Hay equipos que llevan una paradoja encima, como una carga. Y bajo esa paradoja, esas contradicciones, el Aston Villa lleva un año, desde que Unai Emery asumió el mando de la identidad, siendo uno de los mejores equipos de la liga inglesa, que es como decir del mundo. Y sin embargo es decir poco.
El Aston Villa es un equipo paciente construyendo, que repite pases, se toma su tiempo, involucra a muchos jugadores…mientras sus intenciones no podrían ser más verticales, de querer meter la quinta marcha en cuanto puedan. El Aston Villa es un equipo que sitúa su última línea defensiva muy arriba, dejando mucho espacio entre centrales y portero, y sin embargo su actitud no suele ser presionante en los primeros pases del rival. Bajo estos dos principios, o contradicciones, se edifica un equipo que está amenazando el status quo del fútbol inglés.
Cuando Emery dejó el Villarreal para asumir el cargo de la entidad de Birmingham a mitad de la pasada temporada, su objetivo era sacar de la mediocridad a un equipo irregular bajo el mandato de Steven Gerrard: con buenos jugadores, lo suficientemente buenos para no situarles en lo más bajo de la clasificación, pero sin el soporte estructural que les permitiera amenazar posiciones europeas. Ni lo suficientemente buenos, ni tan malos como para descender.
Meses después de asumir la responsabilidad, el Aston Villa terminó la temporada en séptima posición, su mejor resultado desde la temporada 2009/10. Volvían a Europa. Este año, con un tercio del curso ya consumido, el equipo marcha cuarto. A dos puntos de la cabeza.
Lo más importante que hizo Emery nada más llegar fue dotar de identidad al equipo. Ser reconocibles, no dependientes de lo que haga el rival, y con comportamientos similares sin importar quien juegue. Unos patrones distinguidos. Para el técnico vasco, la identidad la marca la altura de la línea defensiva.
El día de su debut, en una victoria por 3-1 ante el Manchester United, ya se vieron muestras de lo que iba a ser su ciclo. Partiendo de un 4-4-2 que se sitúa en un bloque medio o medio-alto, las intenciones del Villa fueron cerrar líneas de pase interiores, orientar al rival hacia fuera y hacerse fuertes en banda, con extremos muy sacrificados en su trabajo defensivo, llegando a cerrar por fuera mientras el lateral del costado quedaba comprimido por dentro, atento a movimientos sin balón. Desde entonces son comunes las situaciones donde parece que el Aston Villa juega con una línea de seis en fase defensiva, con extremos bajando a última línea.
Y, a medida que se han ido reconociendo más, los patrones del bloque se han mantenido pero la altura se ha cambiado: defienden más arriba. Tras la grave lesión de Tyrone Mings han perdido a su gran baluarte en la defensa de área, por lo que les interesa pasar el menor tiempo posible metidos atrás. El Aston Villa sin balón es un equipo cortísimo, que no se desahoga presionando los primeros pases del rival mientras deja mucho espacio a espaldas de la última línea.
Lo último que quiere el equipo es que el rival les filtre dentro y empiece a encadenar pases entre líneas, por lo que son un equipo muy corto, que defiende pocos metros y que pretende forzar al rival a lanzar pases largos a rupturas a espaldas de última línea, donde el nivel de compenetración y coordinación de sus integrantes para provocar fueras de juego, marcando la altura de la defensa, dando pasos adelante en cuanto rival da un pase atrás, y defendiendo como una única unidad es un verdadero espectáculo. Existe cierta injusticia crítica con los equipos, como este Aston Villa, que defienden buscando provocar el fuera de juego del rival, y es que si el equipo contrario, por poner un ejemplo, les marca un gol que se anula por un fuera de juego milimétrico, eso no deja de ser un éxito y una consecuencia del plan de partido buscado por Emery y su staff. De la misma manera, un equipo cualquiera que busque defender muy abajo, en área propia, habrá defendido bien una jugada que se salva con un despeje a última hora. Las dos son diferentes formas de lograr el objetivo final, aunque la primera se suele achacar a la suerte y la segunda al éxito colectivo.
Quitando días puntuales, como la derrota 5-1 ante el Newcastle o 3-0 ante el Liverpool, es realmente raro verlos encajar más de un gol por encuentro. Desnaturalizan a oponentes a los que obligan a jugar a una marcha más de la necesaria y que se desesperan ante la imposibilidad de ir conectando por dentro. Cuando, por circunstancias del partido, dan un paso atrás, buscando proteger un resultado, es cierto que han perdido presencia y poderío en el punto de penalti entre la lesión de Mings y la debilidad de Pau Torres en ese tipo de acciones, pero entre la seguridad que transmite el Dibu Martínez, los ganadores de duelos que tienen por fuera (especialmente notorios los casos de Matty Cash y John McGinn), y lo buen mediocentro que es Boubacar Kamara hundiéndose, acompañando rupturas y protegiendo llegadas desde segunda línea, no se puede hablar de debilidad estructural ni mucho menos en la defensa en campo propio.
Quizás, el tipo de acciones donde más sufren sean en segundas jugadas tras balón parado en contra, especialmente si ese balón parado llega desde la parte derecha del campo. Tienden a hundirse mucho y despejar la frontal, permitiendo un disparo con el portero sin poder ver debido al mar de piernas que hay delante. Los goles que han encajado de Dominik Szoboszlai y Giovanni Lo Celso muestran este comentado problema.
