Establecer que el campeón de goleo tiene la portería “plasmada en la mente” sería, en cualquier otro caso, un lugar común apegado al mero romanticismo más que una fiel descripción del jugador; sin embargo, dicho tópico adquiere sentido si el romperedes en cuestión lleva por nombre Jonathan Rodríguez.
Basta con ver al uruguayo periódicamente en las instalaciones de La Noria para darse cuenta de que es un tipo que no concibe el futbol sin el gol. Importa poco si la sesión de entrenamiento va enfocada a los espacios reducidos, a las acciones a balón parado o a la activación posterior al robo de balón; mientras haya arco de por medio, siempre le resulta inevitable afinar el empeine una y otra vez. Si el deseo es incontenible aquí, en el terreno juego la obsesión escala a otra dimensión.
No por nada Cabecita ha mejorado su cuota goleadora en cada torneo desde que recaló en La Máquina procedente de Santos Laguna a cambio de 4 millones de dólares. En un inicio, el panorama lució por demás turbio, pues se fue en blanco luego de 16 partidos disputados; para el Apertura del mismo año consiguió apuntar siete dianas a su nombre; mientras que en el Clausura 2020 lideraba con autoridad la tabla de anotadores (nueve tantos en diez partidos) hasta antes de la suspensión definitiva del torneo, algo que solo alimentó la vehemencia del ex Peñarol.
Ahora, además de elevar la cifra a doce y convertirse en el quinto campeón de goleo en la historia del club, ha sabido mantener un altísimo promedio de producción. En los últimos 27 partidos oficiales con el conjunto cementero, ha producido un total de 25 goles (22 goles y 3 asistencias). Siendo más precisos, participa en un gol cada 88 minutos.
Si bien se podría argumentar que Jonathan no tiene una intervención sustancial en la elaboración del juego de Cruz Azul, el motivo que hay detrás de ello define una de sus virtudes fundamentales: el reconocimiento pleno de sus virtudes y debilidades. Es decir, comprende que estando agazapado o aislado puede diagnosticar mejor los espacios que se generan y atacarlos con decisión en el momento justo. Así, con notable intuición, el charrúa se vuelve útil para sus compañeros. Para Robert Dante Siboldi es la pieza que moldea el sistema, su carta ganadora.
Rutas de acceso al gol
Ya sea como única referencia en punta dentro del 4-3-3, partiendo desde la posición de extremo (trazando diagonal) o llenando los espacios que genera su acompañante en el 4-4-2, Rodríguez busca rupturas con agresividad e insistencia. En la mayoría de las ocasiones opta por vulnerar los intervalos creados entre lateral y central o entre centrales; se le puede ver ejecutando dicho movimiento desde el medio campo o a través de una carrera corta en el último tercio. Esta es, quizá, la marca de la casa:
El balcón del área es otro de sus sitios preferidos. Para aproximarse a tal escenario con la mayor ventaja posible (tiempo y espacio), el sudamericano evita inmiscuirse en el tráfico y en la propia circulación. Solo se ofrece cuando puede sacar provecho de su ubicación y así rematar con prontitud, de primera o a dos toques. Lectura acompañada de intuición para aparecer por sorpresa. Atención a su ubicación inicial:
Ya que no es un centro delantero nominal, centra sus esfuerzos en llegar al área antes que en estar y moverse dentro de ella. De hecho, Cruz Azul suele tener como meta propiciarle este tipo de situaciones, las primeras fechas del torneo son prueba fehaciente. El equipo se juntaba por derecha con Escobar, Pineda y Romo (ganando altura), de tal manera que, al girar, Cabecita arribara con toda la inercia al duelo individual. Además, esa secuencia le permite moverse en función del otro delantero (Giménez en este caso), quien pica a primer poste, arrastra completamente al central y le libera la zona: