PSG 1-2 Manchester City: Pantalla desbloqueada

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Pocas dudas faltaban por despejar acerca de este Manchester City. El equipo de Pep Guardiola había corroborado a lo largo de toda la temporada que era el mejor equipo de Europa. El que, a nivel colectivo, estaba más hecho, independientemente del resto de factores. La única duda con ellos era si aquello que es tan difícil de controlar, y que siempre les ha dado la espalda -los pequeños detalles-, iba a sonreírles por primera vez. Si cuando el juego no acompañara, iban a aparecer los intangibles que distinguen a un gran equipo de uno campeón. Por fin, la incógnita parece más clara. En el Parque de los Príncipes, como ya sucedió en los 180 minutos de la eliminatoria contra el Dortmund, el conjunto mancuniano no brilló con la lucidez habitual y volvió a tener muchas dificultades, pero, sabiendo esperar su momento y reponiéndose a un golpe inicial, venció de nuevo. La pantalla que tanto se le había atragantado ya está desbloqueada. 

Desde el primer minuto, el Manchester City tuvo problemas en su fase ofensiva. Guardiola optó por un 4-2-4 asimétrico sin una referencia clara arriba, pero de primeras no le ofreció garantías. En cuanto a los laterales, Walker jugó más bajo y cerrado y Cancelo cogió mucha altura por fuera en izquierda; Rodri y Gündogan formaron el doble pivote; Foden y Mahrez fueron los extremos; y Kevin de Bruyne y Bernardo Silva se situaron en los cuadrados intermedios. Pero lo cierto es que, en ningún momento del primer tiempo, el City encontró la manera de generar ventajas con continuidad desde su ataque posicional. En ningún espacio ni contra ningún rival. El bloque medio habitual del París Saint Germain en 4-4-2, con Verratti y Di María sacrificados en las bandas y Mbappé y Neymar descolgados pensando en la transición, fue suficiente para que los ingleses apenas sacaran partido de la fase del juego que más dominan. 

Pero si el PSG fue superior durante el primer tiempo, fue sobre todo por su buen hacer con balón. Los parisinos, como ya hicieron contra el Bayern Múnich o contra el FC Barcelona, volvieron a dejar patente que son un gran equipo si se proponen salir jugando desde atrás bajo presión. Y es que el París superó la presión del City con frecuencia desde el mismo inicio de partido. Con Paredes incrustado entre centrales, los franceses pudieron encontrar a sus laterales solos en posiciones adelantadas -sobre todo a Florenzi-, lo que le permitía instalarse en campo rival y que el rival tuviera que correr hacia atrás. El 3 + 3 con el que presionaba el Manchester City, con de Bruyne saltando a Paredes y Mahrez y Foden pendientes de centrales, se desajustó muchísimo, dejando a los laterales totalmente libres para recibir.  

Para más inri, los parisinos contaban con auténticos jerarcas de esta competición cuando están presionados. A lomos de Marco Verrati, Ángel Di María y, obviamente, Neymar, haciendo muchísimo daño con la libertad que tiene para recibir en cualquier zona del campo, el equipo de Mauricio Pochettino pudo desinflar aún más la ya de por sí plomiza presión inglesa y adueñarse por completo del encuentro. Tras el 1-0, anotado por Marquinhos de un córner lanzado por Di María, los problemas de los de Guardiola se acrecentaron más, lo que se tradujo en precipitaciones e imprecisiones, y el París manejó a su antojo la ansiedad del rival. 

Viéndose con el dominio perdido, antes de llegar al ecuador de la primera parte Guardiola ajustó todo su plan inicial. Primero, cambió la estructura de ataque, pasando Cancelo a jugar en el doble pivote con Rodri, empujando así a Gündogan a una altura superior, y colocando a Kevin De Bruyne de falso 9. Pero el ajuste que realmente causó impacto en el juego fue sin balón. Como ya hizo en la eliminatoria contra el Dortmund, de la presión en ‘3 + 3’ pasó al ‘4 + 2’, y de esta forma pudo emparejar mejor la salida de balón del PSG. Con Foden y Mahrez tomando a Bakker y Florenzi en vez de quedar atraídos por los centrales, Bernardo Silva y De Bruyne presionando a Marquinhos y Kimpembe respectivamente, el City fue capaz de forzar pérdidas que le permitieron generar las pocas ocasiones que tuvo. Así, por lo menos, metió algo de miedo en el cuerpo a un Keylor Navas que había vivido muy tranquilo hasta el momento.

Fruto de la mejora en la presión, ya con Foden por dentro y Cancelo dando amplitud por izquierda, los citizens pudieron tener más continuidad ofensiva, enjaulando al París en su mitad y dibujando un escenario de partido nuevo. Pasar del 4-2-4 inicial al 3-2-5 de la segunda parte resultó clave para tener mayor dominio en campo rival y controlar la transición defensiva. Y como un dominó, las fichas fueron cayendo por su propio peso. El PSG no pudo respirar con pelota tanto como antes, perdió balones que le fueron minando la confianza, sus individualidades aparecieron menos (Mbappé y Neymar quedaron aislados) y progresivamente fue perdiendo altura defensiva.

Así, el Manchester City, respaldado por un imponente Rúben Dias en la anticipación, fue encontrándose en el partido como nunca antes. Solo cabía esperar que un gol descorchara la botella, y el juego, por fin, fluyese. El 1-1 de Kevin de Bruyne, tras un fallo de Keylor Navas, fue el empujón anímico que tanto ansiaba el equipo inglés. Después de que Marco Verratti no alcanzara a empujar un balón diagonal de Kylian Mbappé, llegaron los dos goles visitantes, en dos errores impropios de una semifinal de Copa de Europa.

Poco después, en una falta lanzada por Mahrez que sorprendentemente se coló entre la barrera, llegó el 2-1 definitivo. Y si los dos goles ya parecían difíciles de digerir, la expulsión de Gueye a 13 minutos del final fue la sentencia. A pesar de que Neymar lo siguiera intentando, el París murió ahí, manteniendo un halo de vida para la vuelta, pero sabiendo que enfrente tiene a un rival que ha hecho el click mental que necesitaba. Esta vez, por primera ocasión en toda la competición, le tocará remar a contracorriente.

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