En 2024 nadie marcó tantos goles en Europa, entre club y selección, como Viktor Einar Gyökeres. Hasta 62 tantos celebró el delantero sueco del Sporting Clube de Portugal, siendo el 19% desde el punto de penalti. Es la mejor marca del siglo XXI, superada únicamente por tres leyendas: Lionel Messi anotó 91 en 2012, mientra que Cristiano Ronaldo (al año siguiente del argentino) y Robert Lewandowski (2021) transformaron 69.
Durante su primer curso en Lisboa, la pasada 23/24 Gyökeres ayudó al club verdiblanco a ganar su 20ª liga con 29 tantos. Obviamente, fue Bola de Prata del campeonato, con un porcentaje del 0.88 de goles por partido. De hecho, en las ligas europeas fuertes solo Harry Kane marcó más que el imitador de Bane, uno de los villanos de Batman.
El cambio de temporada tampoco parece haber afectado a la eficacia. A pesar de tener una pequeña intervención quirúrgica en la rodilla a finales de mayo (seis semanas de baja), durante la presente campaña ya suma más de 30 tantos. Con la selección sueca en la División C de la Nations League, el pasado otoño se hinchó a meter goles con la misma facilidad que un niño sueco come lördagsgodis los sábados: 9 en 6 encuentros. Pero para quien diga que solo marca en escenarios menores, está su bagaje en la presente Champions League: Gyökeres mostró credenciales: gol ante el Lille, Sturm Graz y RB Leipzig, con la coronación en forma de hat-trick ante el Manchester City.
Quizás, lo que más llama la atención es que el holmiense cercano a los 27 años está viviendo únicamente su segunda temporada en una máxima categoría europea. Hasta 2023 solo había jugado en la tercera sueca, la segunda división alemana y en la Championship inglesa, potente pero segundo escalón igualmente… Brommapojkarna, Brighton, St. Pauli, Swansea y Coventry es su pasado… Su futuro, con permiso del Sporting, se relaciona con clubes de súper élite.
«Siempre he creído en mí mismo. Luego hubo ciertos períodos en los que pude haber tenido un poco más de problemas. Parece que ha pasado mucho tiempo, pero siempre he trabajado duro y he intentado alcanzar el mismo objetivo. Probablemente por eso estoy sentado aquí hoy», razonó Gyökeres cuando en diciembre le entregaron el balón de oro sueco».
Las preguntas se acumulan: ¿De dónde aparece Viktor Gyökeres? ¿Qué tipo de delantero es? ¿Por qué, en esta era de sobreinformación, ha estado bajo el radar tanto tiempo un delantero que roza el metro noventa y tan rápido? ¿Qué ha ocurrido para esta explosión de quien no dispuso de oportunidades en primera hasta los 25? ¿Estaría preparado para cualquier tipo de equipo?
¿De dónde sales, Viktor?
Este rubio de ojos peridotos que roza el metro noventa y vigoroso cual vikingo tenía que ser escandinavo. En la capital-archipiélago, catorce islas unidas por más de una cincuenta de puentes, que es Estocolmo creció Gyökeres. A orillas de la desembocadura del extenso lago Mälaren en el Báltico, en la parte sur de la ciudad, nació Vik el 4 de junio de 1998.
Holmiense de nacimiento, concretamente del barrio de Hägersten-Liljeholmen, en la península de Söderort («el lugar del Sur») , sus raíces no proceden de la capital. Su madre, Sofia, es de la provincia Jemtia, de un pequeño municipio llamado Stugun, cercano a la ciudad de Östersund. Por la zona debió conocer a Stefan Gyökeres que se pasó los años 80 y 90 jugando en el Stujuna BK de la localidad de su futura mujer y en el IFK Östersund, el club de la capital de la provincia centro-occidental del país. Sin embargo, Gyökeres es un apellido húngaro.
