Bucarest: Futbol durante la dictadura de Nicolae Ceaușescu

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Bună ziua, prietene! Ce mai faci? Este es el saludo en rumano, considerada el integrante desconocido de la familia romance de idiomas descendientes del latín. Espero que estés bien. La vez pasada comenzamos con el grupo C y para Ámsterdam vimos que los grandes eventos llegaron a Países Bajos: la Euro, la Fórmula 1 y el Eurovisión. La otra sede de este grupo es Bucarest, la capital de Rumania. Este país forma parte de un grupo dentro de la Unión Europea que quiere dejar atrás un pasado del socialismo, como Hungría, Chequia, Polonia y los tres estados bálticos. En muchos de ellos tuvieron la presencia de un dictador. Para Rumania, su historia tiene una marca indeleble de un hombre llamado Nicolae Ceaușescu. Esta es su relación con el futbol.

Recomendación musical 1

Para tener complacido a Ceaușescu, músicos y poetas componían canciones en honor al hombre más poderoso de Rumania. Esta es una de ellas, Vibrant omagiu (Vibrante homenaje). La letra es de Andreea Andrei y la voz es de Ionel Tudor.

Para este texto tengo un especialista en el tema. Dentro del mundo de Twitter cada vez tenemos más cuentas que se enfocan en un tema en específico. Las que hablan de ligas relativamente desconocidas o lejanas han experimentado un crecimiento sin límites. Ahora se puede conocer de primera mano y en el propio idioma qué ocurre en ese futbol exótico. Por eso invité a Romanian Rhapsody, la mejor cuenta para conocer al detalle Rumania a través de futbol. Síguela en Twitter como @rf_facts. Bine ai venit!

Muchas gracias por dejarme colaborar y dar a conocer un futbol y un país semidesconocido. Espero que mi granito de arena os pueda ser de utilidad.

Vamos al tema de esta semana.

Dictaduras al por mayor en Europa

Durante buena parte del siglo XX, varios países europeos estuvieron del lado del péndulo del autoritarismo. No importaba si simpatizaban con el capitalismo o con el socialismo, la población estaba controlada por las buenas o por las malas. Grecia, Portugal y España iban por la derecha, mientras que Bulgaria, Rumania, Hungría, Yugoslavia, Polonia, Checoslovaquia, Alemania Oriental y Albania trataban de seguir a rajatabla las enseñanzas de Marx y Engels, cuyo máximo exponente . En este último grupo había niños bien portados (Checoslovaquia, Polonia, Alemania Oriental Hungría y Bulgaria), y había ovejas descarriadas, como Albania, Yugoslavia y Rumania.

Francisco Franco

Me refiero a estos países como ovejas descarriadas porque fueron los únicos que se atrevieron a contrariar al Kremlin y establecer su propia visión del socialismo o comunismo. Josip Broz Tito decidió también establecer relaciones con Occidente, mientras que Enver Hoxha optó por aislarse de todo y de todos. Para el líder albanés nadie estaba haciendo las cosas bien, ni China, así que se siguió solo. ¿Y Rumania? Tomó un camino híbrido, a veces obligada por caprichos de su líder, Conducătorul Nicolae Ceaușescu.

Todas estas dictaduras tuvieron en común el uso indiscriminado del deporte de las masas, el futbol. Claro que había otros deportes con opción, pero nos centraremos en el más popular de todos. Durante muchos textos, hemos visto cómo se vivía en las dictaduras de Grecia (Papadopoulos), Portugal (Salazar), Alemania Oriental (Honecker), Jaruzelski (Polonia), Tito (Yugoslavia) y Hoxha (Albania). Ha llegado el momento de ver cómo el Supremo Líder Rumano lo utilizaba. Y es que Rumania era un país con mucho talento, pero pocos resultados.

Biografía de Nicolae Ceausescu

Nicolae Ceaușescu nació en 1918 en Scornicești, un pequeño pueblo del condado de Olt, al sur de Rumania. Pasó sus 11 primeros años ahí, no con los mejores recuerdos precisamente. Dicen que no veía la hora de largarse a Bucarest porque su padre, un granjero de poca monta, era un fanático religioso de iglesia ortodoxa, y encima era bastante abusivo y riguroso. Transcurrido ese tiempo, llegó a Bucarest a vivir con su hermana Niculina Rusescu, y ahí en la capital rumana empezó a trabajar como aprendiz de zapatero en el taller de Alexandru Săndulescu.

La casualidad fue que Săndulescu era miembro del entonces ilegal Partido Comunista de Rumania (Partidul Comunist Român), y Nicolae demostró mucho interés en esas enseñanzas y se empezó a acercar al Partido. Como en ese momento era muy joven, le dieron tareas de poca monta, pero eso le bastó para entrar en la mira de la policía. Fue arrestado por primera vez en 1933 cuando tenía 15 años por gamberrismo. En total fue detenido seis veces, hasta que lo mandaron a prisión por tres años en la prisión de Doftana. Cuando salió para cumplir un arresto domiciliario en Bucarest, en 1939, conoció a Elena, de quien se enamoraría profundamente y se casarían en 1947.

Ahora bien, hay que destacar que para ese entonces Rumania estaba gobernada bajo un rey llamado Carlos II (Carol al II-lea al României) y para cuando empezó la Guerra Mundial su gobierno había dado indicios de autoritarismo; de ahí que Siguranța Statului decía que Ceaușescu era un “peligroso agitador comunista”. En eso, se desató el infierno y Carlos II fue depuesto por la Guardia de Hierro (Garda de Fier), de derecha y con mucho apoyo de los nazi. En el poder se quedó el General Ion Antonescu. Ceaușescu siguió en problemas con la autoridad y estuvo en las prisiones de Jilava (1940), Caransebeș (1942), Văcărești (1943) y Târgu Jiu. Aquí conoció a Gheorghe Gheorghiu-Dej, que fue una especie de mentor para él. Como él era el único que le seguía el paso en cuanto a la interpretación de la doctrina socialista se refiere, le tomó mucha estima. Mientras tanto, el rey Miguel I (Mihai I) tuvo el poder, pero no duró mucho tiempo porque finalmente los comunistas fueron los ganadores de este río revuelto en 1947.

A partir de Târgu Jiu, la carrera de Ceaușescu subió como espuma. De ser el Secretario de la Juventud Comunista (Uniunea Tineretului Comunist) pasó a ser Ministro de Agricultura y Miembro de las Fuerzas Armadas, donde fue Mayor General. Mientras Gheorghe-Dej era el Secretario General del Partido Comunista, se llevó a Ceaușescu al Politburó. Para esto, había dos facciones de comunismo en Rumania; los que apoyaban todas las políticas del Kremlin (los moscovitas) y los que querían un comunismo a la rumana (los de casa). Ceaușescu pertenecía a este último grupo. Esta división se zanjó con la victoria de los comunistas a la rumana y eso no hizo más que potenciar el ascenso de Ceaușescu. Finalmente Gheorghe-Dej murió en 1965 y a los tres días el Partido Comunista tenía a Ceaușescu como su líder.

Al exterior proyectaba una imagen independiente, en especial para Estados Unidos y Reino Unido. Se podría decir que después de Tito y Hoxha fue el tercer chico rebelde del redil de Moscú, criticando la invasión soviética de la Primavera de Praga o a Afganistán, pero no rompió relaciones con la Unión Soviética del todo. Para presidentes como de Gaulle en Francia y Carter en Estados Unidos, Ceaușescu era aplaudido por sus políticas de apertura. Richard Nixon escogió a Rumania como primer viaje hacia un destino socialista, y fue recibido por la inmortal reina Isabel II en el Palacio de Buckingham. También tuvo la idea de visitar a Mao Zedong (毛泽东) cuando las relaciones entre China y la URSS pasaban por momentos bajos.

Al interior, la cosa era radicalmente opuesta. ¿Cómo poder definir la vida de Rumania bajo Ceaușescu? En tres palabras: “prisión al aire libre”. Lo que en un principio parecía un dirigente hasta cierto punto liberal, se tornó a mitad de los años 70 en un líder autoritario, receloso y paranoico. Se basó cada vez más en la temida Securitate, hasta el punto de llegar a asfixiar a la población. La división apareció en la sociedad, volviéndose vecinos contra vecinos, amigos contra amigos, familiares contra familiares… los arrestos por sorpresa y las confesiones obtenidas por tortura estaban a la orden del día. Casi cada teléfono en el país estaba pinchado y una vasta red de informantes hacía que cada persona midiese muy bien sus palabras. Se sabía todo de todo el mundo y se decía que ‘las paredes tenían oídos’. La figura de Nicolae estaba unida a la de su querida Elena. Se decía que su currículum se enriquecía con doctorados honoris causa alrededor del mundo. Otros catedráticos de química decían que ellos elaboraban los artículos científicos y Elena los firmaba como una especie de mecenas científica.

Para este texto nos centraremos en el futbol bajo la vida de la dictadura atípica rumana. Como toda su vida política, su práctica fue un anecdotario de corruptelas bastante descaradas, ligas divididas entre grupos de poder, arreglos por debajo de la mesa, nepotismo, clubes favorecidos y más cuestiones nefastas.

Inicios del futbol de la Rumania socialista.

El futbol se practica en Rumania desde 1904. Se cuenta que su primer partido se jugó en Transilvania cuando todavía era parte del Imperio Austrohúngaro. De hecho, Rumania fue uno de los 13 equipos decanos de los campeonatos mundiales, todo gracias a la clemencia del rey Carlos II, que presionó para que soltaran a sus trabajadores para ir a jugar a Uruguay. Tuvo una buena victoria sobre Perú, pero fue imposible jugar contra el anfitrión, cayendo en fase de grupos. Rumania clasificó también a las ediciones de 1934 y 1938, saliendo en primera ronda de nuevo por culpa de sus derrotas contra Checoslovaquia y sorpresivamente contra Cuba (esa última historia la veremos más adelante).

Rumania en el mundial de Uruguay 1930

Mientras tanto, ya había inicios de injerencia gubernamental en el futbol rumano, con nombres como Alexandru Elădescu que hizo todo lo posible para que su club, el Venus de Bucarest, ganara la liga de 1936. Otra persona clave era Gavrilă Marinescu, ministro de Asuntos Internos, presidente de la Federación de Futbol y muy cercano a Carlos II. Por esas fechas, los equipos poderosos eran Chinezul y el Ripensia, ambos de Timișoara, además del Venus, de Unirea Tricolor y del Carmen, todos de Bucarest.

Cuando los socialistas llegaron al poder, todo el deporte cambió a un carácter amateur y de pronto esos equipos anteriormente mencionados desaparecieron y dieron paso a otros. Este fue el origen de los dos clubes más ganadores de Rumania:

  • El Carmen fue adquirido por el Ejército en 1947, cambiando su nombre a ASA (Asociația Sportivă a Armatei, Asociación Deportiva del Ejército), luego a CCA (Casa Centrală a Armatei, Casa Central del Ejército)) y finalmente a Steaua (La Estrella).
  • Ciocanul, el equipo de la comunidad judía, y Unirea Tricolori, el equipo de la Guardia del Hierro tuvieron una unión parecida a un oxímoron, el cual pasó a manos del Ministro del Interior y al año siguiente recibió el nombre de Dinamo Bucarest.

En los primeros años de la vida socialista de Rumania, ya tenemos prácticas desleales del deporte. La más masificada era la prohibición de transferencias entre clubes salvo que fueran los del gobierno, Steaua o Dinamo. También había conflictos abiertos, peleas entre oficiales, tácticas de intimidación y corrupción de árbitros y bastante mala lid hacia los clubes de sindicatos.

En Rumania cada equipo pertenecía a una institución social determinada, y había veces que incluso eran dos o más:

  • Ministerio de Defensa: Steaua, Târgu Mureș.
  • Ministro del Interior: Dinamo Bucarest y Victoria Bucarest
  • Sindicato de ferrocarrileros: Rapid Bucarest y CFR Cluj.
  • Instituciones educativas: Universitatea Craiova, Sportul Studențesc, Politehnica Timișoara, Politehnica Iași y Universitatea Cluj.
  • Sindicato de mineros: Jiul, Petroșani, Baia Mare.
  • Fábricas: UTA Arad, Corvinul Hunedoara, Oțelul Galați.

Para los países socialistas, una manera de demostrar superioridad sobre el occidente era a través de las victorias deportivas. En apariencia, todos los clubes eran amateurs, pero realmente esto era una pantomima, porque los jugadores estaban registrados como oficinistas, mineros y trabajadores. Este carácter en contra del profesionalismo era el espíritu que pululaba en los Juegos Olímpicos. El general Dumitru Petrescu, comunista, ministro de finanzas y vital en el organigrama de ASA, era claro con respecto a la importancia de las victorias para el régimen:

„Pierzând meciurile internaţionale, pierdem şi din punct de vedere politic. Se poate face afirmaţia că fotbalul, cu toate condiţiile favorabile create, nu este la înălţimea prestigiului Republicii noastre”.

Al perder los partidos internacionales, también perdemos desde el punto de vista política. Se puede afirmar que el futbol, con todas las condiciones favorables creadas, no está a la altura del prestigio de nuestra República.

Y tenía toda la razón. Salvo Albania, todos los países socialistas en Europa eran bastante asiduos en los campeonatos mundiales, eran competitivos, constantemente representaban dolores de cabeza para otras selecciones… en fin, ahí estaban. Hasta antes de la década de 1980, Rumania solamente había clasificado a un mundial, México 1970, y su participación fue realmente gris. La historia no era nada diferente en el futbol de clubes: lo máximo que llegaban era a cuartos de final de cualesquiera competencias.

Rumania en el mundial de México 1970

Es momento de ver a detalle los clubes que de la noche a la mañana lograron brillar… gracias al padrinazgo y complacencia de las autoridades.

