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El Liverpool goleó por 0 a 5 al Manchester United en Old Trafford en un clásico de Inglaterra que perdurará en la memoria de ambas aficiones por mucho tiempo. El encuentro, que tuvo muchísimo de emocional, se decidió en una primera parte repleta de errores no forzados en la que los de Jürgen Klopp, que fueron superiores pero sobre todo golpearon con más fuerza, pusieron al Manchester United de Solskjaer contra su propio espejo. A la hora de la verdad, el partido fue una proyección del momento que atraviesan ambos proyectos, que ahora mismo son polos opuestos.

El inicio de partido fue frenético. Ambos equipos se dejaron contagiar fácilmente por la vorágine en la que entró el partido con el gol de Salah (4′) y en los primeros minutos hubo poquísima pausa y mucho frenesí. Es importante matizar esto, porque jugadores de ambos equipos, no solo del Manchester United, cometieron errores groseros fruto de esa precipitación generalizada. Ahora bien, dentro de un arranque de partido tan ‘Premier’, el Liverpool tuvo mucho más claro qué hacer en cada situación del juego y gestionó mejor las emociones. Demostró la madurez que no tuvo su rival. 

El gol de Salah lo precipitó todo, pero desde el primer momento el Liverpool ya tenía las cosas más claras con y sin balón. De hecho, precisamente en ese gol estuvo uno de los síntomas de la inferioridad del Manchester United: su intento de presionar alto. La intención de Solskjaer era ir mano a mano arriba, pero lo cierto es que ni tan sólo estuvo cerca de incomodar la salida del Liverpool, que construía con los laterales bajos y Henderson por delante de centrales. Los diablos rojos intentaron contrarrestarlo con Greenwood –extremo derecho- yendo con Van Dijk, Bruno vigilando a Henderson y Wan Bissaka saltando a Robertson (además de Ronaldo sobre Konaté y Rashford sobre Alexander-Arnold). El caso es que la ejecución de la presión fue deficiente en cuanto a agresividad e intenciones -como se ejemplifica claramente en la jugada del primer gol-, y el el Liverpool, que tampoco asumió demasiados riesgos en salida, encontró líneas de pase para progresar con facilidad. Después del 1-0, es difícil analizar el trabajo sin balón de los locales, pues se vio a un equipo irracional y dependiente de que la moneda cayese de su lado todo el tiempo. 

El partido del Manchester United fue caótico con y sin balón, yendo a remolque todo el tiempo y sin ninguna certeza colectiva a la que agarrarse.

Otra situación en la que el conjunto de Ole Gunnar Solskjaer encontró muchas dificultades fue al tratar de salir desde atrás contra la presión del Liverpool. Con el ‘shock’ del 1-0 aun presente, el Liverpool ahogó al Manchester United en su campo y prácticamente contó sus presiones por recuperaciones, tanto en saques de puerta como en reinicios. Uno de los puntas ‘reds’ (mayoritariamente Firmino) orientaba al central poseedor, disuadiendo al mismo tiempo la línea de pase con el pivote de su lado, y a partir de ahí las carencias de la primera línea del Manchester United fueron muy evidentes. Salvo un par de veces (ya con 0-2) en las que Shaw y Wan-Bissaka lograron encontrar el pase hacia dentro que rompiera la presión, los diablos rojos fueron incapaces de encadenar progresiones en la primera media hora. No en vano, la mayoría de veces que pudo correr fueron más fruto de errores individuales del Liverpool que por mérito propio. 

El Liverpool puso en muchísimos problemas al Manchester United presionándolo alto, especialmente los minutos posteriores al 0-2

Tras la lesión de Milner y la entrada de Curtis Jones (26’), el partido entró en un limbo en el que podía pasar cualquier cosa. Y ahí fue cuando el Liverpool demostró más hechuras que el Manchester United, en lo colectivo y en lo individual. Con los ‘red devils’ defendiendo en un bloque medio en 4-4-2 que hacía aguas por todos lados, el Liverpool volcó el juego sobre el sector de Maguire y Shaw –los cuales estaban transmitiendo unas dudas terribles cada vez que el Liverpool atacaba su zona- y acabó de reventar el choque. Firmino, que fue invisible para Fred y McTominay durante todo el primer tiempo, cayó a ese costado recurrentemente, Naby Keita pisó mucha línea de cal y favoreció el circuito en derecha, y Mohamed Salah, el hombre del momento, volvió a demostrar por qué está en el podio de mejores futbolistas de Europa actualmente. El Liverpool, con un gran Jordan Henderson dirigiendo, voló por los aires todas las carencias colectivas e individuales de su rival.

El segundo tiempo fue un trámite que el Manchester United prefería no haber jugado. No solo porque llegó el quinto justo al arrancar, sino porque tuvo que presenciar cómo el Liverpool dominaba a placer tras la expulsión de Paul Pogba, que había entrado en el entretiempo sustituyendo a Mason Greenwood. Ya en inferioridad numérica, Solskjaer realizó dos sustituciones (Rashford por Dalot y Bruno por Cavani) y pasó a un 5-2-1-1, con Cavani sobre Henderson y Cristiano Ronaldo sólo en punta, lo que provocó un escenario de posesiones eternas del Liverpool en campo contrario. Mientras la afición local desfilaba por los aledaños del Teatro de los Sueños, la visitante se adueñaba de las gradas cantando el ‘You’ll Never Walk Alone’. Para unos y para otros, la marca que dejará el partido será imborrable. 

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