«Mi abuelo, como tantos otros en esa época, se mudó a Suecia y conoció a mi abuela aquí —contaba Viktor—. Tuvieron cuatro hijos juntos, incluido mi padre. Pero se divorciaron y él pasaba mucho tiempo en Hungría. Fuimos allí varias veces cuando yo era niño, jugando al siete. Esos son los recuerdos que tengo de cuando él estaba vivo».
Sin saber que tenía doble nacionalidad, antes de los seis años, sus padres encontraron un equipo de fútbol de la zona donde apuntarle. Un «club muy, muy local» en palabras del propio presidente del IFK Aspudden-Tellus, Björn Thuresson. En aquella época, de hecho, el terreno de juego era de gravilla. «La decisión de apuntarme a un equipo fue de mis padres, no mía. Pensaron que debía entrenar con otros chicos, lo cual no me gustaba al principio», rememora Gyökeres.
El padre del chico, Stefan, con pasado de futbolista, también se unió al club como entrenador. «Desplazarnos juntos al campo me ayudó mucho, compartimos buenos y malos momentos —explicaba Vik—. Pero no era muy insistente. Nunca ha estado conmigo para nada más que simplemente divertirse, más o menos. Vio que no tenía que obligarme a practicar, que ya me venía de serie. Él solo estaba allí para apoyarme».
Thuresson, que antes de presidente del Aspudden-Tellus fue entrenador, recuerda que los Pojkar-98 (chicos del 98) «era un grupo exitoso». Göran Thel, un antiguo entrenador ahonda en más detalles, aunque no quiere entrar en los conflictos pequeños que podía tener con sus compañeros: «Todo el mundo veía que tenía algo especial. Era muy pequeño y lloraba mucho. Si no ganaba, lloraba. Tenía una mentalidad vencedora». «Desde el principio fue muy serio, siempre mantuvo la cabeza y estaba dispuesto a dedicar mucho tiempo al fútbol», añade Thuresson.
Aparte de su práctica con el Aspudden, Vik no para de jugar: «En el colegio, en los descansos, con el equipo en los entrenamientos… Quizás no entrenábamos todos los días de la semana, pero luego jugabas con los del equipo después de la escuela. Teníamos prácticas matutinas juntas y luego prácticas después de la escuela también. Era fútbol casi todo el tiempo, con jugadores de mucho talento. La mayoría de ellos jugaron en equipos ligeramente mejores que yo y estaban un poco más avanzados en su desarrollo».
De la misma zona de la ciudad y de la misma generación que Gyökeres son los internacionales Viktor Johansson (portero del Stoke) e Isac Lidberg, delantero en el SV Darmstadt 98 alemán. «Puede que no haya recibido la mejor educación, que se puede obtener en una buena academia en Estocolmo. Pero tal vez he tenido más tiempo de juego que otros —valoraba el ariete del Sporting—. He jugado mucho, creo que ahí es donde más se aprende. No sólo técnica y otras partes, sino cómo manejar diferentes situaciones. Es instinto, haces las cosas con naturalidad, creo que ese fue un factor importante».
Es cierto: Gyökeres nunca estuvo en ninguno de los tres grandes de la capital (Hammarby, AIK y Djurgårdens). Y hasta los 16 ni siquiera estuvo en una estructura potente El primer equipo del barrio de Bromma, al oeste de la ciudad (Västerort), suele transitar entre la primera y la tercera división. Pero si por algo es conocido el IF Brommapojkarna es por su trabajo en la cantera: Dejan Kulusevski, John Guidetti, Miiko Albornoz, Ludwig Augustinsson o Lucas Bergvall fueron un chico Bromma, (significado literal del nombre del club).
Tuvo que nevar mucho sobre Estocolmo hasta que Gyökeres cambió definitivamente el acogedor Aspudden por el profesionalizado BP. Cuatro años pasaron desde que Gyökeres jugó un torneo estival en Finlandia en 2009, con 11 años, hasta que fichó por los rojinegros, a los 15.
