En la vida no es tan importante lo que te ocurre sino cómo reaccionas a ello. Tu respuesta a la adversidad, tu capacidad de crecerte en situaciones adversas, la confianza en tus creencias. En el fútbol, las expulsiones son una cosa habitual, pasan cada jornada, pero la manera de afrontarlas varía según cada equipo. Mantener plan inicial y reforzar mensaje o echar al equipo atrás y buscar un plan de mínimos para resistir son dos maneras, igual de legítimas, que afrontar estas situaciones de inferioridad, pero que explican muy bien las maneras de construirse que tiene cada equipo.
El pasado 6 de noviembre pudimos observar una respuesta casi que única en la voluminosa historia de este deporte a cómo afrontar una inferioridad numérica. El Tottenham de Ange Postecoglou se adelantó ante el Chelsea, se quedó con 10 -roja directa a Romero-, le empataron y, en el minuto 55, se quedó con 9 tras doble amarilla a Destiny Udogie. Con más de media hora por delante y con un punto en el bolsillo, el dogma convencional diría que el Tottenham tenía que echarse atrás, sacar agua como pudiese y defender ese empate con sus vidas. Ange, sin embargo, reforzó idea y radicalizó mensaje, dándonos una exhibición colectiva que aún hoy resuena en la memoria.
El equipo plantó la última línea a la altura del mediocampo, empezó a forzar fueras de juego del rival y a defender desde una posición muy alta en el campo. ¿Por qué decidió hacer esto Ange? Hay varias lecturas que lo explican. Primero, la presumible falta de confianza en la defensa de área del equipo, algo absolutamente imprescindible si tienes que aguantar largos tramos de tiempo. Sin sus centrales titulares en el campo -Romero expulsado y Van de Ven lesionado-, el equipo del norte de Londres estaba formando con Dier, propenso al fallo, y Hojbjerg, un mediocentro al que le pueden faltar conceptos para proteger el punto de penalti. La segunda causa es que, si echas al equipo atrás, inevitablemente también estás más lejos de salir. Y para defender en inferioridad, lo primero que necesitas es la creencia de que podrás salir en algún momento, que no es un asedio sin fin. Tanto para meter miedo al rival y obligarle a echarse atrás, como para permitir descansar y recuperar altura a los tuyos. Cerrando en un 4-3-1, el Tottenham quiso defender dándole espacio por delante a sus delanteros, tiempo por detrás para corregir a sus defensas y la posibilidad de atacar. No resistir defendiendo, sino aguantar atacando.
El resultado final, un 1-4 a favor del Chelsea -dos goles en el 94´ y el 97´- puede parecer que le quita la razón a Ange, pero nada más lejos de la realidad. El Tottenham incluso tuvo ocasiones para ganarlo, pero, más allá del resultado, lo que permitió esa postura fue reforzar la creencia en el plan, identificar a afición y plantilla y potenciar sentido de pertenencia. Todo un éxito.
Hablando de mantener plan inicial en situaciones de inferioridad numérica, inevitablemente también toca hablar de Julian Nagelsmann, y es que sus equipos, especialmente su Bayern Múnich, que es el que nos ofrece la muestra más amplia. El actual entrenador de Alemania suele reaccionar a expulsiones de un jugador suyo refrescando a jugadores de ataque, lo que le permita mantener amenaza a campo abierto y capacidad de presionar y desgastarse sin balón, provocando, de esa manera, que el colectivo no pierda altura y pueda mantener bases iniciales. El Betis de Manuel Pellegrini es otro equipo que suele manejar bien situaciones de inferioridad, enfocándose en juntarse de manera todavía más radical alrededor del balón -algo que ya hacen de por sí- y avanzar de manera lenta pero segura. De esta manera, ofrecen líneas de pase constantes y permiten avance, pero, igualmente, se permiten tener una red potente con muchos jugadores cerca de balón para que el rival no les corra en las pérdidas, escondiendo su falta de un efectivo de esta manera.
Otro ejemplo de equipo que afronta de manera óptima situaciones de inferioridad numérica lo podemos encontrar en el Monza de Raffaele Palladino. Se comprimen mucho por dentro, regalan las bandas a cambio de hacerse fuertes en el centro, y provocan al rival a que juegue por ahí, incitándole a pases que en realidad están controlados, para poder robar y salir en transiciones rápidas. Si el rival juega por fuera, protegen bien el área y cierran las caídas para poder montar la transición rápidamente. Palladino, como comentábamos con Nagelsmann antes, reacciona a expulsiones refrescando las piernas de sus jugadores de ataque para que le den esa amenaza a campo abierto y la autosuficiencia que te da la frescura. O Jürgen Klopp, en el Liverpool, donde esta temporada el equipo está mostrando cosas buenísimas jugando en inferioridad gracias a las trampas que mete para orientar y robar dentro y la amenaza de poder salir a campo abierto con los Salah, Darwin, Díaz, Jota y compañía.
No hay una fórmula mágica cuando estás con uno menos, pero con estos ejemplos se pueden observar puntos en común. La preferencia por mantener plan original y no dar volantazo y encerrarte, el énfasis en controlar las pérdidas para evitar que el rival te corra, defender desde la posibilidad de atacar con piernas frescas y rápidas arriba, evitar hundirte para que el campo no sea un frontón y donde sea imposible salir y respirar…Ejemplos hay miles.
Pero ¿qué pasa cuando es al revés? ¿Cómo afrontar situaciones de superioridad numérica? Vamos a intentar analizarlo usando dos ejemplos, un equipo que afronta muy bien estas situaciones y otro que lo hace menos bien.
La Real Sociedad de Imanol Alguacil, un gran equipo que se desmenuzó en el último artículo, puede ser uno de los grandes de las grandes ligas que peor afronta las situaciones de partido en las que se queda con ventaja en lo que a número de efectivos se refiere. Cuando un equipo pierde un jugador, la reacción primaria, lo más normal, es retirar a un efectivo de ataque y reforzarse por detrás de balón, ya sea formando un 4-4-1, 4-3-2, 5-3-1…es decir, el equipo que se queda con uno menos pierde un efectivo por delante de balón. La amenaza se disminuye. Como contrapeso, lo normal para el equipo que se queda con uno más es reducir la cantidad de gente que se coloca detrás de balón, y aumentar la que se pone delante. Incrementando la amenaza. Soltar a un jugador arriba.
El staff de la Real, sin embargo, reacciona al contrario. Se protege más, mete a los dos laterales atrás, sin soltarse, y cierra con los cuatro defensas pese a que el rival ataque con uno o dos. Por tanto, ante un rival por lo general encerrado, la Real no acaba de encontrar situaciones de ventaja y convierte sus posiciones en un embudo. El 9 de noviembre de 2022, la Real visitó al Sevilla en el Sánchez Pizjuán. Se adelantó pronto y, como consecuencia de dos expulsiones rápidas, el Sevilla se quedó con 9 jugadores en el minuto 34. Al 36, los de Imanol marcaron el 0-2. El partido acabó 1-2 y con la Real pidiendo la hora. En el segundo tiempo tuvieron un 80% de posesión, pero apenas crearon peligro.
Como contrapunto, toca hablar de la Fiorentina de Vincenzo Italiano como un equipo que afronta muy bien situaciones de superioridad. Los de Florencia son capaces de dejar posesiones muy buenas, ser anchos, meter mucha ruptura indirecta por dentro para hundir al bloque rival, jugar rápido, atraer en primeros pases por fuera para generar situaciones de atacar la espalda y, en general, movilizar y hacer sentir la inferioridad al contrario. Son uno de los grandes ejemplos en el panorama futbolístico europeo en lo que a jugar con uno más concierne. En general, ya de por sí son un equipo que con balón deja combinaciones potentísimas, usando los triángulos por fuera, atrayendo con laterales bajos para buscar descenso y pivoteo del delantero, y con interiores móviles que estiran, eliminan ayudas y hunden al rival. Con uno más, toda esa amenaza se incrementa.
El fútbol es un juego tan amplio, con tantas posibilidades, que incluso situaciones como una expulsión pueden abrir puertas y suscitar preguntas que todavía no tienen respuesta. Y contra ese imaginario que repite que una tarjeta roja mata un plan de partido, vale recordar la extraordinaria capacidad de seguir influyendo sobre el juego y sus posibilidades que tiene las posturas que cada equipo actúe y las variantes que derivan de las mismas.