Nueva Generación. Esto calza en un contexto con la peor violencia en México en los últimos años y la inactividad del gobierno central contra el narcotráfico. También cabe la versión de un ataque orquestado desde el gobierno central a Querétaro, único estado donde el partido oficialista (Morena) no logró obtener mayoría, donde la oposición retuvo el gobierno y donde ha habido una mayor calidad de vida en toda la república. El otro fue más sutil. Era una trampa para que la novel directiva del Querétaro resultara culpable y el equipo regresara sin mayor resistencia a sus originales dueños, Grupo Caliente. También puede ser creíble por la organización y jerarquía dentro del futbol mexicano.

Lo cierto es que no es algo aislado en el futbol. Diversas latitudes ha tenido problemas con la violencia en las gradas. La desorganización en la final de Champions League en Saint Denis es un ejemplo, pero hay otros que incluso han desembocado en muertos. Episodios como Grecia o la ex Yugoslavia dan fe al respecto. Pero lo que sucedió en Egipto sucedió en un contexto de un cambio político que dio al traste con un gobierno sempiterno. Hablo de la tragedia de Port Said.

La cultura ultra en Egipto

En todo este tiempo te he hablado de que el futbol en Egipto tiene la característica especial de pasión a prueba de decepciones y un inconmensurable componente político. Sucede que desde 1981 estaba en el poder Hosni Mubarak (حسني مبارك). Es cierto, devolvió a Egipto a la Liga Árabe sin descuidar el papel mediador tanto en el conflicto Israel-Palestina como en la Guerra del Golfo, sin olvidar el crecimiento económico sostenido que tuvo durante mucho tiempo.

Sin embargo, todo se va al garete cuando vemos el precio a pagar por parte de la sociedad egipcia. Desde que llegó tras el asesinato de Anwar Sadat (أنور السادات), se dedicó a minar poco a poco todos los contrapesos que tenía en el aspecto político y religioso. Había un régimen de partido único, extendiendo su presidencia con referéndums. Su pasado castrense en la fuerza aérea le garantizaba protección de las fuerzas de seguridad, conocidas en su mandato por la brutalidad con la que trataban a la población. Desde la guerra de los seis días en 1967 no se levantaba el estado de emergencia… y él era el menos interesado en levantarlo. Y con un régimen tan centralizado, la corrupción estaba a la orden del día. Ya ni hablamos de la libertad de expresión.

Curiosamente, ese régimen unipartidista le había quitado todo el interés del egipcio de a pie por la política. ¿Para qué preocuparse si las cosas estarían igual? Es por ello que ese vacío era ocupado de manera natural por el futbol. Y por ello, al-Ahly y Zamalek se erigían como los partidos políticos por antonomasia, y encarnaban la polarización de la sociedad en Egipto.

Es así como vamos a 2007, en plena decadencia del régimen de Mubarak. La economía simplemente no levantaba y la represión estaba a flor de piel. El futbol tampoco estaba pasando por un buen momento. Era el deporte más popular, pero había una desorganización tremenda y tenía que haber un golpe de timón. Es aquí donde entra a escena Amr Fahmy (عمرو فهمي), hombre de una familia de El Cairo con abolengo en el futbol. Estudió Administración del Deporte en Milán más la maestría de la FIFA en administración, derecho y humanidades del deporte en la Universidad de Montfort en Leicester, Reino Unido. 

Donde recibió la mayor influencia fue en Italia. Quedó enamorado de todo el movimiento ultra que veía en San Siro, la cuna de estos grupos de futbol: desde las canciones hasta la pirotecnia. A su regreso a El Cairo, decidió exportar todo eso al club de sus amores, al-Ahly. Es así como en 2007 fue de los fundadores de los Ultras Ahlawys. Esto era de noche; de día hacía sus prácticas profesionales en las oficinas de la CAF, con sede en El Cairo. Su nacimiento fue en uno de los derbis contra Zamalek: lo primero que hicieron fue sacar una tela gigantesca con un diablo rojo, un pastel de cumpleaños y en grande un 1-6, mofándose del 6-1 que les endosaron en 2002.

Rápidamente ese grupo fue pasando de equipo a equipo. Zamalek tampoco se quedó atrás y por eso se formó el grupo Ultra White Knights. Aquí se canalizó toda la violencia y odio. Todos los ultras se daban con todo en los partidos y se vaciaban las calles cuando jugaban. Los derbis eran una especie de Navidad para ellos. Sin embargo, el odio por la policía era más fuerte que el odio por el rival. Típicamente los ultras desafían a la autoridad, más cuando tienes el lema ACAB, All Cops Are Bastards (Todos los policías son bastardos). Se curtieron con batallas con policías, y el enfrentamiento con una de las fuerzas de seguridad más brutales era suficiente para ser considerado como un entrenamiento.