Fotbal Club Olt Scornicești, ascensos con la ayuda del dictador

En 1971, Nicolae Ceaușescu visitó China y Corea del Norte en viaje oficial. El culto a la personalidad que allí vio le dejó tan impresionado, que no dudó en implantarlo en su propio país a su vuelta. Encuadrada en este hecho, surge la idea, en su entorno, de que el pueblo donde nació el dictador tenga su propio equipo; eso sí, no podía ser un equipo cualquiera…

Así pues, en 1972 se fundó Viitorul Scornicești (que en los años 80 se conocería como Olt Scornicești). La pequeña y depauperada localidad donde Nicolae vio la luz por vez primera, enclavada en la sureña región de Oltenia, tenía su equipo. Y años más tarde también tendría su estadio, una monstruosa mole en mitad de la nada, con capacidad para más de 25.000 espectadores y con altos costes de construcción: 22 millones de dólares en una época en la que la gran mayoría del país pasaba hambre.

Las extravagancias no se limitaban sólo a aspectos externos. Han corrido ríos de tinta sobre cómo el Olt Scornicești, catalogado ya como el equipo del dictador, ascendió de categoría cada año desde los mismos orígenes. En 1974 llegó a la tercera división. Llegar a la segunda división les costaría más, pero lo hicieron a lo grande.

21 de junio de 1978. Penúltima jornada de la serie sexta de la división C. Compiten por el ascenso Flacăra Moreni y el Olt Scornicești, que están igualados a puntos y el gol-average será decisivo. Ambos equipos juegan en casa, Flacăra frente a Rova Roșiori y el Olt ante el descendido Electrodul Slatina. El equipo del pueblo del ‘más inteligente hijo de la nación’ fue previsor, y envió un representante al partido de Moreni. No había los medios técnicos de hoy en día, y había que informar de cómo iban las cosas en el otro estadio de forma más rudimentaria. Se cuenta que el enviado a Moreni informó del resultado momentáneo (1-1) de forma codificada (aunque no se lo había pedido nadie!) y dijo: «uno junto a uno». En Scornicești entendieron ese ‘uno junto a uno’ como un 11. Es decir, ¡Flacăra estaba ganando por 11 goles! Como el Olt estaba obligado a mejorar por 5 o 6 goles la diferencia del Flacăra, la noticia cayó como un trueno en el banquillo de Scornicesti. Y comenzó la masacre, en plena connivencia con el árbitro e incluso los rivales. Los goles se empezaron a suceder en la portería de Electrodul, hasta llegar al 18-0 final. El árbitro alargó todo lo necesario, y hasta se aconsejó a los jugadores no ir a las duchas tras el pitido final porque, quién sabe, quizás era necesario algún gol más. Y así fue cómo el Olt Scornicești consiguió su ansiado ascenso a la B.

Dumitru Dragomir, que décadas más tarde se convirtió en un polémico presidente de la Liga, asumió la presidencia del Olt aquel mismo verano de 1978. Según sus propias palabras: «Todo era un desgobierno en las divisiones inferiores. No venían observadores, no venía nadie…»

El ascenso a la primera división fue fulminante al siguiente año, y por supuesto también manchado por arbitrajes y partidos trucados. Si bien es verdad, Ceaușescu no se enteraba de la mayoría de estas tropelías y lo que pasase con el Olt le importaba más bien poco. Apenas visitó el estadio de Scornicești en un par de ocasiones, y era para inaugurar alguna fábrica. Del destino y de los ‘negocios’ del Olt se ocupaba sobre todo su cuñado Vasile Bărbulescu, y el hijo de este, Emil Bărbulescu.

Ya en primera división, los jugadores del club se convertían en auténticos privilegiados de una sociedad cada vez más empobrecida. Cada jugador ingresaba por cada partido el sueldo de tres meses de un ingeniero. Todas las empresas y factorías de Scornicești y alrededores colaboraban en la financiación del club. Los futbolistas del Olt tenían coche, televisiones en color y cualquier alimento que se les antojase. Scornicesti era el paraíso en la tierra para ellos.

En 1982 consiguieron la mejor clasificación en la breve historia del equipo: un cuarto puesto. A lo largo de la década de los 80, el Olt se benefició de traspasos y cesiones conseguidos a base de influencias. Así fue como jugadores de la talla de Ilie Balaci, Adrian Bumbescu, Dorinel Munteanu, Dan Petrescu, Ilie Dumitrescu, Gheorghe Mihali, Victor Pițurcă o Ilie Bărbulescu entre muchos otros, jugaron en el Olt en algún momento de ese decenio.

Victoria București, el equipo de la policía rumana

Victoria Bucarest tiene el lastimoso honor de haber sido el equipo rumano más odiado de la historia. Este club, ligado desde el mismo origen de su existencia al Ministerio de Asuntos Internos, hubiera pasado más o menos desapercibido de no haber tenido una sonora estancia en la primera división durante la segunda mitad de los años 80.

En lo alto de la pirámide jerárquica del Ministerio se encontraba el Dinamo, el principal juguete deportivo de Asuntos Internos. Bajo el Dinamo se fueron sucediendo y extendiendo toda una serie de equipos filiales y satélites que llegaron a cubrir toda la geografía rumana como si se tratase de una gigantesca telaraña. De entre todos ellos terminó destacando Victoria Bucarest, fundado en 1949 en el barrio capitalino de Obor como segundo equipo del Dinamo.

Tras décadas de oscurantismo, con pocos éxitos, con cambios de denominación, uniones con otros equipos y refundaciones varias, Victoria termina logrando el ascenso a la primera división por primera vez en 1985. Por entonces el nombre oficial era Dinamo Victoria Bucarest, pero para jugar en primera prescindieron del ‘Dinamo’ de su nombre. Quizás era demasiado elocuente.

La presencia del Victoria en la liga rumana (y también la del Flacăra Moreni, equipo ligado a la Securitate) tenía un único e inequívoco objetivo: ayudar al Dinamo en su guerra con el Steaua. Por supuesto que contra el Dinamo, el equipo nodriza, estaba prohibido meter goles y conseguir puntos. En el resto de partidos, el Victoria gozaba de descarados favores arbitrales, en ocasiones auténticamente escandalosos. Había cuatro árbitros muy concretos (Velea, Rotărescu, Necșulescu y Macavei) que siempre resultaban delegados en sus partidos, y estaban muy comprometidos con la llamada ‘Miliția’, la policía comunista. Como el equipo de Miliția era el Victoria, este era el equipo que se beneficiaba de las coacciones, amenazas y chanchullos que el brazo armado del régimen pudiera cometer.

En 1949, mismo año en que surge el Victoria, la policía de los tiempos monárquicos es sustituída por Miliția. El comunismo ha llegado, y ha venido para quedarse. Entre 1949 y 1951, el 98% de los hasta entonces policías son eliminados (asesinados, encerrados, apartados del sistema, expulsados o enviados a trabajos forzosos). Miliția reclutaría y formaría a sus propios oficiales. En las décadas sucesivas hasta 1990, la policía comunista se distinguiría por sus brutales métodos de control de la ciudadanía y dejaría profundas heridas en la sociedad rumana. Es importante tener esto en cuenta para entender cómo el común de la población podía ver a un equipo ligado a tal organización. Era un equipo antipático para cualquier aficionado de otro equipo. Ni siquiera la gente del Dinamo les tenía especial cariño; los dirigentes porque veían que el Victoria interfería en sus asuntos y los jugadores porque empezaron a compartir su lugar de concentración en Săftica con los recién llegados a la élite.

