Hakeem al-Araibi, el futbolista prisionero político

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حياك الله! كيف حالك؟ (Hayyak Allah! Chaif halak?) Así es el otro saludo coloquial en Bahréin. Espero que estés muy bien hoy. La vez pasada llegamos aquí para hablar de las cuatro frustraciones que ha sufrido y que la han dejado a la orilla de disputar un Mundial. Este texto que leerás a continuación anuncia el fin de un recorrido por el mundo árabe. Hemos recorrido más de 20 países para prepararnos hacia el primer mundial en el Medio Oriente. A cerrar con broche de oro se ha dicho.

Recomendación musical

Como leerás a continuación, 2011 fue un año bastante movido para Bahréin. El mismo país estuvo en riesgo de entrar en guerra civil. En un intento por calmar las tensiones, salió esta canción de DJ Outlaw, de los pioneros de la escena del hip-hop en el país. Este rap en inglés y árabe se llama Bahrain Unite.

Vamos al tema de hoy

Bahréin, el punto caliente olvidado de la Primavera Árabe

En el Medio Oriente, la Primavera Árabe fue el evento que dio forma a toda la década pasada. Los vientos de libertad azuzados por la televisora qatarí al-Jazeera (الجزيرة) incendiaron toda la región, mientras que la chispa fue la muerte de un vendedor de verduras en Túnez. En nuestro recorrido a través del futbol, vimos ejemplos puntuales en Egipto, Siria, Libia y Yemen. En unos casos, el régimen cambió. En otros, hasta la Guerra Civil se desató.

Cuando se ven en los libros de texto todos los países de la Liga Árabe que experimentaron cambios a partir del 2011, se suele dejar de lado injustamente a Bahréin. Puede ser la pequeña extensión territorial. La otra hipótesis es que en realidad la Primavera Árabe fue más candente en el norte de África, y casi todos sus vecinos estuvieron relativamente tranquilos (a excepción de Yemen, claro está). Incluso hay quienes no la ubican porque no se resolvió con un conflicto armado, como bien sucedió en Siria e Irak. El caso es que pocos recuerdan que en Bahréin corrió sangre.

Esta isla (o islas) pueden no incomodar a sus vecinos a tal punto que tenga que llamar la atención a la mala, pero eso no quiere decir que todo mundo se cruzó de brazos, fumaron la pipa de la paz, se introdujeron cambios que paliaron las demandas del pueblo y ya. La brutalidad con la que se resolvieron las protestas permeó en cada ámbito de la vida cotidiana. Vayamos a este episodio pasado por alto con frecuencia.

Razones de la revolución de Bahréin

Si has estado al pendiente de los últimos textos, en la Península Arábiga tenemos monarquías absolutas o constitucionales, que comenzaron a gobernar aproximadamente en el siglo XVIII. Para Bahréin, la casa real es la familia Al Khalifa (أل خليفة), en el poder desde 1783. Desde 2002, el Emir es Hamad bin Isa al Khalifa (حمد بن عيسى آل خليفة).

En cuanto a la población, la mayoría sigue el chiísmo, mientras que la casa gobernante y la élite es sunní. Y como no podía ser diferente, los chiíes denunciaban ser víctimas de discriminación laboral, política y económica. Por ejemplo, lo tenían más complicado a la hora de conseguir un empleo en el sector público, y era en posiciones bajas en caso de conseguirlo. Hay registros de protestas desde los años 20, con repeticiones hasta 2002. No hablemos tampoco de cómo tu orientación musulmana era prácticamente motivo para ser descartado en el ejército. En derechos humanos las cosas pintaban peor: la tortura sistemática era cosa de todos los días.

Hablando de economía, si tomamos como criterio el estatus económico de los países de la región, Bahréin queda muy rezagado. Hacía mucho que se le acabó toda la bonanza petrolera y las ganancias no eran suficientes para proporcionarles bienestar social a todos sus habitantes, teniendo que recurrir a otras fuentes, como la banca internacional y el turismo. El desempleo era el más alto de la península. De manera maquiavélica, el gobierno tenía una estrategia: comprar la voluntad de una base chií tribal que los defendiera de todo aquel que osara desafiar el estatus quo.

Y en cuanto a la cuestión de relaciones internacionales, sucede que Bahréin era presa de una pugna entre tres poderes. Por un lado, Irán lo reclama como suya desde 1957, cuando el shá gobernaba y Bahréin era protectorado británico. Según la dinastía pahlaví, esta isla era propiedad del imperio persa y casi cae cuando celebró un referéndum en 1970 para unirse a Teherán como provincia o permanecer independiente. Ya sabemos el resultado. Por el otro, Bahréin realmente fue el resultado de una conquista externa, y no un proceso de consolidación interna; la familia Al Khalifa vino desde Arabia Saudita, y por esa razón son fuertes aliados. Finalmente, Estados Unidos mantiene a la Quinta Flota Naval para contrarrestar el poder militar actual de los iraníes.

Protestas fallidas y represalias del poder

Inspirados en los recientes acontecimientos en Egipto y Túnez, cientos de ciudadanos bahreiníes se manifestaron a las afueras de la embajada egipcia en Manama. Esto desencadenó una serie de eventos que llevaron al Día de la Rabia (14 de febrero): levantamientos de jóvenes chiíes que demandaban igualdad y fin de la corrupción e injusticia. Por más que el Emir ofreció 1.000 dinares bahreiníes para cada familia, las protestas convergieron en la Plaza de la Perla (دوار اللؤلؤ) y acamparon. El 17 de febrero las fuerzas del orden atacaron a estos manifestantes mientras dormían, y ya hubo víctimas fatales, en lo que se conoció como “Martes sangriento”.

Esto no hizo más que enardecer al pueblo. Había protestas antes, pero nunca como ahora. En su punto más álgido, hasta 200.000 bahreiníes se dieron cita aquí, lo cual era el 40% de la población en ese momento. Nunca antes se había dado una rebelión así en la historia de Bahréin. Se trataba de un acto de resistencia no violenta. Con estas muertes, el tono de las demandas subió: se hablaba incluso de derrocar al Emir. El 15 de marzo, se decretó estado de emergencia de tres meses más una ley marcial.

La situación era insostenible para la clase gobernante. Arabia Saudita no estaba dispuesta a que se le desestabilizara su patio trasero, y encima que fuera una protesta de esos pérfidos chiíes. Claro, le echaron la culpa a Irán y decían que los manifestantes eran agentes de ese país como una excusa para intervenir. Como líderes de la Fuerza del Escudo de la Península, la fuerza militar del Consejo de Cooperación del Golfo, mandaron tropas saudiárabes, de Emiratos Árabes Unidos, de Kuwait y hasta Pakistán se vio involucrado. En cuestión de dos días sofocaron la rebelión y para evitar esos recuerdos de lo que alguna vez fueron demandas legítimas, derrumbaron la Plaza de la Perla. ¿Y Estados Unidos? Prefirió hacer mutis; era mejor así, para conservar las buenas relaciones con Manama y Riad.

Como consecuencias, tenemos el arresto de buena parte de los manifestantes, incluyendo médicos y abogados que prestaban sus servicios durante las protestas. También acabaron con las principales fuerzas de oposición, como el partido al-Wefaq (الوفاق). Por si no había quedado claro, la democracia seguiría siendo una utopía para los bahreiníes de a pie.

Revolución de Bahréin y sus efectos en el deporte

Para la Formula 1, Bahréin fue la punta de lanza en el Medio Oriente. Celebrada desde 2004 como la primera parada de todo el calendario, también fue un daño colateral de las protestas. En 2011 se tuvo que cancelar el otrora “gran premio mejor organizado” porque estallaron las protestas a menos de un mes de que se llevara a cabo. Al año siguiente, el ambiente estaba enrarecido, con reportes de violaciones flagrantes a derechos y activistas muertos. Al final, el show tuvo que continuar y Sebastian Vettel consiguió vencerlo.

Pasemos ahora al futbol. Parte del gran momento que vivió la selección de Bahréin a finales de la década de 2000 se debió a que el DT checo Milán Máčala confeccionó esta selección sin importar si eras suní o chií, solamente había que tener las ganas de jugar y el talento. De esa maravillosa generación estaban los hermanos Hubail (حبيل). Uno de ellos, A’ala (علاء), fue el máximo goleador en esa sorpresiva Copa Asiática. Pero cuando las cosas se tornaron color de hormiga en las protestas, entendieron que ellos podían generar una diferencia al fungir como amplificadores de esas voces que demandaban cambios. Así, A’ala y Mohamed Hubail, así como Sayed Mohamed Adnan (سيد محمد عدنان), fueron a la Plaza de la Perla. Ahí se encontraban deportistas que ponían a Bahréin en lo alto: luchadores grecorromanos, jugadores de handbol y miembros de la selección de futbol. Habían firmado su sentencia de muerte.