En cuanto surgieron los grupos ultra, el gobierno los miró por encima del hombro. Los veía como simples hooligans, pero no como una amenaza política, así que los dejó crecer. Y así comenzaron a crecer y crecer, a veces hasta en una tasa exponencial. Los ultras eran el único lugar donde había una democracia y estaba abierta a todos los jóvenes: hombres y mujeres, ricos y pobres, religiosos y seculares, cristianos coptos o musulmanes. Todo bajo el liderazgo carismático de Fahmy, quien se disfrazaba como casual y usaba el seudónimo de Assad.

En 2011 Mubarak comprendió que cometió un grave error al subestimarlos.

Egypt on fire: el fin de la dinastía Mubarak

A finales de 2010, en Túnez, un vendedor de verduras llamado Mohamed Bouazizi (محمد البوعزيزي) se inmoló prendiéndose fuego por tanta impotencia cuando le confiscaron toda su mercancía. Así comenzaba la llamada Primavera Árabe (الربيع العربي) que llegó a deponer a líderes autoritarios como Zine El Abidine Ben Ali (زين العابدين بن علي), que retuvo la presidencia de Túnez durante 23 años. El éxito le valió replicar por todo el Medio Oriente esas protestas, con la esperanza de acabar con el viejo régimen.

Sería iluso decir que esa fue la chispa que detonó todo en Egipto. Cinco meses antes, la juventud en Egipto había protestado por la muerte de un chico llamado Khaled Said (خالد سعيد). Los reportes oficiales decían que se había ahogado al inhalar hachís. ¡Una burla! En realidad se dieron a conocer imágenes donde se veía golpeado hasta morir por parte de la policía. Said se volvió el símbolo de la impunidad policial, que ya era insoportable para ese entonces. La ira estaba en el pueblo egipcio, primero en el internet, luego en las calles.

Es así como se llegó al 25 de enero de 2011, el Día del Policía en Egipto. Era el día perfecto para protestar por los abusos de autoridad. Todos ya estaban hartos y tenían derecho a expresarse, y con mayor razón todos los integrantes de los ultras, en la mira siempre. Ellos tomaron una decisión astuta: irían separados, pero todos se reunirían en la plaza Tahrir (ميدان التحرير), a unos metros del puente Qasr El Nil (قصر النيل). Y de pronto la policía se encontró con una muchedumbre dispuesta a defenderse.

Ahora bien, había mucha gente de los que ahí se habían reunido que apenas asistía a su primera manifestación, y casi ninguno de ellos tenía experiencia en este tipo de confrontaciones con la policía. Es por ello que necesitaban alguien que ya estuviera acostumbrado a esas batallas. Los ultras eran la respuesta. Sabían qué hacer para contrarrestar los efectos del gas lacrimógeno o bien podían saber cómo contener a toda su artillería. De pronto, todas esas canciones ideadas en la Curva Norte del Estadio Internacional El Cairo cundían como canciones revolucionarias. Ahora tenían un aliado que ayudaba a masificar las protestas: el internet

El gobierno intentó sabotear las protestas cortando el internet. No funcionó. Siguió creciendo el clamor popular: “¡Muera el mal gobierno! ¡Muera la corrupción! ¡Fuera Mubarak!”. A los 18 días, Hosni Mubarak había renunciado como presidente de Egipto. ¡Victoria para el pueblo! ¡Esos 30 años habían llegado a su fin! Este movimiento fue conocido como la revolución del 25 de enero (ثورة ٢٥ يناير), o revolución blanca (الثورة البيضاء). Todas las imágenes de los Ultra Ahlawys (banderas, música) eran ahora la vida imagen de una revuelta. Era muy parecida a la situación en la que los ultras de los tres grandes del futbol turco contribuyeron a las protestas en la plaza Taksim de Estambul (más información aquí)

Lo que pocos sabían es que la lucha no solamente no había terminado, sino que se recrudecería.

La liga hasta ese momento

No regresó la democracia de inmediato, sino que el ejército se quedó resguardando el orden hasta que se celebraran las elecciones al año siguiente. Mientras tanto, el ambiente seguía enrarecido. El futbol quedó también con efectos secundarios. Por la revolución blanca no hubo los tres descensos de rigor, pero habría sido injusto que tampoco hubiese una promoción hacia la primera división. Por ello, el campeonato egipcio aumentó de 16 a 19 equipos.

En cuanto a los Ultras Ahlawys, todos seguían cantando consignas revolucionarias y antigobierno, y les daba confianza que ahora eran la cara visible del descontento de la gente. Ese mismo pueblo había despertado de la apatía política y ahora se involucraba más y más con el proceso democrático de cara a las elecciones de 2012. Por cierto, había revivido el movimiento suní y tradicionalista de la Hermandad Musulmana (الإخوان المسلمين), que a través del recién creado Partido de la Libertad y Justicia (حزب الحرية والعدالة) se había llevado casi la mitad de los votos en las elecciones parlamentarias ese año y estaba con grandes posibilidades de ganar con Mohamed Morsi las presidenciales.

En la liga de Egipto se estaba dando una sorpresa mayúscula. Después de mucho tiempo estaba a la cabeza Alejandría, no El Cairo. Y no era el club tradicional de esa ciudad, El Ittihad, sino Haras El Hodoud (حرس الحدود). Tenía un gran récord de 12 ganados, un empate y solamente una derrota, para dar 37 puntos, uno más que al-Ahly. Para la jornada 17, los Diablos Rojos debían ir a Port Said para jugar contra al-Masry (المصري) para recuperar la punta, mientras que Horus necesitaba forzosamente vencer para que no se le fuera el tren de la Copa Confederación al menos. Los Ultras Ahlawys se dispusieron a viajar al estadio Port Said, con fama de infierno: no son precisamente bienvenidos tanto ahí como en Ismaily. Poco imaginaban que ahí se haría realidad esta metáfora.

El día de la tragedia

Tan pronto como llegaron a la estación de tren Port Said se prepararon para las revisiones de rutina en busca de objetos prohibidos. No hacía falta. Por la mala fama de los ultras, y por estar en el ojo del huracán por los acontecimientos del año anterior, era mejor que no dieran motivos para que la policía se ensañara con ellos. Para su sorpresa, no había ningún policía haciendo esa labor, ni siquiera había alguien que revisara si tenían boletos. ¡Bueno! ¡Una cosa menos de qué preocuparse! ¿O no?

Esa falta de policía a las afueras del estadio Port Said también dejaba pasar con cierta facilidad a los fans de al-Masry, pero muchos de ellos fueron directo a la cancha y no a las gradas. Eso causó que el partido se atrasara cuando menos por treinta minutos. Por cierto, había ciertas provocaciones de los locales, pero eran gajes del oficio. ¡Qué equivocados estaban! Por ahí apareció una manta en inglés: “We are going to kill you all”. ¿Para la prensa internacional o para al-Ahly? ¡Qué raro que haya un mensaje así en inglés! Debería estar por lo menos en árabe.

Bueno, había partido que jugar. Rápidamente al-Ahly se puso arriba con gol de Fábio Júnior. Los Ultras Ahlawys cantaban y cantaban las canciones de esa revolución que ya estaba por cumplir un año. No cualquiera causaba que cayera un hombre que había gobernado durante treinta años. Los de al-Masry comenzaban a abandonar el estadio, conscientes de que llevaban una racha de cinco encuentros sin ganar. Lo que poco imaginaban es que poco a poco entraban personas que no parecían hinchas de al-Masry, parecían de mayor edad. Ellos habían traído todo objeto que podía ser arma: palos, piedras, bengalas, botellas… hasta cuchillos. Eso no lo veían, como tampoco vieron que la policía comenzó a soldar las salidas donde estaban los Ahlawys.

Acababa el primer tiempo y los hinchas de al-Masry comenzaron a lanzar objetos al campo. Esto empezaba a tomar tintes extraños, pero para mal. ¿Por qué ellos podían traer objetos y nosotros no? Cosas que suceden, pensaron. De todos modos, había un mal presentimiento. Volvió el segundo tiempo y en la cancha el DT de los Diablos Rojos, el portugués Manuel José no sabía qué hacer para contrarrestar la agresividad de Horus, en particular de su delantero Moamen Zakaria (مؤمن زكريا) de escasos 24 años. 

Su gran actuación certificada con un doblete, combinada con la expulsión del mediocampista Hossam Ghaly allanó la remontada a 3-1; ni el ingreso del crack Aboutrika ayudó. Pero algo sucedía. Cada que metía gol al-Masry la gente iba a celebrar con ellos al campo. Esto tenía pinta de que no terminaría bien. Y así acababa el encuentro. El Zamalek había dejado escapar una oportunidad de oro para mantener el liderato.