En su primera temporada en la máxima categoría el equipo acabó a mitad de tabla. Para entonces ya habían reclutado a Dumitru Dragomir como presidente ejecutivo, uno de los más valorados dirigentes de club en el país (con experiencia en otros equipos, como el Olt Scorniceşti). Dragomir, un hombre curtido en todos los tejemanejes del fútbol nacional, se afanó en conseguir las mejores condiciones para su equipo y en atraer a los mejores jugadores posibles (a veces por medio de coacciones, pero esto no era algo exclusivo de Victoria). Victoria se reforzó con los mejores jugadores que no tuviesen sitio en Steaua o Dinamo, y los resultados aparecieron. Tema de árbitros aparte, el club bajo la sombra de la policía logró conjuntar un equipo sólido y competitivo que terminó tercero durante tres años consecutivos: 1987, 1988 y 1989, con sus respectivas participaciones europeas (alcanzan los cuartos de final de la Copa UEFA tras eliminar al Dinamo Minsk soviético, y allí caen ante el Dinamo Dresden de la RDA).

Los jugadores eran felices por jugar en Victoria, un equipo artificial, sin historia ni aficionados (en la mayoría de los casos, las gradas las poblaban oficiales de la Militia que iban obligados a animar al equipo), pero que pagaba bien y que solucionaba cualquier problema burocrático.

Fue llamativo el caso de Kulcsár Sándor y Székély Ernest, jugadores del Bihor Oradea que fueron requeridos para unirse a Victoria. «Tuve que elegir entre irme a Steaua, a Dinamo o a Victoria. La gente de Oradea me aconsejó irme al Victoria, porque si realmente me querían no era bueno rechazarles. Así que me fui allí por propia iniciativa», recuerda Kulcsar. Al llegar al Victoria, cada jugador recibía el grado de oficial de Militia. El problema es que para ser oficial de Miliția era imprescindible ser rumano de pura cepa, y los apellidos de Kulcsár y Székély resonaban a húngaro. El presidente Dragomir vino con la solución: cambiarles el nombre. Todo era más fácil si eras el equipo de Miliția. Aquello era el Estado haciendo trampas al propio Estado, algo que definía muy bien al fútbol rumano de los 80. Así fue como Kulcsár Sándor y Székély Ernest se convirtieron en Alexandru Culcear y Dan Daniel respectivamente en cuestión de media hora, cuando lo normal sería un proceso de varias semanas.

Los años 80, futbol a recortes

Los años 80 para Rumania fueron sinónimo de miseria y aislamiento. Mientras el resto de países socialistas empezaban a avanzar hacia transparencia y democracia, Rumania decidió meter reversa hacia una re-estalinización. Al igual que Albania, Rumania se aislaba internacionalmente. La década anterior había tenido una industrialización a gran escala, todo a costa de endeudarse a lo bestia. Ceaușescu quiso pagar a toda costa esa deuda: se redujeron las importaciones y se exportaban todos los alimentos en lo que su pueblo se contentaba con 300 g de pan al día y cinco huevos al mes. Las batallas entre ciudadanos eran algo cotidiano. Con todo, lo que más minó al rumano de a pie fueron las duras condiciones económicas impuestas para acabar con la deuda externa contraída en los años 70. Los recortes drásticos en importaciones no fueron correctamente estimados, y se llegó al racionamiento de comida. 

En 1986 se había pagado la mitad de la deuda, pero el precio de ello era soportado por la población, que padecía draconianas políticas de austeridad. Los recursos energéticos fueron desviados a una producción ineficiente de bienes para ser exportados y las necesidades básicas (comida, calefacción, electricidad y atención médica) fueron racionadas, con el consiguiente deterioro de las infraestructuras. Las colas interminables para conseguir alimentos (si había suerte) se hicieron habituales.

Esos recortes llegaron al futbol, justamente cuando Rumania empezaba a mostrar un mejor nivel: clasificaron a la Eurocopa de 1984. La sociedad estaba muy controlada y muy reprimida. El entretenimiento era muy escaso (apenas dos horas al día de televisión estatal, la única cadena permitida). No se podía hablar ni siquiera de ver partidos de futbol de competencias europeas. El control sobre la población era total y cualquier intento de formar un movimiento de resistencia era prácticamente imposible.

Y también se cargaron lo que pudo haber sido una medalla segura. Ceaușescu fue el único líder socialista que aceptó ir a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, boicoteados por la Guerra Fría. En el futbol, la selección rumana había tenido buen desempeño en su grupo, quedando en segundo lugar encima de Italia y Países Bajos, aunque insuficiente para clasificar en lugar de Yugoslavia. Los clasificados al torneo olímpico renunciaron eran socialistas (Yugoslavia, Alemania Oriental y Checoslovaquia) y se abrió la oportunidad para que Rumania pudiera clasificar. Ceaușescu hizo un análisis costo/beneficio. Mandar 30 hombres a Estados Unidos por una medalla era algo carísimo cuando con un deportista podías hacer lo mismo. Declinó la invitación, que pasó a Italia. La Squadra Azzurra llegó hasta la semifinal.

Nepotismo de los Ceaușescu en el futbol

Como todo socialista, la familia Ceaușescu era la verdadera privilegiada y el nepotismo también hizo presencia en el futbol rumano. Comencemos por su hijo menor, Nicu. Se decía que él heredaría todo lo que su padre tenía y lo estaban preparando con diversos cargos como Ministro de Juventud y el Primer Secretario del Partido Comunista en Sibiu. También dicen las malas lenguas que él era un gran amigo del hijo de Saddam Hussein, Uday (عدي صدام حسين), quien estuvo a cargo de la selección de futbol de Irak con crueldad implacable (más información después). Además de borracho y violador, Nicu era apostador compulsivo y derrochó el dinero del gobierno rumano en casinos alrededor del mundo. En el futbol, tuvo a su cargo el Inter Sibiu, que logró ascender a primera en 1988, seis años después de ser fundado. Su máximo logro fue un cuarto lugar de liga y una Copa Balcánica. 

Su primogénito Valentin no veía mucho interés en la política, sino que decidió estudiar física nuclear en la Universidad de Bucarest. Con el dinero del papá se marchó a estudiar un posgrado al Imperial College de Londres. En esa universidad era el portero del equipo de esa universidad.

Valentin

El futbol continuó en la vida de Valentin. Se decía que era el dueño no oficial de Steaua Bucarest. Bajo su tutelaje, Steaua impuso un récord europeo de 104 partidos invicto dentro de la liga local. Es válido sospechar de este invicto; los árbitros por lo general no acababan el partido sino hasta que Steaua marcara.

Y con Valentin, Steaua le dio la máxima gloria de un club a Rumania.

La campaña gloriosa de Steaua Bucarest

El éxito de Steaua en 1986 representó una de las mayores sorpresas en la historia del fútbol europeo, pero no fue para nada casual. Se fraguó un par de años antes, cuando el equipo del Ejército estaba en horas bajas y necesitó de un cambio de rumbo. La tanda de penaltis ganada al Barcelona en Sevilla fue el punto culminante de una década prodigiosa para el fútbol rumano a nivel de clubes.

Cuando se inicia la década de los 80, los dos mejores equipos del país son Universitatea Craiova y el Dinamo de Bucarest. El último título liguero de Steaua databa de 1978 y necesitaba reverdecer sus laureles. El Craiova y el Dinamo se habían repartido los títulos desde entonces, e incluso el más humilde Argeș Pitești había conseguido campeonar en una ocasión. Es más, la gente del Steaua veía con envidia las sonadas actuaciones europeas de universitarios (el Craiova alcanzó semifinales de Copa UEFA en 1983) y de dinamovistas (el Dinamo llegó a semifinales de Copa de Europa en 1984). Los fracasos en Steaua se sucedían, y el propio Nicolae Ceaușescu amenazó con disolver el club si no ganaban nunca. Los jugadores estaban descontentos y preferían irse a otros clubes con mejores condiciones. Rumanía disputó la Eurocopa de 1984 sin ningún jugador del Steaua, lo que era un dato alarmante.

A partir de 1982, Steaua empezó a captar algunos jóvenes jugadores de diversas partes del país. Llegaron Duckadam (del UTA Arad), Belodedici (Luceafarul), Pițurcă (Olt Scornicești), Bumbescu (Olt Scornicești) o Lăcătuș (Brașov). La llegada de este último fue difícil de conseguir, ya que el jugador era muy apreciado por los trabajadores de la fábrica Steagul Roșu de Brașov y el presidente del club entonces, Dumitru Dragomir, se oponía al traspaso. El presidente de Steaua, Ion Alecsandrescu (apodado ‘La Esfinge’) e incluso Ilie Ceaușescu (hermano del dictador y jefe del Ejército) presionaron y amenazaron a Dragomir y al director de la fábrica, que cedieron a cambio de tres jugadores del Steaua.

También se había intentado traer al entrenador del Olt, Florin Halagian (apodado Armeanul ‘El Armenio’), pero éste fue reacio hasta 1984, año en el que finalmente recala en el club de la capital. Halagian fue clave para que el experimentado centrocampista Bölöni László dejase el Târgu Mureș y viniese al Steaua. Con Valentin Ceaușescu (hijo del dictador) cada vez más metido en los asuntos del equipo, y con Halagian, Alecsandrescu y los generales del Ejército (muy especialmente Constantin Olteanu) decididos a cambiar el destino de Steaua, empezó la temporada 1984-85.

Florin Halagian

La presencia de los generales era importante para no amedrentarse ante los despiadados dirigentes del Dinamo y los oficiales del Ministerio del Interior. En una ocasión, Tudor Postelnicu (jefe de Securitatea) le mostró a Olteanu (entonces ministro de Defensa) toda una conversación privada que este había tenido con Anghel Iordanescu (miembro del cuerpo técnico del Steaua). La Securitate ocultaba micrófonos en las oficinas del Steaua, así como lo hacía en miles de edificios y viviendas del país. Postelnicu le mostró a Olteanu su poder, y el Steaua sabía que en el Dinamo tendría a un rival sin escrúpulos. Ya lo habían demostrado en 1981, cuando trataron de frustrar el traspaso de Ștefan Iovan al Steaua chantajeándole con el embarazo de una mujer dos años atrás, o cuando perturbaban al capitán del equipo militar, Tudorel Stoica, con la detención de su padre por su adicción al alcohol.

Tudorel Stoica

Por circunstancias como estas, tuvo gran mérito que Steaua ganase el doblete de liga y copa de 1985. El entrenador Emerich Jenei (Jenei Imre) había sustituído por el camino a Halagian (las malas lenguas dicen que la tovarășa Elena Ceausescu dijo: «¿cómo es posible que un armenio entrene a Steaua?»), y Steaua había conformado por fin un equipo ganador, muy reconocible: Duckadam – Iovan, Bumbescu, Belodedici, Bărbulescu – Balint, Stoica, Bölöni, Majearu – Lăcătuș, Pițurcă.

Esa fue la génesis y la base del equipo que, en septiembre de 1985, inicia la campaña de la Copa de Europa en Vejle (Dinamarca), donde Allan Simonsen, todo un Balón de Oro, es la gran estrella. 1-1 termina la visita rumana, gracias a un gol in-extremis de un hombre de banquillo: Marin Radu. Steaua era particularmente fuerte en sus partidos en casa y así lo demostraron en la vuelta: 4-1, goles de Pițurcă, Balint, Bölöni y Tudorel Stoica.

Afiche del partido entre Steaua y Vejle

La siguiente ronda era especialmente problemática, ya que el rival era el Honved de Budapest, y era consabida la tensión entre ambos países, Rumania y Hungría. Steaua cae 1-0 en la ida, gol de Détári Lajos. El estadio Steaua se llena para la vuelta, y los húngaros se disuelven ante 30.000 gargantas. Cuando ya han marcado Pițurcă, Lăcătuș, Bărbulescu y Majearu, Détári anota inútilmente (4-1).

Partido contra el Budapest Honved

Teniendo como posibles rivales para cuartos de final a Bayern, Barcelona, Anderlecht, Juventus, Goteborg o Aberdeen, al equipo bucarestino le toca en suerte el más asequible: el Kuusysi Lahti finlandés, que había eliminado sorpresivamente al Sarajevo yugoslavo y al Zenit soviético. Fue un rival durísimo que contuvo a Steaua en Bucarest (0-0). La vuelta en Helsinki parecía encaminarse a otro 0-0, pero un salvador gol de Pițurcă en el minuto 86 metía a Steaua en semifinales por primera vez en la historia.

Allí se cruzaron con el Anderlecht, una de las grandes fuerzas europeas en los 80, y que venía de eliminar al Bayern. 1-0 en la ida para los belgas, gol del joven prodigio Scifo. El partido en Rumania fue seguramente el mejor de Steaua en aquella campaña europea y uno de los mejores en toda la historia del fútbol rumano. Steaua, a un ritmo vertiginoso que ahogó a los belgas, arrasó con un 3-0 (dos de Pițurcă y otro de Balint). Tras el partido, el entrenador del Anderlecht, Arie Haan, y la estrella Enzo Scifo, elogian al campeón rumano: «ningún equipo del mundo hubiera resistido, los primeros 25 minutos fueron infernales.»