«En 2009 entrenaba a la generación del 98, nos faltaba una plaza para un torneo en Finlandia y pensé en llamar a Stefan para que su hijo viniera con nosotros —recuerda Peter Kisfaludy—. Ya le había visto jugar contra nosotros el año anterior; corría con la pelota y le pegaba igual que ahora, y pensé «¡Quiero a ese chico en el BP!». A partir de ahí supimos que en el momento en el que se quisiera irse de Aspudden a un club más grande, se iría con nosotros», rememora Kisfaludy, actual coordinador del Djurgårdens, otro sueco con raíces húngaras.
Por entonces, el BP y el Aspudden atesoraban muy buenas relaciones. Las suficientes como para que entrenadores de los rojinegros echaran una mano en el Aspudden. Uno de ellos fue David Eklund, miembro del Bromma, que tuvo durante un tiempo a sus órdenes al pequeño Vik. Eklund fue tiempo después importante para el debut del sueco-húngaro en el fútbol profesional.
Un chico Bromma
En 2013 había dado cambiado del distrito de Aspudden al de Bromma. Dos años después, en verano de 2015, el primer equipo «estaba en dificultades» en la Superettan, la segunda división sueca, tal y como recuerda el entrenador de entonces Magni Fannberg. «Buscaba un delantero y hablé con David [Eklund]. Me prometió que era la mejor opción. Y en cuanto le vi entrenar, lo entendí. Recuerdo que era salvaje, muy agresivo. Los jugadores más veteranos le pedían algo de calma; solo quería mejorar; quería todo. Era muy fácil entrenarle, hablar con él…».
Eklund lo confirma: «Sí, le dije que Viktor era el único con la fuerza para jugar en aquel nivel con 16 años». Kisfaludy va más allá y explica que simplemente, su físico creció lo suficiente como para jugar con los mayores, aunque igual no estaba al nivel técnico del resto. «Creció mucho y al principio no tenía la técnica ajustada. Siempre fue muy físico. Pudo jugar con adultos desde muy joven porque era fuerte y rápido».
Esa fuerza es, sin duda, una de sus armas principales. Y a través de la fuerza se explica desde la velocidad como a la resistencia a esfuerzos prolongados y de alta frecuencia. También, claro, a su capacidad para cuerpear, para aguantar de espaldas, para ganar duelos a los centrales usando la mezcla de técnica apropiada, entendimiento de la situación y pura fuerza le van a acompañar en todas sus etapas. Por ejemplo, el gol del video de abajo, que sirvió para que el Bromma se metiese en semifinales de la copa sueca en 2017, es una acción que puede repetir perfectamente el próximo domingo.
Con los mayores del Bromma, pronto se hace importante. Pero el chico de 17 años recién cumplidos no puede evitar el descenso a la tercera división sueca. En cierto modo, le ayuda a tener un hueco en el primer equipo. Y lo aprovecha. Bajo la dirección del antiguo defensa Olof Mellberg vive grandes momentos en el BP de 2016 y 2017. Dos ascensos consecutivos y 22 goles en 55 encuentros. Sin embargo, lo más importante es que Mellberg le reconduce su sitio en el campo.
«Cuando llegó a nuestro equipo era más bien extremo —explica el ex defensa internacional sueco—. La mayor diferencia que hemos logrado ha sido cambiarle la posición y ponerlo como delantero puro. Eso también ha supuesto un cambio en su estilo de juego». Eso le implicó bastante trabajo en los entrenamientos, en muchas ocasiones de forma individual.
«No era divertido —recuerda el holmiense—. Mientras que todos los demás hacían un entrenamiento normal, yo me entrenaba solo en el otro lado del campo perfeccionando algo muy básico. Fue increíblemente duro, pero me llevó al siguiente nivel. Tanto como Mellberg como su segundo [Azrudin Valentić] vieron enseguida en qué tenía que trabajar, cuáles eran mis puntos fuertes y trataron de sacarme el máximo partido desde el principio. Me ayudaron mucho».