En cuanto acabó el partido se confirmaron los malos augurios. De pronto todos los Ultras Ahlawys comenzaban a ser perseguidos por esos hinchas de dudosa procedencia. Les arrojaban objetos y bengalas. Intentaron huir por las puertas donde ingresaron, pero estaban soldadas. No hubo más remedio que ir a la cancha o ya en la desesperación a los vestidores de al-Ahly. En el interín, se desataron batallas campales donde el objetivo era matar a los Ahlawys. ¿Y la policía? No podía o más bien no quería actuar para protegerlos. Tres horas duró la catástrofe. En total se contabilizaron 74 muertos: 72 ultras ahlawys, un guardia de seguridad y un fan de al-Masry. Las muertes fueron por razones que van desde apuñalamientos, traumatismos por golpes, asfixias… Y la cifra de heridos rebasaba el millar.

Se barajaron muchísimas hipótesis sobre la razón detrás de esta masacre. Digamos que el gobierno ya tenía en la mira a los Ultras Ahlawys por su labor activa en la revolución del 25 de enero. Otra razón es que era algo preparado para mostrar que esto no habría sucedido con Hosni Mubarak en el poder. ¡Es que qué casualidad que el crimen comenzó a aumentar en la semana previa a ese fatídico 1° de febrero de 2012! Por ejemplo, en el destino turístico de Sharm el-Sheikh asaltaron una casa de cambio de divisas y se cargó la vida de un turista francés. 

¿Qué pasó después?

73 personas fueron halladas culpables por los hechos sucedidos, entre ellos nueve policías y dos oficiales de al-Masry en un juicio en Port Said en 2013. 21 de ellos recibieron la sentencia de muerte, cinco tuvieron cadena perpetua, y el resto recibió penas que iban desde los cinco hasta los 15 años en prisión. Tras apelaciones, en algunos casos sus escarmientos fueron reducidos. En un país lleno de impunidad era algo esperado.

En el parlamento dijeron que acababa de ocurrir la peor tragedia del futbol egipcio en la historia, y la vara estaba muy alta con tantos desmanes. Este acontecimiento funesto sucedió justo antes de un Zamalek contra Ismaily, y en solidaridad se pospuso el partido. Luego otro, luego otro más, hasta que se pospuso toda la jornada 17. Aboutrika vio morir a aficionados en su vestidor y quedó tan marcado que decidió retirarse del futbol. Por la inminente participación de Egipto en Londres hicieron lo imposible para convencerlo de que regresaran, y lo lograron.

Tras dos fechas más que no se disputaron la situación era ya insostenible en logística porque la selección de Egipto debía prepararse para los Olímpicos de Londres y las eliminatorias a la AFCON 2013, por eso se tomó la decisión de cancelar toda la temporada. La temporada siguiente se disputaría, pero las protestas sin fin llevaron a otra cancelación más. En realidad, la cabeza no estaba en el juego, sino más bien en que triunfara la revolución. Cuando todo parecía indicar que el futbol egipcio regresaría con aficionados para el 2014, una nueva tragedia en un Zamalek vs. ENPPI volvió a apartar a la gente del futbol, salvo para partidos internacionales y de la selección. Eso más la pandemia hizo que los estadios volvieran a abrir sus puertas hasta 2021. ¡Imagina 10 años sin poder asistir a ver a tu equipo favorito!

Los ultras tuvieron una decadencia lenta y dolorosa. La tragedia de Port Said quedó en la psique colectiva del futbol – apoyar a tu equipo podía costarte la muerte. Los políticos empezaron a adueñarse de todas las estrategias que llevaron a los Ahlawys a ganarse la simpatía de toda la población. Eso explica en parte el triunfo de Mohamed Morsi (محمد مرسى) para la presidencia en 2012. Como no pudo satisfacer sus demandas iniciales, las protestas aumentaron y sufrió un golpe de estado tras solamente un año. Así fue como llegó al poder el antiguo director militar de inteligencia, Abdel Fattah El Sisi (عبد الفتاح السیسی).

Como los ultras ya no eran necesarios, comenzaron a recibir una reputación de ser violentos e inadaptados. En 2015 pasó una iniciativa de ley que tildaba a estos grupos de animación como terroristas. Quien la propuso fue Mortada Mansour (مرتضي منصور), presidente del Zamalek y un aliado incondicional de Hosni Mubarak. Así, los ultras ahlawys muieron en 2018. La venganza estaba consumada de esta manera.

