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La Selección Mexicana cerró su participación en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 dejando en claro lo que a nivel de comportamientos colectivos. Es un combinado con respuestas claras en todas las fases del juego, con énfasis en el juego directo, el repliegue medio o bajo para orientar al rival hacia las bandas y las transiciones defensa-ataque. Ante Japón, el equipo de Jaime Lozano logró progresar principalmente mediante el juego directo con Henry Martín y Luis Romo, quienes le permitieron a México tomar altura en el campo con sus recepciones o prolongaciones. Avanzar por abajo y asociándose no es una fortaleza de este conjunto.

Igual que ante Brasil, el equipo verde evidenció conductas sólidas sin balón, sobre todo cuando defendía en propio campo o cerca de su área con un repliegue en 4-5-1. Henry Martín dividía entre centrales y orientaba para que luego el resto de sus compañeros cerrara el carril interior dejando libres las bandas y obligando a Japón a jugar hacia ahí. Una vez que la pelota llegaba al lateral o extremo, México recorría y aumentaba la presión para robar aprovechando la superioridad numérica que le permite la zona del campo.

Sin embargo, al presionar más arriba, el bloque defensivo se alargaba y aparecían espacios internos por donde el rival pudo progresar y llegar a zonas altas con ventajas.

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