El vínculo de Viktor con Hungría, como se ha explicado, no es demasiado fuerte. «Nací y crecí en Suecia, quiero jugar en Suecia». En cuanto pudo, lo demostró. Con apenas 16 años, ayudó a clasificar a la sub-19 escandinava para su primer torneo europeo juvenil con un gol a Italia. Ya en Georgia, en el estío de 2017, Suecia no consiguió superar la fase de grupos con derrotas ante la anfitriona, República Checa y la potencial finalista Portugal.
Pero en lo personal, esa Euro juvenil sirve a Gyökeres para darse a conocer fuera de las fronteras tras anotar un gol por partido. De hecho, acaba como máximo goleador de la competición compartiendo honor con Ben Brereton, Ryan Sessegnnon y Joël Piroe.
La «fuerza increíble cuando conduce el balón con velocidad» que ve su seleccionador Claes Eriksson en el holmiense y su focalización sobre la portería rival, también lo aprecian en Inglaterra. Tan dados históricamente a fichar talento escandinavo, es el Brighton & Hove Albion quien da el paso para firmar a Viktor al finalizar ese verano. Le dejan terminar el año natural en el BP, para certificar el ascenso a la Allsvenkan (1ª división) firmando un hat-trick en el último partido y llega al sur de Inglaterra en enero de 2018.
Curvas en el camino
Sin embargo, la trayectoria meteórica se frena. Al principio, entendible para un chico de 19 años que sale por primera vez del país y que viene de la segunda sueca, Gyökeres pasa el primer semestre de 2018 con el equipo sub-23 de los seagulls. El problema es que en el año siguiente lo pasa casi en blanco. Graham Potter no le preparado: no llegará a debutar en Premier League con las gaviotas.
Le siguen cesiones al St. Pauli (año pandémico) y un brevísimo paso por el Swansea. En el conjunto galés rivaliza por un puesto con André Ayew, Jamal Lowe y Liam Cullen, y aunque Steve Cooper se mostraba encantado con su llegada. «Puede jugar en todas las facetas del juego. Marca goles y es un jugador muy bueno, pero al mismo tiempo es un buen futbolista que trabaja muy duro para el equipo, lo que nos gusta mucho en todas las áreas del campo. Definitivamente es un tipo de jugador diferente a las opciones de ataque que ya tenemos. Puede jugar en un ataque de dos hombres o de un hombre», reflexionaba Cooper sobre un «buen complemento».
Apenas tres meses después, con 12 apariciones y un gol, Gyökeres abandona Gales en búsqueda de más minutos. Quizás pecó de impaciencia. «Hay un buen jugador ahí. Creo que fue una cesión que llegó un poco más tarde de lo que todos querían. También tuvo mala suerte al contraer Covid con la selección. Estaba feliz aquí, pero quería jugar más fútbol y le deseamos lo mejor», finiquitaba Cooper.
Cuando Gyö recuerda esa fase, no tiene grandes recuerdos de Swansea. «Pasé malas épocas. Especialmente en Swansea. También hubo muchas cosas que fueron difíciles, considerando que fue durante el covid. No salió como esperaba. Llegué a jugar muy pocos minutos, el equipo lo hizo bien (acabó perdiendo el play-off de ascenso), pero también fue muy frustrante. Acumulaba estrés y pensamientos cada día. Fueron unos meses realmente difíciles. Todo un desafío, pero está claro que puede ser útil sentirlo y encontrar alegría en otras cosas, otras cosas que te hacen feliz».
Eclosión en Coventry
A mitad de enero de 2021, Vik regresa a Brighton. Dos días después se marcha al centro geográfico de Inglaterra para sellar su cesión por el Coventry City. «No lo sentí como un paso atrás porque era una liga en la que podía consolidarme», cuenta. De hecho, no cambiaba de liga (Championship), pero si de objetivos grupales: de pelear por el ascenso a buscar evitar el descenso.
