Prácticamente todas las “lecciones” que se imponen en los equipos de fútbol formativo son erróneas y representan un camino fatal para el futuro de los más pequeños. Simple y llano, pero a la vez irrefutable. «Tienes que jugar a pocos toques»; «Nuestro delantero tiene que ser rápido, fuerte y marcar goles»; «Haz esto, te lo dice el entrenador». Bajo estos dogmas, que no dejan de poner al entrenador en el centro (grave error), el sueño de jugar a fútbol termina prematuramente. Ni hablar de lo imposible que supone, con esto, que el jugador piense por sí mismo. ¿Cómo conseguimos, pues, jugadores inteligentes? Es todavía más sencillo: poniendo al individuo en el centro. Al futbolista, que es quien realmente juega a fútbol. Solo de esta forma, y no de ninguna otra, se entiende que Xavi Simons se haya podido convertir en un proyecto de superestrella.
«Juega a los toques que te dé la gana, muévete como quieras, haz lo que te apetezca, pero juega con ilusión, hambre y sentido». El entrenador crea escenarios y el jugador los resuelve según su experiencia. Solo así un «medio centro» de cantera puede pasar a dominar las categorías inferiores del fútbol europeo como un segundo punta exquisito. Un talento que inspirado es indefendible, que emocionado es competitivo y que goza de una lectura superlativa de su fútbol en función del contexto al que le someta el juego. Porque lo más ilusionante de Simons seguramente sea esto: tiene capacidad para ser partícipe de mil contextos distintos, resolviéndolos todos con nota de sobresaliente. Esta, y no otra, es la gran habilidad de los «mejores».
El talento de Xavi Simons no se esconde al primer vistazo. Tampoco su carisma. Sus gestos corporales en momentos con balón son de estrella contrastada, del talento que conoce sus infinitas y atractivas habilidades. Desborda con finura porque cambia el ritmo y dirección a la velocidad de la luz, reuniendo capacidades que le son innatas: agilidad en cintura, tobillo elástico, imaginación y visión de juego de erudito, además de un nivel técnico estratosférico. Esto le permite gozar de una movilidad a lo largo y ancho del campo que representa un abuso también para los trabajados sistemas defensivos del rival: tan pronto te aparece entre centrales como en la base, o también en banda izquierda o en intermedias. El resultado es siempre el mismo: su interpretación del juego es impropia de su edad, aunque coincide con la estrella que es (y puede llegar a ser).
En cuanto a su perfil como delantero, la realidad es que Xavi Simons no busca nunca pegarse a centrales, pues no es grande o fuerte y en duelos cuerpo-cuerpo tiende a sufrir; sino que su esencia lo acerca más a la zona entre líneas o la banda, desde donde pueda encontrar un espacio a partir del cual ser un torbellino. Aquí cabe matizar: siendo un jugador con capacidad para cumplir también este rol, su perfil no es el de un mediapunta clásico, acostumbrado a girar y jugar a pocos toques, sino el de un segundo punta más centrado en apoyar, girar y conducir, desbordar o sacar de zona a centrales. Su zona de influencia habitual, al menos en este PSG o PSG u19, también se diferencia: el mediapunta ataca más espalda de pivotes a pocos metros de estas figuras rivales; el segundo punta no se pega a centrales, pero sí deja un espacio prudencial entre su figura y estos para sacarlos de zona. Xavi Simons cumple todos los requisitos del segundo punta, todo y que habitualmente juega como punta único.
Dentro de este rol, lógicamente, la figura de Xavi Simons exige libertad posicional. Situado por delante de los centrales rivales es un abuso técnicamente: su descarga de apoyo no se limita a la activación del compañero que llega de cara, sino que tiene una visión periférica y una sensibilidad en sus primeros contactos de absoluto privilegiado. A un toque pone jugar a cercanos, intermedios o alejados con un grado de improvisación e imprevisibilidad muy acertado. El rival difícilmente podrá adivinar el siguiente movimiento si al holandés se encuentra inspirado. Es de esa clase de jugadores. Pero, además, cayendo sobre banda (más sobre izquierda) es un jugador con capacidad para encarar, para relacionarse en espacios reducidos y para desbordar en situaciones de estrés. Sus movimientos son también un quebradero de cabeza para los defensores rivales. Gracias a no haberlo atado a ciertos dogmas futbolísticos, Simons rebosa talento y es un talento generacional, diferente y espontáneo. Pero, sobre todo, libre. No hay mayor reconocimiento para un futbolista que éste.