No todo fue malo. Amr Fahmy logró dejar una huella en la CAF al exponer los casos de corrupción y de abuso sexual de su presidente, el malgache Ahmed Ahmed. Claro, le costó su trabajo, pero pudo ventilar a uno de los nombres clave dentro del esquema FIFA (más información aquí). Llegó a estar en la pelea por la presidencia de dicha confederación, pero un cáncer cerebral le arrebató la vida en 2021. Hasta que murió pudo saberse todo lo que hizo encubierto para darle la expresión ultra a al-Ahly.

Tragedias como el asesinato de un aficionado búlgaro en el derbi de Salónica del futbol griego, tragedias como las batallas campales en la liga argentina y serbia, tragedias de racismo en el Lazio vs. Roma o tragedias inesperadas como el Querétaro vs. Atlas han teñido al balón de sangre y han mostrado la fragilidad con la que rompe el ambiente familiar de este deporte que amamos. La tragedia en Port Said fue la cara futbolística de la crisis política de Egipto y cambió al futbol tal y como lo conocemos. ¿Vale la pena perder la vida porque el contrario odia a tu equipo favorito? Usar al futbol como venganza política termina por pervertir su práctica y genera cicatrices que se pueden reabrir con un paso en falso.

Fuentes

The Guardian. Egypt, football and revolution. YouTube. 11 de julio de 2011
al-Jazeera. Egypt’s hardcore football fans – Ultras. YouTube. 17 de marzo de 2021
Tifo Football. Soccer’s Secret Revolutionary. YouTube. 25 de marzo de 2021
Villalobos Vidal, Ubaldo. Querétaro vs. Atlas: crónica de una tragedia y un día negro en el fútbol mexicano con muertos. Depor. 6 de marzo de 2022
Khaled, Nadine. Egyptian Football Fans to Return to Stadiums After a 6-Year Ban. Egyptian Streets. 13 de octubre de 2021.
Ashour, Sara. From Rivalry to Riot: What Went Wrong in Port Said. Atlantic Council. 17 de febrero de 2012
Moustafa, Adam. Murder in Port Said – The day a revolution turned cold. KingFut. 10 de febrero de 2012

Después de estar cinco textos hablando de futbol en Egipto, ha llegado el momento de seguir recorriendo todo el futbol árabe. Port Said es un puerto en la ribera oriental del canal de Suez. Esta obra de ingeniería marcó un punto clave en el comercio mundial para que los barcos pudieran entrar de Asia a Europa sin tener que rodear África. Ahora que vamos hacia el Mar Rojo, bordeamos Egipto, Sudán, Eritrea, y así llegamos a otro país árabe muy pequeño llamado Djibouti. Es apenas una comparsa en el futbol de selecciones (apenas pasó por primera vez una eliminatoria en 2019), pero un club de su liga llamado Arta/Solar 7 ha dado golpes en la mesa con contrataciones como Alex Song, ex Barcelona. Esta historia te la traigo la siguiente semana.

Recomendación musical 2

Fuera de la típica escena musical egipcia hay artistas que quieren hacer las cosas bien, y cuando fue la crisis política empezaron a emerger voces disidentes. Por ejemplo, está el dueto Scarabeuz y Omima que cantan Tahya Masr (تحيا مصر, Viva Egipto).

Recapitulemos

30 años de un régimen autocrático brutal de Hosni Mubarak llevaron a que el futbol tomara el lugar de la política en la preocupación de la sociedad egipcia. al-Ahly y Zamalek eran una especie de sucedáneos de partidos políticos. Amr Fahmy usó su experiencia en Italia para fundar en secreto un grupo ultra para al-Ahly, Ultras Ahlawy. Originalmente eran apolíticos, pero poco a poco comenzaron a canalizar el descontento. Su participación fue clave para causar la renuncia de Mubarak en 2011. Esto no quedaría así. Un año después fueron emboscados en el estadio de Port Said en un encuentro contra al-Masry, causando 74 muertos y más de 1000 heridos. Esta tragedia causó que se suspendieran dos temporadas de la liga egipcia y que las aficiones no regresaran sino hasta 2021. Los ultras comenzarían a perder relevancia conforme eran menos necesarios para el poder y en 2015 fueron considerados terroristas. Amr Fahmy logró exponer la corrupción en la CAF, pero falleció de un tumor en el cerebro.

Nos vemos la siguiente. Terouh wi terga3 bissalama! (تروح وبترجع بالسلامة!)

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Sebastián Alarcón
Soy Sebastián Alarcón, tengo 31 años. Aspiro a ser polímata. Junto futbol con geopolítica, sociedad, cultura, idiomas e historia y le agrego música para explicar el mundo. Escribo de futbol de la FIFA y fuera de ella. Si sientes la décima parte de lo que siento al escribir, mi misión está completa.

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