Steaua, el equipo que dos años antes habían soñado y conformado Valentin Ceaușescu, Ion Alecsandrescu, Florin Halagian y los generales del Ejército, estaba en la final de la Copa de Europa. Se jugó en Sevilla, el 7 de mayo de 1986, ante el Barcelona, que perseguía con desesperación su primera corona continental, y fue un partido feo, sin apenas ocasiones ni goles. En la prórroga, Jenei da entrada al campo a su asistente Anghel Iordanescu, que pese a haberse retirado dos años antes, conservaba su licencia de jugador. Jenei quería a Iordanescu en el campo para dar tranquilidad a los chicos. El marcador no se mueve y se llega a la tanda de penaltis. Allí parece que nadie va a marcar tampoco, ambos equipos fallan en sus dos primeros turnos (Majearu y Boloni por parte rumana). Duckadam se hace un gigante en la portería y sigue parando penaltis al equipo catalán. Lăcătuș y Balint aciertan en sus intentos y el Steaua se proclama campeón de Europa. Fue el primer equipo de la Europa del Este en conseguirlo. El triunfo fue una magnífica propaganda para el régimen ceausista.

Los hombres de Jenei ganan esa liga de 1986 pero, siendo ya campeones de Europa, fallan en el intento de conquistar el célebre triplete: pierden la final de Copa ante el odioso Dinamo, dirigido ya por Mircea Lucescu. Las bases iniciadas en 1984, en un momento de desesperación, y ese equipo calculado al milímetro y creado a conciencia, domina el fútbol rumano hasta 1989 y seguirá haciendo ruido en Europa en todo el segundo lustro de los 80.

Tamaña proeza naturalmente ocupó al día siguiente las portadas de los diarios… ¿o no? En absoluto. Solamente se limitó a aparecer en la parte inferior con mayúsculas, porque ese día se conmemoraba el LXV aniversario de la fundación del Partido Comunista de Rumania y toda la portada tenía el retrato de Nicolae. Días después, Conducatorul se dignó a premiarlos y al parecer les dijo que entrenaran más duro para que no tuvieran que depender de los penales.

Boom de los años 80, futbol dorado sobre corrupción negra

Mientras Steaua se convertía en el primer equipo de un país socialista en ser el campeón de Europa, su futbol era un megáfono de la corrupción que existía en Rumania. La liga rumana tenía dos grupos: la red del Dinamo (Victoria, Flacăra y Corvinul) y la red de Steaua (Olt y Târgu); sobra decir que Ceaușescu favorecía a Steaua y ganó más campeonatos que su rival. Cada equipo satélite trataba de beneficiar en la medida de lo posible al equipo patrón. Todos los esfuerzos debían centrarse en obstaculizar a Steaua, por los métodos que fuesen. Para el equipo del Ejército, un equipo que a mediados de los 80 llegó a dominar Europa, los partidos ante el Victoria resultaban durísimos. 

Si un equipo no pertenecía a una red, terminaba gravemente perjudicado. Por ejemplo, Universitatea Craiova perdió muchas veces el campeonato a manos de Dinamo. En noviembre de 1987, Politehnica Timișoara se atrevió a ganarle a domicilio a Dinamo y por primera vez había posibilidades reales de que un club fuera de Bucarest ganara la liga. ¿Qué sucedió? Se movilizó toda la red de Dinamo, árbitros, directivos y personas de gobierno, y para cuando acabó la temporada, Politehnica había descendido. Basta ver la tabla general de cada temporada de los 80 para ver qué institución gubernamental era la dominante en la vida social rumana.

El club orgullosamente antisistema era el Rapid de Bucarest. Aunque era de la clase trabajadora, era detestado por el partido político. Se dice que por culpa de ellos y de Ceaușescu vagó seis años en segunda división, pero el apoyo nunca dejó de crecer. El Rapid tiene el honor de crear el primer comité de aficionados, que abiertamente desafiaban al poder. Es que los estadios eran islas donde los aficionados podían dejar de sufrir por la persecución.

Para el futbol rumano, marcar muchos goles era una obsesión. En Europa hay un galardón que el prestigioso diario galo L’Equipe le otorga al máximo romperredes de un club, la Bota de Oro. Para sorpresa de todos, Rumania lo ganó cuatro veces: Dudu Georgescu de Steaua (1975 y 1977), Rodion Cămătaru del Dinamo (1987) y Dorin Mateuț de Steaua (1989). Si uno miraba más de cerca, la explicación era simple: los partidos estaban arreglados para que los delanteros marcaran más goles y pudieran tener más posibilidades de ganarlo. Quedó tan evidente esa práctica que en 1990 France Football tuvo que cambiar los criterios para ganar la Bota de Oro.

Dorin Mateuț con su Bota de Oro

Las autoridades también tenían la idea de que los jugadores representaran a Rumania de la mejor manera posible, y eso implicaba rumanizar los nombres para ocultar la diversidad, en especial la comunidad húngara. Ya hablamos de Kulcsár Sándor y Székély Ernest. Otros jugadores húngaros en tener la misma suerte fueron. Szatmári Lajos, que cambió a Ludovic Sătmareanu; Bölöni László (el primer jugador en llegar a 100 convocatorias de selección nacional) era Ladislau Bölöni, y Vigh József jugaba con el nombre de Iosif Vigu. Y a veces también rumanos sufrían este cambio, como Gheorghe Ceaușila. Fue registrado como C. Gheorghe porque Ceaușila podía representar burlas para el apellido Ceausescu.

Bölöni László

Irónicamente, el triunfo de Steaua en 1986 fue un suceso multicultural: el DT Jenei Emeric y el capitán Böloni eran húngaros, la defensa era comandada por Miodrag Belodedici (Миодраг Белодедић), de minoría serbia, y el portero Helmuth Duckadam pertenecía a la minoría alemana.

Cuando los equipos rumanos salían del país a jugar de visitante, era de ley que fueran acompañados por un chaperón del gobierno para que no fueran a desertar; muchos de esos jugadores de pronto veían el paraíso al oeste. Muy pocos lograron escapar, y eran tratados como traidores. Dan Coe pidió asilo político en Alemania Occidental y criticó duramente a Ceausescu; a los pocos días apareció suicidado en su departamento de colonia. Otros lograron sobrevivir como Marcel Răducanu, que jugó en Borussia Dortmund y Zurich (condenado a seis años in absentia), y el mismo Miodrag Belodedici, que no regresó de un viaje familiar de Serbia y cumplió su sueño de jugar con el Crvena Zvezda (¡10 años de prisión!). Esas deserciones, sumadas a la de la gimnasta Nadia Comăneci (prácticamente esclava sexual de Nicu Ceaușescu), dejaron muy mal parado al gobierno rumano.

Marcel Răducanu

El último gran clásico rumano

Para traerte una ilustración de la corrupción rumana, hemos querido elegir la final de Copa României de 1988. De nuevo estaba Eternul Derby: el Dinamo contra Steaua. El Ejército contra la Policía. El hijo Valentin contra la madre Elena. Ceaușecu contra Ceaușescu.

Y todo se definía en esta guerra un 3 de diciembre de 1988, cuando ya la nieve había transformado a Bucarest en un manto blanco. Stadionul Național no era la excepción. El árbitro Adrian Porumboiu tenía una responsabilidad grandísima. Era uno de los mejores colegiados de Rumania; de todos modos, era muy probable que algún asistente suyo fuera uno de los 500.000 informantes que tenía el régimen ceausista. Eso no le quitaba el sueño, sino llevar a cabo o no ese partido con condiciones climatológicas bastante adversas. 

