Italia 1-1 (3-2 penaltis) Inglaterra: La idealización y la nostalgia

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13 de noviembre del 2017, Milán. La Italia dirigida por Gian Piero Ventura juega la vuelta del playoff de clasificación para el Mundial de Rusia, recibiendo en San Siro a Suecia necesitando remontar tras una derrota en la ida por 1-0. El partido acabaría 0-0. Uno de los momentos más emblemáticos de ese partido fue cuando, en busca de respuestas, Ventura se dirigió hacia su banquillo y se dispuso a hacer cambios, pero no dio entrada a Insigne. Daniele De Rossi, que estaba en ese banquillo, le recriminó al entrenador esa decisión, argumentando que necesitaban calidad diferencial arriba, y Lorenzo venía demostrando eso en su club durante tiempo, aquel maravilloso Napoli de Maurizio Sarri. Insigne no jugó, Italia no marcó, y dijeron adiós al Mundial.

11 de julio del 2021, Londres. La Italia de Roberto Mancini se acaba de proclamar campeona de Europa, y lo ha hecho haciendo pleno uso de todo el talento que tiene a su disposición. La no clasificación al Mundial supuso un terremoto para todo el fútbol italiano, que desde entonces se ha destapado como la liga de Europa donde mejor se juega al fútbol. No donde está la mayor cantidad de talento, que eso seguramente sea la Premier, pero sí es la liga donde se dan los contextos tácticos más interesantes, la mayor variedad de ideas. Haciendo uso de ese legado, y contando con Insigne como el jugador emblema del ataque italiano, Mancini ha devuelto al país transalpino a donde, sin duda, merece. Lo más alto del fútbol.

El partido empezó de la manera más alocada posible, pues no habíamos llegado a los dos minutos de juego cuando Luke Shaw batió a Gianluigi Donnarumma para desatar la euforia en Wembley. Kane inició la jugada descendiendo en apoyo y abriendo hacia fuera, Trippier tuvo tiempo para pensar y sirvió la asistencia para la llegada de Shaw en el segundo palo, en un fallo de marcaje de los italianos. El gol cayó como un jarro de agua helada en los de Mancini, que empezaron a cortocircuitar en sus intenciones. Eran constantes los problemas de sus laterales, Emerson y Di Lorenzo, para cerrar su espalda en defensa, mientras que con balón Italia no lograba progresar. Southgate ideó parar con Mount, Sterling y Kane la salida de tres que hace Italia con Di Lorenzo colocándose como un central más, mientras Phillips y Rice saltaban sobre Verratti y Jorginho. Inglaterra tenía el dominio territorial y emocional de la final, y contaba en Harry Kane con una figura para aniquilar la misma.

«Verratti se echó el equipo a sus espaldas. Su final, la culminación a un torneo que hace justicia a su carrera»

Pero entonces apareció Marco Verratti. El balón quemaba, Wembley gritaba, los ingleses llegaban antes a cada acción, pero él se hizo dueño y señor del choque. Empezó a sumar intervenciones, durmió el ritmo del encuentro, echó atrás a Inglaterra y empezó a dirigir las posesiones. Aprovechando los saltos en presión del doble pivote inglés, el conformado por Kalvin Phillips y Declan Rice, empezó a filtrar balones a sus espaldas, encontrando a Insigne, Barella y los descensos en apoyo de Ciro Immobile. El problema para los de Mancini fue, justamente, que esos tres jugadores no tenían el día. Hemos comentado varias veces durante el torneo que a Italia le falta calidad diferencial en el último tercio del campo, y en la final se puso en evidencia. Llegaban ahí, metían a Inglaterra atrás (que además dejó de amenazar con el paso de los minutos) pero no obligaban a intervenciones de Jordan Pickford. Tan solo conducciones aisladas de Federico Chiesa rompían la monotonía.

La segunda parte arrancó con el mismo guion. Inglaterra evitaba cualquier tipo de riesgo y buscaba salidas directas, pero Kane jugaba en soledad en ataque y no lograba ganar la batalla ante la defensa italiana. La Azzurra dominaba la posesión, progresaba fácil gracias a Jorginho y Verratti, pero se atascaba en campo rival. Y entonces apareció Roberto Mancini para influir en el partido. Quitó a los desacertados Nicolò Barella e Immobile para dar entrada a Bryan Cristante y Domenico Berardi, pasando Insigne a ser el nueve del equipo, un movimiento que ya se vio en la semifinal ante España. Con el del Napoli ahí, Italia empezó a fluir de verdad en los últimos metros del campo, y a meter el miedo en el cuerpo a los ingleses, logrando combinaciones de gran nivel concentrando juego en el lado izquierdo. Verratti dirigía desde la base, Bonucci filtraba desde atrás, Chiellini abría su posición y Emerson (gran partido) ganaba altura por fuera, en ocasiones intercambiando zonas de acción con Insigne que volvió a la banda en el tramo final tras el ingreso de Bernardeschi. Finalmente el empate llegaría a balón parado.

«Southgate reaccionó al movimiento de Insigne como 9 pasando al 4-3-3, pero tampoco le salió bien»

Con 1-1 en el marcador, le tocaba a Southgate mover ficha. Trippier y Rice fuera, Henderson y Saka dentro, pasando el equipo a 4-3-3 con Phillips mediocentro, Henderson y Mount interiores, buscando defender mejor el carril central mandándoles en persecución sobre Jorginho y Verratti mientras el centrocampista del Leeds United quedaba cerrando por dentro. De todos modos, Italia seguía dominando y a Inglaterra le costaba la vida salir, pero el miedo a perder lo ganado se apoderó de los últimos minutos y el encuentro se encaminó a la prórroga.

Esquemas al final del tiempo reglamentario

«La marcha de Verratti sentó muy mal a Italia. Perdieron el dominio del encuentro»

Dominando la situación emocional del partido, Mancini volvió a optar por la figura de un nueve más clásico con la entrada de Andrea Belotti, pero lo que no les sentó nada bien a los suyos fue la sustitución de Marco Verratti, quien sin embargo llevaba mucha carga física encima y hay que recordar que llegó al torneo lesionado. Con Manuel Locatelli en su lugar, los italianos dejaron de controlar y la posesión se dividió. Inglaterra contaba con los apoyos de Kane y las conducciones de Sterling, quien sin embargo volvió a estar desacertado en la decisión final. Entró Grealish, buscando Southgate el efecto que tuvo en el partido de octavos ante Alemania, pero siguieron con graves problemas para producir, estrellados ante grandes versiones de Bonucci y Chiellini, las enésimas suyas en el Día D. En 120 minutos de partido, Inglaterra apenas disparó una vez a puerta.

Esquemas del 99´al 118´

Viendo el inevitable destino de que la final se decidiría por penaltis, Southgate echó mano de dos de sus jugadores más talentosos pero con los que apenas ha contado, Marcus Rashford y Jadon Sancho. Lo que pasaría minutos después puede servir para abrir un debate en torno a la confianza en la mente del deportista, pues a pesar de que ambos jugadores son buenísimos y habrán metido (y meterán) cientos de penaltis en sus carreras, fallaron el decisivo después de un mes en el que se han sentido inutilizados y fuera de la dinámica del grupo.

Y los esquemas con los que acabaron el partido

Italia ha construido su relato en torno a dos aspectos que quizás no sean tan diferentes: la idealización y la nostalgia. Idealización por jugar un fútbol fantasista, por tener la mejor liga tácticamente del planeta, por representar al milímetro el nuevo juego, aquel en el que se sale de manera elaborada y se presiona arriba la salida de balón del rival. Nostalgia por volver a ser los mejores, un país herido por haber fallado a la cita mundialista y que quería resarcirse de la mejor manera posible. Que el héroe de la tanda fuese Gianluigi Donnarumma, un jugador que combina la idealización, la nostalgia por tiempos mejores y el futuro por lo que está por llegar, el colofón perfecto a un relato maravilloso. Lo construido por Roberto Mancini, haciendo uso de todo su arsenal ofensivo, una historia perfecta para una carrera asombrosa. El fútbol todavía no llega a casa, porque Italia ha creado un salvoconducto que les ha permitido, cuatro años después de hundirse en el infierno, alzarse en el cielo. Italia es campeona de Europa.

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Hugo Marugan
Fútbol. Para disfrutarlo, para aprender y para contarlo.

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