Pasando a diseccionar su fase con balón, es realmente injusta la narrativa que rodea al Unai Emery entrenador en este sentido. Para ser claros e ir al grano: Emery es uno de los mejores entrenadores del mundo construyendo salidas desde atrás, elaborando reinicios de juego.
Para ilustrar esta afirmación con un ejemplo, vale detenerse en la evolución y la mejora que ha tenido el argentino Dibu Martínez desde que Unai trabaja con él. El portero campeón del mundo puede ser conocido por su tiránico dominio del área pequeña saliendo en situaciones de centro lateral, sus reflejos y capacidad de hacerse grande en situaciones de 1×1, o su narrativa en torno a las tandas de penaltis, donde reduce las mentes de sus rivales a lugares inestables y llenos de miedos, pero su mejora en el juego con balón es clara y notoria. Está eligiendo mucho mejor los momentos en los que soltar el balón, sabiendo esperar y retener atrayendo saltos, expandiendo su vista a los tres carriles y dándole la cadencia de ritmo adecuada a cada posesión.
El Aston Villa sabe encontrar, en esas situaciones de reinicios, muy bien a su doble pivote a espaldas de presión, jugando muy bien con las ubicaciones a la hora de abrir líneas de pase y tener siempre una opción para progresar por dentro. En situaciones de construcción de juego, con el equipo rival ya algo más echado hacia atrás, al equipo le gusta construir con tres jugadores en primera línea, sumando un efectivo en la derecha de la línea de los centrales: ya sea el lateral de ese costado quedando bajo, sin ganar altura, o el mediocentro, normalmente Kamara, lateralizando para situarse en esa posición. La suma de Pau Torres a la idea, y su privilegiada zurda construyendo juego, encontrando pases lejanos como quien da el balón al compañero de al lado, es el último ladrillo de un rascacielos altísimo.
Otro jugador, como el Dibu, que ha sufrido una clarísima evolución bajo la batuta de Unai es el brasileño Douglas Luiz. Teniendo mucho peso como gestor de posesiones, participando en la base de la jugada, está mezclando muy bien diferentes ritmos, sumando asociativamente metiendo pases entre líneas y añadiéndole una pizca de la creatividad de su país al combo. Por poner un ejemplo, esta temporada Douglas está promediando 75,8 intervenciones por partido y 54,1 pases, con un acierto del 89% en los mismos. La temporada pasada dio 39,6 pases por partido y en la 2021/22, 37,1. Ha pasado, en cuestión de unos meses, a dar casi 15 pases más por partido, siendo su frecuencia de participación altísima, de estar permanentemente conectado al juego.
Dentro del 4-4-2 del equipo, en situaciones de ataque posicional los extremos suelen meterse por dentro, creando superioridades a la espalda del mediocampo rival, aunque el extremo derecho muchas veces tiene la misión de quedarse fijando en banda, especialmente si el elegido como lateral es Ezri Konsa. McGinn o Zaniolo son perfiles de extremos que les gusta meterse dentro, estirar y crear confusión al sistema rival. Se colocan en zonas intermedias, ofreciendo líneas de pase y estirando para hundir el bloque rival.
Y luego está el caso de Youri Tielemans. El belga, pese a su mala última temporada en un Leicester City que descendió, siempre ha sido uno de esos mediocentros cotizados por grandes clubes y a la espera de dar el gran salto en su carrera. Su llegada al Villa en verano parecía un buen lugar para despuntar su carrera, pero se ha visto incapaz de romper la pareja formada por Kamara y Douglas Luiz en el doble pivote. Sin sitio en su posición predilecta. Así que Emery le está situando como uno de esos extremos que se sitúan por dentro en fase ofensiva, pero más allá de posición cabe hablar de rol. Y es que Youri siempre había sido un gestor de posesiones desde la base de la jugada, solo para ahora estar tomando una función más sacrificada, realizando mucho movimiento sin balón, estirando, llegando hasta línea de fondo, tocando menos el balón y siendo más un acelerador que un director. Y Youri está respondiendo en este nuevo rol. Para lograr eso, que un jugador, en determinado momento, no sea la mejor versión posible de sí mismo, sino la versión más beneficiosa para el equipo, es necesario ser dos cosas: un muy buen entrenador y un muy buen motivador.
La estructura colectiva está sacando una gran versión individual de todos los jugadores
El fichaje estrella del verano, de todos modos, fue el del francés Moussa Diaby procedente del Bayer Leverkusen. Y aunque el jugador era más un extremo, Emery le ha situado en la doble punta de su ataque junto al inglés Ollie Watkins. Y esa doble punta….vuela.
Casi en el sentido literal de la palabra, porque alcanzan unos picos de velocidad impensables, de destrozar sistemas defensivos enteros. Pocos equipos transmiten ahora mismo la amenaza del Aston Villa tras robo, con esa posibilidad de salir corriendo a toda mecha en dirección a la portería contraria. Siete goles y cinco asistencias para el inglés, tres y tres para el francés. La predisposición que tienen siempre ambos para moverse, estirar y hundir al rival es oro para sus compañeros, pues les genera espacio abajo o una línea de pase clara por delante. Es, de nuevo, como la pescadilla que se muerde la cola. Una ecuación imposible de resolver para los equipos.
El techo de un equipo que no parece haber hecho más que rascar la superficie, atendiendo a los tempos del proyecto, solo lo determinará el futuro. Mientras, las ideas de juego de este Aston Villa, o sus contradicciones, es la imagen de un glorioso presente de una entidad con un histórico pasado que parecía olvidado.