Juguemos a imaginar: eres el Inter. Una escuadra que apenas ha recibido un puñado de tantos en la presente edición de la Champions y que hasta hace poco soñaba con el triplete. Un colectivo que lleva años perfeccionado un modelo de juego que le ha hecho disputar una final de Champions. Llegas a este tramo agotado y mermado, aunque también tu rival. Ahora imagina que, en el 20′, te pones con 0-2 a favor. De visitante. Quedan 160 minutos de eliminatoria. Mucho, sí. Pero tienes armas y escudos suficientes para sobrevivir. Argumentos propios para casi todo. Pero ese casi fue Lamine Yamal.
Simone Inzaghi: «Yamal me ha impresionado. Es un fenómeno que sale cada 50 años. Hemos tenido que poner tres jugadores sobre él y prestarle mucha atención», afirmaría el técnico placentino al concluir el encuentro».
Con 17 años, Yamal disputa sus primeras semifinales de Champions. A nivel técnico-táctico se le reconoce como superdotado. «Genio», adjetiva tu entrenador. Un extremo zurdo que esquiva hasta el aire; su saldo es positivo en la sobreutilizada expresión «toma de decisiones». Repito: ¡con 17!
¿Y a nivel mental? Bueno, pues justo cumple sus primeros 100 partidos con el primer equipo del Barça. El verano pasado, mientras concluía la educación obligatoria, celebraba como titular una Eurocopa. La preparación durante la infancia, el atrevimiento del juvenil que es y la confianza de saber que aquello que has ido intentando también lo has conseguido con los mayores te hacen quererla y pedirla. Es un cóctel que ni el Inter, ni ningún bloque bajo está preparado para aguantar ante la inspiración continua de un talento especial.
Hansi Flick: «Cuando ves los detalles que hace es increíble. Demuestra que es un jugador importante. Ha demostrado cómo es de bueno, es lo que necesitamos. En los grandes partidos, está. Creo que disfruta de esta situación, estoy muy contento de que este talento que sale cada 50 años juegue en el Barcelona».
Y la gran ventaja del Inter se difuminó antes de paladearla. Da igual que mandes a tu interior izquierdo (Mkhitaryan) a que ayude a tu carrilero (Dimarco). El chico de Rocafonda apuesta mucho y le sale suficientes veces como para que en la segunda parte dos te parezcan pocos para frenarle. Eres el Inter. Un muy buen Inter con suficientes argumentos como para marcar otro. Y puede que el martes en San Siro acabes celebrando el pase a la final. Pero lo que seguro no tienes es otro Lamine Yamal. Y en la competición de los detalles, un Yamal así es capaz reescribir cualquier guion.

Pero el fútbol es demasiado grande y complejo como para ceñirse a una individualidad, por potente que sea. Como ya ocurrió ante el Atlético de Madrid en la Copa del Rey, el Barça se vio doblemente golpeado en su campo en la ida de unas semifinales. Antes del minuto de juego, Thuram ya había rematado el segundo centro consecutivo de Dumfries. Pasado el 20′, en un córner, Dumfries remató el cabezazo de Acerbi. En el nacimiento de ambas acciones, el Inter había aprovechado haber atraído al Barça a su campo para después hacerle correr atrás a través de las superposiciones y desdoblamientos de los jugadores que aparecen desde atrás.
Pero el Barça tuvo capacidad de respuesta. En el interín entre el primero y el segundo los catalanes habían dado muestras de que, a través de Lamine Yamal, podía desarbolar cualquier muro níveo. Ferran había tenido dos disparos contundentes pero no a puerta. Por ello, por el escenario y marcador, porque este Barça es muy hábil para encerrarte en tu campo y esconder la llave, la primera parte fue tomando un cariz muy blaugrana.
También el propio Inter fue renunciando a presionar arriba, porque no frenaba los reinicios culés. A pesar de tener listo a Dumfries para acosar a lateral izquierdo y de los intentos de Barella o Mkhitaryan -en función de por donde empezase a moverse el balón- de saltar junto a puntas con los tres integrantes de la primera línea culé (Koundé, Cubarsí e Íñigo), mientras los otros dos medios seguían a Pedri y Frenkie. Los movimientos hacia primera línea de Frenkie de Jong, las compensaciones de Pedri (3+2 o 4+1) y el acierto de todos desbarataban el intento neroazzurro. Ni siquiera hizo falta que Ferran u Olmo (perseguido por Bastoni) tuviesen que intervenir en el primer tercio.
En campo rival, los blaugranas partían de un 3+2+5 en el que Gerard Martín ofrecía la amplitud en la izquierda, pero no tanta profundidad efectiva como Yamal en la derecha. Y el Barça encadenó tiempo en campo rival (252 pases en último tercio), facilitando la presión tras pérdida. La gran red de seguridad, con Cubarsí por detrás de todos, permitía tanto evitar contras como girar seguro de orilla a orilla. Después, el tridente ofensivo por dentro (Raphinha, Ferran y Olmo) buscaba amenazar por dentro, mover al trío de centrales (Bisseck, Acerbi y Bastoni), esperando el centro o la acción por dentro. Pero costó mucho.
Aunque el 2-2 (abajo) es un ejemplo de todo lo expuesto, el Barça llegó a centrar en 28 ocasiones con solo 2 remates. Al 5-3-2 del Inter solo lo pudieron desequilibrar a través de Yamal. A pesar de no recibir con ventaja numérica o posicional de Yamal, la idea blaugrana más repetida fue circular mucho hasta que el joven extremo optase por resquebrajar a Dimarco+Mkhitaryan.
El cuchillo en mantequilla del 1-2 fue solo una de las veces en las que Yamal hizo lo que quiso allí donde a otros se les funden los plomos. Pero es cierto que por la izquierda, entre el movimiento interior de Raphinha y la ausencia de Balde (o incluso Fort a pie cambiado), el Barça quedó tuerto.



El Barça comenzó la segunda parte con cuatro centrales. Antes del descanso, Eric García había entrado como lateral derecho por el lesionado Koundé. En el entretiempo, Gerard Martín dejó su sitio a Araujo, con el uruguayo colocándose de central derecho y desplazando a la izquierda tanto a Cubarsí (central) como a Íñigo (lateral). Más que la escasa participación en ataque (tampoco Íñigo puede ser un lateral ofensivo), el mayor problema con Gerard lo estaba teniendo a la hora de frenar el juego directo hacia Dumfries (0/5 en balones aéreos).
Mientras, el Inter regresó del vestuario sin el también tocado Lautaro (Taremi) y con la consigna de que el punta que estuviese en izquierda ayudase más a menudo a Dimarco y Mkhitaryan con Yamal (imágenes inferiores). Al principio fue Thuram, pero enseguida se marchó Taremi, que además de ayudar a defender la banda, sirvió en varias ocasiones para recibir los balones directos. No fue el 5-4-1 como ocurrió tras la última ventana de cambios, pero Inzaghi quería proteger mejor la zona por donde se movía el jugador más peligroso del encuentro.


Ambos pudieron acabar con una sensación agridulce. El Inter se volvió adelantar: tras un intento de ataque por dentro del Barça, llegó una contra y, de ella, un córner que significó otro gol a balón parado. Otro de Dumfries, a quien su cabezazo en el segundo palo ayudó un desvío de Araujo. Del saque de centro, el córner que sacado a la frontal hacia Raphinha, entre el latigazo del brasileño, el larguero y el rebote en la cabeza de Sommer culminó en el 3-3 que sería definitivo. Aunque quedaba media hora para ello.
El Inter, con Taremi y Marcus poniendo de cara al resto y Mkhitaryan y Barella acertando más a la hora de darle pausa, provocó dudas en los culés a la hora de tirar el fuera de juego. Unas pulgadas evitaron el 3-4 de Mkhitaryan a pase de Dumfries. Pero también los de Flick dieron un paso adelante (con Gavi donde Pedri y Fermín donde Olmo) después del paso atrás del Inter (5-4-1) en el 81′ con su doble cambio de Darmian y Zieliński por Dumfries y Marcus.
Un mal pase de Yamal acabó en el larguero; mientras la mano de Sommer desvió otro latigazo de Raphinha (que sin estar en su mejor momento sigue pesando). Con 3-3 o sin él, desde una hora antes se sabía que, fuese el resultado que fuese a orillas del Mediterráneo barcelonés, San Siro iba a decidir. Quien sea, habrá hecho méritos para ser finalista de la Champions 24/25.