El por entonces técnico del Coventry City Mark Robins, delantero en su época de jugador, sabía que tenía un talento entre manos, al que solo le tenía que dar tiempo y confianza. «En ese momento, llevaba cinco o seis meses sin jugar. No estaba preparado para entrar y jugar desde el principio, lo que se notaba que le molestaba. A cualquier que me preguntaba le decía que veía a Gyökeres con prisa por despegar su carrera, lo que fue genial para nosotros y para él».
Durante esos primeros meses, llega a anotar tres tantos en 19 encuentros, algunos como titular. El Coventry se salva (16º) y Gyökeres regresa a Brighton con una oferta de los skyblues que informar. Poco más de un millón de libras abonan los Skyblues para hacerse con los derechos totales de la apuesta del club.
«Para ser justos, fue Robins quien insistió en ficharlo — reveló su asistente Adi Viveash— . Yo estaba un poco en plan, ya viste los destellos; el gol que marcó en Stoke para alejarnos de la zona de descenso en su primera temporada, pero, para mí, era un poco como… ¿llegará a ese nivel?. Pero cuando regresó el primer día se notaba que era un animal diferente. Tenía mucha confianza, obviamente el club había insinuado que iba a ser el hombre principal, que iba a jugar de nueve. Su estatura física había cambiado».
Ya en su primera campaña completa, Gyökeres es el más utilizado junto a Callum O’Hare, y lo aprovecha marcando más goles (17) que ninguno. El 12º puesto de ese año se va a mejorar mucho al curso siguiente, clasificando para los play-off con un gran esprín final de campaña. De los 58 goles que marca el equipo, 21 los anota Vik. Vuelve a ser el jugador más utilizado Es evidente que Coventry le cambia. La lástima es que el cuento no acaba con final feliz. En semifinales, los Sky Blues lograron superar a Middlesbrough para medirse al Luton por una plaza en la Premier. Después del 1-1, los penaltis decidieron que no sería el Coventry quien subiese.
Las lágrimas por el ascenso fallido en el mismo Wembley también significaban, de un modo más o menos evidente, que el segundo artillero de la competición, elegido por la competición dentro del 11 de gala de la liga y Jugador del Mes en noviembre y marzo se iba a marchar de las West Midlands. De haber ascendido a la Premier «habría habido mayores posibilidades, absolutamente» de quedarse en el Coventry.
Quizás lo que más sorprendió después fue que Viktor cambiase de país para su siguiente paso. Fue el Sporting CP quien depositó 20 millones de libras en verano de 2023 para llevarse al hueco. «Mi objetivo era jugar en la Premier League. Cambiar fue difícil. Pero lo pensé, lo hablé con quienes me rodeaban y me ayudaron y… luego sentí cada vez más que era lo correcto. Jugar en un equipo de primer nivel y tener más oportunidades durante los partidos. Rúben Amorim me explicó cómo querían jugar. Querían explotar mis cualidades, eso es lo que demostraron y lo que hicieron después también», explicó Gyökeres.
¿Por qué tantas máscaras?
El resto es más conocido… Ya lleva más goles que todos los que marcó en Inglaterra, Alemania y Gales juntos. El vocablo gol debe de estar muy relacionada con la descripción de Gyökeres. Su antiguo compañero en el Bromma Gustav Sandberg Magnusson le califica de «testarudo». «Sabía lo que quería y estaba muy enfocado. No era el mejor pasando la pelota, estaba enfocado en marcar, regatear y desmarcarse. Le gritaba ¡Pasa, pasa!, pero él solo tiraba hacia delante».
Sigue siendo ese punta que siempre tiene la portería rival como meta suprema. «Si no marcaba después de un partido, estaba de mal humor», comentaba entre sonrisas Mark Robins, su entrenador en el Coventry. «Si tiene la oportunidad de marcar, no importa si se rompe la pierna, necesita marcar. Si el defensa va a despejar, no tiene ningún miedo a poner la cabeza», corrobora Peter Kisfaludy.
Gyökeres no lo desmiente: «Siento que ha sido así desde que comencé a jugar cuando era niño. Siempre me ha encantado la sensación de marcar goles. Se ha vuelto casi como una adicción. Quieres volver a sentir esa sensación, incluso más veces, cada vez que sales al campo. Es algo que siempre he tenido».
El diestro (muy diestro) reúne condiciones de un delantero centro clásico: envergadura, buen juego de espaldas, juego aéreo…, como opina Viveash «no es un rematador nato». De hecho, le cuesta el remate de cabeza (direccionalidad) o, directamente, el remate de primeras. «He trabajado con varios que son muy naturales, él no lo es, así que eso es genial y hay que reconocerle el mérito por mejorar esa área de su juego y, sin duda, por alcanzar los números que ha alcanzado», razona su entrenador asistente en el Coventry. Margen de mejora existe.
Repasando sus goles, de hecho, igual no hay conducciones limpias, pero sí llenas de poderío, potencia y toques útiles para superar rivales antes de un golpeo que destaca más veces por la dureza que por buscar la colocación. En general, no le importa la zona o el ángulo del golpeo. Si ha pensado en acabar la acción, la acabará. En un fútbol con pocos tiros de media distancia, Gyökeres es anacrónico.
Sin embargo, esto puede ocasionarle a menudo la obcecación en el chut, aún cuando la jugada pueda pedir una abertura al extremo que llega o un pase atrás para el remate de alguien de segunda línea. Se la juega en solitario a menudo, lo que a veces le ha hecho marcar goles que «no existían», pero también desaprovechar para el equipo mejores opciones de tiro en otro compañero.
Elegir mejor en último tramo le hará mejorar respecto a una capacidad asociativa buena. Es muy útil como referencia al que enviar cualquier pase largo para que lo aguante o descargue. No va a organizar el ataque de un equipo, pero seguro que va a condicionarlo. En las palabras de Viveash, el asistente en el Coventry, se adivina un poco los gustos de Gyökeres. «Odiaba las sesiones de posesión en las que no podía correr y discutíamos mucho por eso». Sin embargo, en clubes donde vas a jugar con más rivales por delante de ti que a tu espalda, se hace necesario que sumes en la circulación.
Como se aprecia en el gráfico comparativo de abajo, contando los partidos de la fase de grupos de la Champions League 2024/25, ha participado más que Haaland y Lewandowski, tiene más acierto de pase que estos tres puntas y posee mejor promedio de pases clave. Sin ser amante de las estadísticas, quiere decir que aunque no tenga una finura en los controles y en los contactos, suma mucho a su equipo. Cuestión de confianza.
En definitiva, Gyökeres es más autosuficiente de lo que parece. Su conducción en carrera, cuerpeo y su velocidad le ayudan sobremanera para superar al marcador. Cuando recibe en parado con la marca detrás, es experto en utilizar al rival como pivote para girar. Y tanto el giro como la siguiente acción -a menudo un disparo-, lo hace a una gran velocidad. En espacios reducidos destaca por la velocidad de acción, más que por la finura de sus contactos. Habría que ver cómo se desenvuelve en equipos que atacan continuamente bloques bajos, a la hora de tratar de combinar a uno o dos toques.
Es un punta perfecto con espacios, en transiciones o con juego directo, pues es muy insistente en los desmarques, ya sean entre centrales o cayendo a bandas (preferiblemente la izquierda, para poder recortar luego hacia su pierna derecha). Y algo importante, sin caer casi nunca en fuera de juego. «Si defiendes en la línea de medio campo contra alguien como Vik, él va a seguir corriendo detrás. Puede que falle una o dos oportunidades, pero hará la carrera 13, 14, 15 veces. Y para los defensores, eso es muy difícil de controla», sintetiza Viveash.
En fase defensiva no suma en demasía en cuanto a recuperaciones, interceptaciones, salvo en las jugadas a balón parado en contra (despejes) y en situaciones de presión en reinicios. Tiende a recuperar energía en los momentos en los que el balón le ha superado, aunque siempre está pendiente de volver a estar en posición habilitada por si algún compañero roba.
«Todo llega a su tiempo al que sabe cómo esperar»
Igual Gyö nunca ha leído a Leon Tolstoi, pero sí que le hizo caso. Desde muy pequeño dio muestras de tener muy claro el objetivo. Esto contestaba en 2017, cuando con 17 velas le consultaban por los rumores de mercado del IFK Norrköping, Östersund o Elfsborg. «A veces es divertido escucharlo. Pero maldita sea, no sabes qué son sólo palabras y qué es real. No pienso mucho en eso. Ahora mismo no sé nada más que jugar en BP. En primer lugar, debes concentrarte en dónde estás ahora. Es importante no dejarse influenciar y desarrollarse tanto como sea posible. No pienses demasiado en dónde quieres ir, entonces no irá tan bien. Pero está claro que quieres jugar en las ligas más importantes con los mejores equipos».
Se nota que la madurez ha templado y reconducido una agresividad visible pero controlada. Apenas ve tarjetas, aunque sí es protestón. Su trayectoria hasta mitad de 2021 le convirtió en una persona muy resiliente, y fue aprendiendo a ser paciente. Fueron muchas semanas y meses en los que se entrenaba, pero luego no jugaba. Meses lejos de su hogar, en los que iba de ciudad en ciudad sin sentir la confianza del entorno, del entrenador y, posiblemente, de sí mismo.
«A veces ha sido difícil. He jugado muchas temporadas en la Championship, pero está claro que siempre has querido jugar en alguna liga importante. No importa el tiempo que pase, puede transcurrir el que sea necesario. Cuando llegué a Lisboa, me sentí preparado. Podría haber venido aquí cuando tenía 19 o 20 años, pero quizás entonces no habría rendido al mismo nivel que ahora».
Desde Coventry hasta aquí, ha recuperado todo. Quizás necesitaba más tiempo para terminar de formarse y estar preparado para el fútbol de élite. Igual todos sus entrenadores, que no son necios y buscan lo mejor para su equipo y para sí mismos, le veían condiciones, pero no suficientes como para ese presente. No todos los niños aprenden a hablar o andar al mismo tiempo; cada uno tiene su propio proceso de aprendizaje y mejora.
«No hay tal cosa como la infancia. Es un mito». El personaje de Bane, interpretado por Tom Hardy en una de las películas de Batman, recuerda cómo de niño había sido injustamente encarcelado y por qué se había vuelto un mercenario asesino, habiendo pasado la mayor parte del tiempo aprendiendo a defenderse y entrenándose en el gimnasio penitenciario. Es fácil imaginar a Viktor, en cualquiera de aquellas solitarias tardes de su desangelado domicilio de Brighton, Swansea o Sankt Pauli (por mucho barrio rojo que sea, fue tiempo de COVID), tumbado en el sofá viendo The Dark Knight Rises en su televisor de plasma, escuchando a Bane pronunciar frases veladas por el dolor.
«Es su mentalidad ganadora. Cuando estaba en Alemania hablamos por teléfono y me dijo: «Me siento muy solo, pero esto solo me hará mucho más fuerte»», recuerda Peter Kisfaludy. «A nadie le interesó quién era hasta que me puse la máscara», dice tambien Bane. Quizás eso siente Gyö: hasta que no empezó a marcar goles, pocos se preocuparon por él. Quitando las atrocidades que el personaje de ficción, la soledad de Bane la pudo sentir Vik aquellos años en los que su trayectoria parecía perderse en el anonimato. Pero en Coventry encontró una máscara que en Lisboa no ha dejado de ponerse. Veremos si la sigue llevando en su próximo destino…