Para la selección de Inglaterra, la estabilidad no es normal. Las expectativas podrán ser siempre altas, pero siendo justos con la historia, Inglaterra nunca ha tenido argumentos para ser considerada favorita al título torneo tras torneo o para encadenar años de competitividad. Ni siquiera después del campeonato del mundo en 1966 y el tercer lugar de la Eurocopa de 1968, ya que en el siguiente solo alcanzó para unos cuartos de final, y en el resto de la década de los 70’s no lograron clasificarse para ninguno de los cuatro torneos disputados. O como en los 90’s, década que comenzó con una semifinal de Copa del Mundo, pero que continuó con un fracaso en la primera ronda de la justa continental y con la dolorosa ausencia en Estados Unidos 1994.
Inglaterra nunca había jugado una final de Eurocopa, mucho menos dos consecutivas. Inglaterra nunca se había mantenido arriba. Inglaterra nunca había tenido un verdadero proyecto. Inglaterra nunca había desarrollado un sistema sostenible de producción de jugadores, referencia para otros países. Inglaterra nunca había estado tan cerca tantas veces. Nunca. Hasta ahora.
Los ‘Three Lions’ están en una situación atípica. Es la primera vez en su historia reciente que no tienen que empezar desde cero. Es por eso que han tomado una decisión igual de atípica llamando a un alemán para terminar con la sequía y bordarle la segunda estrella al escudo de una vez por todas. Un alemán dirigiendo a Inglaterra, un choque cultural que muchos nunca nos hubiéramos imaginado ver, pero que responde a una oportunidad. La de ganar ya, en el corto plazo.
La escasez de estrategas ingleses de alto nivel es un problema evidente. Actualmente, está en marcha un proyecto para producir más y mejores entrenadores, el Elite Coaching Plan (ECP), lanzado en 2020. Y dado el éxito del Elite Player Peformance Plan (EPPP) en la producción de futbolistas, hay motivos para pensar que este, de igual modo, en algún momento dará frutos con entrenadores más capacitados. Solo que hay que tomar en consideración que es un plan muy joven todavía y que, dada la naturaleza en el proceso de un entrenador, los resultados esperados tardarán más en verse reflejados.
A partir de ahí también se entiende la designación de Thomas Tuchel. La mira ya no está puesta en dar pequeños pasos y asentarse en las rondas importantes. Eso, más allá de gustos y formas, ya se consiguió con el proceso anterior. Y tiene bastante mérito dados los antecedentes mencionados al inicio. El tópico de que se ha “desperdiciado” una gran generación es un tanto alarmista. Sin embargo, el objetivo ahora solo es uno: salir con la mano en alto del estadio de New Jersey el próximo 19 de julio de 2026, fecha en la que el contrato del nuevo seleccionador llegaría a su fin.
Tuchel es un entrenador que ya ha demostrado capacidad de entregar soluciones inmediatas al frente de clubes de alta exigencia, refiriéndonos específicamente a Borussia Dortmund, Paris Saint-Germain, Chelsea y Bayern Múnich. En ninguno de ellos se ha mantenido por más de dos años; no obstante, le ha bastado para alcanzar dos finales de Champions League (coronándose en una de ellas), tres ligas, tres copas domésticas y unos cuántos títulos más como Supercopas o Mundial de Clubes.
Determinar con exactitud cómo va a jugar es imposible en este punto. En primer lugar, porque contará con una baraja amplísima de futbolistas. Alguna sorpresa habrá, seguro. Y en segundo, porque, a lo largo de esta última década, ha modificado su enfoque de acuerdo a las necesidades del momento. Eso sí, siempre dejando algún ajuste diferencial a nivel táctico, como la utilización de Ousmane Dembélé por dentro, la libertad para que Neymar hiciera soñar más que nunca al club parisino, o aquel inolvidable 3-4-2-1 con el que resucitó al Chelsea para levantar la ‘Orejona’.
A veces se ha decantado por tres defensores y otras veces por cuatro. En algunas ocasiones hemos visto una alternativa al momento de atacar y otra al defender. Y en otros momentos, también, hemos comprobado que puede ser tan rígido como lo desee. La verdadera certeza con el nacido en Krumbach es que tiene un don para afrontar partidos de eliminación directa, donde es válido ser conservador y priorizar la estructura sin balón, y también propositivo en fase ofensiva, sobre todo en lo que respecta a la ocupación de los espacios y la creación de sociedades. Los llamados ‘planes de partido‘.
El fútbol de selecciones es tan distinto al de clubes que nadie puede garantizar que su método funcionará sin un trabajo diario, al igual que tampoco podemos asegurar, por ejemplo, que su ‘desgastante’ gestión de grupo vaya a ocasionar una debacle, pues es una modalidad que reduce ese posible roce con los futbolistas.
Hay mucho en el aire todavía, todo es una incógnita. Y como siempre digo, lo importante es hacer un seguimiento e ir descubriéndolo partido tras partido. Pero a día de hoy, todo parece indicar que la Federación Inglesa [FA] ha tomado una decisión congruente con base en las opciones disponibles, las circunstancias, la realidad de la selección y sus objetivos.
Inglaterra está en una posición que había soñado por un largo tiempo. Ya en ese punto, había que salirse de la caja y de lo preestablecido para intentar llevar el fútbol de regreso a casa, de una vez por todas.