El Real Madrid 20/21 es un equipo que se caracteriza por aunar dos certezas que le sirven para decantar la balanza a su favor en «el día D».
La primera consiste en ser tremendamente responsable, conocedor de sus limitaciones y consciente de los riesgos que puede asumir. Y la segunda, en ser una máquina aceitada superando presiones altas.
A todo esto, en el último mes ha incorporado una carta a la baraja que le permite ser aún más dominador en ambas facetas, elevando así el nivel del plan general. A falta de la jerarquía de Sergio Ramos en la zaga, al trío Kroos – Modric – Benzema se le ha sumado un nuevo integrante (Vinicius Junior), y juntos están siendo la combinación más valiosa para Zinedine Zidane.
El plan de Zizou para el clásico, en esencia, fue similar al que ejecutó entre semana contra el Liverpool (en Champions League). El Barça de Koeman es un equipo que, desde que se asentó el sistema de tres centrales, empareja individualmente la salida de su rival, asumiendo así el riesgo de tener un tres contra tres en su última línea, y consciente de ello, para dañar la posible debilidad culé, el técnico francés tomó la decisión de acompañar a Karim Benzema con dos jugadores autónomos y de naturaleza agresiva sin la pelota (Vinicius y Fede Valverde). Y lo que tenía en mente, salió como esperaba. El Madrid, que tiene especialistas bajo presión (Kroos, Modric, Benzema, etc.) y especialistas al espacio (Vini, Fede, Lucas, etc.), pudo superar la presión del Barça y hacer mella, sobre todo, con el duelo de Vinicius contra Mingueza en la primera parte. El Barça dejó la puerta abierta prácticamente durante toda la noche, y el Madrid se coló.
Aun así, la primera parte del FC Barcelona con balón tampoco estuvo tan mal. El Real Madrid tenía muy claro en qué zonas del campo ser agresivo (en tres cuartos) y tampoco le importó tener fases en las que replegar en campo propio (5-4-1), más aún con ventaja en el marcador. Pero, poco a poco, el Barça fue creciendo, incluso a pesar del 1-0, y merodeó mucho la portería de Thibaut Cortuois. Pedri y Frenkie De Jong (que fue centrocampista y no central) se apoderaron del balón y le permitieron a Messi recibir entre líneas con tiempo y espacio. El tema fue que el Real Madrid protegió muy bien la frontal mediante los achiques de Nacho, Militao y Lucas (todos a un gran nivel), Mendy se mostró impasible contra Dest y Zidane ajustó con Valverde vigilando a Jordi Alba. Al Barça se le acabaron las vías, y la losa mental del resultado –más la amenaza latente de Vinicius- acabó pesando demasiado.
Y es que, a pesar de que tuvo momentos en los que logró embotellar al Madrid en su campo, la transición defensiva fue el talón de aquiles del Barça en Valdebebas. Cada imprecisión de los culés en campo rival fue castigada por el póker blanco. Benzema hacía de trilero, engañando y sacando de zona a Araújo, Kroos y Modric siempre hacían lo que debían en mediocampo, y Vinicius, que está en su mejor momento desde que viste la camiseta merengue y que volvió a estar acertado en sus decisiones (menos en el segundo tiempo), sabiendo cuando acelerar y cuando pausar, fue un martillo contra Mingueza y Araújo. Ante eso, el Barça sí que no tuvo respuesta.
Tras el descanso, Koeman estaba obligado a mover ficha, y lo hizo volviendo al 4-3-3, introduciendo a Griezmann por Dest, y devolviendo a Dembélé, que había estado muy incómodo e impreciso de delantero centro, al lugar desde el que despegó esta temporada (banda derecha). Defendiendo una ventaja holgada, el Madrid fue aún más fiel en su idea de esperar -ahora sí, sin fases de bloque más alto- y mantuvo la convicción de que seguía disponiendo de la combinación ganadora. Pero el Barça volvió a crecer. Y si en el primer tiempo, el mejor momento culé había nacido de la conexión de Pedri con Messi, en la segunda parte fue su socio más fiel, Jordi Alba, el que hizo que el Barça volviera a inclinar el campo. De una de las muchas veces que combinaron (quizás de la que menos se podía esperar, todo sea dicho), nació el 2-1, obra de Óscar Mingueza, y el Barça volvía al partido.
Y con un Barça en línea ascendente y que estaba volviendo a conectar a Messi al choque, volviendo a hacer mucho daño entre líneas, fue Zidane quien decidió cerrar el grifo. A 20 minutos del final, posiblemente pensando en Anfield, Kroos, Benzema y Vinicius dieron entrada a Marcelo, Mariano e Isco, y el Real Madrid cerró aún más espacios con Mendy de tercer central y Marcelo y Odriozola de carrileros. El técnico francés quitó a 3 de los 4 jugadores que le estaban posibilitando estirar a su equipo a costa de ganar estabilidad defensiva, pero no lo consiguió. El equipo se hundió cada vez más y apenas salió de su mitad. En el Barça, las salidas de Pedri y Busquets (por Sergi Roberto y Ilaix Moriba) promovieron un escenario más caótico, y la moneda, que podía haber caído de ambos lados, salió cruz para los de Koeman.
Por fin, después de mucho tiempo, Real Madrid y FC Barcelona nos regalaron un clásico a la altura de lo que significa un partido de estas características.