Un nuevo sol: el siguiente paso en el proyecto de Japón

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A estas alturas de la década, a nadie le es indiferente la Japón que ha construido el cuerpo técnico de Hajime Moriyasu (Japón, 1968). Sus categóricas y justas victorias en la Copa del Mundo de Qatar 2022 frente a Alemania y España, así como las goleadas que ha propinado durante 2023 a varias buenas selecciones (Alemania de nueva cuenta, Turquía, Canadá) le han puesto en alta estima en el panorama mundial. Un estilo de juego electrizante tanto con balón como sin él, pero a la vez camaleónico para adaptarse a momentos del juego específicos, sumado a una gran calidad individual y experiencia de élite, les pone como una de las selecciones más divertidas del orbe.

Sin embargo, tienen una cuenta pendiente, la del éxito incontestable en justas internacionales. Cuando Dominik Livaković (Croacia, 1995), en medio del mes de su vida, atajó su tercer penalti en los Octavos de Final del pasado Mundial, Japón volvió a quedar eliminada en el mismo punto en que se habían quedado otras tres versiones niponas en la historia: 2002, 2010 y 2018, cuando Moriyasu era parte del cuerpo técnico como segundo al mando. La admiración hacia su juego no les permitió lograr lo que nunca ha logrado una selección japonesa: los cuartos de final.

Decepción similar ocurrió casi cuatro años antes, en Emiratos Arabes Unidos, la sede de la Copa Asiática del 2019. Los japoneses, máximos ganadores de la competición, llegaban como favoritos para alzarse con la copa tras una actuación buena entre comillas en Rusia 2018 y con una combinación interesante entre dos generaciones doradas. Los referentes eran Maya Yoshida, Yuto Nagatomo y Hiroki Sakai en la línea defensiva; caminando hacia la puerta de salida iban los Shibasaki o Haraguchi, mientras tomaban relevancia los Tomiyasu, Endo, Minamino o Doan. Ellos hacían pensar en volver a tocar metal después de ocho años, y aunque llegaron a la final con un torneo convincente, la sorprendente y animosa selección de Qatar les privó del máximo privilegio. 3 a 1 en el último partido del torneo y el avión de regreso a las islas no tuvo peso extra.

Por ello, en este enero de 2024, y también febrero, para ser más precisos, la Japón de Moriyasu tiene una nueva oportunidad de dar el golpe definitivo en la mesa de la prensa, la afición resultadista y la historia que queda en la mayoría de libros. En estos días, contará con otra chance un golpe moral de cara a la Copa del Mundo 2026 y sostener un proyecto que cumplirá seis años el próximo julio. Para ello no hay otra opción que la victoria total, porque ganar es una fuerza, es inercia, y los equipos ganadores siempre están mas cerca de volver a ganar

Ya no estarán los grandes veteranos. No jugará el capitán Yoshida, así como los laterales Nagatomo y Sakai; tres cuartas partes de la línea defensiva en Qatar 2022 dieron un paso al costado después de la máxima justa, y ahora las riendas las llevarán los que otrora eran revelaciones. Así es el camino de la vida y el fútbol. El paso adelante que ha dado Wataru Endo (1993) esta temporada jugando en Liverpool, así como la constancia de Takehiro Tomiyasu (1998) en Arsenal o el regreso la regularidad de Takumi Minamino (1995) con Mónaco y la propia selección japonesa se perciben claves en el rendimiento que pueda tener el equipo en esta nueva edición del torneo continental que, curiosamente, les trae de regreso a Qatar.

A ellos se les ha sumado jugadores de nivel competición europea, como el delantero Daizen Maeda (1997, jugador del Celtic), mediocampistas como Junya Ito (1993, Stade de Reims) o Hidemasa Morita (1995, Sporting de Lisboa). También se añadieron los defensores Hiroki Ito (1999, Stuttgart), Yukinari Sugarawa (2000, AZ Alkmaar) y el meteórico sub capitán Ko Itakura (1997, Borussia Monchengladbach). Hay muchas opciones para ese 4-2-3-1 tan fluido según convenga de acuerdo al rival. Por tanto, va a ser inolvidable el intervencionismo de Moriyasu durante el último Mundial teniendo fases con en 4-4-2 o 4-2-4 durante los partidos, o afinando sus planes iniciales mandando líneas de tres centrales más carrileros o doble mediapunta. Esta será una nueva oportunidad para volver a ver al gran entrenador condicionando a sus rivales y avanzando con confianza durante el torneo. Tanta calidad hay en el banquillo y plantilla, que la convocatoria oficial no incluyó a Daichi Kamada (1996, Lazio), que pese a estar teniendo mal momento con su club había sido importante en los últimos años. Tampoco ha entrado a Ao Tanaka (1998, Fortuna Düsseldorf), aunque de este se dice que es debido a temas de mercado y una posible transferencia para ser compañero de Kamada.

Después de todos estos nombres, aún no mencionamos al último as que sigue debajo de la manga del cuerpo técnico de Moriyasu: el radiante Takefusa Kubo (2001, Real Sociedad). Si ganar la copa continental o pasar a cuartos de final del Mundial es el debe tangible de este proyecto, integrar de forma orgánica, constante e incremental a una de las estrellas de La Liga española al once titular del equipo es la deuda intangible que se debe saldar. Cuando pasen una o ambas cosas, seguramente hablaremos de Japón en una nueva escala. Su proyecto a largo plazo habla de ganar el Mundial en 2050 y llegar a semifinales en el 2030; van por un excelente camino.

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