Finalmente decidió continuar con Eternul Derby; el Dinamo totalmente en blanco, Steaua de rojo. El frío llegaba hasta los huesos de los jugadores que dejaban la piel literalmente sobre el césped congelado. Todos los aficionados usaban paraguas para protegerse de los copos de nieve. El partido fue altamente disputado con un Tango amarillo para no confundirse en esa pista de patinaje. Al medio tiempo, el marcador no se movía, pero en el Dinamo corrió el sentido común y salieron para el segundo tiempo con calcetas azules.

Minuto noventa del encuentro. Empate a uno. Centro alto y Gavrilă Balint, delantero de Steaua, cabecea con fuerza. Gol. Todo amarrado para los militares. Alborozo en la facción de Steaua. Hasta que… una bandera levantada. El linier ha marcado offside. El tanto se anula. Regresa el empate. Empieza el escándalo.

En el palco se encuentra Valentin Ceaușescu, que hace gestos a sus jugadores. ¡Váyanse del campo! Cabizbajos, los futbolistas se van del césped, presumiblemente en protesta por lo que consideran una persecución arbitral. Los del Dinamo no lo ven así. Un abuso de poder, una muestra de arrogancia y nepotismo. Una más. Ioan Andone, defensa del Dinamo, mira directamente al palco, luego baja sus pantalones, se agarra los testículos, menea con fuerza su pene. Ese gesto le costó un año de suspensión. Como los jugadores de Steaua fueron los que abandonaron, el árbitro declara vencedor al Dinamo de Bucarest. Los futbolistas lo celebran, pero nadie se atreve a darles el trofeo. Al final el portero coge directamente la copa de la mesa donde reposaba. 

Al día siguiente la Federación Rumana se retractó y declaró vencedor a Steaua. Dicen que ha sido cosa de Valentin, aunque eso es poco creíble; no es algo que vaya con la personalidad del hijo “formal” de Nicolae. …

Este fue el último gran derby antes de que el infierno se desatara en la familia Ceausescu.

La caída de Ceaușescu

El trágico desplome del régimen comunista en Rumanía vino como consecuencia de una degradación absoluta en el nivel de vida de los ciudadanos y de un descontento político en el entorno del dictador Ceaușescu, en el plano interno, y de las circunstancias socio-políticas (esencialmente la caída del Muro de Berlín), en el plano externo. Desgraciadamente para él, fue el último en enterarse.

El daño en la economía y en los estándares de vida se hizo tan evidente, que hasta los círculos cercanos al dictador empezaron a molestarse. En este sentido fue remarcable la llamada ‘La Carta de los Seis’ (Scrisoarea celor șase), publicada en medios occidentales en marzo de 1989, donde seis altos cargos del Partido Comunista criticaban las políticas desarrolladas por Ceaușescu y le tildaban de incompetente. Fue una de las más importantes acciones de oposición al régimen, pero sus responsables fueron detenidos, interrogados y condenados a arresto domiciliario.

Mientras algunos miembros del Partido empezaban a dudar de Ceaușescu, éste parecía no ser consciente de ello. Bajo la maléfica influencia de su esposa Elena y embriagado por el culto a su personalidad (que incluía grandes espectáculos, manifestaciones y desfiles en su honor), Nicolae perdió el contacto con la realidad.

El 16 de diciembre de 1989 estalló una protesta en Timișoara, una importante ciudad en el oeste del país, cerca de las fronteras con Yugoslavia y Hungría. El gobierno había intentado desahuciar a Tőkés László, un pastor luterano de origen magiar, y la población se puso de su parte. Tőkés se había mostrado crítico con el régimen en los días previos, acusándolo incluso de propiciar el odio racial. Ese mismo día se produjeron varios enfrentamientos entre las fuerzas policiales y los protestantes, pero al siguiente día estos se revolvieron con más fuerza, tomando la sede del Comité del Partido, vandalizándola e intentando incendiarla. La situación degeneró cuando intervino el Ejército, sembrando el caos en diversos puntos de la ciudad y convirtiendo a Timișoara en un polvorín. Tanquetas, camionetas y vehículos blindados bloquearon los accesos a la ciudad, y los disparos, muertes y peleas se sucedían por las calles.

Los acontecimientos de Timisoara tuvieron su réplica en otras ciudades como Sibiu, Brașov, Arad y Târgu Mureș. Y también en Bucarest, donde muchos miembros del Partido deseaban una transición tranquila tras la caída del Muro, a semejanza de otros países del bloque del Este. En la cabeza de Ceaușescu no cabía ni la transición tranquila, ni la revolución violenta. Partió en viaje oficial a Irán, dejando en manos de su esposa la resolución de los sucesos de Timișoara. Cuando regresó a los pocos días, la situación se había recrudecido. Organizó un multitudinario discurso en el balcón del Comité Central para prometer al pueblo algunas medidas para mejorar su situación y para hablarles de los grandes beneficios del estado socialista, pero para su sorpresa empezaron a sonar algunos abucheos e insultos que le interrumpen. Los jóvenes sacaron banderas nacionales con el escudo comunista arrancado, tal como había sucedido en Timisoara, y la multitud comenzó a ser blanco de francotiradores.

El 22 de diciembre, el ministro de Defensa Vasile Milea se suicida. El nuevo ministro, Victor Stănculescu, aconseja a Ceaușescu y su esposa tomar un helicóptero y escapar, ya que la capital está fuera de control: columnas de obreros de las zonas industriales se dirigían al centro de la ciudad. Tras la huida del dictador, la población estalló de júbilo y una muchedumbre tomó la sede del Partido Comunista, destruyendo todo a su paso. El Frente de Salvación Nacional (Frontul Salvării Naţionale, conformado por muchos comunistas revisionistas y militares disidentes) se erige en nuevo poder político, pero los combates aún siguen en las calles. En un clima de confuso guerracivilismo, con el Ejército peleando en ambos bandos y la presencia de misteriosos o imaginarios ‘terroristas’, Bucarest es molida a disparos resultando decenas de muertos.

El matrimonio Ceaușescu huyó en helicóptero junto a dos colaboradores cercanos, Emil Bobu y Tudor Postelnicu, pero son interceptados cerca de Târgoviște, Bulgaria. 

El día de Navidad de 1989, Nicolae y Elena son sometidos a un juicio precipitado y de dudosa legalidad, y encontrados culpables por genocidio, daño a la economía nacional, enriquecimiento ilícito y uso de fuerzas armadas en acciones contra civiles. Inmediatamente son enviados al paredón y fusilados. El proceso revolucionario se había cobrado más de mil víctimas y fue el único régimen comunista europeo que cayó con derramamiento de sangre.

Así puso fin Rumanía al ceausismo y a 40 años de comunismo. No está claro el papel que jugaron la URSS y EEUU en la revuelta, ni si fue realmente una revolución o un golpe de estado orquestado desde dentro del Partido. Hay muchas lagunas y puntos oscuros aún en lo referente a la caída de Nicolae Ceaușescu.

