Comparte esta historia:

Facebook
LinkedIn
Twitter
Pinterest
Email
WhatsApp

En muchas ocasiones, conseguir el éxito o estar cerca de él nubla la capacidad de reflexión acerca de lo que se hace bien y de lo que se hace mal. Para el Deportivo Toluca, llegar a la final y rozar la gloria en el Clausura 2018 marcó el inicio de una crisis provocada por una serie de malas decisiones, volantazos abruptos y elecciones poco congruentes en cuanto a perfiles de entrenadores. Y, en algunos casos, también de jugadores. Ahora, bajo el mando de Hernán Cristante, con quien se llegó a esta cúspide hace casi tres años, el equipo escarlata ha contrarrestado la turbulencia y ha vuelto a competir con bases reconocibles en su sistema.

Parece que pasó mucho tiempo desde que el cuadro escarlata se colocó líder general y consiguió el subcampeonato de Liga y Copa MX en el mismo semestre, todo de la mano de elementos como Talavera, Quiñones, Barrientos y Sambueza. La imagen perduró realmente poco. El proyecto careció de respaldo tan pronto como los resultados dejaron de acompañar. La consecuencia está a la vista de cualquiera: cuatro torneos seguidos sin estar dentro de los ocho primeros.

La irregularidad e inestabilidad llegaron al Nemesio Diez junto a Ricardo Antonio La Volpe. Así como el estratega falló en su intento por implantar sus ideales en el terreno de juego basándose en su clásico 5-3-2, las incorporaciones también estuvieron lejos de cumplir con las altas expectativas generadas. En particular, los argentinos Federico Mancuello, Emmanuel Gigliotti y Jonatan Maidana quedaron a deber.

José Manuel de la Torre tampoco fue capaz de encontrar la fórmula con un equipo que en defensa carecía de calidad diferencial y que, al frente, dependía en exceso de la figura de Leonardo Fernández para generar peligro. Y él, a su vez, demandaba cosas que comprometían al sistema en su conjunto. En términos generales, se trataba de un cuadro rígido pese a las estructuras empleadas y descompensado en muchos sectores. De esta forma, los Diablos vieron derrumbada su fortaleza jugando como locales, pues sumaron únicamente cuatro victorias durante todo el 2020.

El regreso de Hernán Cristante para el Guard1anes 2021 no sólo le ha devuelto al Toluca la organización que había perdido en todas las fases del juego, sino que ha logrado transmitir intenciones muy definidas a partir de la complementariedad de sus piezas. Dentro del 4-2-3-1, son los laterales quienes aportan total amplitud para permitir que los mediapuntas o ‘falsos extremos’ fluyan con total libertad; Canelo se desenvuelve bajo un espíritu más agresivo buscando el espacio mediante rupturas, mientras que Sambueza se relaciona con el balón en cualquier carril y altura con la inagotable inventiva que le ha dejado marcar un legado en el fútbol mexicano. Este último, además, posee la suficiencia para crear sinergias efectivas con ambos laterales, pese a que tiende a partir desde la derecha.

4-2-3-1 de Toluca en el Guard1anes 2021

Junto a ellos, sigue creciendo Kevin Castañeda. El chico de 21 años realiza un trabajo que acapara menos reflectores, pero que suele ser vital para progresar con balón. Sus movimientos a los costados y espaldas de los mediocentros rivales, aunados a sus desplazamientos a lo ancho del terreno, generan líneas de pase claras y contextos que favorecen su disparo de media y larga distancia.

Por su parte, Michael Estrada no deja de añadir registros a su juego, toda vez que exhibe una mayor sensibilidad para ofrecer apoyos y atraer a los centrales para que sea Canelo quien aproveche sus espaldas. Frente al arco es donde la efectividad del ecuatoriano ha estado por debajo de lo esperado.

Para posibilitar esto, ha sido vital la agresividad de Torres Nilo y Barbieri para romper líneas a través del pase y encontrar a los atacantes. De hecho, es frecuente ver que Toluca sea más vertical y no involucre del todo a Vázquez y Baeza en la construcción. Ellos, en cambio, proveen de energía al equipo cuando es momento de saltar a presionar, y así retardar transiciones o recuperar la posesión.

No obstante, los Choriceros también han sabido adecuarse a un plan reactivo, reconociendo su inferioridad. El ejemplo más claro es el partido frente a Tigres en el Volcán, donde el 4-2-3-1 cambió a 4-3-3 dándole entrada a Ríos en lugar de Castañeda. La intención era neutralizar el juego interior y apostar por las transiciones.

Toluca no tiene la nómina más amplia y tampoco posee grandes soluciones desde el banco de suplentes. Sin embargo, ha vuelto a competir para ponerse a la altura. Esto, en partidos a matar o morir, puede representar una seria amenaza para cualquiera.

Picture of Memo Navarro
Memo Navarro
Periodista, 24 años. Amante del fútbol formativo y la Premier League. Analizo para encontrar los detalles que marcan diferencia en el juego.

También lee: