Lo bonito de los derbys es que no importa cuan diferentes son las dinámicas que atraviesan ambos equipos antes de llegar al partido. El factor anímico juega un papel tan o más importante que los demás, igualándose todo cuando el árbitro marca el inicio del choque. Este era un denominador común de los derbys de Mánchester en el último lustro. Pep Guardiola, aun con el dominio doméstico que ha impuesto en Inglaterra, nunca había conseguido ganarle los dos partidos de Premier a su eterno rival, que actuaba de verdugo como mínimo una vez al año. Por eso, la contundente victoria de ayer en el Etihad (4-1), que rompe esa racha, es tan significativa para el bando azul de la ciudad.
El Manchester United llegó al derby muy mermado, colectiva pero sobre todo individualmente. La baja de última hora de Cristiano Ronaldo obligó a Ralf Ragnick a poner a Bruno y a Pogba como doble referencia arriba, sin ninguno estar en su mejor rol y dejando en el banco a nombres como Rashford, que aun no estando en su mejor momento casaban mejor en la posición. Ahora bien, los diablos rojos, aunque su plan no podía ser tan completo, compitieron bien y no le perdieron la cara al partido hasta el 3-1. A partir de ahí los locales fueron muy superiores, pero las diferencias no fueron tan grandes los 67 minutos anteriores.
La intención de Ragnick fue salir a presionar al City. No de forma muy agresiva, pero sí intentando mantener el bloque en altura media-alta y buscando provocar imprecisiones en su salida. El problema fue que lo consiguió puntualmente, y más por demérito rival que por mérito propio. Bruno y Pogba cerraban bien el juego interior con Rodri, pero la presión nunca llegaba a cubrir lo ancho que hacía el campo el City, que siempre encontraba la manera de generar superioridad y progresar limpio. Para más inri, Kevin de Bruyne, el hombre del partido con 2 goles y 1 asistencia, puso el 1-0 nada más empezar el choque.
Como es habitual, el Manchester City volcó mucho el juego en su sector izquierdo, donde las dinámicas de su triángulo exterior (Joao Cancelo, Bernardo Silva y Jack Grealish), volvieron a ser ganadoras. Contra el 4-4-2 con el que defendía el United en campo propio, el City hizo muchísimo daño en esa banda izquierda. La altura de Cancelo ofrecía mucho punch por fuera, Grealish interpretó muy bien cuando meterse hacia dentro para recibir y Bernardo, que jugó otro gran partido, le daba presencia al equipo en todas las alturas del campo. Además, Phil Foden estuvo de cine en su rol de falso 9, cayendo mucho a ese sector, lo que le generaba muchas dudas a Lindelöf y Maguire sobre como abordar su marca, ya que McTominay y Fred iban con los interiores y dejaban mucho espacio a su espalda. Sin embargo, en una de las veces que los visitantes lograron hilvanar pases y poner en ventaja a Jadon Sancho, llegó el empate del ex-canterano ‘citizen’.
En este contexto, Bruno Fernandes ofreció ciertas soluciones para salir por el costado derecho, pero estas, sin un plan colectivo que las sostuviera, se fueron apagando con el paso del tiempo. A partir del 2-1, fruto de una recuperación alta y de otra llegada de Kevin de Bruyne al área, los de Guardiola estuvieron muy bien en su trabajo post-pérdida y, quitando esas jugadas puntuales en las que el United pudo estirarse con la velocidad del Elanga, el joven inglés y Jadon Sancho no fueron activados con regularidad. El City pudo imponer su ritmo, yéndose al descanso con ventaja y sensación de superioridad.
Con el marcador en contra, se evidenció un cambio de intenciones en el plan de Ragnick, especialmente acentuado en el inicio del segundo tiempo. El equipo dio un paso hacia adelante en su intento de ir a robar, pero a la práctica fue cavar su propia tumba, porque el City estuvo sobresaliente atrayendo abajo con Ederson y pudo atacar con muchos más espacios por delante. En este contexto, Lindelöf y Maguire sufrieron una barbaridad defendiendo lejos de su portería, siéndoles imposible controlar a Kevin de Bruyne, que descosió el sistema rival con sus conducciones a campo abierto. A todo esto, las pocas veces que el United robó y puso en ventaja a Elanga, se encontró con un excepcional Cancelo cruzándose en su trayectoria y evitando que se disparara a Ederson en toda la segunda mitad. El 3-1, de Ryad Mahrez en una jugada de estrategia asistida por de Bruyne, marcó el punto y final del partido. A partir de ese momento, el Manchester United se diluyó y, pese a los ingresos de Lingaard y Rashford, la sensación fue de KO a todos los niveles. Los minutos restantes fueron un rondo que no hizo más que evidenciar las realidades tan distintas que viven ambos equipos. Si no fuese por David de Gea (otro día más), el resultado podría haber sido aun más catastrófico para los diablos rojos.