Tras la revolución, se optó por la disolución inmediata del Olt. Ya era demasiado peligroso o conflictivo tener un club deportivo tan identificado con la figura del dictador depuesto. A día de hoy, su vetusto y semiabandonado estadio sirve de taller de costura e incluso de vivienda social para gente desfavorecida. El club, obligado a recomenzar desde cero, transita sin pena ni gloria por la cuarta división nacional. A nadie le importa ya que este pequeño equipo de la Oltenia profunda fuese, en su día, la joya de la corona de la Rumanía comunista. 

Victoria, al igual que el Olt Scornicești, fue disuelto rápidamente una vez concluida la revolución y no es más que un feo recuerdo de lo que llegó a ser el fútbol rumano. Es otra de las manchas que, al no poder ser tapada, se ha sobrellevado sin más. Inter Sibiu cayó también en desgracia y se disolvió en el 2000. Hasta apenas el mes pasado regresó a la cuarta división.

Steaua propuso al poco tiempo y oficialmente devolver aquella copa truculenta de 1988 al Dinamo, pero no se llegó a un acuerdo. Hay heridas que nunca se cierran. Por cierto, para cuando se reanudó la Bota de Oro, los cambios ahora han hecho imposible que un rumano pueda ganar dicha distinción, sobre todo si juegan en la liga rumana.

Rumania comenzó una apertura en lo social que tardó más tiempo de lo debido, pero para el futbol apenas comenzaba la Generación de Oro. Radicioiu, Dumitrescu, Belodedici, Petrescu, Lupescu, Moldovan y por supuesto Gheorghe Gica Hagi, ya podían fichar con mejores clubes. En esos años 90, lograron tres clasificaciones seguidas al mundial (donde siempre pasaron de fase de grupos) y dos presencias en la Eurocopa, destacando la del 2000, donde estuvieron en cuartos de final.

Muchas gracias por aparecerte por aquí. Eres bienvenido cuando quieras.

Fuentes

Adam, Robert. Football and authoritarianism in twentieth century Romania: between propaganda and subversion. Soccer & Society. Junio de 2020
Carcedo, Diego. Nicolae Ceausescu: los delirios de un tirano. La Vanguardia. 30 de enero de 2018
Durán, Pablo. Amaños y dictadura, la década de oro del Viitorul Scornicesti. El Progreso. 21 de abril de 2018
Martín, José Manuel. El milagro de Duckadam en Sevilla (1986). Memorias del Futbol. 19 de julio de 2019
Tikitaka.Ro Steaua 86: Drumul spre Sevilla. Fecha desconocida

Hemos llegado así a la mitad de nuestro viaje por Europa a través de las sedes de la Eurocopa. Tendremos que ir al grupo D, el británico. La siguiente parada es la ciudad clave en la organización de este torneo, Londres. En Wembley serán los partidos decisivos, pero también tiene partidos de fase de grupos y dos partidos de octavos de final. Esta es una auténtica capital del futbol; cada barrio tiene su propio equipo, estadio, y cada barrio le confiere una personalidad definida. ¿Por qué el Milwall y el West Ham United son los equipos violentos? ¿Qué hace que el Chelsea sea un equipo de ricos? ¿Qué otros barrios tenemos? Esas preguntas quedarán respondidas en nuestra siguiente historia.

Recomendación musical 2

Rumania buscaba despertar y abrirse a Occidente después de años bajo el yugo de Ceaușescu. Las imágenes del ansiado capitalismo empezaron a inundar a la sociedad rumana; la juventud estaba huérfana de valores y sin religión. Eran tiempos convulsos que buscaban un líder espiritual. Por eso, cuando Michael Jackson anunció que Bucarest sería una parada de su Dangerous World Tour, todos los rumanos se abalanzaron a comprar un boleto. Nadie se lo quería perder. Era el primer concierto grande que tenían para ver cultura de Estados Unidos a la que años atrás solamente tenían acceso en el mercado negro. Algo tan rutinario en las relaciones públicas como visitar un orfanato tenía un carácter religioso; durante años, los orfelinatos eran un infierno en la tierra para niños con las alas rotas. Ese concierto del 1° de octubre de 1992 fue el único en llegar a DVD en Estados Unidos. Cuatro años después, regresó, y dentro de su repertorio cantó Earth Song, para generar conciencia ambiental. Rumania aún atesora en su memoria cuando Michael Jackson llegó como una tromba. Y es por ello que sus canciones despiertan reacciones tremendas. Por ejemplo, tenemos a Bogdan Ioan, ganador de la octava temporada de Vocea României. Para su audición escogió esta canción. Es que su voz es como si el Rey del Pop hubiera poseído al chico de 28 años de la ciudad de Constanța. Es por ello que todos los coaches lo eligieron casi al instante. Su reacción es como esos rumanos que fueron al concierto de Michael Jackson de 1992.

Recapitulemos

Rumania tuvo un gobierno comunista, primero por Gheorghe-Dej y desde 1965 por su protegido Nicolae Ceausescu. Mantuvo su distancia política de Moscú y apertura hacia Occidente, China y Corea del Norte. En cambio, hacia dentro la vida era llena de culto a la personalidad y represiones por parte de Securitatea, la policía secreta. El futbol no escapó a su influencia; el futbol rumano está lleno de escándalos de corrupción, ayudas arbitrales y juegos arreglados.

Cada equipo pertenecía a una institución social, desde gobierno hasta universidades, pasando por sindicatos. Clubes que no figuraban tuvieron ascensos meteóricos, como el Olt Scornicești (ciudad natal de Ceauseșcu) y el Victoria, equipo de la policía. Los años 80 fueron de austeridad, que se cobraron incluso una posible medalla para la selección rumana en los Olímpicos. Los Ceausescu tuvieron participación en equipos, como Elena (Dinamo) y sus hijos Nicu (Inter Sibiu) y Valentin (Steaua). La final de la Copa de Rumania de 1988 fue una viva prueba de ello.

Steaua se convirtió en el primer equipo socialista en ganar la Champions League en 1986, lo cual fue el culmen de un proyecto meticulosamente planeado. Este triunfo ocultaba una serie de prácticas corruptas en el futbol. La liga estaba dividida en dos grupos liderados por Steaua y Dinamo y era imposible ganar si no estaban alineados; la carrera por la Bota de Oro era una farsa, y los nombres extranjeros eran modificados para parecer más rumanos. Y no era raro ver a grandes jugadores desertar el país.

Finalmente, el régimen de Nicolae Ceausescu acabó en diciembre de 1989. Olt, Inter Sibiu y Victoria acabaron en la ignominia, los rumanos prácticamente no pueden ganar la Bota de Oro y en la década siguiente experimentamos la Generación de Oro del futbol rumano.

Nos vemos la siguiente. La revedere!

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Sebastián Alarcón
Soy Sebastián Alarcón, tengo 31 años. Aspiro a ser polímata. Junto futbol con geopolítica, sociedad, cultura, idiomas e historia y le agrego música para explicar el mundo. Escribo de futbol de la FIFA y fuera de ella. Si sientes la décima parte de lo que siento al escribir, mi misión está completa.

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