Días más tarde, un programa de deportes los exhibió y los ridiculizó. La línea venía precisamente desde arriba. El hijo del rey, Nasser bin Hamad (ناصر بن حمد), era presidente del Comité Olímpico de Bahréin, y él fue a la televisión pública a amenazar públicamente a los atletas que se atrevieron a protestar. Al día siguiente, treparon a los hermanos Hubail y a Sayed Mohamed. Fueron encarcelados tres meses, con torturas como golpearles las piernas. En algunos casos, las condenas llegaban a los dos años, pero las apelaciones las reducían. De todas maneras, se formó un comité para juzgar a los disidentes, el cual sería presidido por el Jeque Salman bin Ibrahim Al Khalifa (شيخ سلمان بن إبراهيم), presidente de la Federación de Futbol. ¿Le importaba realmente a la comunidad internacional? Nadie abogaba por ellos, ni siquiera la FIFA. Cuando las voces de inconformidad se hicieron tan fuertes que era imposible ignorarlas, tuvo que intervenir. Fueron liberados, pero sus juicios seguirían en libertad. Encima de todo, su etapa en la selección nacional había acabado.

A’ala tuvo que irse a jugar a Omán, Mohamed se quedó en Bahréin y Sayed puso rumbo al Brisbane Roar de la A-League. Ellos en cierta manera la libraron, ¿qué podemos decir de otros deportistas mucho menos mediáticos? Hubo un jugador que, aunque quería, no pudo sumarse a las protestas, porque estaba en prisión pagando por un crimen confesado por tortura. Su nombre: Hakeem al-Araibi.

Vida de Hakeem al-Araibi

En 2009, el talento del chií Hakeem al-Araibi (حكيم العريبي) no estaba en duda. Un profesor de bachillerato detectó qué tan bien jugaba y lo recomendó a un visor para el club al-Shabab (الشباب), caracterizado por desarrollar grandes prospectos en el país. Allí lo hacía bien, debutando a los 15 años de edad y pronto llegó al radar de la Federación de Futbol de Bahréin. Al año siguiente ya estaba en la selección sub-17. Inspirado en los avances descomunales de un país tan pequeño a punto de clasificar al Mundial, veía al equipo nacional como unidad entre suníes y chiíes. ¡Qué equivocado estaba!

Sucede que el hermano de Hakeem, Emad (عماد), era un activista político y la policía ya lo tenía en la mira. Hakeem había regresado de Kuwait tras jugar un partido con la sub-17, y en la madrugada de ese día la policía cateó la casa buscando a su hermano. Como Hakeem era el único hombre ahí, se lo llevaron. Fue acusado de quemar llantas. A menos de que tuviera el don de la ubicuidad, no podía haber sido él mientras representaba a su país. Nada de lo que dijo sirvió y fue encerrado tres meses, hasta febrero de 2011.

Cuando salió, no pudo ocultar el orgullo que sentía por ver a tanta gente protestando, pero también lo invadió la indignación por ver cómo se trataba con injusticia a los héroes de su selección en ese programa infame de televisión. ¿Podía alzar la voz? Para como estaban las cosas, no. Ya había sido detenido una vez; no quería ni pensar en qué le pasaría si participaba en las protestas de la Plaza de la Perla. Por eso, tuvo que agachar la cabeza y dedicarse a jugar. Solamente había un detalle: su club, al-Shabab, había desaparecido. Resulta que tenía mayoría chií y por esa misma razón, al-Shabab y otro club más desaparecieron de un plumazo. No había futbol, pero allá iba a seguir en forma. Con todo y la inactividad, seguía en la sub-17.

al-Araibi detenido: la huída

Todo cambió el 3 de noviembre de 2012. Era un partido entre al-Shabab y al-Busaiteen (البسيتين) en el estadio al-Muharraq (المحرق). al-Shabab y otro club habían regresado a la vida, pero desde segunda. El marcador terminó en derrota de 3-0 y acabó a las 7:20 pm. Era un partido de poca monta, pero tenía cobertura televisiva. Se había bañado, había hablado con el médico y trepado al camión para hablar con un compañero marroquí sobre su carrera. Días después, mientras iban a un café para celebrar el cumpleaños 19 de Hakeem, él y su hermano Emad eran detenidos, acusado esta vez de atacar la estación de policía al-Khamees (الخميس).

De acuerdo con los reportes de la policía, Hakeem se vistió, salió corriendo del juego, en 40 minutos llegó al otro lado de la ciudad y atacó la estación al-Khamees (a 20 kilómetros del estadio) junto a una muchedumbre de 150 gamberros con cocteles Molotov. El ataque empezó a las 6:30 pm. A menos de que hubiera hecho un viaje en helicóptero como una especie de misión de James Bond, Hakeem no lo habría logrado. Además, ahí estaba el partido grabado en las cámaras. De nada servía. Lo torturaron en las piernas durante tres horas. Tres personas lo sujetaron y otra procedió a golpearlo en las piernas cada 10 minutos. Eran profesionales: lo hicieron de tal manera que no dejaban marcas. Cada que sangraba, lo llevaban afuera para limpiarle la sangre. Y cuando no había nada rojo, de vuelta a la golpiza.

Fue liberado después de tres meses, pero su juicio siguió. Siguió trabajando duro en al-Shabab, hasta que se ganó su convocatoria con la selección. Ahora el DT era el inglés-norteamericano Anthony Hudson. Aunque todos en la Federación de Futbol de Bahréin eran suníes, Hudson solamente se enfocaba en quién tenía lo que se necesitaba para jugar y salir adelante, no si era suní o chií. A finales de 2013, viajó a Qatar para el Campeonato de Asia Occidental. En su grupo (Omán y la selección olímpica de Irak) solamente había marcadores 0-0. Por sorteo, le tocó avanzar a Bahréin a semifinales. Hakeem no había jugado ninguno de los dos partidos, pero estaba concentrado en el siguiente encuentro contra Jordania.

Justo después del partido contra Irak, el terror. Le comentaron a Hakeem que había sido hallado culpable de quemar la estación de policía al-Khamees y lo esperaban 10 años de prisión. De nada sirvió la evidencia de que estaba jugando con al-Shabab ese partido, de nada sirvió el testimonio de sus compañeros de equipo. Era inculpado por una confesión de su hermano Emad (claramente obtenida por tortura). ¿Quién era el juez? Un miembro de la familia real Al Khalifa. ¡Ni de broma podía regresar! Aunque fue llevado a rastras por la gente de la Federación de Futbol de Bahréin, consiguió escaparse a tiempo del aeropuerto. Pidió ayuda a un amigo que estaba en Qatar. Por el momento, era libre.

Refugio en Australia

De ahí siguió un viaje casi nómada por cuatro meses: Irán-Irak-Irán de nuevo-Tailandia y Malasia. Se logró establecer finalmente en Australia, donde postuló para obtener el asilo político. Se quedó a vivir en Melbourne, donde jugó en clubes semiprofesionales, como Green Gully y Goulburn Valley Suns.

En 2016, volvió la rabia. El escándalo del FIFAGate (más información aquí) se había cargado a Joseph Blatter como presidente de la FIFA y ahora había una votación extraordinaria para sucederlo. Contenía el suizo Gianni Infantino, pero tenía un rival muy fuerte: el jeque Salman bin Ibrahim Al Khalifa, ex presidente de la Federación de Futbol de Bahréin y presidente de la Confederación Asiática de Futbol. Sí, el mismo jeque Salman que encabezó el comité para castigar a los deportistas que habían protestado. Y claro, habló públicamente en los medios australianos.

Por increíble que parezca, jugadores antes proscritos, como A’ala Hubail y Sayed Mohammed Adnan, apoyaban esta candidatura. Hakeem lo entendía: si decían algo en contra, era muy probable que los vetaran de la selección de nuevo, y esta vez para siempre. De todas maneras, declaraciones como la de al-Araibi y de otros medios terminaron siendo un lastre para el jeque Salman. Pasó la primera vuelta de la votación, pero en la segunda quedó claro que había perdido. De alguna manera se había vengado.

Mientras tanto, Hakeem al-Araibi cambió de equipo a Preston Lions y al Pascoe Vale. Le dieron el estatus de refugiado en 2017. Podía viajar adonde quisiera y tenía derecho a la protección. Volvió a establecer contacto con su novia, a la cual conocía desde los 17 años y se casó. Parecía que la vida por fin le sonreía, pero lo esperaba una giro macabro del destino.

