PSG 1-1 FC Barcelona: El viento fresco de París

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Sin público, todo es demasiado frío. Ni el que gana parece que lo haya hecho matando los fantasmas que le perseguían del pasado, ni el que pierde parece que lo haya hecho por primera vez en catorce años a estas alturas de competición. Y todo en un partido que ha quedado empate, pero por decir un resultado. Unas tablas que reflejan cómo el viento fresco de París golpea a los asientos vacíos del Parque de los Príncipes. Una igualdad en un encuentro de vuelta que nunca pareció pertenecer a esta competición; a la que todos recordamos con gestas históricas y partidos de ensueño. El día que, quizá, Messi jugó su último partido de Champions con el escudo culé.

El Futbol Club Barcelona cae eliminado en octavos de final ante el Paris Saint Germain tras empatar 1-1 en Francia. El conjunto dirigido por Pochettino pasa a la siguiente ronda gracias a la ventaja conseguida en el Camp Nou (1-4). Fue una eliminatoria con un nombre propio: Kylian Mbappé. El francés cuajó dos de estas noches que, en unos años, siempre se acaban recordando. Fue el mejor en la ida y marcó el gol, desde los once pasos, de la vuelta.

El técnico argentino planteó un encuentro de mínimos, de conservar lo que tenía, de no forzar errores en el rival. En un bloque medio, que iba perdiendo altura debido a su pasividad, plantado en 4-1-4-1, iba recibiendo ataques del rival, pero achicando siempre en el último cuarto del terreno de juego. En el otro lado, el Barça sorprendía con Frenkie De Jong como central, dando fluidez a los primeros pases y estabilidad en la generación de las primeras ventajas, y con Messi y Griezmann dinamizando por detrás de Ousmane Dembélé en un «3-4-2-1». El conjunto de Ronald Koeman atacaría sin cesar, tratando de encontrar a sus mejores hombres ante un rival pasivo, que tan solo reaccionaba en el momento que sonaba la alarma. 

En ese contexto, Marquinhos se erigió como uno de los hombres de la noche. Deslizaba con las rupturas de Dembélé, siempre con el perfil idóneo, mostrando su capacidad para proteger el área. Sin duda, le redujo el trabajo a Keylor Navas. El arquero costarricense, por otra parte, no se queda atrás. Fue el mejor del partido. Parecía que el plan de Pochettino era exactamente ese. Sacar a relucir esas cartas. Navas sacando cualquier balón debajo de los palos y el central brasileño auxiliando para que los remates fueran en malas condiciones. 

El conjunto catalán iba jugando su partido de handball. El balón circulaba de un lado a otro, incluso dando muchos pases a espaldas de los centrocampistas rivales, tratando de progresar a partir de Lionel-Antoine entre líneas, las rupturas de Ousmane, tratando siempre de filtrar en el mismo intervalo en que él rompía, y de Alba llegando en izquierda y Dest estando en derecha. De hecho, el norteamericano dejó una actuación divertidísima, jugando con Kurzawa como quería. Llevándolo a zonas a las que deseaba para, luego, atacar otras. Una sensibilidad en cada toque, acompañado de una intención táctica detrás, que siempre gusta a cualquier aficionado al fútbol. El Barcelona disfrutó en París, pero no fue contundente. Sensaciones en funcionamiento positivas, pero el resultado fue corto.

Y cuando la noche más fría se hacía en París, Messi, después de marcar un golazo desde fuera del área, erraba en el momento en que la estufa parecía funcionar. Penalti, tiro seco, a media altura, excesivamente centrado, tocaba en el pantalón verde fosforito, muy fosforito, de Keylor para desviarse y rebotar en la madera. Sonó la madera seca. Seca del soplo fresco de aire que llevaba consigo. Porque rebotó hacia afuera, pero por rebotar en algún lado. Un destino que refleja la realidad que vive el fútbol.

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Miquel Villarroya
Estudiante de Periodismo en la UAB. Amante de la táctica y el análisis de fútbol.

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