Pocos acontecimientos orgullecen más al pueblo escocés que la batalla de Bannockburn, una victoria trascendental sobre los ingleses en las Guerras de la Independencia, ocurrida en el siglo XIV y que aparece en la letra del Flower of Scotland, la canción que ejerce como himno del país en eventos deportivos. Más de 700 años después, en Wembley, ingleses y escoceses se volvieron a medir, y aunque no hubo ganador, fueron los segundos los que se sintieron como tales. Por la teórica inferioridad, por jugar en territorio enemigo, y porque el desarrollo del partido siempre pareció más inclinado a su favor.
Escocia salió a presionar la salida de balón inglesa, con John McGinn saltando siempre sobre Declan Rice y orientando la circulación hacia fuera. Cuando el balón llegaba a Reece James o Luke Shaw, eran McGregor o Gilmour quienes saltaban hacia fuera, desprotegiendo una espalda que nunca acabó de ser aprovechada por los locales. Kane está completando una Eurocopa muy decepcionante y fue incapaz de sumar, y luego ni Foden ni Sterling tuvieron frecuencia y acierto en sus intervenciones.
Escocia, pese a que pueda sorprender, estuvo más cómodo y en general jugó mejor con balón que sin. Para ello, fue clave las actuaciones de Callum McGregor y Billy Gilmour, dándole mucho respiro a los suyos en cada intervención, no precipitándose nunca, y sumando asociativamente girando al rival, aprovechando que Rice quedaba fácilmente movilizado por los movimientos de McGinn. Además, la relación entre Tierney y Robertson por izquierda fue fundamental. Concentrando juego ahí, el del Arsenal estuvo muy bien dividiendo en conducción y filtrando, permitiendo al del Liverpool recibir en vuelo y llegar hasta línea de fondo.
Por los de Southgate, tan solo Mason Mount ofreciéndose como hombre libre, y dejando giros y conducciones fue un jugador sobre el que crecer. Con Sterling muy desacertado en sus intervenciones y Foden sin pesar en el encuentro, se hizo verdaderamente extraña la ausencia de un perfil agitador como es el de Jadon Sancho. Inglaterra fue muy exterior buscando el empate, un escenario que favorecía al rival, y tan solo Jack Grealish en los minutos finales, atrayendo rivales y soltando a un compañero en ventaja, pareció entender el partido.
Reajustó Steve Clarke el bloque escocés en el segundo tiempo, cuando perdieron altura y dejaron de presionar al rival, posicionándose en bloque medio en 5-3-2. En este sentido, el partido de McGregor, Gilmour y McGinn siguió siendo de muchísimo impacto, tanto en colocación como en ejecución, sumando acciones defensivas e imponiéndose en segundas jugadas. Tierney y Robertson también estuvieron sólidos defendiendo y ofreciendo alguna salida puntual a los suyos, que en general amenazaron menos que en el primer tiempo. Pese a que el empate deja a Inglaterra virtualmente clasificada y a Escocia teniendo que jugársela en la última jornada, los ganadores parecían los segundos. En los instantes finales, la afición escocesa se apoderó de Wembley y el Flower of Scotland resonó en el estadio, haciendo eco a una victoria histórica que se mantiene en el espíritu de cada escocés. Como dice la letra, «Esos días son pasado ahora, y en el pasado deben permanecer, pero todavía podemos levantarnos y volver a ser la nación que resistió contra él». Escocia sigue resistiendo ante el invasor.