Prisión en Tailandia, la pesadilla continúa

El 27 de noviembre de 2018, Hakeem y su ahora esposa viajaron a Tailandia para un viaje de luna de miel, pero apenas llegó al aeropuerto Suvarnabhumi de Bangkok (ท่าอากาศยานสุวรรณภูมิ), fue arrestado. Tenía una ficha roja de la Interpol y era petición expresa de las autoridades de Bahréin. Lo que sucede es que la Interpol tiene como regla nunca detener a refugiados políticos precisamente por órdenes de países de los cuales huyen.

¿Cuándo fue girada la ficha roja? El 8, 19 días antes del viaje de Hakeem. Era posible inferir que Bahréin tenía ojos en Australia. Pasaron dos meses. Mientras tanto, todo el mundo empezó a enterarse de las injusticias que estaba pasando, supieron de la vida, de la persecución del gobierno bahreiní. Si le hubieran dado la ciudadanía a Hakeem al-Araibi, esto no estaría pasando. Figuras como Didier Drogba y Jamie Vardy empezaron a hacer eco del apoyo por Twitter a través del hashtag #SaveHakeem. Amnistía Internacional lanzó una campaña que recolectó más de 53 mil firmas. Se involucró el Gobierno Australiano, la FIFA, la AFC (claramente sin comunicado por parte de su presidente, el jeque Salman), el campeón de Tailandia, Chiangrai United (เชียงราย ยูไนเต็ด).

El 4 de febrero de 2019, Hakeem se presentó en la Corte de Bangkok descalzo y con los pies esposados. La audiencia era esperada por todos y estaban presentes hasta representantes de 14 países europeos, así como de 57 organizaciones de derechos humanos de Tailandia. El fiscal tailandés explicaba que estaban ante un caso “criminal legítimo” y le darían 60 días para armar su defensa. Sucedía que Tailandia tenía un historial de deportar asilados políticos; nunca firmó la Convención de Refugiados de 1951. Por si fuera poco, el Emir de Bahréin solía pasar sus vacaciones ahí y las relaciones económicas con Tailandia eran muy estrechas.

Con lágrimas en los ojos, Hakeem rogó que no fuera deportado, que era la pena si era juzgado culpable. Si era enviado de vuelta a Bahréin, él estaba 100 por cierto seguro de que volvería a ser arrestado, torturado, encarcelado 10 años o peor aún, ser asesinado. El caso claramente tenía tintes políticos y era por hablar abiertamente de las torturas y haber perjudicado las aspiraciones del jeque Salman en presidir la FIFA. ¿Un juicio justo en Bahréin? ¡Por favor! Habían aniquilado cualquier forma de oposición, las cortes estaban trucadas a favor del régimen… era como una corte marcial. Le pasaría lo mismo que a atletas de renombre, como el activista Najah Yusuf y el campeón de jiujitsu Mohammed Mirza.

Las esperanzas empezaban a perderse, por mucho apoyo que tuviera.

La pesadilla acabó: al-Araibi liberado

La presión empezó a arreciar. Todo el mundo de futbol y fuera de él pedía que fuera liberado. En cuestión de una semana (11 de febrero), Bahréin retiró los cargos de extradición. Hakeem era libre. Al día siguiente, abordó un vuelo de vuelta a Melbourne, donde fue recibido por una multitud que celebraba que la justicia por fin se había hecho presente. Exactamente un mes después, se le otorgó la ciudadanía australiana.

Hakeem ahora vive tranquilamente, jugando en el St. Albans Saints, un equipo de la comunidad croata. La pesadilla había terminado, ya no tenía nada que preocuparse de que Bahréin lo arrestara. Por supuesto, el año pasado demandó al gobierno australiano por negligencia y violación al derecho de protección durante su estatus de refugiado. Hasta el momento no ha habido alguna decisión al respecto.

La Revolución de Bahréin fue aplastada para que no cundieran los vientos de cambio en los países vecinos. Las represalias fueron brutales contra todo lo que no empatara con la visión del gobierno: si eras chií, si protestabas, si hablabas, si congregabas a través de las redes sociales… Por estas decisiones, la generación dorada de Bahréin, esa que tocó las puertas de la Copa del Mundo, fue aniquilada a través del miedo. 

Pobre de ti si eras talentoso y osabas quejarte. Eso le pasó a Hakeem: perseguido hasta en Australia. La integridad es un valor que a muchos les duele. Hakeem fue doblado, torturado, perseguido, le quitaron la posibilidad de representar a Bahréin, y aún así está incólume e inmarcesible. Ni el presidente del futbol asiático tras bambalinas logró callarlo. La libertad sigue floreciendo, aún en terrenos yermos.

Fuentes

Gengler, Justin. How Bahrain’s crushed uprising spawned the Middle East’s sectarianism. Washington Post. 13 de febrero de 2016
Montague, James. The Lost Kingdom. The Blizzard. 9 de febrero de 2019
Kumar, Anmol, y Ajnoti, Rahul. Iran Claims Bahrain: Disruption in West Asia. Samvada World. 29 de septiembre de 2022.
Ahmed, Omar. Remembering the Bahraini Uprising. Middle East Monitor. 14 de febrero de 2021
McEvers, Kelly. Bahrain: The Revolution That Wasn’t. npr. 5 de febrero de 2012
Kemp, Emma. Footballer Hakeem al-Araibi sues Australian government over Thai prison detention. The Guardian. 29 de junio de 2021.
Tifo Football. Hakeem al Araibi: Football’s Political Prisoner. 28 de diciembre de 2018

Es así como hemos terminado nuestra preparación para el mundial. Bahréin ha sido el último punto del recorrido que hemos hecho por cada uno de los países árabes. Durante todo 2022 hemos visto cómo es el futbol en la Liga Árabe, empezando desde Marruecos hasta el este. Hemos pasado por África, hemos surcado el Océano Índico, llegamos al Levante y finalmente navegamos por el Golfo Pérsico. Así pues, llegamos a nuestro último país del Medio Oriente, la tierra mundialista. Qatar nos recibirá del 20 de noviembre al 18 de diciembre. Por eso, tendremos aquí la estancia más larga: siete textos. No te pierdas nuestra próxima parada, cuando comencemos por la historia del futbol qatarí.

Recapitulemos

Bahréin es la revolución olvidada de la Primavera Árabe. Las razones fueron muchas: la casa reinante Al Khalifa es suní e impuesta desde Arabia Saudita, mientras que el pueblo es chií. Sufrían discriminaciones. También Bahréin era pretendido por Irán históricamente, mientras que goza de estrechas relaciones con Arabia Saudita. La economía no era la más fuerte. En 2011 empezaron las protestas que demandaban igualdad; tras el Martes Sangriento, las demandas escalaron hasta la familia real. En su punto más álgido, el 40% de la población se manifestaba. Para sofocarla, llegaron tanquetas y fuerzas de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Pakistán. Como represalias, arrestaron y torturaron a todo aquel que estuviera en las protestas, sin importar si era un deportista de alto rendimiento como A’ala al Hubari. Esto repercutió, por ejemplo, en el Gran Premio de Bahréin: cancelado en 2011, tenso en 2012. Hakeem al-Araibi era un futbolista profesional, convocado por la sub-17, estaba en la mira por su hermano, el activista político Emad. Fue arrestado una vez (2009), otra en 2012 con tortura incluida. Cuando estaba en un torneo en Qatar con la selección mayor, recibió la noticia de que era hallado culpable y sentenciado a 10 años. Tuvo que huir a Australia, donde incluso habló abiertamente de todos los terrores del régimen bahreiní, cosa que le costó perder la elección de presidente de FIFA al jeque Salman bin Ibrahim Al Khalifa, presidente de la Federación de Futbol y de la AFC. Obtuvo el estatus de refugiado político. En noviembre de 2018 fue arrestado ahora en Tailandia por una ficha roja de la Interpol por parte de Bahréin. Corría el riesgo de ser deportado, por más que ser refugiado era prohibido por la Convención de Refugiados (Tailandia nunca la firmó). La presión mediática causó que fuera liberado en febrero de 2019 cuando Bahréin retiró los cargos. Hakim al-Araibi es ahora ciudadano australiano y puede vivir en paz.

Nos vemos la siguiente. Ma3 salama! (مع سلامة!)

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Sebastián Alarcón
Soy Sebastián Alarcón, tengo 31 años. Aspiro a ser polímata. Junto futbol con geopolítica, sociedad, cultura, idiomas e historia y le agrego música para explicar el mundo. Escribo de futbol de la FIFA y fuera de ella. Si sientes la décima parte de lo que siento al escribir, mi misión está completa.

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